¿Cuál es el secreto del espectacular crecimiento de la economía china durante décadas, por qué es algo positivo y cuál sería la mejor respuesta de Europa?
Enfoque curioso
Si hemos de creer a los principales medios de comunicación, China está mal: el motor económico chisporrotearía, o peor aún, la economía estaría en una espiral descendente. Resulta extraño, ya que el FMI espera un crecimiento económico del 4,6% este año. Es decir, casi cinco veces más que en Europa y más de tres veces más que en Estados Unidos.
Por lo visto, a los medios de comunicación occidentales les cuesta asimilar el milagro del crecimiento chino, por lo que ven únicamente los problemas y desafíos. Al enfocarse en lo que va menos bien, pierden de vista aquello en lo que China es muy fuerte.
Sin duda, la economía china se enfrenta a algunos retos importantes, pero a pesar del envejecimiento de la población y la creciente hostilidad de Occidente, tanto en términos de inversión como de comercio, el país sigue alcanzando tasas de crecimiento con las que nosotros sólo podemos soñar.
En este artículo, exploramos las razones de este espectacular crecimiento que ya lleva varias décadas. También analizamos por qué es positivo y cuál sería la mejor respuesta europea.
Maratón de desarrollo
Primero, los hechos. Hace 75 años, al nacer la República Popular, China era uno de los países más pobres del mundo. Era un país agrario, subdesarrollado e insignificante en la economía mundial. El PIB per cápita, era la mitad que el de África y una sexta parte que el de América Latina.
Desde entonces, el país se embarcó en un maratón de desarrollo a ritmo de una carrera de 100 metros. El crecimiento económico de los últimos 40 años es el mayor y más duradero de la historia mundial. El PIB por habitante aumentó en un asombroso factor de 50 durante ese periodo, lo que supone un incremento del 10% anual. Desde hace poco, el patrimonio medio de un chino supera al de un europeo (si se incluyen las regiones meridionales y orientales de Europa continental).
En 1949, la economía china representaba el 4,5% del producto mundial. En la actualidad, es un 19% (expresado en dólares PPA), es decir, 4 puntos porcentuales más que Estados Unidos. Si nos fijamos en la producción industrial, es aún más impresionante. En 1990, la cuota de China en la producción industrial mundial era del 2,5%. En la actualidad, es del 35%, igual a la suma de las 10 economías industriales siguientes juntas.
Gráfico: Geopolitical Economy
En cuanto a la producción industrial del futuro -la producción ecológica-, China es el líder absoluto. En 2021, agregó más capacidad eólica marina que el resto del mundo en los cinco años anteriores juntos. En la producción de paneles solares, deja muy atrás a todos los países (ver gráfico) y para 2030, el país producirá más del doble de baterías eléctricas que todos los demás países juntos.
El país también ha conseguido mantener su economía a flote durante las tormentas de los últimos 25 años: la crisis financiera asiática de 1997, la crisis de las puntocom de 2001, la crisis del SRAS en China, la gran crisis financiera de 2008 y, más recientemente, la crisis del COVID. Al comentar la crisis de 2008, el ex periodista del Financial Times Richard McGregor escribió que «China estaba mejor equipada que cualquier otro país del mundo para hacer frente a la repentina recesión».
El crecimiento no es sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Tecnológica y científicamente se han dado grandes saltos. Hoy en día, las empresas chinas son ampliamente reconocidas como líderes o punteras mundiales, en equipos de telecomunicaciones 5G, trenes de alta velocidad, líneas de transmisión de alta tensión, fuentes de energía renovables, vehículos con nuevas fuentes energéticas, pagos digitales, inteligencia artificial y muchos otros ámbitos.
Buena cosa
La expansión económica también se manifiesta hacia el exterior. China es la principal locomotora de la economía mundial, con un 35% del crecimiento total el año pasado. Muchos países, entre ellos países de Europa y Estados Unidos, se benefician de esta función locomotora. En 2023, China era el socio comercial más importante de unos 120 países y el prestamista más importante para muchos.
