Se cumplen, este 19 de mayo, 129 años del ascenso el Apóstol de la independencia cubana al Altar Sagrado de la Patria. La fecha sirve de pretexto para extraer provecho de la utilidad de la virtud de su vida y obra.
En una carta a Gonzalo de Quesada, fechada el 16 de noviembre de 1889 se puede radiografiar toda “la columna vertebral” de su conducta: la ética. De esa ética martiana sobresale un valor moral: la honradez. Este prefija el conjunto de los demás valores morales si de vida digna, útil y virtuosa queremos lograr en las mujeres y hombres de Cuba, en este, y en todos los tiempos.
La honradez es la inclinación que nos acompaña a actuar de manera buena y limpia con los demás; de manera decente y educada; de manera útil y desinteresada; de manera valiente y modesta. En uno de sus pasajes de la revista para niñas, niños y adolescentes de la América Nuestra, “La Edad de Oro”, refirió que no decir lo que se pensaba era no ser honrado.
Sin embargo, la intención que refuerza el alcance y efectividad de ese valor en la conducta humana, individual y social, lo pudo expresar el propio Martí, como corresponsal del Diario argentino “La Nación”, a su Director, bajo el título: “CONGRESO INTERNACIONAL DE WASHINGTON”[1]. Su crónica comenzó diciendo:
“Señor Director de La Nación:
“Los panamericanos”, dice un diario, “El Sueño de Clay”, dice otro. Otro: “La justa influencia”. Otro: “Todavía no”. Otro: “Vapores a Sudamérica”. Otro: “El destino manifiesto”. Otro: “Ya es nuestro el golfo”. Y otros: “ ¡Ese congreso! “, “Los cazadores de subvenciones”, “Hechos contra candidaturas”, “El Congreso de Blaine”, “El paseo de los panes”, “El mito de Blaine”. Termina ya el paseo de los delegados, y están al abrirse las sesiones del congreso internacional. Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles: y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.
Dos semanas exactas después de ese cónclave, Martí se entrega al amigo sincero y albacea de sus documentos políticos y literarios y le confiesa, cuán pobre e infeliz sería la vida y naturaleza humanas sin la honradez. Una nación no puede ser fundada sin honradez. La humanidad padece por poca o ninguna honradez.
“Poco vale este amigo infeliz e impotente; pero sabe dónde está la virtud, y el modo de conciliarla con las obligaciones de la vida, sin faltar a éstas ni a ella. Las almas nacidas para la honradez no tienen conveniencia, ni viven tranquilas, fuera de la honradez. Ancho campo hay en el mundo para vivir con decoro: aquí, o donde lo haya. Vd. me da con su nobleza valor para decirle esto.
Tanta fealdad de alma estoy viendo a mi alrededor, que me siento tentado a darle gracias por ser Vd. como es; porque las malas acciones me entristecen, como si las cometiera yo, y las buenas me dan bríos para pelear.
Aún se puede, Gonzalo. Son algunos los vendidos y muchos los venales; pero de un bufido del honor puede echarse atrás a los que, por hábitos de rebaño, o el apetito de las lentejas, se salen de las filas en cuanto oyen el látigo que los convoca, o ven el plato puesto…
Con la energía de la honradez, se pueden cruzar aceros contra los fuertes arrogantes, aunque les vayan levantando las manos los que, por su defensa y la nuestra, se debían poner frente a ellos….
Tengo que celebrarle la inquietud en que me dice que está, porque no ha de ser sólo la pena de no ver a su amiga y a sus padres, sino la desazón que los corazones limpios sienten en la compañía forzosa y abominable de los hombres que en una u otra forma venden su honor al interés. No se me cure nunca de esta noble enfermedad; aunque no le oculto que lleva a lo que yo siento ahora, que son náuseas de muerte.
Ni crea a los tentadores que por obrar mal ellos andan buscando quien obrando como ellos les sirva de excusa a sus propios ojos; y le dirán que esos de Vd. son escrúpulos de la juventud, que se le acabarán cuando entre en años. Se le acabarán cuando se le acabe la honradez.
Se puede ser próspero y virtuoso. Piense como piensa, observe mucho, calle más, elija buena compañera, y será a la vez bueno y feliz”[2].
En Dos Ríos cayó el 19 de mayo de 1895, combatiendo por la independencia cubana y la de Puerto Rico; a través de ellas, impedir la expansión oportunista e imperialista de los Estados Unidos por nuestras Antillas y Nuestra América; y por equilibrar a un mundo lleno de vicios y hiel, con su eterna fórmula triunfante: la “hermandad, que es la gran medicina de los pueblos”.[3] Y colocando como ley el apotegma: “Las dificultades se resuelven mejor entre los que se aman que entre los que no se aman”.[4]
¡Gloria eterna al Héroe Nacional de Cuba, José Martí!
Notas:
[1] José Martí. Congreso Internacional de Washington. Nueva York, 2 de noviembre de 1889. Volumen 6. PDF. Pág. 46. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1975.
[2] Fragmentos de carta de José Martí a Gonzalo de Quesada. 16 de noviembre de 1889. Volumen 6. PDF. Pág. 122-123. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1975.
[3] José Martí. “Cuatro Clubs nuevos”. Patria, Nueva york, 14 de enero de 1893, Obras Completas. Tomo 2. Pág. 198. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1975.
[4] Ídem