Hoy, cuando los pueblos del mundo conmemoran el aciago 19 de mayo de 1895, debemos reflexionar sobre la originalidad de Nuestra América que tanto pregona Simón Rodríguez.

Los pensadores que han repetido a los autores hegemónicos europeos y estadounidenses poco han aportado a la comprensión de los problemas y en nada han contribuido en la búsqueda de soluciones. Son cajas de resonancia de otros mundos. No entienden lo que aquí ocurre ni sospechan lo que habrá de acontecer. El sol de nuestras tierras los encandila, solo son capaces de ver a través de la penumbra eurocéntrica. En cambio, los raizales, es decir, los que se nutren de nuestra realidad, se interesan por los problemas de nuestras gentes, se hacen uno con sus habitantes y sufren el dolor de ellos, son capaces de explicar lo que ven y de construir junto con ellos los originales caminos que nos harán libres.

Uno de estos seres humanos es José Martí. Un apóstol que luchó contra la usurpación de la soberanía del pueblo de Cuba por medio de la dominación política, militar, cultural y económica de su territorio y su población a través de la administración colonial primero de España y luego de la administración imperialista de Estados Unidos. La hegemonía occidental justifica el colonialismo desde una narrativa racista y clasista argumentando que los pueblos que habitan los territorios invadidos son inferiores y por tal razón no pueden desarrollarse.

Martí entiende que el proceso independentista americano nace en Caracas el 19 de abril de 1810. En 1881, después de su estadía en la patria bolivariana, José Martí escribe en francés un Voyage á Venezuela, donde se refiere a Caracas como “la Jerusalén de los sudamericanos. La cuna del continente libre, donde Andrés Bello, un Virgilio, estudió; donde Bolívar, un Júpiter, nació; donde crecen a la vez el mirto de los poetas y el laurel de los guerreros”.

La pedagogía descolonizadora de Martí debe ser lección permanente de estudio y conciencia “La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

Aprendamos a ser un pueblo socioproductivo

Las ideas de José Martí sobre la educación socio-productiva, están expuestas en una variedad artículos de prensa escritos en diversos momentos de su vida. En uno de ellos, titulado “Una Escuela de Artes y Oficios en Honduras”, escrito junio de 1884, el apóstol cubano José Martí plantea:

Allí, como en todas partes, el problema está en sembrar. La Escuela de Artes y Oficios es invención muy buena. La enseñanza de la agricultura es aún más urgente; pero no en escuelas técnicas, sino en estaciones de cultivo, donde no se describan las partes del arado sino delante de él y manejándolo y no se explique en fórmula sobre la pizarra la composición de los terrenos, sino en las capas mismas de tierra; y no se entibie la atención de los alumnos con meras reglas técnicas de cultivo, rígidas como las letras de plomo con que se han impreso, sino que se les entretenga con las curiosidades, deseos, sorpresas y experiencias, que son sabroso pago y animado premio de los que se dedican por sí mismos a la agricultura. Quien quiera pueblo ha de habituar a los hombres a crear. Y quien crea se respeta y se ve como una fuerza de la naturaleza, a la que atentar o privar de su albedrío fuera ilícito. Una semilla que se siembra no es solo la semilla de una planta, sino la semilla de la dignidad. La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen solo cuando sus habitantes deben su subsistencia a un trabajo que no está a la merced de un regalador de puestos públicos, que los quita como los da y tiene siempre en susto, cuando no contra él armados en guerra, a los que viven de él. Esa es gente libre en el nombre, pero, en lo interior, ya antes de morir, enteramente muerta. La gente de peso y previsión de esos países nuestros ha de trabajar sin descanso por el establecimiento inmediato de estaciones prácticas de agricultura y de un cuerpo de maestros viajeros que vayan por los campos enseñando a los labriegos y aldeanos las cosas de alma, gobierno y tierra que necesitan saber.

