Palabras de apertura de la exposición Las manos de Fidel, en el Memorial José Martí. Junto al último retrato al óleo que le dedicara el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, se muestran veinte fotografías de nueve artistas del lente de varias generaciones.
Sus manos alzaron vuelo desde la casa grande de Birán. Con ellas se aferraba a las barandas de los corredores para alzar la vista a un mundo de fascinación, circundante más allá de la calidez del hogar, donde fulguraban la luz, el verdor y el movimiento.
Como a todos, le servirán para apoyarlas y levantarse tras los primeros pasos bamboleantes, y luego, para comer por sí solo o para jugar en las amplias habitaciones donde la familia recibe las visitas y los mayores entablan largas conversaciones, mientras se mecen despaciosamente en los sillones y adorables comadritas que huelen a cedro, como los abrazos, las paredes, los armarios, las escaleras, el altillo, los espejos, las sábanas, las cajas de tabaco y hasta el aire que sopla durante las tardes desde los Pinares de Mayarí, en días de torrenciales aguaceros.
Aún pequeño, aparece de cuerpo entero y engalanado en una fotografía. Mientras observa a la cámara con mirada de asombro, sostiene un libro, puerta ancha al saber que acumulará erudito con el tiempo. Después, compartirá con los amigos ropas y comida, se asirá fuerte a las crines de su caballo Careto, nadará en las frías aguas del charco del jobo, boxeará en evidente desventaja física ante rivales mayores, se defenderá de agravios a puñetazos, esgrimirá rebeldías para enfrentar injusticias, escribirá con caligrafía palmer las tareas de la escuela, y siendo ya un muchacho, disparará las escopetas que porta en solitarios viajes a los campamentos forestales, ubicados lejos, en las montañas de los Pinares.
En los colegios, durante el estudio en las bibliotecas, entre sus manos, reposará la cabeza al meditar, o cuando el cansancio casi consiga vencerlo, o cuando lo abrume la lejanía de la casa y los seres queridos, o cuando sueñe amores inalcanzables y anote versos.
Llegará el tiempo de amar y acariciar desvelos y goces. Acunará a los hijos propios y a los que nazcan de sus luchas, de sus manos de vida.
En días de transformarlo todo desde la raíz, contra el Imperio y el sistema de explotación capitalista en el Archipiélago, de cambiar el dolor de un pueblo por la alegría, la paz, la dignidad, empuñará el fusil, apuntará ideas y principios, trazará tácticas y estrategias militares. Con su fervor convencerá a casi todos, perfilará sueños y los alcanzará para Cuba, batallará por los seres olvidados de todas las latitudes y los movilizará y sumará para alcanzar sus anhelos.
Con los obreros compartirá en las fábricas el hollín y el ruido. Junto a los campesinos laborará incansablemente la tierra. Sus manos de tizne y lodo serán las del trabajador más humilde, siendo jefe de Estado de una Revolución genuina y profunda, volcada a la humanidad. Manos ejemplo.
Reflexionará, discursará y movilizará multitudes y al final y en los comienzos indicará el rumbo justo y noble de la historia con el índice extendido, voz peculiar y expresiva. Triunfará siempre con esas mismas manos –digo– con sus palomas.
Ver galeria completa en CubaPeriodistas