En 2023, China representaba el 35% del crecimiento económico mundial, cinco veces más que Europa. Gráfico: FMI
Y, por supuesto, está la Iniciativa «Belt and Road», la nueva Ruta de la Seda, que supone cientos de inversiones, préstamos, acuerdos comerciales y docenas de Zonas Económicas Especiales, por valor de 900 mil millones de dólares. Se extienden por 72 países, con una población total de unos 5.000 millones de personas o el 65% de la población mundial..
Las nuevas Rutas de la Seda. Mapa: Irán Internacional
También está la creciente cooperación con los países del Sur en el marco del BRICS plus. En él, también hay muchos experimentos para deshacerse del dominio del dólar haciendo que las transacciones comerciales se realicen en monedas locales.
Los países del Sur Global, aprovechan mucho la expansión económica. Les brinda la oportunidad de librarse de la dominación occidental y romper por fin con el colonialismo, esta vez económicamente. Los actores financieros y económicos dominantes en Occidente lo observan con consternación, razón por la cual existe una creciente hostilidad hacia el gigante asiático (véase más adelante).
Sin embargo, el ascenso económico de China también es positivo para los países del Norte. Los productos chinos baratos mantienen baja la inflación y podemos vender muchos de nuestros bienes y hacer muchas inversiones a este enorme mercado.
Receta
Los principales ingredientes del milagro chino de crecimiento son los siguientes:
- Agricultura. Al comienzo de la revolución, se abolió el latifundio y se distribuyeron tierras de labranza a los agricultores. También se estableció un sistema de registro personal (Hukou). Esto les ha permitido evitar el típico éxodo rural caótico de la mayoría de los países del Tercer Mundo, que da lugar a una masiva mano de obra informal e improductiva.
- Política social. Desde el principio, la inversión en educación, sanidad y seguridad social ha sido relativamente alta. Esto garantiza trabajadores sanos y cualificados, lo que mejora la productividad.
Los salarios siguen en gran medida el crecimiento de la productividad, lo que conduce, por una parte, a la paz social en el lugar de trabajo y, por otra, a la creación de un mercado interior amplio y dinámico.
- Infraestructura, tecnología e I+D. China está plenamente comprometida con la construcción de infraestructura, la «Investigación y Desarrollo» y el desarrollo de tecnología (punta). Estas son condiciones básicas para cualquier progreso económico. En 2018, China superó a Estados Unidos en número de publicaciones científicas y en 2019 ocurrió lo mismo con el número de patentes. En la actualidad, China gradúan cuatro veces más estudiantes en Ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas que en Estados Unidos.
- Apertura. En comparación con otros países emergentes, China está más abierta a la inversión extranjera y al comercio exterior desde 1978. El amplio y relativamente barato mercado laboral ha atraído a muchos inversores extranjeros que se benefician de los costes laborales (por ahora) más bajos y del amplio mercado interior.
Tanto la inversión extranjera como el comercio exterior no son fines en sí mismos, sino que están en función de objetivos económicos globales y de su propio desarrollo, basta pensar en la transferencia de tecnología. Hoy, la nueva Ruta de la Seda también contribuye a la expansión económica.
- Política estable. En comparación con muchos otros países del Sur global, China ha mantenido una política económica relativamente estable. Esto ha contribuido a aumentar la confianza de los inversores tanto nacionales como extranjeros.
- Geopolítica. Aparte del incidente fronterizo con India en 2020, el país ya lleva décadas en paz. Esto favorece el clima económico, tanto en términos de inversiones como de comercio. Además, a diferencia de la Unión Soviética, China no se ha embarcado en una carísima carrera armamentística con Estados Unidos.
- Planificación y dirección. El modelo de desarrollo económico de China está dirigido en gran medida por el Estado, aunque sea una criatura de muchas cabezas (véase el siguiente punto). Los sectores clave de la economía están en manos del gobierno, ya sea central o local. Además, el gobierno controla indirectamente la mayoría de los otros sectores, entre otras cosas a través de la presencia rectora del Partido Comunista en la mayoría de las empresas medianas y grandes.
