Esta doctrina, que se remonta al siglo XIX y que Donald Trump ha puesto en el orden del día, se ha ilustrado perfectamente mediante el caso de Cuba. Así, no se puede explicar, ni entender y aún menos analizar la situación en Cuba hoy sin tener en mente este dato de base: los Estados Unidos de América siempre han considerado la isla de Cuba como suya.


Por Salim Lamrani

Fuente: Journal Open Edition

Presidente del Consejo de Gestión y del Consejo de Orientación Estratégica del Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL) de la Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris III, Stéphane Witkowski es un reconocido estudioso de Cuba y América Latina. Su mirada avispada y sus análisis actualizados hacen de él uno de los mejores conocedores de esta área geográfica, lo que le vale invitaciones regulares en la prensa. Es coanimador del Grupo de Estudios sobre Cuba en el IHEAL. Por otra parte, es miembro del Consejo de Orientación del Centro de Estudios y de Investigación “América Latina-Europa”, CERALE de ESCP Europa.

Fue Jefe del Servicio “Américas” de MEDEF Internacional durante diez años, encargado de la zona “América del Sur – América Central y Caribe – Estados Unidos – Canadá”. También fue Director de las Relaciones Institucionales del Grupo ALTADIS y Director de las Relaciones Internacionales y Europeas de la Asamblea de las Cámaras Francesas de Comercio e Industria (ACFCI, ahora CCI France). En 2009 fundó BALE Conseil, un gabinete especializado en el asesoramiento y la ingeniería de negocios que brinda su apoyo a las empresas francesas y latinoamericanas que desean desarrollar sus actividades internacionales.

En esta entrevista, Stephane Witkowski esboza una perspectiva histórica de las relaciones tumultuosas entre Cuba y Estados Unidos y evoca la génesis del conflicto. Menciona la cuestión de las sanciones económicas impuestas a la isla desde 1969. También analiza también las razones que llevaron a la Administración de Obama a adoptar una política de acercamiento con La Habana. Presenta finalmente un balance de la era Trump y concluye sobre la elección de Joe Biden y las posibilidades de regreso a una política más constructiva hacia Cuba.

Salim Lamrani: Cuba y los Estados Unidos tienen relaciones complejas desde hace más de medio siglo. ¿Cuáles son las verdaderas raíces de este conflicto?

Stéphane Witkowski: La geografía y la historia dictan las relaciones entre los dos países, por la proximidad de esta “pequeña isla”, si tomamos en cuenta su PIB y su superficie, aunque se trata de la mayor isla del Caribe. Cuba está a unos kilómetros “frente al Imperio”, para retomar la expresión de Fidel Castro, “el imperio más importante de todos los tiempos desde el Imperio romano”.

Todos los presidentes de los Estados Unidos de América desde John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos que estuvo en el poder entre 1797 y 1801, que ya en aquella época consideraba que Cuba formaba parte de su zona de influencia natural, hasta Joe Biden en 2021, fuesen demócratas o republicanos, siempre trataron de mantener la isla en la órbita de su país. Lo hicieron mediante recursos, estilos y métodos muy variables, pero siempre conservaron el mismo objetivo: controlar el destino de Cuba. Por otra parte James Monroe, el quinto presidente de los Estados Unidos de América, había definido su doctrina, que se hizo famosa el 2 de diciembre de 1823 y que se resume en tres puntos: América del Norte y del Sur ya no están abiertas a la colonización; toda intervención europea en los asuntos del continente será considerada una amenaza para la seguridad y la paz; en contraparte, los Estados Unidos no intervendrán en los asuntos europeos.

Esta doctrina, que se remonta al siglo XIX y que Donald Trump ha puesto en el orden del día, se ha ilustrado perfectamente mediante el caso de Cuba. Así, no se puede explicar, ni entender y aún menos analizar la situación en Cuba hoy sin tener en mente este dato de base: los Estados Unidos de América siempre han considerado la isla de Cuba como suya.

SL: ¿En qué momento se concretó esta voluntad de los Estados Unidos de tomar posesión de Cuba?

SW: El giro mayor tuvo lugar a finales del siglo XIX. 1898 es la fecha simbólica del advenimiento del Imperio estadounidense con la explosión, el 15 de enero, del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana. Ello ofreció a los Estados Unidos de América el pretexto que necesitaban para entrar en guerra, en abril del mismo año, contra España, para apoderarse de las últimas colonias españolas, a saber Cuba, Porto Rico y Filipinas y asegurarse así el monopolio del control de las Américas.

