Hace algo más de tres años, conversando con un cubano de honor, camarógrafo de una agencia de prensa extranjera en La Habana, con pinta de extranjero, me contaba con amargura y tristeza una experiencia vivida en La Habana Vieja. Dos jóvenes se le acercaron y manifestaron, “…yuma; si nos pagas 10 CUC a cada uno, gritamos contra el gobierno, lo que tú quieras, pa que nos filmes.”

Como cubano que ama su patria, aquel relato, me estremeció. Me costaba trabajo pensar, que, con los inmensos esfuerzos realizados por nuestra Revolución desde su triunfo, en pos de una educación y cultura de excelencia, existan jóvenes educados por ella, que tengan alma de mercenarios.

Le expliqué al confligido amigo que no se deprimiera, que el enemigo, desde nuestras guerras por la independencia, había dividido a los cubanos utilizando a asesinos, marginados, desclasado, y todo tipo de lumpen y escorias, en contra de la causa de la libertad.

Apenas comenzada la gesta de los Diez Años, el brigadier del ejército español, Francisco Acosta y Albear, cubano de nacimiento, ofreció recursos, dinero y su espada a España. Organizó un batallón de movilizados llamado «Del Orden», que se formó con ex presidiarios y otros forajidos, en su casi totalidad escorias sociales hijos del país, con el que sembró de muerte y desolación los territorios donde operó. Era el mismo terror que imponían las guerrillas cubanas al servicio de España, asesinos, verdaderos perros de caza tras las huellas de los libertadores y sus familiares en la manigua insurrecta.

En su estrategia de dividir al pueblo cubano, el gobierno colonial movilizó y contrapuso a las tropas insurrectas, en las que el componente negro era mayoritario, tropas negras españolas, perfectamente armadas, e impecablemente uniformadas.

Entre marzo y julio de 1874, el Capitán General de la Isla José Gutiérrez de la Concha, intentó formar doce batallones con libertos, de 1 000 plazas cada uno. Su plan preveía la formación de un «gran ejército de pardos y morenos», integrado sólo por negros, libertos y esclavos que, elegantemente vestidos y bien alimentados, una vez en la manigua, fuese capaz de neutralizar y desmoralizar a los mambises negros, provocar su desmovilización y deserción masiva. Este Plan no se llegó a ejecutar, entre otros factores, por el temor a que, una vez armados, se sublevaran contra España.

El 22 de abril de 1878, el generalísimo Máximo Gómez, a su llegada a Jamaica, enviaba al periodista Juan Bellido de Luna a Nueva York, un pequeño libro de su autoría titulado El Convenio del Zanjón. Relato de los últimos sucesos de Cuba. En la obra, el patriota dominicano patentizaba el dolor que le produjo a su salida de la Isla por el puerto de Santiago de Cuba, el espectáculo protagonizado por cubanos ajenos a la revolución o al servicio de España:

“…la curiosidad del pueblo era tal que la marina estuvo llena casi completamente por curiosos por algunas horas: triste y dolorosa impresión me causó la vista de aquellas masas, allí había más de tres mil hombres útiles para las armas; allí estaban sordos como hacía ya nueve años a la voz del patriotismo y solo una curiosidad pueril les traía a vernos: poco después oímos una música militar y no tardamos mucho en ver desfilar los heridos del Batallón de Sn Quintín tenidos en un encuentro con fuerzas del general A, Maceo; iban custodiados por hijos del país con uniforme de voluntario: cuantos pensamientos se agolparon en mi imaginación y no pude menos de exclamar volviéndome hacia mis compañeros. Cuba no puede ser libre.”

