En Haití se combinan la dignidad de ser el primer país en liberarse del yugo colonial europeo en el hemisferio occidental con la triste historia de un pueblo que ha sido duramente castigado, durante siglos, por este acto de rebelión inaugural. A la suma de invasiones militares, dictaduras y asesinatos masivos se añade la explosiva situación actual, donde nadie, ni siquiera las tan mencionadas bandas, se encuentra en control de la situación.

El detonante de la actual crisis fue el asesinato del presidente Jovenel Möise, premier del país desde 2017 hasta su asesinato en 2021. La muerte de Möise aún permanece sin esclarecer del todo. El presidente, que enfrentaba fuertes escándalos por la corrupción de su gobierno y por las prácticas antidemocráticas, fue ultimado por un comando al parecer compuesto por mercenarios colombianos.

Nadie lo protegió, nunca se esclareció que manos movieron los hilos y su sucesor, el impopular primer ministro Ariel Henry no solo se ha resistido a ceder el poder, sino que lo ha perdido de facto.

Las bandas, subproducto de la crisis económica, política y social del país, herederas de viejas prácticas como las asumidas durante la dictadura de los Duvalier, son ahora el poder virtual en grandes porciones del territorio.

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Mientras la comunidad internacional se debate en el curso de acción a tomar con el país, y sobrevuela la amenaza de una nueva intervención militar extranjera, que seguramente vendrá a resolver tantos problemas como las anteriores, el país se deshace y la calidad de vida de los ciudadanos se deteriora velozmente.

En este contexto, una figura ha centrado buena parte de la atención mediática. Un hasta entonces desconocido expolicía de nombre Jimmy Cherizier, alias “Barbecue”, el cual es presentado como la causa fundamental de la violencia que azota el país en el momento actual.

Cherizier es la expresión de las numerosas crisis que se solapan en la nación y, como tal, conviene dar un vistazo más de cerca a su figura e intentar desentrañar el excesivo interés mediático en demonizarlo.

“Su reconocimiento hizo que numerosos medios internacionales se acercaran a entrevistarlo. Cherizier, en las entrevistas se ha presentado sistemáticamente como un político que aspira a lo mejor para su país”

“Barbecue”

Jimmy Cherizier es uno de los líderes del colectivo de pandillas haitianas G9. Nacido en los setentas, durante la dictadura de Duvalier, fue uno de ocho hermanos. A la edad de cinco años quedó huérfano de padre y hubo de aprender a ganarse la vida en el popular barrio de Delmas, en un negocio de venta de pollo frito que llevaba su madre.Cherizier sostiene que fue esta profesión la que le ganó desde muy joven el apodo de “Barbecue”, aunque sus enemigos sostienen que es su costumbre de quemar vivas a sus víctimas.

Fue miembro de la policía nacional, específicamente de una unidad antidisturbios, hasta su expulsión de la fuerza en 2018 acusado de participar en la masacre de La Saline, donde murieron 71 personas, siete mujeres fueron violadas y 400 casas quemadas.

En los años siguientes el prestigio del expolicía creció, hasta acabar convertido en uno de los líderes de la que es quizás la más importante coalición de pandillas en el país hoy. Su reconocimiento hizo que numerosos medios internacionales se acercaran a entrevistarlo. Cherizier, en las entrevistas se ha presentado sistemáticamente como un político que aspira a lo mejor para su país.

En la serie documental, dirigida por los periodistas y realizadores estadounidenses Dan Cohen y Kim Ives, Otra Visión: Dentro de la insurrección haitiana no solo se aclaran algunas de las acusaciones que rodean a la figura de “Barbecue”, sino que en las entrevistas este se muestra con una proyección antisistema, crítica con la burguesía haitiana y el costo social del modelo de país que han construido en detrimento de la mayoría del pueblo haitiano.

Una parte importante de las entrevistas se realiza teniendo de fondo un mural con la figura del Che Guevara, al cual Cherizier parece profesar respeto y admiración.

Sus declaraciones en los últimos tiempos han sido sin dudas las de un político. Reivindica una voluntad de defensa nacional en caso de darse una invasión extranjera, reclama derechos en nombre del pueblo, desconoce al gobierno de Henry y sus aliados y llama a un cambio político en el país.

