El año 2020 se cerró en Cuba con las repercusiones del llamado Movimiento San Isidro, del 27 de noviembre de 2020, compuesto por “artistas” que protestaban por la supuesta represión del Ministerio de Cultura impuesta a su libertad de expresión. No obstante, un estudio minucioso de sus publicaciones en las redes sociales indica que están plenamente integrados a la perspectiva del pensamiento único estadounidense, es decir, aquella por la cual los artistas supuestamente gozan de “libertad de expresión” puesto que allí no existe un Ministerio de Cultura.
Sin embargo, ignoran convenientemente el hecho de que el capitalismo recompensa y permite que florezcan los artistas que siguen la línea de intereses de Estados Unidos al interior del país y en el extranjero. Sobre la base de esta visión preconcebida, en noviembre de 2020 algunos actores cubanos iniciaron incidentes coreografiados bien preparados frente al edificio del Ministerio en La Habana. Como estaba previsto, estas confrontaciones fueron totalmente amplificadas por los medios corporativos internacionales en colaboración con los medios sociales de la disidencia en Cuba. Adicionalmente, Trump, seguido por Biden, después de que este último fuera elegido –junto con los funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en La Habana– monitoreaban con simpatía el escenario. Como estaba previsto, la narrativa de la “libertad de expresión” frente a la “represión” adquirió una creciente importancia con relación a Cuba. Una nueva batalla de ideas estaba en marcha, la cual se prolongó hasta el 2021.
De enero a julio de 2021, Cuba continuaba siendo estrangulada por Estados Unidos bajo la administración Biden, como lo hizo anteriormente Trump, con el endurecimiento del bloqueo. Esto se hizo aún más devastador, puesto que estas sanciones y las medidas letales ejecutadas simultáneamente en el contexto de la pandemia en curso, hicieron colapsar algunos servicios de salud. La industria del turismo quedó prácticamente paralizada como consecuencia del COVID-19, privando a la economía de las tan necesarias divisas para comprar alimentos y responder a otras necesidades. Los obsoletos generadores eléctricos, con un mantenimiento insuficiente debido al bloqueo, provocaban cada vez más apagones. Igualmente aumentaron las largas colas para adquirir alimentos y otros productos de primera necesidad. Como consecuencia del cierre de las escuelas debido a la pandemia en curso, los jóvenes que normalmente estaban ocupados estudiando y bien atendidos por el sistema educativo, se encontraron sin orientación; así, el tiempo extra del que disponían fue, en muchos casos, dedicado a un uso excesivo de Internet, aprovechado en gran parte por la disidencia pro estadounidense.
Adicionalmente, durante el largo periodo de la pandemia, las habituales redes políticas de base, organizadas por organizaciones de masas, quedaron en suspenso debido a las necesidades de distanciamiento social. Por ejemplo, los Comités de Defensa de la Revolución y los delegados municipales electos no pudieron organizar sus intercambios periódicos con los ciudadanos. Esta función, característica esencial de la democracia participativa cubana, consiste en escuchar las quejas y sugerencias de los ciudadanos con el objetivo de resolver sus problemas. Si bien estas instancias no son capaces de resolver todos los problemas, al menos en muchos casos los vecinos son conscientes de la situación, sus límites y sus causas.
Fue en esta tóxica mezcla de circunstancias, particularmente en lo que respecta a las instalaciones de salud sobrecargadas, que tuvo lugar la primera protesta en internet sobre la provincia de Matanzas, al este de La Habana, con la consigna “SOS Matanzas”. “SOS” (“Save Our Souls” o Salven Nuestras Almas) es actualmente un eufemismo para apelar a las potencias extranjeras para que intervengan en Cuba con el pretexto de llevar la ayuda humanitaria a fin de “salvar” a los cubanos. En San Antonio de los Baños, una pequeña ciudad al sur de La Habana fue donde estalló la ahora famosa protesta del 11 de julio. En un principio fue impulsada por un grupo privado de Facebook, aparentemente preocupado por intereses cotidianos como la vivienda y la forma de hacer frente a los cortes de electricidad. Utilizando esto como fachada, se convirtió en un instrumento para espolear las manifestaciones antigubernamentales, culpando al gobierno de los cortes de electricidad, la escasez de medicamentos y otros problemas. Los principales coordinadores de este grupo se encontraban en Miami. El mensaje principal era anticomunista, señalando al gobierno y al presidente Miguel Díaz-Canel como la causa de los problemas. La táctica consistía en crear el caos, utilizar la violencia contra las instituciones del Estado y luego invocar la “represión” ante Estados Unidos, sus aliados, y ante los medios corporativos internacionales.
El 11 de julio esas protestas se extendieron a varias ciudades cubanas, pero a las siete de la noche reinaba la calma en la mayoría de ellas y en poco más de 24 horas la tranquilidad era total en el país debido a la respuesta de las fuerzas revolucionarias que se movilizaron en defensa de la Constitución a un llamado del presidente Miguel Díaz Canel. El intento de aprovechar y prolongar la inestabilidad en el país llevó a la convocatoria contrarrevolucionaria de una marcha contra el gobierno el 15 de noviembre, a pesar de su ilegalidad.
