YO SOY FIDEL, clamaba la multitud el día de la muerte del Comandante.

 

Hasta sobre esta cuestión hubo debate e interpretaciones. ¿Podría compensar su ausencia un “yo colectivo”?

 

A cinco años de la desaparición física de su líder, se entiende perfectamente el alcance de esa vehemente exteriorización de amor, lealtad, admiración y agradecimiento, aunque también de tristeza y cierta orfandad. Sin dudas durante estos cinco duros años de bloqueo agravado y más aún en pandemia, la fibra del pueblo cubano mostró la impronta y la conciencia que él sembró con pedagogía política, discursos interminables y maravillosos, compartiendo su paciencia con la del pueblo, que lo escuchaba, creía y confiaba absolutamente en él, porque siempre que propuso avanzar, estuvo adelante, al frente.

 

¿Hay alguien – y no solo en la Isla-, que no se sintiera huérfanx de su mirada extensa, estratégica? Si en muchxs de nosotrxs su presencia acompañó casi todos los años de nuestras vidas…

 

«La Isla está sumida en un silencio cerrado», dijo una amiga cubana ese día de su muerte, estamos metabolizando lo que sabíamos que algún día iba a ocurrir y que entre todxs tendríamos que cubrir su ausencia.

 

Esta presencia gigante durante los siglos XX  y XXI fue crucial para definiciones de alta política que implican al mundo entero. Las alertas prematuras y anticipatorias de Fidel se fueron cumpliendo y se siguen reproduciendo. Nos vuelven a interpelar a cada rato, a cada paso.

 

Neoliberalismo, deuda, cambio climático, enfermedades nuevas, intervenciones militares, catástrofes alimentarias, globalización. ¿Por qué adquirían el carácter de profecía? ¿Por qué en su boca las verdades se manifestaban siempre tan verdaderas? Es una de esas excepciones de la historia donde la grandeza y el sentido de humanidad brota, se trasunta, se convierte en elocuencia y coherencia política, ideología y mensaje.

 

FIDEL es REVOLUCIÓN, es la memoria de generaciones que lucharon desde y con Martí, con el Che y Camilo, con Haydée Santamaría. En Fidel habitaron y habitan lxs nadie, lxs codenadxs de la tierra, lxs humildes, lxs trabajadores, lxs militantes, lxs revolucionarixs, elevadxs magistralmente por su inteligencia, corazón y prosa proyectados en la capacidad de conducir un proceso siempre revolucionario. Proceso que se ha desarrollado y lo sigue haciendo en medio de una guerra impiadosa, brutal, como todas las que tuvieron que sufrir todos los procesos revolucionarios en la historia. Pero Fidel condujo a los cubanos y a las cubanas a la victoria una y otra vez, siempre escuchando, procesando y devolviendo lúcida y prácticamente el material y el espíritu revolucionario de su pueblo y de lo mejor de la humanidad. Digería con apetito voraz cuanta lección de lucha dejaba cada batalla, como cuando estuvo allí aprendiendo de Allende y lxs chilenxs, o cuando escuchaba largas horas a amigxs de todo el mundo que llegaban con sus experiencias y sacrificios a cuestas desde cualquier rincón del planeta.

 

Y si la que ilumina es la inteligencia, los pueblos sacan de sí fidelidad y coraje y esta es la historia de este amor y este liderazgo incomparable. En Fidel los desafíos convocaron siempre  a Ciencia y Conciencia y esta premisa que puede rastrearse en todas sus develaciones,  sigue teniendo el peso de un mandato infalible.

 

¿La política se aprende? ¿Se debe  conocer la historia? ¿Se extrañan lxs jefes ? A todas las preguntas la respuesta es un Sí. Recorremos los volúmenes de las Reflexiones que varias veces cada semana Fidel daba a conocer, a veces para perturbar conciencias, otras para decir sin decir, las más para contribuir a encontrar el núcleo, siempre para «resolver». Son extraordinarias. Aunque en oportunidades se las comprendiera semanas después de los acontecimientos. Era una cabeza holística, un orador brillante y un conductor de pueblos.

 

Una de las veces que estuvo en Buenos Aires este gigante del tamaño de nuestras esperanzas, su dimensión inundó a la multitud ese 25 de mayo de 2003 en las escalinatas de la Facultad de Derecho, uno de los momentos, de los hitos,  más recordados por las miles de vocaciones políticas juveniles que lo escuchaban  y atesoraban su talento y su virtud. En esa noche nos quedamos y cerramos este recordatorio, con algunos párrafos que hoy más que nunca resuenan convocantes.

 

«Cuando se hablaba de estar preparados para lanzar cualquier ataque a cualquier oscuro rincón del mundo (referido al imperialismo), no recuerdo haber escuchado jamás esas palabras. Cuando se dijo que cualquier arma podía ser utilizada, lo mismo armas nucleares, que armas químicas, que armas biológicas, aparte de las supersofisticadas armas que ya no tienen nada de convencional, porque son capaces de causar cualquier tipo de destrucción, recordábamos eso: ¿Qué derecho tiene alguien para amenazar de esa manera a los pueblos? Me pregunto si también aquí, en este acto, porque no hay mucha luz, hay que encender muchos más bombillos para que no seamos un oscuro rincón del mundo que atacar sorpresiva y preventivamente (Aplausos). Claro que esta plaza y esta escalinata que aquí vemos no es un oscuro rincón, es un rincón lleno de luz, lleno de millones de luces. Esta plaza y esta escalinata es como un sol, como el sol ese que vimos al llegar aquí o vimos esta mañana cuando visitábamos la estatua de Martí para colocar una ofrenda floral en aquel punto (Aplausos). Se le veía una gran fuerza al sol; porque aquí hay dos soles en este momento: el sol que vimos esta mañana, el sol que hemos visto a nuestra llegada a este país, y el sol que estamos viendo aquí en esta escalinata y en esta plaza».

 

«Son las ideas, son las ideas las que iluminan al mundo (Aplausos), son las ideas, y cuando hablo de ideas solo concibo ideas justas, las que pueden traer la paz al mundo y las que pueden poner solución a los graves peligros de guerra, o las que pueden poner solución a la violencia. Por eso hablamos de la Batalla de Ideas. Pienso porque soy optimista que este mundo puede salvarse, a pesar de los errores cometidos, a pesar de los poderíos inmensos y unilaterales que se han creado, porque creo en la preeminencia de las ideas sobre la fuerza (Aplausos y exclamaciones), y eso es lo que estamos observando aquí. »

 

Nada compensa su ausencia, pero en el yo colectivo de la construcción revolucionaria cubana de cada día se le siente y conoce. En la lucha de los pueblos se asienta y acrecienta su legado.

 

Desde la trinchera de las ideas,

hiladas con Fidel en el amor por la humanidad:

 

 

Juliana Marino y Paula Klachko

 

Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, Capítulo Argentina

Por REDH-Cuba

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