Un plan quinquenal crea un marco favorable para una política industrial sólida que ayude a China a escalar hacia niveles más altos de valor añadido en la producción. El modelo también incluye bancos estatales que conceden préstamos en condiciones favorables a industrias estratégicas.
Esta dirección y planificación permite movilizar eficazmente a los productores del país en pos de objetivos estratégicos. Así también llegó un plan y unas directrices estrictas del Gobierno central para dar prioridad a la industria solar. Pocos años después, China domina este sector. Esta fuerza de movilización se emplea actualmente en el desarrollo de semiconductores para contrarrestar el boicot y las sanciones estadounidenses en este sector.
- Descentralización y fuerzas del mercado.
A pesar de que muchos piensan que China tiene una economía de gestión centralizada, en realidad tiene uno de los sistemas más descentralizados del mundo. Los gobiernos locales gozan de un notable grado de autonomía y gestionan el 85% del gasto público total. En los países de la OCDE, la media es sólo del 33%.
Esta descentralización fomenta la competencia entre provincias y grandes ciudades, lo que constituye un primer círculo de competencia. Además, las empresas compiten en el mercado, tanto internamente como con el resto del mundo, lo que constituye el segundo círculo. Debido a esta doble competencia, las empresas no sólo evolucionan constantemente, sino que también existe un gran dinamismo en el panorama económico.
Por ejemplo, siempre hay alguna provincia que aplica una nueva política que resulta muy eficaz y le da ventaja sobre otras regiones. A continuación, otras regiones copian esa iniciativa.
El papel del gobierno central consiste principalmente en fijar objetivos generales y gestionar los recursos humanos. Esto último es muy funcional porque los funcionarios locales saben que si obtienen mejores resultados que sus homólogos, estarán en condiciones de ser ascendidos por el gobierno central.
En otras palabras, en este modelo hay espacio para (bastante) iniciativa privada dentro de un funcionamiento definido del mercado. Obsérvese que el mecanismo de mercado se tolera y fomenta siempre que no interfiera con los objetivos económicos y sociales (de la planificación conjunta a largo plazo). O como dice Rana Foroohar, redactora en jefe del Financial Times : «El libre mercado siempre está al servicio del Estado, no al revés».
En este sentido, el modelo chino difiere claramente del de la Unión Soviética. Allí, todo se planificaba prácticamente hasta el último detalle, y casi toda la producción era estatal y la competencia era escasa o inexistente.
Ciertamente, lo que la Unión Soviética logró económicamente en sus primeros 60 años no tiene parangón. Pero con la eliminación del mecanismo de mercado, casi no había incentivos económicos para que los productores produjeran de forma económica, rentable o cualitativa. En China lograron superar esta deficiencia.
- Flexibilidad.
Los comunistas chinos tienen una actitud pragmática y realista en política económica. Responder a las circunstancias cambiantes con fluidez, ampliar y modernizar las fuerzas productivas ha sido el objetivo central desde finales de los años setenta. El modelo de entonces se basaba en las exportaciones y la inversión en industria pesada, construcción, manufacturas e infraestructuras.
Desde que Xi Jinping asumió el poder hace unos buenos 10 años, la fuerza motriz del nuevo modelo ha sido el aumento de la riqueza (mercado interno), el incremento del sector servicios y un mayor valor añadido mediante el ascenso en la escala tecnológica.
Completamente equivocado
La receta china contrasta mucho con la de los países capitalistas. En el capitalismo son las multinacionales y el capital financiero los que determinan todo. Allí, el beneficio a corto plazo es el objetivo primordial. Y allí, los gobiernos se empeñan en eliminar los déficits fiscales mediante recortes.
Típico del enfoque chino es el modo espectacular en que afrontaron la crisis financiera de 2008-2009. El Gobierno chino puso en marcha un programa de estímulo del 12,5% del PIB, probablemente el mayor programa en la historia en tiempos de paz. La economía china apenas sufrió una contracción, mientras que la europea estuvo contra las cuerdas durante una década.