Saber y trabajo: dos alas de la libertad

Nos dice el apóstol cubano José Martí: “A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, está en camino de ser Dios. No hay que dudar entre un pueblo de dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de defender nuestros derechos, es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza. Toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres. La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismos”.

Así como Pablo Milanés nos dice en su hermosa canción “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas”, para José Martí el saber y el trabajo son las dos alas de la libertad. Un ejemplo de ello lo muestra cuando insiste en el cultivo y comercialización de un producto que consideraba el mejor del mundo para su época: el té de Bogotá:

Una de las más notables riquezas naturales de América es el té bogotano. El té de Bogotá se usa apenas se cosecha, y aun así nutre y combate con éxito la clorosis y la anemia, y no hay tónico ni substancias purgantes que en sus efectos generales le aventaje. De modo que resulta que no solo es el té de Bogotá un té agradable y sano, sino que no lo hay mejor, pues entre los mismos de Asia, solo el té imperial, reservado a emperadores y mandarines, tiene las condiciones que el té común de Bogotá posee. Corren a veces por nuestros campos los partidarios de este o de aquel presidente: ¡qué bueno fuera que se levantara en la tierra de Colombia un bando de partidarios del té de Bogotá!

Aprendamos a enseñar como José Martí y Cecilio Acosta

El líder cubano José Martí y el escritor Cecilio Acosta, eran amigos. Cuando el apóstol antillano estuvo en Venezuela, durante el primer semestre de 1881, visitó al venezolano en su “casita blanca”, en los altos mirandinos. Pasaron horas hablando de literatura, de política, de América. El interés común en los más necesitados no era simplemente descriptivo. No se conformaban con su situación y, al igual que Simón Rodríguez, expusieron proyectos para que éstos, apoyándose en nuestros propios recursos naturales, salieran de la pobreza y forjaran la prosperidad integral y la plena independencia del país. La solución que ambos daban al problema era la misma: el desarrollo endógeno, fundado en el trabajo, con todos y para el bien de todos. Cecilio Acosta insistía en su obra Cosas sabidas y Cosas por saberse, escrita en 1856:

El taller es hoy el palacio del ciudadano. La agricultura que da granos y materias primas, el comercio que las trasporta, la mano de obra y las fábricas, que les labran y les hacen formas y tamaño, son ramos todos tributarios del taller, adonde llevan sus aguas como al mar. Allí están las creaciones de la inventiva, y los frutos del sudor. La vida es obra, y los pueblos que más obren, serán los más civilizados. La acción debe ser varia para que sea abundante, cooperativa para que sea eficaz, ilustrada para que sea provechosa. En la sociedad no importa tanto el número que se cuenta, cuanto el número que tiene la capacidad y los medios para el trabajo. Quien sabe puede, quien puede produce; y si la cosecha es más rica conforme el saber más se difunda. Así el país prospera, la riqueza abunda, la enseñanza se hace práctica.

De un modo lapidario exigía: “Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo”. Estos eran los postulados que unía a Acosta y a Martí. En palabras de José Gregorio Linares: “Estos son los principios que han de unir a los individuos de toda América que quieren construir naciones dignas e independientes, para que no haya más países esclavos y atrasados, para que no haya más pobreza”. Cuando Acosta murió Martí le dedicó estas palabras: “Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres: se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo, ver morir, en lo más recio de la faena, a tan gran trabajador!”.

Aprendamos a construir un mundo mejor

Para Martí: “…la educación es la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios indispensables de vida en el tiempo en que existen, sin trabajar, por eso, las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano”. Para Martí: “Educar es depositar en el hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, es ponerlo al nivel de su tiempo, es prepararlo para la vida”. La verdad es que el aporte de Martí para la construcción de un mundo mejor es invalorable y para él el peso de la educación es fundamental. En sus palabras: “A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”.