Hay que saber que se trató también de una de las primeras guerras mediáticas de la época contemporánea. El objetivo era “vender” la agresión como una intervención humanitaria entre la opinión pública americana, destinada a auxiliar a los cubanos oprimidos por los “españoles viles”. Los dos magnates de la prensa de la época, Joseph Pulitzer que dirigía el New York World, y Randolph Hearst, que encabezaba el New York Journal, rivalizaban con imágenes y relatos terroríficos sobre la crueldad de los soldados de la Corona y publicaban por ejemplo falsas fotografías de campos de concentración donde los prisioneros cubanos se morían de hambre. Este bombardeo mediático permitió fabricar una opinión pública favorable que reclamaba la entrada en guerra.

La toma de posesión de Cuba por los Estados Unidos fue un acontecimiento determinante en la historia del imperialismo estadounidense. Hasta entonces limitados por la doctrina Monroe que les otorgaba el control del patio trasero latinoamericano, los Estados Unidos decidieron entonces convertirse en los “dueños del resto del mundo”.

SL: ¿Cuáles fueron las consecuencias de esa intervención militar para Cuba?

SW: El Tratado de París de diciembre de 1898 entre los Estados Unidos y España, que puso fin a la guerra entre los dos países y a la guerra de independencia de Cuba, preveía en su primer artículo la ocupación indefinida de Cuba.

Finalmente, la independencia formal se proclamó el 20 de mayo de 1902, pero el senador Orville Hitchcock Platt hizo adoptar en el Congreso de los Estados Unidos el 2 de marzo de 1901 una enmienda a la Ley de Presupuestos que establecía “lazos especiales” entre los dos países y fundaba el derecho de intervención de Washington “para preservar la independencia de Cuba”. Los Estados Unidos exigían que se integrara la enmienda en la Constitución cubana, lo que la Asamblea Constituyente aceptó finalmente el 12 de junio de 1901, con una corta mayoría de 16 votos a favor y 11 en contra después de tensos debates. So pretexto de proteger la independencia de Cuba, el texto colocaba al país bajo protectorado estadounidense. Esa disposición legal americana oficializaría el derecho de injerencia de los Estados Unidos en Cuba y la instalación de dos bases navales con un contrato de arrendamiento perpetuo, una de ellas la de Guantánamo, que existe todavía.

SL: ¿Cuál era la realidad de la Cuba prerrevolucionaria?

SW: Durante mucho tiempo, los distintos gobiernos cubanos implementaron una política conforme en gran parte a los intereses americanos, que era considerables en la isla. Los grandes mafiosos como Meyer Lansky y Lucky Luciano tenían la ambición de transformar Cuba en una especia de Las Vegas e imponer allí el reino de los juegos, de los casinos y de la prostitución. Su cuartel general era el famoso Hotel Nacional de La Habana. Washington toleraba esos excesos con la complicidad del régimen del dictador Fulgencio Batista, que dirigió el país de 1952 a 1958 y fue derrocado por una Revolución popular y nacional.

Esta Revolución, liderada por Fidel Castro, Che Guevara, Raúl Castro y los demás comandantes, se benefició de un inmenso apoyo popular en el país. Las autoridades americanas consideraron la llegada al poder de Fidel Castro en 1959 con desconfianza y preocupación, aunque, en aquella época, ése no se decía “comunista”. La relación empezó a deteriorarse a partir de 1960.

SL: ¿Cuál fue el motivo de las primeras tensiones entre Cuba y los Estados Unidos?

SW: La aplicación del programa de reformas estructurales y de nacionalizaciones del Gobierno revolucionario cubano chocó con la cuestión de las indemnizaciones. Fidel Castro era jurista de formación, abogado, y siempre quiso respetar, en cualquier circunstancia, el respeto de la regla del derecho internacional público. Durante toda su vida política, nunca violó este principio.

Después de las nacionalizaciones se crearon comisiones de indemnización con todos los países e inversionistas extranjeros presentes en la isla. Se firmaron acuerdos con la mayoría de los países concernidos. El único país que rechazó toda transacción fue Estados Unidos. Los diferendos legales se multiplicaron y ocurrió el divorció con Washington: ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961, numerosas empresas de desestabilización con el objetivo de eliminar al régimen cubano, intento de invasión durante el desembarco de Bahía de Cochinos en abril de 1961, bloqueo/embargo decretado el 2 de febrero de 1962 todavía vigente, crisis de los misiles en octubre de 1962. Muchas veces se ha atribuido equivocadamente el embargo al contexto de la Guerra Fría. Pero el origen de las sanciones es anterior y no se puede imputar a las rivalidades americano-soviéticas. La mejor prueba de ello es que perduran las sanciones a pesar de la desaparición de la URSS.

