En la mañana de este miércoles el verso se dio cita para alzar su voz dentro del amplio programa científico de la VI Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo”: quedó inaugurado el Congreso Mundial de Poetas en Defensa de la Paz y la Vida en la Tierra. Comprometidos con la humanidad y su progreso, se dieron cita en la Sala 9 escritores de disímiles naciones, entre ellos, Ernesto Villegas, ministro de Cultura de Venezuela.
En busca de respuestas, el escritor, periodista y político, compartió sus consideraciones en aras de trabajar por un mundo de paz, con equidad y en el cual se respeten la diversidad y la dignidad plena de todos los hombres.
–Ante los nuevos escenarios que vive el mundo, a lo cual Venezuela también se enfrenta, ¿cuánto podría afectarse la identidad cultural e, incluso, esa soberanía cuya salvaguarda ha sido priorizada?
Creo más bien que estos desafíos cimientan, solidifican la cohesión de los venezolanos, de los latinoamericanos en torno a su identidad. Ese va a ser el efecto rebote ante cualquier intento por vulnerar nuestra soberanía. Ya en América Latina está encendiéndose una pradera de reafirmación identitaria, con algunas cosas que han venido sucediendo como anticipo de los tiempos por venir.
No solamente las identidades nacionales –que se ven como interpeladas por el momento histórico– sino también en cuanto a la unión de nuestros pueblos, se va a solidificar nuestra vinculación estratégica porque frente a las grandes amenazas, dispersos, somos algo más débiles y vulnerables. Así que va a haber una fuerza que sea más potente hacia nuestra unidad y, particularmente, en el caso del pueblo venezolano y del pueblo cubano, nuestros lazos se van a volver todavía más estrechos frente a los desafíos comunes.
–Como ministro de Cultura de Venezuela, ¿qué significa ser un intelectual de izquierda?
No me considero tal. Respeto mucho esa palabra. Hay quienes, como Galeano, le rehuían a esa definición. Respeto mucho a quienes se identifican así y que cumplen un papel muy importante. Creo que soy más práctico que intelectual.
–Llevar por más de un lustro las riendas de la cultura en Venezuela no debe resultar empresa fácil, ¿cómo alcanzar un equilibrio en las decisiones?
Esa es la búsqueda permanente, cotidiana, diaria porque, en el caso de la cultura, hemos tratado de identificar a la heterogeneidad de sectores que, digamos, se reconocen vinculados con eso que llamamos “la cultura”. Entonces, desde ahí están los saberes y haceres que estamos obligados a reconocer.
Es un mundo muy diverso que implica un esfuerzo al relacionarse desde las políticas públicas y, además, por partida doble para liderar en unidad. Me explico: históricamente las luchas, las agendas de luchas de los artistas plásticos han sido distintas a las del campo de la música, las artes escénicas o los artesanos. Que todos confluyan en una agenda de lucha común y que se reconozcan parte de un mismo espacio es un reto.
Creo que nosotros hemos avanzado mucho en esa dirección, particularmente a partir del lanzamiento de la Gran Misión Viva Venezuela Mi Patria Querida, que el presidente Nicolás Maduro Moros ideó y que ha servido como un gran paraguas para un reimpulso de nuestras políticas culturales.
Hemos hecho encontrarse, en ese mismo espacio, a un abanico de actores de la cultura que en otro tiempo estaban apartados. Ahora podemos tener mayor fortaleza para que cada una de las agendas sectoriales puedan confluir en una misma y dejemos comprender que solamente en una situación de unidad esas diversas y heterogéneas fuerzas de la cultura puedan tener victorias para todos y todas. Unidos somos más fuertes en el campo de la cultura y lograr esa unidad es un desafío de todos los días.
–¿Qué le transmitiría a los jóvenes de la hora actual, en especial a los que están en esta conferencia?
Bueno, si están en esta conferencia lo primero que debo darles son felicitaciones, porque asistimos a un tiempo en el que la principal disputa es la atención de las distintas juventudes. Entonces, que juventudes se hayan dejado seducir por esta conferencia es un aliciente, porque hay demasiados atractores, particularmente aquellos que invitan al individualismo, al egoísmo, a la noción del mundo fragmentado. Entonces, primero, felicitaciones a los que están aquí.
A los que no están, buscar la forma de que estos temas seduzcan a las juventudes, porque se trata justamente de ellas. Ese equilibrio del mundo que reúne esta convocatoria martiana y bolivariana se va a traducir en una realidad en la medida en que las nuevas generaciones protagonicen ese balance. Los más canosos estamos de alguna manera de salida, pero los protagonistas de ese equilibrio serán esas juventudes a las que tenemos que seducir.
Un periodista que ha escrito libros
Acerca de su cercanía espiritual con el más universal de los cubanos, sus procesos creativos y su más reciente obra, conversó.
–¿Qué peso tiene en su vida la figura de José Martí ?
Soy hijo de una familia de izquierda; crecimos con todo el entonces llamado Campo Socialista, particularmente con la Cuba de Fidel como parte de nuestro paisaje cultural doméstico. En mi casa, de niño, desde la Guantanamera hasta los libros, afiches, pinturas y la sintonía de Radio Habana Cuba en un radio de onda corta formaron parte de mi infancia. Ahí estaban las dosis martianas que de adulto reconozco como tal por el acercamiento a la lectura, al conocimiento más riguroso de la figura de Martí y, particularmente, su vínculo con Bolívar.
Recuerdo con nitidez la anécdota acerca de una reunión de intelectuales que hubo en Venezuela, donde nosotros fuimos los anfitriones. Iba manejando un carro rústico a la montaña de Caracas que es el Waraira Repano, más conocido como El Ávila.