Aprendamos a erradicar la holgazanería

En América Latina, José Martí sostenía que ninguna persona con capacidad podía disfrutar de beneficio alguno si no trabajaba. “Es inútil, y generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar de que no ha sido creador; cada cual viva de su sudor, o no viva, y ni indirectamente debe la sociedad humana alimentar a quien no trabaja directamente en ella”.

Aprendamos a fortalecer la cultura y la sensibilidad

Para el martiano cubano Armando Hart Dávalos: “…no puede haber cultura si antes no hay sensibilidad; no puede haberla si antes no existe capacidad para la comprensión de nuestros problemas sociales”. Sobre su nombramiento en 1976, Armando Hart Dávalos dijo:

Sinceramente, lo primero que me pregunté fue qué era un Ministerio de Cultura. Porque cualquiera sabe para qué sirve un Ministerio de las Fuerzas Armadas o del Interior o de Salud Pública o de Transporte. La experiencia en el campo socialista no era muy edificante que digamos, con sus intentos normativos y el rechazo a las vanguardias artísticas. Había, por demás, heridas recientes en nuestro tejido cultural. Me acordé de mi paso por Educación; había que contar con los intelectuales, de manera que entre todos se definieran las políticas y las acciones. Un Ministerio de Cultura no podía ser un ente administrativo, aunque tuviera que administrar recursos. Era, por sobre todas las cosas, un centro promotor de la cultura. Siempre defendí la idea de que la cultura se promueve y que las jerarquías y funciones se definen en la práctica social, bien lejos de los dictados burocráticos. Si lo hice bien o mal, es cosa que juzgarán mis contemporáneos y los que vendrán.

Su gran referente y ejemplo es José Martí: “Los cubanos tenemos el deber de mostrar, con mayor precisión y actualizando sus ideas, quién fue ese genio de la política, de la literatura y del pensamiento universal y al que Gabriela Mistral caracterizó como el hombre más puro de la raza”.

Aprendamos la pedagogía antiimperialista de Martí

Conociendo el monstruo desde sus entrañas, Martí, en un alto sentido nuestroamericanista nos dice: “Por grande que esta tierra sea, por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”.

El 22 de septiembre de 1894, José martí escribe desde Nueva York en el periódico Patria: “Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos”. Desde la misma ciudad escribe el 2 de noviembre de 1889:

“Jamás hubo en América, de la Independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder…”

Aprendamos a defender a Martí

Un verdadero viajero bolivariano al llegar a La Habana y ver la estatua de Martí “sin sacudirse el polvo del camino, sin preguntar dónde se come o duerme, debe llorar ante ese gigante que se mueve como un padre cuando se le acerca a un hijo”.

El 11 de marzo de 1949 el marine yanqui Richard Choinsgy, con la anuencia de otros congéneres que paseaban etílica y procazmente por La Habana, trepó la estatua de José Martí en Parque Central hasta sentarse sobre la cabeza del Apóstol cubano y desde allí orinarla.

Una multitud de pueblo y estudiantes, entre estos Fidel Castro, se concentró en la Plaza de Armas frente a la embajada norteamericana para protestar por la afrenta y exigir que los culpables fueran juzgados por los tribunales cubanos. Los policías del presidente Prío Socarrás arremetieron contra los manifestantes y protegieron a los marines. Al final un consejo de guerra condenó a Choinsgy apenas a 15 días de prisión en las celdas de un barco estadounidense y las penas de los otros fueron condonadas.

Aprendamos a amar la Patria

El 23 de enero de 1869, José Martí en su obra de teatro poética define que el amor a la patria «es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca».

El 10 de enero de 1891, desde Nueva York Martí nos pregunta: “¿En qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles?