Como no logró suscitar el interés de Europa, que estaba enfocada en la creación del su “mercado común”, Fidel Castro se volvió hacia la Unión Soviética, la única en entender el interés estratégico de establecer una asociación con la isla en un contexto de Guerra Fría. El antagonismo no ha dejado de desarrollarse. La Habana, sin embargo, siempre ha expresado su voluntad de negociar con los americanos sobre una base de igualdad y el respeto de la soberanía nacional. Es lo que ha representado un problema a los trece presidentes que se han sucedido en la Casa Blanca desde 1959.

En otros términos, más allá de la página de historia que han escrito Fidel y Raúl Castro, las relaciones de Cuba con los Estados Unidos plantean la cuestión de la independencia nacional y también de la identidad nacional frente al poderoso vecino. Es la clave de la comprensión de todas las futuras evoluciones.

SL: ¿Qué opinión tenía Fidel Castro de las distintas Administraciones estadounidenses?

SL: Fidel Castro resistió a once presidentes norteamericanos, desde Eisenhower hasta Barack Obama. Sin embargo, me parece que tenía respeto y consideración por tres de ellos, sin tener ilusiones excesivas: Kennedy, Carter y Obama.

Consideraba a Kennedy a su medida, aunque fue un adversario duro en el momento de la crisis de los misiles en 1962. Tenía estima por el hombre y había recibido un mensaje oficioso de su parte mediante el periodista Jean Daniel que proponía una reconciliación entre los dos países, el mismo día en que fue asesinado en Dallas.

Apreciaba a Jimmy Carter y admiraba su gran inteligencia y su buena voluntad. Él también había previsto la “normalización” con Cuba, si hubiera conseguido la reelección a un segundo mandato. De hecho fue el primer expresidente americano en reunirse con Fidel Castro en La Habana en mayo de 2002 y luego en marzo de 2011 y lo calificó de “viejo amigo”.

Finalmente, Barack Obama era considerado por los dirigentes cubanos como “un hombre de buena voluntad”. A diferencia de sus predecesores, Obama, joven presidente que nació en 1961, no había vivido el fracaso y la humillación del desembarco de Bahía de Cochinos. Ello quedó como el más grande traumatismo de las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos. En esas condiciones, desde el punto de vista de La Habana, un diálogo era posible con el Presidente de los Estados Unidos con dos condiciones. Primero, los dos países debían hablarse de igual a igual, respetando la soberanía nacional de Cuba. “Todo es negociable menos la soberanía”, repitieron varias veces Fidel y Raúl Castro. Segundo, los Estados Unidos debían poner fin al embargo y reconocer que se habían equivocado durante más de 50 años. Fue lo que hizo implícitamente Obama cuando lo admitió en su famoso discurso televisado del 17 de diciembre de 2014. Tuvo varias otras ocasiones de subrayar que la política americana hacia Cuba había sido un error desde la Revolución de 1959 y que el objetivo del bloqueo/embargo de derrocar al régimen había sido un fracaso total. A partir de allí pudieron establecer relaciones diplomáticas.

SL: ¿En qué condiciones ocurrió el acercamiento histórico entre Cuba y los Estados Unidos en 2014?

SW: El acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos se preparó durante mucho tiempo. La influencia que ejercieron todos los países latinoamericanos y caribeños y el papel decisivo del Papa Francisco fueron determinantes en esta evolución. La mayoría de las reuniones de negociaciones secretas entre cubanos y americanos se desarrollaron con el apoyo de la diplomacia vaticana.