El eurocentrismo y la obstinada complacencia hicieron que Occidente se equivocara por completo al juzgar la economía y la sociedad chinas. Cuando Estados Unidos y los países occidentales permitieron a China entrar en la Organización Mundial del Comercio en 2001, se dio por sentado que China llegaría a ser como nosotros. Al integrarse en el mercado mundial, los chinos abandonarían el socialismo y abrazarían el capitalismo.
Pero lo contrario parece estar ocurriendo. China ha mantenido su rumbo socialista y también ha conseguido que nuestras economías se parezcan más a las suyas. Tanto Europa (con el Green Deal) como Estados Unidos (con el Inflation Reduction Act) abandonaron su enfoque de laissez-faire y pasaron hace unos años a una auténtica política industrial, caracterizada por cientos de miles de millones de subvenciones, algo que siempre reprochamos a los chinos. Cambia todo cambia…
¿Quo vadis Europa?
Pero no solo hay imitaciones. Hoy, Estados Unidos hace todo lo posible por sabotear el progreso económico chino. No sólo niegan a China el acceso a determinadas tecnologías, sino que intentan socavar industrias enteras, entre otras cosas impidiendo la exportación de chips de alta tecnología a China.
Así lo afirmó Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de EE.UU., en un discurso que su administración quería obstaculizar las capacidades de China en «tecnologías fundamentales» como la inteligencia artificial, la biotecnología y la energía limpia, para permitir a EE. UU. mantener la mayor ventaja posible en la lucha contra el cambio climático.
En esa guerra económica, Washington intenta arrastrar a los aliados occidentales. Pero eso no es obvio. Las economías occidentales están fuertemente entrelazadas con china y, en muchos sentidos, Occidente necesita a China más que al revés. Por ejemplo, Europa no puede alcanzar sus objetivos climáticos sin la ayuda de China .
Los costes de una guerra comercial podrían ser muy elevados. Sin las exportaciones y la producción baratas de China, habrá importantes presiones inflacionistas en los países industrializados, especialmente a la luz del cambio a tecnologías más limpias.
Según el FMI, el coste de la «desvinculación» económica de China y la opción del proteccionismo podría ascender a un alarmante 7% del PIB mundial, lo que equivaldría a más de 7.000 mil de millones de dólares actuales. Esto supone 35 veces el total de la ayuda oficial al desarrollo y 3,5 veces lo que se necesita anualmente para hacer realidad la transición energética.
Una guerra comercial con China conducirá inevitablemente a medidas de represalia. Aparte de las grandes pérdidas financieras potenciales por la pérdida de exportaciones a China, el país también tiene bienes esenciales de los que dependemos en gran medida.
Por ejemplo, el 90% de los imanes especializados necesarios en motores de vehículos eléctricos, generadores de turbinas eólicas y sistemas de guiado de misiles se fabrican en China. Además, China procesa el 72% del cobalto y el 61% del litio del mundo, dos minerales esenciales para la producción de coches eléctricos.
Por último, es probable que las sanciones estadounidenses provoquen exactamente el efecto contrario al que Washington tenía en mente y, en su lugar, animen a China a acelerar el desarrollo de sus industrias estratégicas. Eso está ya ocurriendo ahora en el campo de los semiconductores y chips.
La cuestión es si Europa se dejará arrastrar en esta nueva lógica de Guerra Fría y se disparará en el pie. Económicamente, Europa está más expuesta a China que Estados Unidos. Por ejemplo, China es el mayor socio comercial de Alemania y un mercado crucial para las empresas industriales alemanas. El centro de gravedad de la economía mundial se desplaza cada vez más hacia Asia, con China como locomotora. Para Europa, sería muy imprudente desaprovechar ese impulso de crecimiento.
Europa se encuentra en una importante encrucijada histórica. ¿Se dejará arrastrar en una guerra comercial destructiva iniciada por EE.UU., o logrará elegir su propio rumbo autónomo y construir una relación económica constructiva con China basada en el beneficio mutuo? Hay mucho en juego.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.
Artículo original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2024/02/20/waarom-doet-de-chinese-economie-het-zo-goed-en-waarom-is-dat-een-goede-zaak/
Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus
Fuentes:
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