Nuevamente en La Habana, el 26 de enero de 1895, escribe: “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca y en que nos tocó nacer; y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas”

Aprendamos de Martí

La obra de Martí es fuente inagotable de praxis revolucionaria para combatir el modelo de poder instaurado en el mundo desde el fatídico 1492 y que impone su escalafón racial y clasista a través de la mentira (empresas transnacionales privadas de comunicación social), el plagio (Europa robó la ciencia y la sabiduría de Asia), el saqueo de las riquezas minerales y la globalización de su patriarcado en varios órdenes como la explotación del hombre inferior por el hombre superior, la división internacional del trabajo, la religión, el comercio, la epistemología, la espiritualidad y la sexualidad.

Hoy, cuando conmemoramos 129 años de la partida física del bolivariano, bellista y rodrigueano José Martí, desde Caracas, capital de la República Bolivariana de Venezuela, nos unimos al regocijo que abriga el pueblo cubano de saber que su más grande referente logró enlazar el Dos Ríos del 19 de mayo de 1895 con La Habana del 1º de enero de 1959. Los Máximo Gómez, Bartolomé Masó y Mariana Grajales se transformaron en los Che Guevara, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y Haydée Santamaría. Gracias al legado de Martí, los mambises derivaron en Libertadores. Las tropas donde batalló Martí se transformaron en el Movimiento 26 de Julio, derrotando la cruenta dictadura proyanqui de Fulgencio Batista

De Martí debemos aprender quiénes éramos: “Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio!… ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios!”

De Martí debemos aprender a ser honrado, porque como él señala, “urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse de ser honrado. La política virtuosa es la única útil y durable”.

De Martí debemos aprender con quiénes hemos de estar: “Con Guaicaipuro, Paramaconi —los desnudos y heroicos Caracas—, hemos de estar, y no con las llamas que los quemaron, ni con las cuerdas que los ataron, ni con los aceros que los degollaron, ni con los perros que los mordieron”.

De Martí debemos concienciar que “Las ideas, como los árboles, han de venir de larga raíz, y ser de suelo afín, para que prendan y prosperen”.

De Martí debemos aprender su esencia bolivariana: “Todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido”.

De Martí debemos aprender en no dejarnos cautivar por “héroes de colorín”, y valorizar a “los héroes verdaderos de la vida, los que padecemos por los demás, y queremos que los hombres sean mejores de lo que son”.

De Martí debemos aprender que “Los pueblos tienen la necesidad de amar algo grande, de poner en objeto sensible su fuerza de creencia y amor”.

De Martí debemos aprender a ser enemigos de las intrigas: “Yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para andar husmeando intrigas ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con éste seré siempre bastante poderoso”.

De Martí debemos aprender que “es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos”.

De Martí debemos aprender su esencia rodrigueana: “soluciones originales a problemas originales”.

De Martí debemos aprender que “ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad”.

De Martí debemos aprender que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.

De Martí debemos aprender que “la pregunta curiosa sigue al dogma, y el dogma que vive de autoridad, muere de crítica. La idea nueva se abre paso”.

De Martí debemos aprender que “cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”.

De Martí debemos aprender que nuestra mejor manera de decir es hacer.

De Martí debemos aprender que de lo que se trata es de hacer “con todos y para el bien de todos”.

De Martí debemos aprender su lección unionista: “¡Tan enamorados que andamos de pueblos que tienen poca liga y ningún parentesco con los nuestros!, y tan desatendidos que dejamos otros países que viven de nuestra misma alma”.

De Martí debemos entender lo que acontece en Nuestra América en esta tercera década del siglo XXI: “Le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real ¡porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!”.

Es importante que Estados Unidos sepa que nunca más un marine profanará a José Martí ni a ningún emancipador bolivariano. Si estos agentes del mal no pueden empinarse para ver sus innobles propósitos, y Sarmiento o Santander no les satisfacen, móntense sobre las sandalias de George Washington y una vez allí aprovechen de lamerlas hasta que queden bien lustradas.

¡Martí vive!

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[1] Cronista Adjunto de Caracas, escritor y profesor investigador de la Universidad Internacional de las Comunicaciones y del Centro Nacional de Estudios Históricos.

Por REDH-Cuba

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