La diplomacia cubana es conocida por su profesionalismo, como la de otros dos países de la región, la de Brasil antes de la llegada al poder de Bolsonaro y la de Perú. El peruano Pérez de Cuellar, que fue Secretario General de la ONU, fue un buen símbolo de ello. Había desarrollado su estrategia en distintos frentes. En distintas cancillerías, a pesar de cierta indiferencia mediática, se había notado que en enero de 2014, la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) tuvo lugar en La Habana bajo presidencia cubana y reunió a 32 Jefes de Estado y de gobierno de los países de la región, así como al Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon. La advertencia era clara: mientras Cuba no fuese invitada a las Cumbres de las Américas –a causa de la oposición de los Estados Unidos– los países latinoamericanos no participarían más a esos encuentros. Washington temía encontrarse aislado en todo el continente americano. Barack Obama deseaba poner fin al aislamiento diplomático sobre el tema cubano y pronunció, durante su intervención del 17 de diciembre de 2014, su famosa frase “somos todos americanos”. Incluía así a Cuba.

Cuba tiene una gran influencia en América Latina como actor mayor en la solución de algunos conflictos como las negociaciones de paz con las FARC en Colombia, que tuvieron lugar en La Habana. Tiene también un gran prestigio en muchos países del Tercer Mundo y en África, como lo demuestra el envío regular de médicos cubanos cada vez que hay una epidemia o una catástrofe natural o humanitaria. Cuba ha mandado a médicos a más de cincuenta países para enfrentar la pandemia de la Covid-19. En un pasado reciente Cuba mandó también a 165 expertos para luchar contra el ébola en África. Según la Organización Mundial de la Salud, fue el contingente más importante que mandó un Estado, lo que valió a Cuba las felicitaciones del mismo secretario de Estado John Kerry. Fue un signo precursor del acercamiento. Hubo también el apretón de manos entre Raúl Castro y Barack Obama durante el funeral de Nelson Mandela. Al respecto, Nelson Mandela y Fidel Castro fueron grandes amigos. Conviene recordar que Cuba apoyó a Mandela desde los primeros instantes de su combate de liberación y de lucha contra el apartheid.

Por otra parte, Rusia y China desarrollaban sus relaciones a todos los niveles con Cuba. Hubo visitas de los presidentes chino y ruso durante el verano 2014 y se firmaron importantes acuerdos comerciales. La China del presidente Xi Jinping se había convertido en el segundo socio comercial de la isla y Vladimir Putin había cancelado el 90% de la deuda cubana para con la ex URSS. Se firmaron también importantes acuerdos de cooperación y de comercio en el campo energético y petrolero. Hubo la construcción de un nuevo aeropuerto en La Habana, la creación de una compañía aérea cubano-rusa, y acuerdos en el sector de la agricultura, de la farmacéutica, del transporte y del turismo. Ese doble acercamiento Cuba-China y Cuba-Rusia preocupaba mucho al Departamento de Estado y Barack Obama no podía permanecer pasivo.

SL: Durante mucho tiempo los Estados Unidos han considerado a Cuba como un problema de política interior a causa de la importante comunidad cubana presente en la Florida. ¿Acaso ha habido una evolución al respecto?

SW: En efecto, durante mucho tiempo, el “caso cubano” ha sido tratado en los Estados Unidos como un tema de política interior. Todo presidente –demócrata o republicano– no podía prescindir del lobby político y financiero de Miami o de New Jersey que representa a alrededor de 1,5 millones de cubanos y tiene mucho peso tanto en el Congreso como en la Casa Blanca. Conviene recordar cómo se jugó la primera elección de George W. Bush frente a Al Gore en 2000 en la Florida. En las primarias americanas, candidatos republicanos como los senadores Marco Rubio o Ted Cruz, que son hijos de emigrados cubanos, o el demócrata Robert Menéndez, subrayan el peso de esta comunidad en la vida política americana.

La elección de Barack Obama cambió un poco el panorama ya que era un presidente joven, sin lazos particulares ni conocimientos particulares de América Latina y del Caribe. Nunca había viajado allí antes de ser presidente y no tenía prejuicios hacia Cuba. Por otra parte, fue electo y reelecto con una amplia mayoría en la Florida. Siempre se ha pronunciado contra el embargo, incluso cuando era senador, y deseaba dejar una impronta durante su último mandato presidencial. Además era también una forma de justificar el Premio Nobel de la Paz que había recibido al inicio de su mandato.

Por otra parte, la comunidad cubana de los Estados Unidos está muy dividida. Los dirigentes históricos anticastristas de la poderosa Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) de Miami han cedido el espacio a otra generación más joven, más lúcida y más sensible a los argumentos económicos. Los cabildeos activos agrícolas –particularmente en el Midwest– y farmacéuticos americanos han conseguido una excepción en el embargo en 2000, lo que ha permitido que los Estados Unidos sean –paradójicamente– el primer suministrador agroalimentario de Cuba desde hace más de diez años y el quinto socio comercial de la isla. El Presidente de la Cámara de Comercio americana, Thomas Donohue, ha visitado varias veces Cuba con importantes delegaciones de hombres de negocio y milita a favor del levantamiento del embargo.