Durante la guerra del 95, el general Valeriano Weyler Nicolau, al ser nombrado capitán general de la isla de Cuba, acudió nuevamente al factor racial para contrarrestar la influencia del Titán de Bronce. Conocedor que entre las tropas de Maceo el componente negro era importante, convocó la formación del Tercio de Voluntarios y Bomberos Movilizados, y dentro de estos últimos, escogió 30 negros con un oficial voluntario al frente, todos cubanos, para formar su escolta. Como el mismo confesaría en su libro “Mi mando en Cuba”, se trataba de una “medida política, para dar una prueba de confianza a esa raza, tan adicta a España en otros tiempos.” Con esa escolta y parte de las tropas negras, pasó a Pinar del Río a combatir en la Sierra del Rosario al general Antonio y a tenderle emboscadas en la Línea del Mariel para evitar su paso a La Habana.

Muerto en combate el general Antonio Maceo, el 11 de diciembre de 1896 regresaba Weyler a la capital, donde fue recibido con manifestaciones de júbilo por amplios sectores de la sociedad habanera. Fueron dos días de fiestas, con fuegos artificiales, mucho vino y comidas en honor al Capitán General. Vivas a Weyler, al Rey y a la infantería española, atronaban por doquier.

El general José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, refería con dolor en sus Crónicas de la Guerra, como cubanos, habitantes de las barriadas pobres de La Habana, repetían jubilosos los vivas españoles, cuando los dueños de bodegas, cafetines y fondas, les dieron de beber y comer gratis, hasta hartarlos y emborracharlos. La ocasión luctuosa para miles de cubanos, la manipuló España, convocando, con algún éxito, a la creación de Batallones de voluntarios cubanos para pelear contra los libertadores.

Imponiendo una política de atracción, el gobierno español logró la deserción del coronel del Ejército Libertador Juan Masó Parra, quien, con parte de sus fuerzas, formó la Brigada Cuba Española, compuesta íntegramente por cubanos. Aún no se ha estudiado a profundidad los miles de cubanos que, desde las filas del Ejército Español, defendieron con las armas el colonialismo en Cuba.

Los órganos militares y represivos de la República pre revolucionaria, dieron cabida a delincuentes y corruptos que impusieron el terror y se codearon con la mafia y la delincuencia organizada. Fulgencio Batista es el más vivo ejemplo de militar inescrupuloso y oportunista, que, vinculado a la mafia estadounidense, hizo fortuna a costa del sufrimiento y pobreza del pueblo. Siguiendo el ejemplo del dictador Gerardo Machado, se valió de verdaderos asesinos para reprimir con saña, a todo el que consideraba adversario de su espurio gobierno.

Foto: Miguel Viñas / AFP-Getty Images

En Girón, la brigada mercenaria estuvo compuesta por una cifra no despreciable de lumpen. Aquella era la vanguardia del andamiaje militar organizado por las fuerzas armadas de los Estados Unidos, listas para intervenir, de haberse consolidado la cabeza de playa.

Miembros de la escoria derrotada, marcharon al Congo por órdenes de la CIA, para masacrar al empobrecido pueblo congolés que nacía a la independencia. Pilotos cubanos pertenecientes a la Brigada 2506, se encontraban entre los principales protagonistas del genocidio. Aquellos mercenarios del aire, cazaban y masacraban a los congoleses como a bestias. El periodista e historiador español Vicente Talón, en su libro titulado “El diario de la guerra del Congo”, expresaba:

“Yo los traté en Leopoldville, en el bar la “Pérgola”, que era su cuartel general, y les ví actuar en Stan (Stanleyville) en la zona de Albertville, arando la selva con sus ametralladoras. Eran los únicos, en esa época, que decían estar allí para “combatir el comunismo”, pero, más tarde, cuando una parte de los mercenarios se sublevaron contra Mobutu, los bombardearon a mansalva con la misma determinación empleada antes contra los simbas. Se trataba en realidad de mercenarios. E incluso mercenarios de la peor clase, de la más ventajista y cobarde.”

