Autores: Luciano Vasapollo, Rita Martufi, Luigi Rosati, Mirella Madafferi
Fuente: Faro di Roma
En noviembre de 2015, la Universidad La Sapienza de Roma, por propuesta del decano de la facultad de Economía de la universidad, el profesor Luciano Vasapollo, fundador de la “Escuela de Economía Decolonial, Antropológica, Socialista”, rindió homenaje a uno de los líderes políticos más influyentes de América Latina otorgándole un doctorado honoris causa. Evo Morales, conocido por haber sido el primer presidente indígena de Bolivia y por haber liderado al país hacia una nueva era de cambios sociales y económicos, recibió este prestigioso reconocimiento en una ceremonia solemne que atrajo la atención de académicos, líderes políticos y activistas de todo el mundo.
La concesión del doctorado honoris causa a Evo Morales representó una importante celebración de su compromiso con la democracia, la justicia social y la dignidad humana. Morales, quien fue presidente de Bolivia durante más de una década, desde 2006 hasta 2019 (cuando fue destituido por un golpe de Estado y se refugió en México hasta su posterior victoria electoral), impulsó una serie de reformas significativas que mejoraron la vida de los bolivianos, en particular de las poblaciones indígenas que constituyen una parte importante de la sociedad boliviana y que antes vivían en condiciones similares a las de la población negra en Sudáfrica durante el apartheid.
Entre las reformas más importantes se encuentra la nacionalización de los recursos naturales, en particular el gas y el petróleo, lo que permitió al gobierno boliviano utilizar las ganancias de estos recursos para invertir en programas de bienestar, educación e infraestructura. Además, Morales promovió la igualdad de género y garantizó una representación significativa de los pueblos indígenas en el gobierno y las instituciones bolivianas.
La influencia de Evo Morales no se limitó a Bolivia, sino que se extendió por toda América Latina. Su gobierno respaldó los movimientos progresistas de la región y buscó promover la integración económica y política entre los países de América Latina. Bolivia bajo el liderazgo de Morales se convirtió en un ejemplo de cómo un país puede perseguir políticas de desarrollo orientadas al bienestar de la población, reduciendo la pobreza y mejorando el acceso a la educación y la atención médica.
La ceremonia de otorgamiento del doctorado honoris causa a Evo Morales en la Universidad La Sapienza el 7 de noviembre de 2015 fue, por lo tanto, un momento de gran significado. El ex presidente boliviano fue recibido con honores y pronunció un discurso en el que destacó la importancia de la educación y la investigación científica para el desarrollo de cualquier país. También enfatizó el papel crucial que la educación desempeñó en su propia vida, permitiéndole acceder a oportunidades que de otro modo le habrían sido negadas.
En su discurso, Evo Morales también habló sobre los problemas globales, como el cambio climático y la desigualdad económica, enfatizando la necesidad de una mayor cooperación internacional para abordar estos desafíos. Instó a los jóvenes a comprometerse con un mundo más justo y sostenible, destacando que la educación y el conocimiento son herramientas esenciales para el progreso. El reconocimiento de la Universidad La Sapienza pretendía testimoniar su impacto duradero en Bolivia y en toda América Latina, que observa con atención cómo su ejemplo y liderazgo pueden seguir inspirando a futuros líderes y activistas en la lucha por un mundo mejor.
El ejemplo de Morales nos dice que el cambio es posible
Estamos viviendo una fase áspera de la competencia global, entre polos imperialistas, en la que las fronteras nacionales ya no tienen sentido. Las multinacionales despliegan sus actividades, extendiendo sus garras, saqueando los recursos (materias primas) y explotando, por supuesto, la mano de obra de una manera racista y genocida. Las multinacionales llegan a importar desde regiones remotas, basándose en acuerdos bilaterales, flujos de recursos, de materias necesarias para el ciclo económico, lo que algunos llaman “turbo capitalismo”. Mientras tanto, en los países del Sur, vemos un desarrollo insuficiente y expropiaciones sistemáticas de tierras, recursos y personas. Esto abre nuevas contradicciones en las áreas centralizadas del desarrollo, áreas intensamente industrializadas o terciarizadas, que suministran bienes esenciales a un proceso que no redistribuye la riqueza, como intuyó José Martí cuando analizó los criterios de resistencia popular, una forma de combatir el colonialismo basada en las necesidades del pueblo, que Morales intentó implementar.
El modelo de desarrollo capitalista actual va en la dirección opuesta y sufre una crisis no solo económica, sino una crisis integral del modo de producción capitalista; una crisis que, por lo tanto, pone en cuestión, de hecho, también las cuestiones del conflicto: no solo capital-trabajo, capital-ambiente; la crisis socioambiental, la crisis energética, la crisis climática; en definitiva, una crisis sistémica integral, en el propio modelo de acumulación.
