“(…) Los contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la Revolución, no tienen ningún derecho contra la Revolución, porque la Revolución tiene un derecho: el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el derecho a vencer (…) cuanto más que una Revolución es un proceso histórico, cuanto que una Revolución no es ni puede ser obra del capricho o de la voluntad de ningún hombre, cuanto que una Revolución sólo puede ser obra de la voluntad y de la necesidad de un pueblo. Y frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan”.
***
Aquel no era en lo absoluto, como había acontecido en otras épocas, el discurso demagógico de un político o de un politiquero avezado y comprometido a un poder neocolonial y dictatorial. Aquel fue el discurso claro, certero, honesto y digno de un líder prominente para todos los tiempos, estudioso profundo y continuador del legado del Apóstol, e imbuido en el fragor de pertenecer a la Generación del Centenario de su Natalicio.
Era la voz de un joven intelectual forjado en la lucha revolucionaria desde hacía décadas y que tuvo la capacidad de liderar una Revolución verdadera, sobre las bases de su riquísima historia Patria y de sus próceres y mártires, caídos valientemente en tres guerras independentistas. Por vez primera acontecía en este otro lado del mundo el nacimiento de un proceso revolucionario dirigido a los humildes, por los humildes y para los humildes.
Y fue Fidel Castro Ruz (1926-2016), a través del arte de su palabra, de su imponente personalidad, quien presidió y participó en las reuniones históricas que acontecieron los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional José Martí, entre la dirección de la joven Revolución y un grupo de escritores, artistas e intelectuales. Reuniones que marcarían el espíritu y destino de la política cultural de un nuevo país y a las que asistieron, entre otros, Lisandro Otero, Roberto Fernández Retamar, Alfredo Guevara, Pablo Armando Fernández, Graziella Pogolotti, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Miguel Barnet. Este último, el más joven escritor de tan sólo 20 años de edad.
Como toda Revolución que llega al poder por vez primera, ésta se hallaba enfrascada en un arduo proceso de unidad entre todas las fuerzas dirigentes de aquel entonces –Movimiento Revolucionario 26 de Julio, Partido Socialista Popular y Directorio Revolucionario 13 de Marzo–, y el pueblo revolucionario.
Momento urgente para hacer extensivo también dicho proceso a los escritores y artistas cubanos, a la intelectualidad en general, cuando el país acababa de propinar su primera gran derrota en América al imperialismo norteamericano en las arenas de Playa Girón, y cuando al mismo tiempo se intensificaban los planes subversivos contra la Mayor de las Antillas desde Washington, entre otras muchas acciones, como fueron a la vez las llamadas guerras psicológicas.
En esa primera etapa, en los días en que los cambios se precipitaban en una escalada de golpes y contragolpes, cuando se imponían las respuestas rápidas a las agresiones del enemigo, Fidel concurría a la televisión. Entraba en los hogares en una conversación para todos y, simultáneamente, individualizada, clara, abierta, de una honestidad ilimitada.
Fue en medio de ese contexto de guerra abierta en pleno apogeo que el Comandante en Jefe decidió reunirse con los intelectuales de la Isla para abordar los problemas relacionados con la cultura del país, de su pueblo creador y militante, consciente que lo primero que había que salvar era la Cultura.
Durante tres días la máxima dirección dialogó y profundizó en diversos problemas concernientes a los cambios que se avecinaban y demostrando que la Revolución para poder sobrevivir y avanzar tenía que ser, ante todo, un hecho cultural. Como bien lo demostró la virtuosa carga de intelectuales –escritores, artistas, poetas, músicos…héroes y mártires en su mayoría–, durante los tres períodos de guerras independentistas, y durante los primeros años de República Neocolonial.
Asimismo, aquel año de 1961 ya existían, entre otras instituciones culturales, la Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y, del encuentro de Fidel con los intelectuales, se crearía la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. A esto hay que agregar que en cada rincón del país se desarrolló una gran Campaña de Alfabetización, algo que ameritaba aún más el proyecto cultural revolucionario.
En su intervención final en Palabras a los Intelectuales, Fidel expresó, entre otras cuestiones: “(…) dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”, frase que en muchas ocasiones ha sido manipulada y hasta descontextualizada si se tiene en cuenta en los momentos –ya históricos–, en que se pronuncia.
Al respecto vale la pena analizar el criterio del inolvidable escritor, ensayista y poeta Cintio Vitier, quien resaltó en su libro Resistencia y Libertad (2):
“(…) La nación es inseparable de la Revolución, que desde el 10 de Octubre de 1868 la constituye, y no tiene otra alternativa: o es independiente o deja de ser en absoluto. Si la Revolución fuera derrotada caeríamos en el vacío histórico que el enemigo nos desea y nos prepara, que hasta lo más elemental del pueblo olfatea como abismo. A la derrota puede llegarse, lo sabemos, por la interrelación del bloqueo, el desgaste interno, y las tentaciones impuestas por la nueva situación hegemónica del mundo. Esa posibilidad es nuestro imposible”.
“En el Zanjón, en el 98, a la caída de Machado, nuestro imposible era la liberación. Ahora nuestro imposible es la no liberación. No pudimos aceptar el Zanjón, ni la intervención norteamericana, ni la frustración del 30. Se dirá factográficamente que sí, pero en realidad no pudimos aceptarlo. La Revolución fue acumulando esas no aceptaciones, que la fortalecieron y profundizaron hasta identificarla con el país, con el pueblo, con la historia y con la geografía misma (…) Y si la fe en la victoria no nos abandona, es porque en ella va la lección y la vida de los mejores de nosotros. La fidelidad a ellos es la garantía de nuestra fe en la victoria”.
En junio de 1961 trascendió que, una vez más en la Historia de Cuba, en el proyecto político-ideológico de la Revolución triunfante en Enero de 1959, la vanguardia política y la vanguardia intelectual volvían a unirse por el bien de la Cultura nacional, de la Cubanidad, y por la sensibilidad y actuación de un Líder, a quien el primer ministro cubano de Educación, Doctor Armando Hart Dávalos, calificó “como cultura de hacer política, en ese justo equilibrio de prudencia y audacia, como minucioso y paciente constructor de unidad”.
Notas:
- Fidel Castro Ruz. Palabras a los Intelectuales. Fragmentos de discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, como conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos, efectuadas en la Biblioteca Nacional José Martí, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961).
- Vitier, Cintio. Resistencia y Libertad. Ediciones UNION. La Habana, 2012.
- Tomado de: Resumen Latinoamericano—14 de agosto 2019.-
*Astrid Barnet Rodríguez, fiel colaboradora del Sitio de la UNEAC y que lamentablemente falleciera en julio de 2021.