En esa montaña pasamos por el llamado Camino de los Españoles, una carretera muy polvorienta. Estaba Omar González, el cineasta e intelectual cubano. En el camino hay un monumento a Martí. Esa vía era el acceso a Caracas hasta que después se construyeron las contemporáneas. Entonces fue que cobré conciencia, por lo que me dice Omar:
“Por aquí entró Martí a Caracas, y se fue a la Plaza Bolívar sin quitarse el polvo del camino”.
Resulta que era ese mismo polvo que estábamos recibiendo nosotros. Esa historia me gusta mucho porque me hizo ubicar en tiempo y espacio a Martí. Su figura me ha permitido también hacer la conexión entre nuestra propia historia bolivariana y esa admiración de Martí por Bolívar. Luego, la conexión entre la lucha por la independencia de Cuba que encarnó Martí, de la cual fue Apóstol, y la revolución cubana. Me permite ver todo como un mismo proceso histórico que es nuestra propia independencia y la independencia de Cuba, la revolución cubana y luego la revolución bolivariana que hoy nos toca vivir.
–¿De dónde le viene la escritura?
De mi mamá. Mi mamá fue una periodista yugoslava, judía, que llegó a Venezuela huyendo de los nazis. De niño la vi mucho tiempo escribiendo cartas a mis hermanas que estudiaban en el exterior. Fue la narrativa que mi madre le daba a esas cartas que yo leía lo que me inspiró a escribir. Y bueno, después eso se tradujo en periodismo. El periodismo es mi profesión. Entonces, cuando tú me preguntabas si soy un intelectual… óyeme, me cuesta. Incluso me cuesta autorreconocerme como un escritor.
He escrito algunos libros (cinco), pero cuando ves la talla de esos escritores que ha dado nuestra América, prefiero refugiarme en mi autopercepción como un periodista que ha escrito libros, una cosa distinta a un escritor. Así lo veo, o por lo menos así me siento, y no es una falsa modestia. Encuentro que el libro es una forma extraordinaria para el desarrollo del periodismo pero no tengo una obra literaria narrativa, por ejemplo, de ficción. Lo que he tratado es hacer periodismo.
En el caso del libro sobre mi madre, que se llama Maja mía y deseo presentar en la venidera Feria Internacional del Libro de La Habana, he aplicado las técnicas del periodismo para investigar sobre su vida porque mi madre fue muy reservada, y muchas de las cosas que terminé descubriendo son productos de investigaciones, de fuentes diferentes a ella misma. Lo que hice fue aplicar las técnicas que me da el periodismo de investigación, incluso en su redacción.
-¿De qué manera compagina sus responsabilidades como funcionario en el sector de la cultura durante estos siete años, con su propia creación?
Digo bromeando que escribí el libro en mis horas de descanso de las funciones de ministro. En nuestro caso –y estoy seguro que también sucede en el caso de la Cuba revolucionaria– las responsabilidades ministeriales son abrumadoramente exigentes.
Fui restándole tiempo, tanto al descanso como a la familia. Pero a la vez, también fue una manera de revivir a mis padres como seres queridos, y descubrí posteriormente que ese estudio de la historia tiene una función terapéutica: las tensiones del presente y los desafíos del futuro encuentran un alivio cuando estudiamos y nos sumergimos en la historia porque empezamos a identificar las semejanzas y diferencias entre el tiempo actual y los tiempos que vivieron –en mi caso– mis padres, que sufrieron cárcel, torturas, persecución, expatriación.
Creo que ese trabajo me permitió, en lugar de restarle valor a mis responsabilidades actuales, desempeñarlas mejor. A pesar del agotamiento físico y mental que eso puede suponer, me ha sido muy útil. Uno no debe perder nunca la capacidad de crear en medio de las exigencias del presente.
Maja mía en la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana
Este título lo presenté por vez primera en marzo de 2024 en Venezuela, cuando mi mamá cumplió cien años. Esa era la idea, llegar al centenario.
Fue un hallazgo porque también ella publicó algunos poemas. Sabía que mi padre era poeta, pero desconocía que mi madre también había incursionado en el género. El libro tiene poesía de ambos; es un collage de géneros. Vladimir Acosta, uno de los prologuistas, dice que es una novela sin ficción. Intenté construir la narrativa con cierto suspenso.
-¿Qué significó reescribir la vida de su madre?
Un reencuentro con ella y, más que eso, conocerla en facetas que sencillamente no me tocaba vivir. Me devolvía en el tiempo y sentía viva a mi madre, a mi padre, a personajes históricos; es una sensación fascinante. Por eso digo que es terapéutico porque permite sustraerte del hoy, del ahora, de la inmediatez; te vas a otro tiempo y comprendes mejor las cosas que pasan en el presente.
Maja mía comienza en la huida, la angustia de mis abuelos cuando la persecución de los nazis toca a su puerta en Zagreb, antigua Yugoslavia, actual Croacia. Este es el elemento dramático, pero luego vuelvo al nacimiento de mi madre. Me veo obligado a dedicarle un capítulo entero a la historia de mi padre porque no se pueden desligar. Descubrí cosas impresionantes de mi papá. La reconstrucción cronológica me ayudó a entender a ambos personajes y a valorar aspectos de los libros que ellos publicaron de una manera más transparente.
–¿Indagaciones?
Para hacer el libro viajé a Zagreb. Fui a la casa donde mi mamá se crió. Fue y sigue siendo una experiencia emocionante, y me quedé enganchado con varios temas que gravitan alrededor del libro: el nazismo en Venezuela, las controversias internas del Partido Comunista de Venezuela en las que mis padres tuvieron posiciones encontradas. Su amor tuvo que pasar por encima de muchas cosas, entre otras…como una historia de amor de mi mamá que no es precisamente con mi papá.