La colonización cultural es un fenómeno sobre el que es imprescindible reflexionar permanentemente y que involucra a la humanidad toda, pero que afecta en particular a los pueblos del sur global, sometidos a una incesante avalancha de productos seudoculturales, a través de los cuales se busca imponer y normalizar un modelo de sociedad centrado en el individualismo, la banalización, el culto a lo trivial, el carpe diem, para decirlo con la célebre frase de Horacio, el «vive el momento» y «dale mínimo crédito al futuro».

No hay dudas de que la educación es el proceso social más comprometido con el futuro de la humanidad, por lo que consideramos que la relación entre escuela y descolonización cultural es verdaderamente crucial y debe ser analizada con profundidad, sistemáticamente, con vistas a generar en nuestras comunidades los antídotos necesarios para contrarrestar el veneno individualista, que hoy vemos asociado a expresiones retrogradas, intolerantes, totalitarias y, digámoslo sin pudor, neofascistas.

No quiero seguir adelante sin decir que, la hoy llamada guerra cognitiva constituye una amenaza atroz, entre otras cosas por sus mecanismos sutiles, invisibles, que acaban por convertirnos en blanco y activo al interior de una no percibida campaña bélica contra nuestros propios intereses. Ahora mismo, el principal teatro de operaciones militares es el cerebro humano. No debemos olvidar, sin embargo, que esta guerra de nuevo tipo, omnipresente en la vida cotidiana y que se dirige contra las personas de manera segmentada, individualizada, coexiste con uno de los genocidios más cruentos de la historia humana, esta vez transmitido en directo a través de las disímiles pantallas a las que estamos conectados.

El número de civiles fallecidos en Gaza en esta semana se suma a la reciente cifra de víctimas publicada por el Ministerio de Salud de Palestina que registró 37 mil 347 muertos y 85 372 heridos desde el pasado 7 de octubre. De los fallecidos, según datos publicados por Unicef, más de 15 700 son niños, a los que habría que sumar otros miles no contabilizados atrapados aún bajo los escombros y sin posibilidad alguna de ser rescatados. Además, 37 000 menores sufren hoy de malnutrición grave en la Franja y 17 000 han quedado huérfanos y por esa razón son infinitamente más vulnerables.

Desde el inicio de la campaña militar, el 7 de octubre del pasado año, más de 700 000 alumnos han sido privados de asistir a clases en Gaza, 88 000 de ellos a la universidad. Al menos 286 escuelas públicas y 65 afiliadas al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Medio (UNRWA) fueron bombardeadas por las fuerzas de ocupación sionistas. Se sabe que estas masacres no comenzaron en octubre pasado y que el deseo de borrar a Palestina de la faz de la tierra es de larga data, pero la heroica resistencia de ese pueblo es hoy inspiración para miles de jóvenes en el mundo que, pese a la desinformación constante, levantan su voz y condenan enérgicamente, poniendo el cuerpo, el genocidio.

Desde Cuba también levantamos nuestra voz en apoyo a Palestina, con la peculiaridad de que aquí el propio presidente Díaz-Canel encabeza las marchas. Nos guía una idea martiana que atraviesa todo el ideario de la Revolución Cubana: «Patria es humanidad». Lo que se hace contra los habitantes de Gaza se hace contra nosotros. Tenemos claro que, sin niños, adolescentes y jóvenes, sin familias, sin comunidad, no hay educación posible y tampoco futuro.

¿Qué escuelas formaron a los que hoy cometen o auspician el genocidio? ¿Qué docentes enseñaron a quienes colaboran para invisibilizar o minimizar la crueldad sionista? ¿Qué escuelas y que maestros debemos sostener, promover y potenciar para hacer frente a la cultura de la muerte, para celebrar la vida?

Frente a la avalancha colonizadora global estamos obligados a encontrar nuevos caminos para seguir formando sujetos críticos, creadores, libres y emancipados, capaces de identificar las trampas de la guerra cognitiva, de enfrentarlas con acciones cotidianas y de construir el futuro en comunidad, colaborativa y solidariamente.

Combatir la colonización cultural a partir de la puesta en valor de lo más auténtico de la cultura latinoamericana y caribeña ha sido precisamente la misión de la Casa de las Américas desde que fuera creada por Haydee Santamaría, en abril de 1959, a pocos meses del triunfo de la Revolución Cubana. Es extraordinario que la Revolución liderada por Fidel en ese momento de fundación no haya mirado su propio ombligo, sino que haya pensado en el continente todo y haya fundado una institución para que nuestro pueblo tuviera acceso a ese amplio y diverso caudal cultural que nos era afín de manera natural. En nuestra América estaba la familia espiritual a la que pertenecíamos y debíamos reconocernos en esa identidad más amplia, más compleja, más rica.

Debo decir también que esa Casa ha estado cerca de las escuelas, de la universidad desde su inauguración, recibiendo estudiantes, ofreciendo cursos, encausando investigaciones. Somos una unidad docente de la Universidad de la Habana y cada año pasan por nuestra institución alumnos de al menos cuatro facultades que hacen prácticas y se incorporan a nuestros eventos y proyectos.