Hasta hace algunos años, incluso los grandes comentaristas y economistas, incluso de izquierda, incluso pseudo-marxistas, conservaban la confianza en las “magníficas perspectivas progresistas” del capitalismo. Y así, los organismos del gobierno económico internacional intentaron mantener bajo control las metástasis de lo que realmente es un tumor, el desarrollismo cuantitativo, llevando a cabo un saqueo aún más feroz de recursos, comenzando por el factor trabajo, derechos y culturas; por lo tanto, la destrucción real de culturas, la expropiación económica, la expropiación de tierras, el retorno de las teorías de razas que justifican el genocidio de los pueblos indígenas, el tráfico de esclavos de África, hasta la opresión de los de América Latina, Asia, que comenzaron después de la mal llamada “descubierta” de 1492 atribuida a Cristóbal Colón, que en realidad no fue más que conquista y genocidio de América.
Malestares que, de hecho, aún persisten hoy: el sistema económico dominante, a pesar de sus cojeras, como hemos visto y como nos recuerda el Papa Francisco, está en manos de formas antiguas y nuevas de capitalismo que se manifiestan como colonialismo, neocolonialismo, poscolonialismo, imperialismo. Es el juego de las multinacionales, es decir, un dominio brutal del capital, con guerras económicas, financieras, monetarias, comerciales y guerras militares, y todas las consecuencias, las políticas, de la llamada “economía verde”: la reparación, el equilibrio, que son promovidos por los organismos de los países dominantes, lanzando propuestas que hablan de una economía equitativa, de una economía social y de una economía local, procesos educativos para acelerar el desarrollo de los países pobres, la construcción de sociedades supuestamente más justas.
Cada uno trata de adoptar políticas macroeconómicas favorables al medio ambiente, a lo social, incluso a través de sistemas comerciales supuestamente abiertos y regulares. Pero en última instancia, no cuestionan las relaciones de clase existentes, es decir, las relaciones de poder existentes. Por lo tanto, este pseudo-desarrollo en el Sur del mundo sigue estando fuertemente subordinado al liderazgo económico, a las necesidades de distribución, de bienestar consumista cuantitativo del centro-norte, mientras que la categoría Sur no se refiere solo a una ubicación geográfica, ni siquiera a una categoría socioeconómica que identifica a los llamados países en desarrollo.
El pensamiento de José Martí
Y es más necesario que nunca, en este contexto complejo, redescubrir el pensamiento de José Martí, aplicarlo a la realidad actual de la resistencia, al unipolarismo, es decir, como un desafío y oposición al orden mundial dominado por las potencias del centro-norte y la OTAN, como Estados Unidos y la Unión Europea, en el que uno o dos bloques, esencialmente de potencias también militares, tienen un poder predominante, económico, comercial, armado y monetario, y todo esto está relacionado con una jerarquía internacional en la que el poder dominante es desproporcionado, en una perspectiva de guerra. Para comprender y analizar y, si es posible, superar las dinámicas de poder que provocan estas desigualdades.
Es la idea de Fidel Castro y Hugo Chávez de dar vida al ALBA como otra América. Ya Martí sostenía que la oposición a la opresión y la explotación de las naciones por parte de los dominantes, entonces España y luego Estados Unidos, es el factor responsable de la perpetuación de la pobreza y la desigualdad, y de lo que luego se convierte en la ausencia de procesos de autodeterminación, y por lo tanto, de sumisión a la injerencia de las potencias dominantes. Pero incluso antes de Martí, las conciencias de los pueblos se oponían a las determinantes para un desarrollo y cooperación con fuerte carga colonizadora. Existía un anticolonialismo espontáneo, como el de las luchas indígenas, en particular las de los Andes. Piensa, por ejemplo, en todas las revueltas indígenas de los pueblos amazónicos (en los actuales Brasil, Perú, Bolivia) que ya en el siglo XVIII ponían en el centro la defensa autónoma de los intereses que hoy llamaríamos nacionales y, en cualquier caso, de áreas bien específicas, para resistir al colonialismo, contra la lógica del dominio. Los pueblos indígenas se sentían oprimidos por la supremacía de una sola potencia y sabían promover nuevas modalidades, nuevos procesos de autodeterminación extremadamente importantes e interesantes, que desde el principio se centraban en la determinante del cambio en sentido antimperialista.
Desde este punto de vista, ciertamente podemos recordar el caso fundamental de América Latina, considerada durante siglos el patio trasero de América del Norte, es decir, una dependencia de Estados Unidos, es decir, a disposición de los colonialistas estadounidenses y europeos, que habían visto en esa tierra las condiciones ideales para su economía de plantación: el régimen de monocultivo, la explotación intensiva de recursos ambientales y materias primas, el papel de semiperiferia, incluso periferia económico-productiva asignada a toda América Latina, haciendo de ella, de manera inconsciente, un área de lucha de clases, una centralidad que combina el conflicto capital-trabajo, el conflicto capital-naturaleza, capital-ambiente, capital-ciencia, capital-democracia, capital-derechos. Con una negación del estado de derecho y una brutal represión de los movimientos sociales en general.