Esto a la par que la violencia armada de las bandas en contra de la policía y entre ellas se ha elevado, se bloquean carreteras, se cometen robos, violaciones, asesinatos, se asaltó una prisión y se liberaron miles de prisioneros. Las bandas de la alianza que dirige Cherizier también han jugado un papel en estos hechos.

Una lectura geopolítica de Jimmy Cherizier

El Viv Ansanm (“Vivir juntos”, en creole), conglomerado de más de 200 bandas que actúan en el país, no parece tener otra figura entre sus filas como Cherizier. En un contexto lleno de brutalidad, la agenda mediática ha sido en su mayoría presentarlo como el más brutal y desalmado de los líderes de pandillas actuales.

Pero, mirando un poco más cerca, pareciera ser que lo que más incomoda del discurso de Cherizier es su proyección política y los símbolos a los que apela en ella. No es un líder de banda como los otros. Su discurso, en una sociedad agobiada por los peores efectos del capitalismo del despojo que se ha enseñoreado sobre ella durante décadas, pudiera tener un potencial explosivo revolucionario.

Cherizier parece ser una mezcla, en lo personal, de una tradición de protesta y lucha popular que, en una sociedad fragmentada por la pobreza y la violencia, se entremezcla, no pocas veces, con formas gansteriles de expresión.

Las bandas haitianas son el resultado de la retirada del estado, del fracaso del modelo económico y de la corrupción de las élites políticas. Sin excusar su brutalidad, ellas también son expresión y síntoma de la crisis. En una sociedad donde no hay empleo ni oportunidades, se convierten en un medio de vida para generaciones de jóvenes —y no tanto— que ven en estas formas de sociabilidad y las redes económicas que crean un medio de subsistencia.

“Más allá de la evolución particular que tenga Cherizier, lo que su figura encarna y, en cierta forma, demuestra, es que la única solución efectiva de los problemas en el país vendrá del propio pueblo haitiano. Solo una transformación revolucionaria del orden de cosas en el país podrá revertir la situación…”

Esta lumperización de la sociedad haitiana se mezcla con la historia de resistencia popular de la cual el moderno Haití es hijo, el ejemplo de otras luchas en el área caribeña y símbolos internacionales de resistencia y justicia social, como el propio Che Guevara. De esa confluencia se nutren figuras como Cherizier y explica, hasta cierto punto, sus contradicciones.

¿Quiere decir esto que Cherizier es entonces un líder revolucionario?

No, quiere decir que están presentes en él un grupo de condiciones objetivas y subjetivas que pueden llevarlo a posiciones revolucionarias, con la capacidad de transformar radicalmente la sociedad haitiana. Pero también puede darse una deriva reaccionaria o acabar en los actos negando sus declaraciones y posiciones previas para convertirse en el jefe mafioso que los grandes medios sostienen que es.

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Todas las posibilidades están contenidas en el ser humano, sometido además a un contexto cambiante, de crisis, donde no existen valores morales ni ideales estables o, al menos, el desmoronamiento social los oculta e impide verlos con claridad.

Más allá de la evolución particular que tenga Cherizier, lo que su figura encarna y, en cierta forma, demuestra, es que la única solución efectiva de los problemas en el país vendrá del propio pueblo haitiano. Solo una transformación revolucionaria del orden de cosas en el país podrá revertir la situación que ha creado la corrupción de las élites y el ejército de sanguijuelas internacionales que bajo los más diversos mantos de ONGs se alimenta de los millonarios fondos que destinan los organismos internacionales para intentar paliar la crisis en el país.

Lo que vivimos son los espasmos de un modelo entreguista, donde la burguesía del país ha cedido la soberanía al capital internacional a cambio de privilegios y donde el pueblo haitiano no le importa a nadie más que a sí mismo.

Por eso los grandes medios cartelizados insisten en atacar a los líderes diferentes y en convencernos de que el problema de fondo en el país es una especie de tara nacional que solo se puede superar con la ayuda de los marines yanquis o los cascos azules de la Organización de Naciones Unidas.

Autor: José Ernesto Nováez Guerrero, Coordinador REDH-Cuba

En X: @NovaezJose

Fuente: Blog Huele a azufre

Por REDH-Cuba

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