También trabajamos para y con las infancias. El Premio Casa de las Américas en la categoría Literatura para Niños y Jóvenes se instituyó en 1975 y, desde esa fecha, se han publicado obras fundamentales de la cultura latinoamericana dirigidas a lectores en edad escolar en las colecciones Premio y Colibrí de nuestro Fondo Editorial.

También fue la Casa la sede en los años 80 de los primeros Encuentros Latinoamericanos de Educación Popular que animados por Frei Betto no sólo difundieron las ideas y el pensamiento de Paolo Freire entre nosotros, sino que propiciaron el debate, el encuentro y la colaboración entre educadores de todo el continente. Como resultado de esos encuentros comenzamos a atesorar bibliografía sobre el tema lo cual hace a nuestra biblioteca una de las más importantes para estudio del pensamiento y la práctica de la Educación Popular.

Desde esa misma biblioteca seguimos trabajando con niños y niñas, fundamentalmente de las escuelas más cercanas, y con infantes con necesidades educativas especiales que son convocados a nuestros talleres para potenciar y promover la inclusión. Trabajar con los más pequeños en la promoción de la lectura, construyendo libros con portadas de cartón, reconociendo las especies botánicas de las zonas, identificando los riesgos que presupone para las familias la inundación costera que sufrimos cada cierto tiempo y las diversas maneras de disminuir el impacto, están entre las tareas que más disfrutamos.

Potenciar el conocimiento de la cultura de nuestro continente, de su historia, forma parte de nuestra misión y nos emociona cuando son los propios alumnos de quinto o sexto grado quienes hablan a sus padres de ese símbolo nuestro que es el Árbol de la vida o sobre el Martí de Eduardo Abela que se atesora en el salón de la presidencia de la Casa.

Me refiero la Casa de las Américas, en su misión descolonizadora y en su vínculo con el proyecto educativo integral de nuestro país, no solo porque es la experiencia que mejor conozco, sino también por el lugar central que en este momento ocupa nuestra institución, junto a otras muy importantes, como la Oficina del Programa Martiano, el Centro Fidel Castro, nuestros Ministerios Educación y Cultura…, en la concepción e implementación de un Programa Nacional para Enfrentar la Colonización Cultural.

Ese programa surgió como resultado de los debates —en torno a temas de actualidad, vinculados con la cultura, la identidad, la espiritualidad de la nación—, de un grupo de trabajo dirigido por el Primer Secretario del Comité Central de Partido y Presidente de la República, compañero Miguel Díaz-Canel, e integrado por importantes figuras de las artes, las ciencias y el pensamiento de nuestro país. Formaron parte de ese grupo, que coordina Abel Prieto, el presidente de la Casa de las Américas, la Dra. Graziella Pogolotti, el Dr. Eduardo Torres Cuevas, la Dra. Patricia Ares, el Dr. Antonio Aja, el Dr. Elier Ramírez, la Dra. Silvia María Navarro, la Dra. Rosa Miriam Elizalde, el poeta Alpido Alonso, nuestro ministro de Cultura, y otros representantes de las organizaciones de la sociedad civil cubana que agrupan a artistas y creadores de diversas generaciones, a periodistas, a juristas, a educadores populares.

A partir del trabajo de ese grupo de expertos se han venido realizando en los últimos dos años un grupo de charlas, de intercambios, a lo largo y ancho de todo el país y también en nuestras escuelas y universidades. Nos interesa, por supuesto, ir más allá de los diagnósticos y compilar las prácticas y experiencias que pudieran servir de inspiración, más que de modelo, para desarrollar el pensamiento crítico. Nos interesa potencial el estudio del pensamiento profundamente descolonizador de figuras como Martí, Fidel, el Che, el propio Roberto Fernández Retamar y despertar una mirada anticolonial, descolonizadora, que pueda deconstruir los mensajes emponzoñados que atentan de manera profunda contra lo que esencialmente somos, que buscan dejar sin rostro a ese «pequeño género humano» del que habló Bolívar en su «Carta de Jamaica».

En tiempos de inteligencia artificial tenemos que potenciar la inteligencia, sobre todo hoy, cuando asistimos a un nuevo auge fascismo, se alimentan ideas conspiranoicas y se pretende la recolonización de los imaginarios, la aniquilación de las identidades, la criminalización de la solidaridad. El caso reciente de Argentina es profundamente doloroso en ese sentido. Vivimos en un mundo en el que es difícil percibir que somos bombardeados incesantemente por miles de millones de estímulos que acaban por incorporar y automatizar patrones de comportamiento que prefiguran a un ciudadano global, sin patria, pero con amo, esclavo del mercado e imposibilitado de pensar con cabeza propia.