La opinión pública americana está más a favor de un levantamiento del embargo. Hubo después la publicación de una carta abierta de 44 personalidades e intelectuales americanos y la publicación de las Memorias de Hillary Clinton que reconocían el fracaso de las sanciones. Sin embargo su marido, Bill Clinton, fue uno de los más severos con Cuba y adoptó una ley extraterritorial, contraria al derecho internacional, bajo su mandato que reforzaba así el embargo: la Ley Helms-Burton de 1996.

SL: ¿Cuál era la posición cubana en este proceso de acercamiento?

SW: Del lado cubano, Raúl sabía que tenía que retirarse de todos sus cargos oficiales a más tardar en abril de 2021, durante el VIII Congreso del PCC. Fidel se había retirado en 2006. Sabía que se cerraba un ciclo, tanto desde un punto de vista personal como político. También sabían que eran quienes podían negociar mejor, por su peso político e histórico, un acercamiento con los americanos, para dejar a sus sucesores un país que podía tratar de igual a igual con el poderoso vecino. Por coincidencia, Barack Obama y Raúl Castro llegaron al poder ambos en 2008 y dejaban sus cargos presidenciales, casi al mismo tiempo, con un año de intervalo.

Además, desde hacía años, grupos de trabajo de ambos países se reunían de modo regular. Trataban de temas de seguridad, de cooperación policial para luchar contra el tráfico de drogas, de cooperación postal y de intercambios culturales y universitarios.

SL: ¿Qué papel desempeñó el Vaticano en este acercamiento y qué condiciones se negociaron previamente al anuncio histórico del 17 de diciembre de 2014?

SW: El Papa Francisco pudo contar con la gran calidad de los servicios de inteligencia del Vaticano. Siendo latinoamericano, había entendido que la diplomacia activa del Vaticano podía desempeñar un papel en la evolución de ese contexto regional, siguiendo los pasos del Papa Juan Pablo II en 1998 que llamó a que “el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo”. Se realizó el deseo del papa polaco, que había establecido una relación personal y epistolar con el Jefe de la Revolución Cubana. De hecho, Cuba decretó tres días de duelo nacional cuando falleció Juan Pablo II.

Se negociaron varias condiciones para el acercamiento: la apertura de dos embajadas de pleno ejercicio, una en Washington y otra en La Habana: el retiro de Cuba de la lista negra de los países llamados “terroristas” y la aplicación integral de la Convención de Viena que rige las relaciones diplomáticas.

SL: ¿Por qué no se han levantado las sanciones económicas impuestas a Cuba desde 1960?

SW: La normalización entre ambos países pasa efectivamente por el levantamiento del embargo y depende esencialmente del Congreso estadounidense. El mismo Presidente Obama pidió el levantamiento de las sanciones, incluso delante de la Asamblea General de la ONU, sin conseguirlo.

Conviene recordar que desde 1992 los votos de la Asamblea General de la ONU condenan cada año el embargo y la moción cubana ha conseguido la casi unanimidad de los países miembros. Esta política americana de sanciones tiene efectos concretos inmediatos para la población cubana. Cuba no puede acceder a ninguna de las principales instituciones financieras internacionales, sea el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Priva las empresas de la posibilidad de encontrar fuentes de financiamiento. Además, se aplica con todo rigor, con multas, restricciones y mercados perdidos.

Es el caso no sólo para las empresas y bancos norteamericanos, sino también para las empresas europeas y de otros países terceros del hecho de las leyes extraterritoriales americanas. Ello concierne el sector bancario, el sector del transporte, la logística, la construcción, pero afecta también el campo de la salud. Así, el Departamento del Tesoro ha colocado varias instituciones de salud cubanas como el Centro Cardíaco Pediátrico, el Complejo Ortopédico Frank País y el Instituto de Hematología e Inmunología en una lista negra de “hospitales prohibidos”, a los cuales las empresas americanas o de países terceros no pueden vender equipos o productos de los Estados Unidos

SL: ¿Acaso Francia ha sido afectada por estas sanciones?

