Por Luz Marina Fornieles Sánchez
Fuente: CubaSi
¿Qué significa para un cubano o cubana haber vivido siempre bajo el bloqueo genocida de Estados Unidos? Eso es mucho más que cifras realmente astronómicas de daños, son también carencias, frustraciones y sufrimientos. Constituye un peso que desequilibra física y emocionalmente.
Peor que una piedra en un zapato, me dijo un anciano al definir la cruel política imperial de Washington, con más de 60 años de ejecutoria contra La Habana. Por cada 24 horas que transcurren hoy día ascienden a 14 millones de dólares de pérdidas que afronta el país, de acuerdo con afirmaciones de Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores.
El titular, en su reciente presentación ante la prensa nacional e internacional en la capital del país se refirió a cómo este asedio no conoce límites en su accionar extraterritorial, y confirmó además que de no existir tal yugo el PIB de la antilla Mayor habría crecido alrededor de un 8% en 2023; pero en realidad su comportamiento distó mucho de esa cantidad (hubo una contracción del 1.9%).
Por trigésima segunda ocasión, el proyecto de resolución titulado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba” será puesto a consideración los próximos días 29 y 30 del mes en curso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
HISTORIA DE LARGA DATA
A precios corrientes, los daños acumulados durante más de seis décadas de aplicación de esta política se elevan a 164 mil 141,1 millones de dólares. Si tomamos en cuenta el comportamiento del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, ha provocado gastos cuantificables por más de un billón 499 mil 710 millones de dólares.
Las estadísticas son fiables y muestras tangibles de cómo se entorpece la vida de una población, que sabe de las presiones, calumnias, sabotajes, persecuciones y pretensiones imperiales desde antaño. Siempre fuimos una presa codiciada, lo cual no ocultaban y el Apóstol José Martí lo alertó de manera genial.
Antes y después del triunfo de enero de 1959 hubo zancadillas de toda índole, acrecentadas cuando se vieron de narices con una Isla inconquistable. Entonces pasaron sin máscaras al objetivo de asfixiarnos con este entramado de leyes, que no deja un atisbo de oportunidades sin atizar con su ojo siniestro siempre atento.
No en balde Rodríguez Parrilla reconocía: “Todas las dificultades de la sociedad cubana no se deben exclusivamente al bloqueo, pero faltaría a la verdad quien no lo identifique como el principal obstáculo para nuestro desarrollo”.
GUERRA Y PERSECUCIÓN DE LA CASA BLANCA
El alcance de la guerra sin cuartel de la Casa Blanca contra su pequeño vecino al sur, a solo 90 millas, exhibe varios compendios de ejemplos de cómo pretenden domeñar a los cubanos, quienes han conocido de agresiones bélicas como la de Playa Girón, atentados contra hoteles para dañar el turismo, filón de oro para la maltrecha economía doméstica; la privación a la nación del acceso a su cercano mercado natural y la aplicación de sus legislaciones dentro y fuera de las fronteras autóctonas.
Su imposición de multas millonarias a aquellos que “trafican con el enemigo”- ese somos nosotros, los realmente vigilados por doquier-, impide que bancos, comerciantes e inversionistas cumplan sus deseos de valorar las opciones que ofrece el territorio antillano.
Paralelamente a este acoso, la ínsula padece una crisis -que es también internacional- traducida en déficit de recursos fundamentalmente financieros, de combustibles, transporte, energía, alimentos y medicinas, entre otros que deterioran servicios básicos. Más recientemente se ha sumado a este tenso panorama la tóxica guerra mediática de la era del internet y las redes sociales.
Aunque el clamor universal se ha pronunciado en 31 ocasiones contra esa política genocida, sus patrocinadores hacen oídos sordos como cuando durante la COVID-19 se negaron a venderle al país los entonces tan necesarios ventiladores pulmonares y llegaron incluso a impedir la compra del propio oxígeno, que con urgencia se necesitaba.
Tampoco ahora toman en cuenta las peticiones de personalidades de todos los hemisferios para que seamos excluidos de la espuria lista de naciones supuestamente patrocinadoras del terrorismo. Ironías de la política norteña, nos mantiene en ese infame panfleto sin razones válidas y al mismo tiempo se alinea con Israel, verdugo de Palestina.
Ahondando en las raíces de tan nauseabundo accionar, calificado por expertos como bochorno universal para La Unión, la historia recoge cómo en pleno siglo XXI, permanece con vida la Ley de Comercio con el Enemigo, aprobada por el Congreso Federal el 6 de octubre de 1917.
Tan arcaica determinación, otorga al Jefe de la Casa Blanca facultad para restringir el comercio con países «hostiles» y la posibilidad de aplicar sanciones económicas en tiempo de conflictos o en cualquier otro periodo de emergencia nacional, y prohíbe el comercio con el enemigo o aliados del enemigo durante confrontaciones bélicas. Muy recientemente, Joe Biden – ya incluso a la sombra de Kamala Harris- la rubricó por un año más.
Al amparo de ese texto legislativo, el más antiguo de su tipo, fue que se pusieron en práctica en 1963 las regulaciones para el Control de Activos Cubanos, después de que fuera impuesto el bloqueo en 1962, por el presidente John F. Kennedy.
Como publicó el diario Granma, la Ley de Comercio con el Enemigo deviene colchón de esa asesina política contra este pueblo, que persigue matar por hambre, desasosiego y caos.
Se supone que esa regulación se aplique cuando Washington considere que un territorio amenaza su seguridad. Sin embargo, resulta la Isla caribeña la única a la que el Gobierno estadounidense se la aplica. Antes, China, la República Popular Democrática de Corea y Vietnam también fueron objeto de su supervisión; pero ya han sido eximidos.
Tal empecinamiento con este cerco, el más prolongado y abarcador conocido en el orbe, busca evitar la entrada de ingresos imprescindibles para atender necesidades de la población. Así es como Estados Unidos castiga a quienes se opusieron a sus apetencias insatisfechas. Se acrecienta su mala intención porque no cedemos, ni bajamos la cabeza, ni mucho menos acatamos sus reclamos. No pudieron de nuevo mangonear acá, porque… “llegó el Comandante y mandó a parar”.
Frente al advenimiento de un nuevo enjuiciamiento de esta problemática en la ONU, vaticinamos que la inmensa mayoría respaldará a Cuba; en contra comparecerá el autodenominado “Jefe del mundo” por voluntad propia exclusiva, secundado por su secular compinche masacrador del pueblo palestino; y claro que habrá como siempre algunas abstenciones a cargo de los indecisos que nunca faltan. Solo sé que hay una verdad rotunda: el bloqueo es genocida y debe cesar.