La línea de la batalla de las ideas estaba trazada. Por un lado, asistimos a la narrativa de la “represión”, impulsada por Estados Unidos en coordinación con sus aliados en las redes sociales dentro y fuera de Cuba. ¿Cuál fue la respuesta cubana? Cuba fue capaz de deconstruir todas las falsas acusaciones en contra del gobierno a través de programas especiales de televisión, de Internet y de los medios impresos. No obstante, todo esto fue completamente ignorado por quienes impulsan la desestabilización y crean las condiciones para el derrocamiento del gobierno cubano. Sin embargo, ¿se limitó Cuba a deconstruir defensivamente la agenda de “represión”, a pesar de que esto era obviamente necesario? No, organizó su propia contraofensiva. ¿Cómo? El primer paso fue negarse a restringir la conversación tan sólo a la sola “represión”, impuesta por Estados Unidos. La Revolución Cubana de 1959 tiene una larga historia de desarrollo de sus propias estructuras políticas y de su pensamiento basado en sus experiencias y tradiciones domésticas que van del siglo XIX hasta el presente, y que se basan en los ideales de José Martí. Al mismo tiempo, la Revolución se asimila creativamente como guía del pensamiento más avanzado de la época, especialmente el marxismo y el leninismo. Fidel Castro fue un maestro de esta simbiosis dialéctica del pensamiento cubano y de las enseñanzas internacionales.
La habilidad de Cuba de basarse ante todo en su experiencia doméstica se deriva en parte de las lecciones del jesuita cubano del siglo XVIII, Félix Varela. Los cubanos conocen a Varela como “El que nos enseñó primero en pensar”. Esta frase fue acuñada por José de la Luz y Caballero, alumno de Varela, y se basa en la afirmación generalizada de que Varela introdujo en Cuba los principios del pensamiento científico, los primeros ideales independentistas y la búsqueda de una identidad nacional. De esta manera, en la actualidad no había ninguna posibilidad de que la Revolución se acobardara ante la guerra relámpago de la “represión”, y se limitara de forma defensiva a los confines impuestos por esta controversia. Es posible afirmar con seguridad que la Revolución Cubana rechaza naturalmente las nociones del pensamiento único estadounidense, como la de “represión”, presentada de forma arrogante como un valor universal, al igual que el de “democracia”, utilizada como arma por Occidente a fin de servir a sus propios intereses imperiales.
¿Por qué fracasó estrepitosamente el 15 de noviembre? No fue por la fuerza, como afirman los contrarrevolucionarios. No hubo represión. La Revolución Cubana organizó su propio bombardeo de ideas durante el período previo al 15 de noviembre. Éste no consistió en conceptos negativos en respuesta a los contrarrevolucionarios, sino en una afirmación probada de la Revolución Cubana de que Estados Unidos y sus aliados se esforzaron por derrocarla en noviembre de 2021, como la última entrega de sus continuos intentos desde 1959, con diversos grados de hostilidad.
Con base en los barrios, se organizaron acciones con el lema “Somos el barrio”, una clara insinuación de que la mayoría –y no la ínfima minoría marginal de disidentes– era representativa de los barrios. La idea de que el pueblo –y no Estados Unidos y sus aliados– es soberano en su propia tierra, volvió a apoderarse de la gente. La independencia y la dignidad son conceptos quizá difícilmente cuantificables. Sin embargo, son valores profundamente arraigados en el pensamiento de los cubanos desde la escuela primaria y a lo largo de su vida. Esto fue acompañado de otras consignas como “Viva la Revolución”. Esta idea nunca podrá ser plasmada en unas pocas palabras, frases o artículos. No obstante, los cubanos saben lo que significa.
Este movimiento, acerca del cual la televisión y la prensa cubanas informaron ampliamente, llegó a tener tanta fuerza y alcance en los mismos barrios donde viven los disidentes, que éstos no se atrevieron a organizar su marcha subversiva. No obstante, no fue por miedo al impedimento físico, sino por la constatación (aunque, por supuesto, no lo admitan) de que siguen constituyendo una minoría insignificante con ideas muy débiles. ¡Nadie se presentó el 15 de noviembre!
De esta forma, la Revolución Cubana obtuvo otra victoria de las ideas. Sin embargo, Estados Unidos y sus aliados no abandonan su objetivo de subvertir la Revolución. Otros factores surgieron en el período del 11 de julio al 15 de noviembre, que continuarán presentes en los próximos días, mientras nos dirigimos al final de este año. Uno de esos peligros que se está fomentando es el papel de la “tercera vía” en Cuba y entre algunos “amigos de Cuba” en Occidente. Su orientación es conocida en todo el mundo: “se oponen a los dos extremos”, al gobierno cubano y a la violencia de los manifestantes. Así lo resumió el célebre periodista y editor cubano Iroel Sánchez en el transcurso de un seminario web sobre Cuba en Canadá, el 26 de julio de 2021:
“Desde la era Obama ha habido un aumento sostenido de la financiación a la subversión en el país. Podemos afirmar que los medios de comunicación y el activismo digital, financiados por Estados Unidos, se han dirigido específicamente a sectores muy importantes de la sociedad cubana, centrándose en grupos de gran influencia como intelectuales, académicos, periodistas y artistas. La mayoría dentro de ellos sigue apoyando el proceso revolucionario, pero Estados Unidos logró temporalmente una cabeza de playa con pocas personas de estos sectores en Cuba, utilizando para ello publicaciones que han suscitado el interés de una micro clase dependiente de esta financiación relacionada con la subversión. Un segundo fenómeno es el de la agitación política, que ha llegado a ser más prominente. Ya existía antes de los años de Obama, pero se amplió enormemente con Trump. No se trata de acciones independientes, sino, más bien, de un grupo que genera provocaciones y otro que propone soluciones pretendidamente “pacíficas”frente a las que el otro ha creado”.
Veremos cómo se desarrolla esto en 2022, dado que la contrarrevolución, así como Washington y sus medios de comunicación serviles, siguen propagando hoy la narrativa de la “represión” como la causa de su fracaso, buscando aliados.
Para terminar, permítanme expresar mis felicitaciones al gobierno y al pueblo cubano por la trascendental victoria de las ideas de este año 2021, y enviar mis saludos con motivo del aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana el 1° de enero de 2022.