SW: En mayo de 2015 BNP Paris fue condenado a una multa récord de 8.900 millones de dólares por mantener, entre otros, relaciones financieras con Cuba. En octubre de 2015 Crédit Agricole tuvo que pagar una multa de 1.116.000 millones de dólares por las mismas razones. Conviene recordar que BNP Paribas y Crédit Agricole no han violado ninguna legislación francesa y han respetado escrupulosamente el derecho europeo y el derecho internacional.

Otras entidades financieras en Europa como la Société Générale también fueron severamente sancionadas. El banco alemán Commerzbank tuvo que pagar una multa de 1.710 millones de dólares y puso término a toda relación con Cuba. Recordemos también que el grupo Alstom, antes de convertirse en GE Alstom con la fusión del grupo americano, tuvo que pagar una multa de 771 millones de dólares pues la rama de energía del grupo había renovado la central de Matanzas en Cuba.

SL: Así, a pesar de su oposición formal a las sanciones económicas, la Administración de Obama las aplicó de modo estricto.

SW: Bajo la presidencia de Obama, de 2009 a 2015, 45 personas pagaron 13.000 millones de dólares de multa al Departamento del Tesoro por transacciones con Cuba. Las autoridades cubanas han evaluado en 121.000 millones de dólares los daños que el embargo ha ocasionado a la economía de la isla.

Estas leyes son contrarias al derecho internacional. Violan también los compromisos internacionales tomados por los Estados Unidos, sea las reglas de la Organización Mundial del Comercio o la ALENA. En cuanto a la ley Helms-Burton, el no respeto de las reglas internacionales es aún más flagrante pues viola los principios de soberanía y de no intervención en los asuntos internos de un Estado. El objetivo declarado de esta ley es político: la caída del Gobierno cubano. Determina con precisión lo que puede ser considerado como un “gobierno de transición” e impone una economía de mercado. Además, exige la restitución de los bienes americanos nacionalizados por el régimen actual. Esta legislación prohíbe a toda persona en el mundo de “traficar” con bienes que fueron posesiones americanas, so pena de sanciones. Esta definición muy amplia puede incluir por ejemplo la compra de azúcar producido en tierras que pertenecían a americanos antes de su nacionalización. Conviene recordar que la Unión Europea es el primer inversionista, el primer socio comercial de Cuba y el primer emisor de turistas hacia la isla. El objetivo de los Estados Unidos es apartar la competencia exterior en la región, conforme a la Doctrina Monroe.

Conviene también recordar que la Administración de Trump ha activado el Título III de la ley Helms-Burton, que había sido suspendido desde 1996. Precisa que los ciudadanos americanos actuales cuyos bienes fueron nacionalizados entre 1959 y 1961 tienen la posibilidad de presentar una denuncia ante los tribunales americanos contra toda persona en el mundo que se libraría a un “tráfico” con las antiguas propiedades. Desde un punto de vista práctico, la incertidumbre jurídica que genera esta activación disuade a los nuevos inversionistas potenciales interesados por el mercado cubano de hacer negocios con la isla e incita a los que están presentes a abandonar el país.

SL: ¿Cuál fue la política de la Administración de Trump para con Cuba?

SW: Donald Trump cambió la política de apertura hacia Cuba que había lanzado Barack Obama en diciembre de 2014. Durante su mandato anuló todos los avances realizados por su predecesor, eso hasta los últimos días de su presidencia ya que antes de abandonar la Casa Blanca volvió a poner a Cuba en la lista de los países “patrocinadores del terrorismo”, lo que es el colmo cuando se sabe que la isla ha sido víctima de terrorismo y que más de 3 000 cubanos perdieron la vida en su territorio.

Trump no pudo anular la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países, pero adoptó una serie de medidas, cerca de 250, para limitar, entre otros, las visitas de los “turistas americanos” autorizados a viajar a la isla en virtud de una lista de excepciones cada más restringidas y limitar las remesas hacia Cuba. Prohibió toda forma de transacción para las empresas americanas con entidades vinculadas al régimen. Y activó el Título III de la ley Helms-Burton.

Fue grosero e insultante cuando falleció Fidel Castro el 25 de noviembre de 2016, mientras muchos cubanos se sentían “huérfanos”. Como toda nación afectada por la pérdida de una gran figura histórica asociada a su país, las palabras que pronunció Trump en esa ocasión se percibieron como una falta al respecto hacia un pueblo y un país. Aunque se había retirado de todo cargo oficial desde hacía unos diez años, seguía siendo “Fidel”, el Comandante, el “soldado de las ideas”. Los cubanos estaban orgullosos porque era el último “gigante del siglo XX”, el hombre que no sólo encarnó la soberanía, la independencia y una parte de la identidad cubana, siguiendo el rastro de José Martí, uno de los padres de la Independencia.

