Pensar en Cuba, «es un ejercicio liberador: contra el coloniaje, el subdesarrollo, la pobreza, la desigualdad».
Fuente: Almayadeen
Pensar en Cuba hoy no es equivalente a pensar en cualquier otra latitud. Cuba es una pequeña isla del Caribe que desde hace 65 años intenta construir un sistema económico, político y social alternativo al orden imperante a escala internacional. Esta peculiaridad de ser un país contracorriente hace que, necesariamente, el pensamiento que precisemos en las circunstancias actuales sea un pensamiento también contracorriente o, para decirlo con el marxista italiano Antonio Gramsci, un pensamiento contrahegemónico.
Esto, desde luego, resulta más fácil de decir que de hacer. Estamos cercados por la modernidad capitalista y su lógica nos llega desde ángulos diversos. Desde la amplia producción de las industrias culturales (televisión, cine, redes sociales) hasta los atractivos productos de sociedades construidas sobre el consumo irracional como piedra de toque de todo el andamiaje económico.
Pensar en Cuba implica entonces también un Pensar por Cuba, que debe comenzar por someter a crítica todo el status quo que nos presentan como normal. Cuestionar los conceptos sobre los cuáles intentan imponer la representación capitalista de la realidad. Entender, por ejemplo, que la democracia es más que la democracia burguesa y su pluripartidismo, sino que es, en un sentido más profundo, la construcción de una sociedad donde existan las oportunidades para el pleno desarrollo humano de todos los individuos, sin importar su origen o cualquier otro tipo de discriminación.
Es cuestionar la lógica de un orden económico que pone la ganancia como única medida válida de las cosas, sin importar los costos humanos o ambientales del proceso. Una lógica que está comprometiendo a un ritmo acelerado las bases para la vida tal y como la conocemos en el planeta. Un orden donde el uno por ciento de la población mundial obtiene beneficios inconmensurables, donde las sociedades más ricas sostienen patrones de consumo totalmente absurdos y donde en 2023 más de mil millones de seres humanos pasaron hambre.
Pero no es solo el reto de ir contra la lógica hegemónica del capital, sino también ejercer responsablemente la crítica en contra de todo lo mal hecho al interior del proceso revolucionario. Criticar todo lo que se perciba como prácticas nocivas y todas aquellas concesiones ideológicas que, sin parecerlo, comprometen la continuidad del proceso. Pero ejercer la crítica de tal forma que no acabemos dañando lo que debemos defender.
El socialismo en Cuba es la síntesis de las dos grandes aspiraciones históricas de la nación desde el siglo XIX: soberanía nacional y justicia social. Sin embargo nuestro socialismo dista de ser perfecto. La hostilidad del imperio norteamericano, los errores cometidos, las ineficiencias económicas, etc, han dejado fracturas que debemos sanar y contradicciones que debemos resolver.
Pensar por Cuba, entonces, es hacerlo desde el compromiso con una historia, con una identidad, con un proyecto político y en contra del injusto orden imperante a escala mundial. Es un ejercicio liberador: contra el coloniaje, el subdesarrollo, la pobreza, la desigualdad.
Y este Pensar por Cuba debe afirmarse y desarrollarse, al interior de la isla, en combate permanente con ese otro pensamiento que, aun naciendo en estas tierras y disfrazado muchas veces con tintes libertarios, no es más que otro momento dentro del mainstream de la dominación mundial.