La cumbre convocada en Los Ángeles para la semana entrante es otra prueba fehaciente del carácter autoritario y antidemocrático de las elites que rigen Estados Unidos. La exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela de la reunión desde un principio lo confirma rotundamente.

Es un hecho de suma gravedad, que conduce a otras exclusiones también muy graves. Estados Unidos ha despreciado el consenso de no exclusión a que se había llegado, por el cual Cuba participó ya en las ediciones VII y VIII, de Panamá y Lima, obedeciendo a un clamor general de los Gobiernos y pueblos de la región.

Esto significa que Washington no comprende o no se quiere percatar de que ya se terminó la época de la hegemonía neoliberal, cuando hacía y deshacía a su antojo.

Tampoco soporta que tome mucha  fuerza de nuevo –como en la década de fines de los noventa y fines de los 2000–, pero con más hondura, el rechazo de los pueblos al neoliberalismo y una clara tendencia a la elección de Gobiernos progresistas, presentes en México, Bolivia, Honduras, Perú, Argentina y Chile, y tocando a las puertas en Colombia con Petro, reciente ganador de la primera vuelta, y en Brasil con Lula, a quien todas las encuestas dan ya ganador absoluto.

Por supuesto, a esto hay que añadir a Cuba, Venezuela, Nicaragua y los seis valientes Estados del Caribe Oriental que forman parte del ALBA, los cuales comparten no pocas ideas y también proyecciones en política exterior con los anteriormente mencionados y acaban de hacer gala de una clara y acertada mirada del mundo actual en la XXI Cumbre del ALBA.

Otra grave acción antidemocrática del Gobierno de Biden es que no haya preguntado a los Gobiernos de América Latina y el Caribe qué temas es de su interés discutir en la reunión.

Con su arrogancia usual, y como prueba de que el fantasma de James Monroe guía aún las acciones del Departamento de Estado y de la Casa Blanca, estos se atribuyeron el derecho, que nadie les ha concedido, de decidir los temas y, si acaso, hacer como que consultaban los borradores con algunos de los Gobiernos de su agrado. Encima de no haber pedido con el debido tiempo los criterios de los otros países, ahora andan contra reloj, intentando reparar lo irreparable.

Por filtraciones mediáticas y un documento publicado el 24 de mayo por el servicio de investigación del Congreso de EE.UU., se conocen algunos asuntos que ese país pretende tratar en la reunión. La migración ilegal está a la cabeza, junto con el control de fronteras, análisis de sus causas, corresponsabilidad en el tema, etc.

Todo ello muy discutible, pues son las políticas estadunidenses y de las sumisas oligarquías locales las mayores causantes de la migración en la región, empezando con sus decenas de intervenciones militares desde el siglo XIX, añadidas a la imposición –a veces invasión de los marines mediante– de sangrientas dictaduras militares, después la doctrina de seguridad nacional y el Plan Cóndor, sin olvidar las guerras centroamericanas de los ochenta y, como remate, las políticas neoliberales. Casi todas ellas causantes de la migración mesoamericana.

¿Cómo piensa Washington discutir sobre migración ilegal, si no participan en el debate Cuba y Venezuela, cuyas corrientes migratorias han sido deliberadamente provocadas con su criminal política de bloqueo, en el caso de Cuba por seis décadas y llevada ya a extremos salvajes de crueldad, en ambos casos mantenida durante la pandemia?

Según sus organizadores, la cumbre se propone acciones que “dramáticamente mejoren la respuesta a la pandemia y la resiliencia, promuevan una recuperación verde y equitativa, atrevidas, fuertes e inclusivas democracias y atiendan las causas de raíz de la migración irregular”.

Sinceramente, es para morirse de la risa. ¿De cuándo a acá el Imperio se preocupa por la solución de nuestros problemas? Si no fuera indignante, sería también para reír a carcajadas pretender un debate serio sobre la respuesta a la pandemia que no tome en cuenta a Cuba, el único país del Tercer Mundo creador de sus propias vacunas y con la enfermedad bajo total control gracias a haber inmunizado al 96% de su población. Añádase el envío de 5 000 de sus médicos a apoyar otros países contra la covid.

EE.UU. no dice nada sobre quién aportará los fondos para lograr esas maravillas. Cabe consignar que el presidente López Obrador le ha recordado a Washington su incumplimiento de los miserables 4 000 millones prometidos para contener con programas sociales la migración en Centroamérica, mientras en un santiamén Biden y el Congreso aprobaban la friolera de 40 000 millones de dólares para Ucrania.

El peligrosísimo conflicto contra Rusia, la no menos peligrosa disputa hegemónica con China, el control de nuestra región con Gobiernos dóciles y las elecciones de noviembre parecen ser lo único que de veras preocupa al alicaído Gobierno de Biden. Lo demás: contorsiones electoreras para la galería.

Por REDH-Cuba

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