SL: ¿Qué mirada tiene usted sobre la figura de Fidel Castro?

SW: Su personalidad era “fuera de la norma” y es muy poco frecuente reunir en un hombre de Estado tantos talentos excepcionales. Era un intelectual con una gran curiosidad espiritual, como lo ilustran sus relaciones estrechas con varios Premios Nobel de literatura. También mantuvo lazos con las autoridades espirituales, entre las cuales los últimos tres papas que viajaron todos a Cuba. Tejió también lazos fuertes y asombrosos con Juan Pablo II, ya que era muy diferentes.

Era también un rebelde, un revolucionario, un estratega político y militar, admirador del genio estratégico de Napoleón. Era un combatiente aguerrido en varios combates, en la Sierra Maestra, en Bahía de Cochinos o indirectamente en la batalla de Cuito Cuanavale en Angola. Recordemos que sin la contribución militar cubana en Angola, la caída del apartheid probablemente no habría sido posible, de ahí la indefectible amistad con Nelson Mandela. Fidel Castro era también un jugador de ajedrez incomparable en la escena internacional que supo manejar las relaciones de fuerzas Este-Oeste, superando el clivaje Norte-Sur, como lo ilustra el papel que desempeñó en el seno del Movimiento de No Alineados.

También fue un visionario sobre varios temas, como la ecología y el futuro del planeta. Su famoso discurso en la Cumbre de la Tierra en Río en 1992 es una ilustración de ello. Conviene apuntar también el papel muy activo de las diplomacias francesa y cubana para obtener el éxito de la Conferencia de París sobre los cambios climáticos de diciembre de 2015.También fue premonitorio sobre la desaparición de la URSS, poco tiempo después de la catástrofe nuclear de Chernóbil. Finalmente, también predijo un acercamiento cubano-americano. En una respuesta irónica a un periodista argentino en 1973, Fidel habría contestado con una broma profética: “Los americanos dialogarán con nosotros el día en que su presidente sea negro y el papa sudamericano”.

Les tocará a los biógrafos e historiadores serios – con la distancia necesaria – hacer un balance de su acción. Como para toda obra humana, tendrá obviamente sus logros y sus fracasos, sus luces y sus sombras. Es algo inherente a los “grandes hombres” ser a la vez adulados y odiados y suscitar debates pasionales. Pero la observación factual de los acontecimientos, el tiempo de la reflexión y la puesta en perspectiva deberían contrastar con muchos análisis superficiales, clichés repetidos a porfía, algunos estereotipos fáciles, una buena dosis de mala fe y a menudo, lamentablemente, una gran ignorancia.

SL: Según usted, ¿cuáles son las perspectivas de acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos con la elección de Joe Biden?

SW: Joe Biden debería normalmente seguir la trayectoria de Barack Obama antes de que finalice su mandato. Desde luego con un estilo y gestos probablemente diferentes y un enfoque marcado por una diferencia generacional. Lo que complica la tarea es que el Presidente Biden debe primero consolidar el campo demócrata, atravesado por corrientes contradictorias sobre el tema cubano y reforzar sus posiciones en el Congreso aunque ha obtenido una frágil mayoría parlamentaria. Por un lado, se encuentran las voces radicales del cabildeo anticastrista todavía poderoso. Del otro, están los cabildeos económicos, los de la Cámara Americana de Comercio, el mundo de los negocios, y los agricultores del Midwest, que militan por la normalización de los intercambios económicos entre ambos países. Subrayemos que la comunidad latinoamericana de Florida votó en noviembre de 2020 mayoritariamente por Joe Biden, aunque al final Donald Trump ganó la Florida gracias a los votos de los americanos blancos y ancianos.

Référence électronique

Salim Lamrani, « Conversaciones con Stéphane Witkowski », Études caribéennes [En ligne], 7 | Juillet 2021, mis en ligne le 15 juillet 2021, consulté le 08 octobre 2021. URL : http://journals.openedition.org/etudescaribeennes/22335 ; DOI : https://doi.org/10.4000/etudescaribeennes.22335

Por REDH-Cuba

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