Las desigualdades presentes en América Latina provocan revueltas y llevan, después de la Revolución de Fidel Castro y Che Guevara en Cuba, a que Hugo Chávez llegue al poder en Venezuela y luego, desde 2005, por primera vez, que el compañero Evo Morales llegue al poder en Bolivia: un campesino, un cocalero, un representante de campesinos e indígenas. Y esto sirvió para afirmar esas formas esencialmente revolucionarias de transición, de democracia popular y participativa, con prácticas de economía local, economía popular, medios de producción socializados, comercio justo y solidario, con formas diferenciadas, a veces, con experiencias incluso de autoemprendimiento, cooperativismo y solidaridad.
En este sentido, Bolivia indígena, autodeterminada, plurinacional, es un ejemplo de la transición posible hacia el socialismo comunitario, basado en la cultura del “Vivir bien” que llevó a Evo Morales y al movimiento socialista a ganar cada elección desde 2005, es decir, durante casi 15 años hasta el golpe de Estado, y luego en las recientes elecciones que nuevamente vieron a los socialistas vinculados a Evo prevalecer en las urnas y llevar a cabo la reforma agraria y la redistribución de tierras, especialmente a los campesinos indígenas.
Después de la reforma más significativa que fue la constitución del Estado plurinacional de Bolivia, Evo fue reelegido como presidente en 2010 y 2015, manteniendo el liderazgo de los movimientos sociales y políticos centrados en la cosmovisión del “Vivir bien” y la espiritualidad ancestral en el socialismo comunitario, desde los Andes hasta África y todo el Sur global.
El consenso que ha obtenido el Movimiento al Socialismo (MAS) del presidente Evo Morales, continuado en la continuidad, aunque con algunas diferencias de programa, por el presidente Luis Arce, se explica por la trayectoria de este estado boliviano, que después de cuatro siglos bajo el yugo colonial y capitalista, supo liberarse de la esclavitud y finalmente construir una nación representativa de los pueblos originarios de los Andes, es decir, los indígenas, campesinos y mineros de Bolivia, que hicieron historia en el país recuperando la sabiduría tradicional indígena, en un proyecto de socialismo para el siglo XXI, con una caracterización comunitaria que pretende superar el modelo capitalista, basado en la explotación del hombre por el hombre y del hombre por la naturaleza.
Bolivia ha emprendido este camino, al igual que muchos otros países de América Latina, y hay razones para creer que este camino, también en el futuro, tendrá influencia, autoridad, más allá de las fronteras nacionales, porque los pueblos de la tierra y para la tierra aspiran a una sociedad más justa y respetuosa con las necesidades y prerrogativas de todos.
El pensamiento de Álvaro García Linera
En este sentido, el pensamiento de Álvaro García Linera, que fue vicepresidente de Evo Morales durante 15 años, es un ejemplo claro de cómo la teoría revolucionaria puede ser llevada a la práctica en la política y la economía de un país. Sus escritos, fuertemente influenciados por el movimiento de la descolonización, han tenido un impacto significativo en las dinámicas económicas de Bolivia. Álvaro García Linera ha sabido afirmar la identidad cultural de los pueblos indígenas, una identidad que trabaja para valorizar las lenguas indígenas, las tradiciones indígenas y los conocimientos ancestrales, reconociendo la importancia de valorizar la diversidad cultural, los saberes diferentes, con objetivos propios del pensamiento de Linera y Morales, que quieren poner en el centro la redistribución de ingresos, promover un mayor acceso a los recursos y servicios para la población, hablar de nacionalización de los recursos de gas y petróleo, garantizar el control y los beneficios para el pueblo boliviano.
Esta política ha tenido un impacto significativo en las dinámicas económicas del país, ha permitido una mayor autonomía, ha reducido en gran medida la dependencia de las empresas extranjeras y ha eliminado prácticamente el dominio de las multinacionales.
Al observar de cerca los procesos de liberación y autodeterminación de los países andinos, de Bolivia en particular, pero también lo que está sucediendo hoy en Colombia y otros países de América Latina, parece que estamos viajando en una hermosa máquina del tiempo, en la que la educación, la cultura, una práctica socio-política de transformación de los pueblos, capaces de encontrar un equilibrio con la naturaleza, una producción equilibrada, una sabiduría redistributiva, una sabiduría en la administración de la riqueza, para llevar una idea de alternativa y progreso, que no se puede reducir a la avaricia de buscar el beneficio. Pero todo esto no debe tener un sentido puramente cíclico: hoy hay una conciencia de que con el resurgimiento de los movimientos revolucionarios, de los movimientos de descolonización en América Latina, Asia, hay capacidad para recuperar la civilización de los pueblos que recorren el camino hacia el socialismo para el siglo XXI.
Luciano Vasapollo, Rita Martufi, Luigi Rosati, Mirella Madafferi