Frente a esa modelación un ciudadano global, que se formatea como cyborg y zombi al mismo tiempo, es imprescindible potenciar la cultura, la historia, la filosofía, la poesía, los saberes ancestrales. Tenemos que escuchar a los sabedores y sabedoras de pueblos indígenas, de pueblos afros, de comunidades campesinas. Es imprescindible apostar por la emancipación y refundar el humanismo. Nos toca ir más allá de las burbujas en las que nos encierran las redes sociales y salir a conocer a los poetas de Sudáfrica y de Laos, los artistas visuales de Paraguay e Islandia, a los músicos de Islas Salomón y Surinam. Para ello hay que saber leer y querer leer y escoger leer. Hay que escapar de los designios del Big Data que nos transforma en objeto de análisis a la vez que despliega imperceptibles estrategias de acarreo. Nos toca implementar, herramientas soberanas que pongan a las tecnologías en favor de nuestros propios intereses y eso no es posible sin una educación específica acerca de su funcionamiento y sus alcances.

En ese escenario, frente a esos desafíos, tienen que posicionarse nuestras escuelas. Hay que trabajar porque nadie pueda considerar vigente aquella frase tremenda de Darcy Ribeiro que constató que: «los cuerpos académicos de las universidades latinoamericanas difunden más frecuentemente una actitud de resignación que explica el atraso como consecuencia de factores naturales inevitables, que una actitud de crítica indagativa». Esa resignación de la que hablaba el gran intelectual nacido en Minas Gerais, rector fundador de la universidad de Brasilia, no es más que el resultado del accionar genuflexo de una mente colonizada, incapaz de dar respuesta a «las tareas de elevación del nivel de conocimiento y de información de la sociedad nacional, de lucha contra la marginalidad cultural de ciertas capas de población y de combate a las campañas de alienación, colonización cultural y adoctrinamiento político a que esté sometida la nación», tareas que son, según Ribeiro, las de la «universidad necesaria», lo son también de la escuela imprescindible.

Digo escuela y voy más allá del aula para expresar que, tal como lo concibe el 3er. Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación en Cuba, existe una responsabilidad de la comunidad toda con la labor formativa y hay que recordar en ese sentido aquella idea del Comandante en Jefe de que no solo es el niño quien recibe la influencia de la familia, de comunidad. No hay dudas de que los infantes también influyen en su entorno y colaboran en su transformación, catalizan el cambio de patrones y hacen visibles nuevos caminos. De ello tenemos múltiples ejemplos a los que podemos recurrir. Pensar en infantes, adolescentes y jóvenes que protagonizan las acciones de transformación social que llevamos adelante es quizás la mejor manera de imaginar un futuro de paz con prosperidad y soberanía.

Lo más complejo en esta batalla contra la colonización cultural es que si bien hay principios definidos, no hay fórmulas preestablecidas o esquemas a seguir. Formar un sujeto crítico implica no prohibir nada, hay sin embargo que discutirlo todo, que dudar sistemáticamente, hay que pensar primero y vuelvo con ello a Félix Varela. Hoy los algoritmos de las redes sociales nos invitan a reaccionar de inmediato con base en la emocionalidad y no en la racionalidad. Nos quieren enojados o deprimidos, adormecidos o sobreexcitados, de ser posible solitarios y siempre dependientes del sistema de explotación capitalista. La libertad que nos venden es una cadena y nos toca transparentar esos mecanismos y, como dijera Fidel en su concepto de Revolución del primero de mayo de 2000, «emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos», «defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio».

Estamos seguros de que estos son temas que no solo interesan a los hombres y mujeres de izquierda, está en juego la diversidad que somos, la humanidad que somos. Compañeros nuestros de la Casa de las Américas que han estado en Buenos Aires, en Chile, en Venezuela, en Honduras, e incluso participando en foros en el Reino Unido han encontrado la misma preocupación por estos problemas.

Nosotros en Cuba, sabiendo que la Revolución Cubana ha sido y es en sus bases, por su inspiración martiana y por la guía de Fidel, profundamente anticolonial, estamos convencidos de que tenemos que dar una batalla sin descanso contra la colonización cultural, y lo estamos haciendo también con el apoyo de nuestros maestros, de la escuela, que es para nosotros, seguidores del pensamiento revolucionario y humanista de Armando Hart, «la institución cultural más importante de la comunidad», de la ciencia pedagógica que trabaja sin descanso para desarrollar nuestras prácticas educativas en función de las necesidades concretas de nuestra sociedad y en diálogo con este mundo en que vivimos, tan complejo y repleto de desafíos.

Si en algún lugar de este mundo enloquecido se puede dar batalla hoy por el humanismo es en las escuelas y tenemos que hacerlo de conjunto, trabajando unos con otros, abriendo espacios para conocernos mejor y para tejer redes sólidas que nos permitan construir alternativas de pensamiento, ciencia y cultura, por la solidaridad y por la belleza, por el futuro, por la vida.

¡Viva Palestina libre!

Tomado de Sembrar ideas

 

Por REDH-Cuba

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