Foto: @CSurNoticias

Encarcelar emigrantes es una “tradición” de la política estadounidense, forma parte de la cultura de la violencia tan arraigada en esa sociedad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, todos los migrantes de origen japonés fueron arrestados y deportados a campos de internamiento, experiencia que venía desde la anterior conflagración mundial, cuando miles de alemanes fueron recluidos en centros de aislamiento.

Las palabras del presidente de entonces no dejaban lugar a dudas: «Todos los ciudadanos, moradores o sujetos de Japón, Alemania e Italia mayores de 14 años que estén en Estados Unidos y no posean la nacionalidad, podrán ser apresados, retenidos, encerrados o expulsados como extranjeros enemigos».

Cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia, solo hay una diferencia, que establecía entonces un límite para menores de 14 años, ahora no.

En pleno siglo XXI, como parte de su anunciada campaña de deportaciones, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó a fines de enero un memorando ordenando a los Departamentos de Defensa y Seguridad Nacional preparar una instalación para 30.000 personas en la base de Guantánamo.

“La mayoría de la gente ni siquiera lo sabe. Tenemos 30.000 camas en Guantánamo para detener a los peores criminales extranjeros ilegales”, dijo Trump.

Se trata de la base militar estadounidense más antigua en el extranjero y, a lo largo de su historia, ha sido objeto de cuestionamientos internacionales y el rechazo del pueblo cubano que considera ilegal su presencia en suelo patrio.

No es la primera oportunidad en que se utiliza la base como campo de concentración, en 1991, unos 34.000 refugiados haitianos quedaron detenidos en ese lugar tras huir de un golpe de Estado en Haití.

Entre 1994 y 1995, más de 55.000 cubanos y haitianos capturados en el mar fueron retenidos contra su voluntad en ese territorio cubano ilegalmente ocupado.

La Base Naval en la Bahía de Guantánamo se convirtió en una prisión militar de alta seguridad en 2002, desde ese momento las autoridades estadounidenses la utilizaron como centro de detención para detenidos acusados de “terrorismo”, la mayoría de ellos apresados en Afganistán durante la invasión de este país, que siguió a los Atentados del 11 de septiembre.

Los encarcelados allí no disfrutan de los derechos a la presunción de inocencia o el derecho a un juicio con jurado. Los secuestrados viajaban desde Afganistán en aviones militares, esposados de manos y pies; ni siquiera en la instalación hospitalaria de Camp X Ray, incluso acostados en camillas médicas, los prisioneros se libraron de las esposas.

Estás personas eran completamente privados de estímulos sensoriales. No existe método de tortura que iguale el sufrimiento que esto causa, la privación sensorial busca quebrar al prisionero, llevándole a un estado total de shock, la gente alucina, pierde el sentido de la realidad.

Muchos de los 780 detenidos que llegó a albergar la prisión de Guantánamo nunca fueron acusados formalmente ni procesados en juicios.

La mayoría era inocente, se dieron casos de personas que fueron denunciados como terroristas por sus vecinos, por simples rencillas personales o por acceder a recompensas en metálico.

Un país que aspira a convertirse en mega cárcel

Emigrantes venezolanos cazados en las calles de EE.UU. son trasladados a una prisión de máxima seguridad de El Salvador, sin pruebas que demuestren su culpabilidad, sin debido proceso, encadenados y humillados, acusados de pertenecer a grupos criminales.

«La República Bolivariana de Venezuela rechaza de manera categórica y contundente la proclama del Gobierno de los Estados Unidos, que criminaliza de forma infame e injusta a la migración venezolana, en un acto que evoca los episodios más oscuros de la historia de la Humanidad, desde la esclavitud hasta el horror de los campos de concentración nazi», señaló de inmediato el Gobierno venezolano.

«La Ley del Enemigo Extranjero de 1798, en la que se basa esta orden presidencial, es una ley anacrónica que no solo violenta leyes fundamentales y vigentes de los Estados Unidos de América, sino que vulnera el ordenamiento jurídico internacional en materia de Derechos Humanos», continúa la declaración.

Más de 230 presuntos miembros del Tren de Aragua fueron transferidos al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), una megacárcel con capacidad para 40.000 reclusos, donde permanecerán por un período de un año que podría renovarse.

Las cárceles de El Salvador, construidas por el gobierno de Nayib Bukele, han sido criticadas por organizaciones de derechos humanos por las nulas condiciones humanitarias y judiciales de sus presos.

Los secuestrados, no cuentan con garantías penales por lo que sufrirán un destino jurídico incierto, aislados de abogados, amigos y familiares, dependen de lo que el Estado salvadoreño decida hacer con ellos.

La agencia AP, detalló que por cada preso El Salvador recibirá 20 mil dólares anuales, lo que convierte a Bukele en el carcelero oficial de EE.UU.

Mientras el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro afirma que Venezuela rescatará a sus migrantes de las cárceles de EEUU. Al respecto, el mandatario venezolano aseguró que su Gobierno trabaja para llevar de vuelta a su país a todos los migrantes perseguidos en ese país.

«Llegará el momento que rescatemos a nuestros muchachos que están secuestrados y desaparecidos sin haber cometido delito ni en EEUU y menos en El Salvador, secuestrados en campos de concentración nazis», comentó Maduro.

Cumpliendo su palabra, 199 migrantes venezolanos deportados de EE.UU. llegaron este 24 de marzo al Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, según comunicó el ministro venezolano de Relaciones Interiores, Justicia y Paz de Venezuela, Diosdado Cabello.

El alto funcionario señaló que «este es el cuarto vuelo que ha venido desde Estados Unidos»

Además, Cabello exigió que sean devueltos a Venezuela los 238 venezolanos enviados desde el país norteamericano a cárceles de El Salvador.

¿Cómo le va a los «visados dorados» vendidos por Trump?

Mientras se persigue a personas humildes que, engañados por la propaganda del Tío Sam buscan el sueño americano para mejorar la vida de sus familias, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, aseguró que la Casa Blanca vendió en un día 1.000 visados dorados que otorgan el permiso de residencia permanente en el país.

«Vendimos 1.000 gold card», dijo la autoridad, al comentar el nuevo programa lanzado recientemente por el presidente estadounidense, Donald Trump.

Según el secretario de Comercio, la iniciativa otorga a los extranjeros la residencia permanente en Estados Unidos sin la necesidad de optar por la ciudadanía.

Contradicciones del Sueño Americano, para unos, los pobres, la deportación y el horror del encarcelamiento, mientras otros pagan por su entrada al infierno.

Por REDH-Cuba

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