Mercenarios cubanos marcharon a Vietnam, Laos y Cambodia e hicieron carrera en las filas del ejército de los Estados Unidos. Algunos fueron a Bolivia a combatir contra el Che, y otros a Centroamérica, contra las guerrillas de izquierda en El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Otros tomarían nuevamente el camino de África en Angola, apoyando a Sudáfrica y a las bandas de la UNITA de Jonas Malheiro Savimbi, “combatiente por la libertad” para Ronald Reagan, y del FNLA de Holden Roberto. Mercenarios de Girón, en 1975 abrieron en Miami oficinas de reclutamientos de cubanos y otras nacionalidades, para enfrentar a los internacionalistas cubanos. Fundaron incluso el Comando Militar 2506 con el que fueron a Angola a entrevistase en 1978 con los principales jefes de la UNITA y el FNLA.

Buscando en Internet datos sobre la presencia de hispanos en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, encontré, en el sitio Web LatinoBlogs.htm del emporio de las infocomunicaciones American Ol Line (AOL), un edulcorante artículo titulado Los Inmigrantes comparten la lucha en el Ejército de los Estados Unidos, publicado en Marzo 18 de 2008 por American Immigration Law Foundation. El artículo anuncia las supuestas bondades de la pertenencia al “Ejército mundial de la paz y el antiterrorismo.” Más de una veintena de comentarios de jóvenes latinoamericanos, aparecen mostrando su interés en ingresar. Duele, sin embargo, encontrar entre las opiniones, la de un joven cubano, quien con fecha 6 de mayo de 2008 escribía:

“18. hola, soy cubano, estoy legal en usa, pero aun no tengo mi residencia, desearia saber que requisitos deveria tener para entrar al army, soy un chico de 21 anos que ama la libertad y me gustaria luchar por un mundo mejor, por esto mismo desearia integrar al army, espero que puedan darme una respuesta sobre los requisitos que deba cumplir para alistarme lo mas pronto posible, grasias”

Jóvenes incautos que, nacidos en nuestra patria, y educados por nuestra Revolución en valores y principios solidarios, deshonran sus raíces vistiendo el uniforme yanqui en las guerras imperialistas y genocidas de Iraq o Afganistán, o en cualquier rincón del mundo. Guiados por los cantos de sirenas, se sumergen hoy en el mundo de las transnacionales de las armas y la muerte, prestándole baratos y míseros servicios al imperio que los utiliza despiadada e inescrupulosamente.

No olvidemos nunca que terroristas cubanos como Luis Posada Carriles, exmiembro del Ejército de los Estados Unidos, y Orlando Bosh, responsables confesos de horrendos crímenes contra nuestro país, incluida la voladura de un avión de pasajeros en Barbados, murieron tranquilamente en Miami, protegidos por el Imperio. Cuba espera aún por la explicación del gobierno de los Estados Unidos sobre el ataque con armas de fuego, a nuestra sede diplomática en Washington.

A los mercenarios de ayer, y de siempre, se une hoy la escoria delincuencial y despreciable que protagonizaron actos criminales, de vandalismo y violencia, el pasado domingo 11 de julio. Que a nadie le quepa duda que esos serán, en el hipotético caso de una intervención militar de Estados Unidos en Cuba, la punta de lanza, quinta columna y vanguardia, de las fuerzas invasoras. En esos delincuentes, encontrará la contrarrevolución de Miami y el imperio, el brazo ejecutor del llamado a tres días para matar comunistas y revolucionarios, e imponer el terror a un pueblo noble que solo aspira a construir un futuro de paz y solidaridad.

Los pueblos son sabios, y el nuestro, conociendo la historia de la formación de la nación, mayoritariamente abraza el proyecto de Revolución socialista, soberana, antiimperialista y solidaria que de conjunto nos trazamos bajo la guía de Fidel. No se atemoriza ante estos mercenarios de siempre, a los que derrotamos en Girón, en la lucha contra bandidos, y en cada agresión perpetrada contra nuestro país. Ante cada traidor, se levantan cientos de patriotas. En esta Cuba libre e independiente, los mercenarios y traidores, los vándalos y delincuentes, encontraran siempre un valladar inexpugnable: el pueblo revolucionario.

Fuente: Cubadebate

Por REDH-Cuba

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