En 1953, cuando prácticamente todas las fuerzas progresistas y revolucionarias de Cuba no ofrecían ninguna solución viable para oponerse a la dictadura de Batista respaldada por Estados Unidos, Fidel Castro y sus camaradas sí elaboraron un camino. Fue una ruta caracterizada por declaraciones que cambiaron el juego, junto con hechos excepcionalmente valientes, de los que surgió el Movimiento 26 de Julio. Este movimiento, apoyado por aliados que luego se unieron a la causa, condujo al Triunfo de la Revolución del 1 de enero de 1959. El resto, como dice el refrán, es historia. Sin embargo, la historia sigue haciéndose hoy en día, ya que Cuba se enfrenta a grandes desafíos.
Hoy, los progresistas de todo el mundo podrían aprender muchas lecciones de 1953. Merece la pena destacar una de ellas. ¿Cómo creció la semilla que se plantó el 26 de julio de 1953 hasta convertirse en el Movimiento 26 de Julio, que desarrolló un plan que acabaría sacudiendo los cimientos de la dictadura? ¿Cómo salió de la caja en 1953, tan encorsetada como estaba? No había nada en el horizonte para la gran mayoría del pueblo cubano hasta el 26 de julio.
Es difícil analizar esta situación sin encarnarla en la persona de Fidel. En 1953, Fidel ya estaba familiarizado con la vida y algunas de las obras de José Martí, así como con las de otros luchadores cubanos de la lucha de liberación del siglo XIX contra España a favor de la independencia, de una sociedad justa basada en la igualdad y de la eliminación de la esclavitud. Al mismo tiempo, Fidel aprendía de las teorías de Marx, Engels y Lenin, en la medida en que conocía esta fuente. Sin embargo, para Fidel, el pensamiento y la acción política siempre habían constituido un fenómeno entrelazado. Había sido muy activo políticamente durante casi una década antes del 26 de julio de 1953.
Así, basándose en la experiencia y el pensamiento acumulados desde mediados de los años 40, Fidel y sus compañeros elaboraron su plan del 26 de julio basándose en diferentes teorías políticas internacionales y nacionales y en una participación práctica variada. Especialmente Fidel, como líder reconocido de este movimiento, fue capaz de combinar una variedad de corrientes de pensamiento político, así como de práctica, en una visión coherente. Tuvo éxito donde muchos otros habían fracasado porque fue capaz de amalgamar principios de pensamiento como guía para la acción. Aunque nunca abandonó ni por un segundo la teoría revolucionaria internacional e indígena por conveniencia momentánea, también se negó a permitir que el pensamiento se convirtiera en un obstáculo para la acción revolucionaria.
Fidel es, en palabras de Gabriel García Márquez, «el antidogmático por excelencia». El dogmatismo en las filas revolucionarias suele manifestarse en la interpretación acartonada y estéril de lo que se percibe como «teoría», pero que resulta inútil por este tipo de lectura. Este dogmatismo obstaculiza la capacidad de sacar provecho de la experiencia práctica acumulada -ya sea positiva o negativa- para analizar las condiciones concretas con la perspectiva de los requisitos futuros necesarios para hacer avanzar la sociedad. Tal vez este fue el problema de la mayor parte de la izquierda revolucionaria cubana de los años 50 que la dejó impotente hasta que una nueva visión del pensamiento y la práctica le abrió horizontes. Por eso, al reflexionar cada año sobre el 26 de julio, las palabras del Che Guevara siempre parecen invadir el pensamiento. El Che escribió el 26 de julio de 1967 en Bolivia sobre el significado de ese día como «una rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios». Esto puede levantar algunas cejas. Sin embargo, el Che se refería, por supuesto, al dogmatismo que incluso infecta a los revolucionarios. La alusión del Che a gran parte de la izquierda cubana de la época se basaba no sólo en su propia experiencia práctica sino en sus muchos años de evaluación del movimiento comunista internacional.
Los atentados del 26 de julio no se saldaron con una victoria ese día, y muchos murieron, resultaron heridos o fueron detenidos, incluido Fidel. Sin embargo, los atentados condujeron a la autodefensa de Fidel ante el tribunal después de que fuera capturado y obligado a someterse a juicio. Había escrito sus notas en la cárcel, pero se vio obligado a pronunciar su defensa de dos horas de memoria porque las autoridades de la prisión confiscaron sus notas. Esta refutación épica se conoció más tarde como «La historia me absolverá» y fue el resultado de su reconstrucción de memoria mientras estaba en confinamiento solitario. Fue y es una obra maestra del antidogmatismo por excelencia de alguien que supo combinar la teoría con la evolución práctica de la sociedad cubana de la época.
En 1954, muchos miles de ejemplares de su defensa se distribuyeron clandestinamente por toda Cuba. La defensa se convirtió en una ofensiva en conjunto con el pueblo, que condujo a la victoria de 1959. Ha resistido la prueba del tiempo, ya que ha servido como génesis del actual proyecto socialista antiimperialista de Cuba. El 26 de julio y su repercusión, «La historia me absolverá», desencadenaron la Revolución Cubana.
Hoy, Cuba atraviesa uno de sus períodos más difíciles desde 1959. Su situación económica es frágil, multiplicada muchas veces por el endurecimiento del bloqueo genocida de Trump/Biden. Así, el sistema económico está siendo puesto a prueba una vez más, ya que el presidente Miguel Díaz-Canel, el Parlamento cubano, el Partido Comunista de Cuba y las organizaciones de masas están introduciendo nuevas y audaces medidas económicas. Tan pronto como estas nuevas decisiones se hicieron públicas la semana pasada, tras la discusión y el debate del Parlamento cubano, los enemigos de la Revolución, de «izquierda», de derecha y de centro, se pusieron en marcha para atacar la cultura socialista cubana. Este ataque organizado en Canadá. liderado por las presiones del think tank canadiense organizado en Canadá, es similar al de otros países como es el caso de EEUU, incluso antes de las recientes medidas cubanas.
Así, en 2022, el enfoque dialéctico que combina el pensamiento de principios con los aspectos prácticos de la lucha, tal como lo ejemplificó Fidel Castro desde 1953, sigue siendo válido hoy como modelo. ¿Cómo se aplican los principios del socialismo cubano a los actuales esfuerzos por descentralizar el Estado, abrir más el espacio a las pequeñas empresas y al tan necesario aumento de la inversión extranjera? ¿Cómo afecta esta mayor apertura de Cuba en la esfera económica al socialismo cubano, a su cultura política socialista y a su soberanía? Aunque no son preguntas fáciles de abordar, la Revolución Cubana se ha esforzado por hacerlo. De hecho, una vez más, como en 1953 y en 1959, los revolucionarios cubanos se encuentran en aguas inexploradas que sólo su tradición de combinar principios y tácticas prácticas puede navegar.