Un pretexto es un motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado. Así lo define “google”.
La primera guerra imperialista de la Historia, fue la intromisión oportunista yanqui para escamotear la victoria cubana sobre el colonialista español. El pretexto esgrimido fue la voladura del acorazado “Maine” en la bahía de La Habana, el 15 de febrero de 1898. Ya se sabe que fue una autovoladura. Pero el hecho sirvió de pretexto para declarar la guerra a la desgastada, diezmada y derrotada España, que aun así sacó la casta ibérica, y de no ser por la ayuda decisiva de los cubanos, Estados Unidos hubiese sucumbido en la aventura bélica, si no, “remember” los combates de “El Caney”, “Las Guásimas de Sevilla” y de “La Loma de San Juan”.
Con el pretexto del peligro expansionista del militarismo japonés, lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades civiles, donde perecieron cientos de miles de inocentes, de “Hiroshima” y “Nagasaki”, los días 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente. Ya el ejército nipón había sucumbido tras la derrota en la II Guerra Mundial. Más de 200 mil personas y otras decenas de miles, hasta hoy damnificadas, fue el genocida saldo de ese burdo pretexto.
Este año se cumple medio siglo de la derrota humillante de EE.UU. en Viet Nam. Para intervenir en la guerra civil vietnamita (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur) Estados Unidos, en agosto de 1964 utilizó como justificación un presunto ataque a las naves militares estadounidenses que navegaban en la zona del Golfo de Tonkín, por parte de lanchas patrulleras vietnamitas que ejercían su derecho de defensa y seguridad de su soberanía territorial. Una falsedad que se confirmó oficialmente mucho después, cuando se desclasificaron documentos de la Agencia Nacional de Seguridad.
En el suceso resultaron dañados tres barcos de Viet Nam, varios norvietnamitas fueron heridos, y cuatro murieron. Ningún estadounidense resultó herido ni tampoco sus medios de combate resultaron dañados.
En 1983, EE.UU. justificó la innombrable e incalificable invasión a la isla de Granada con el pretexto de proteger la vida de los estudiantes estadounidenses del comunismo, restaurar un gobierno democrático y erradicar la influencia cubana en esa isla. Si no fuera por lo trágico y criminal del hecho es para morirse de la risa. Un grandulón, 784 veces más grande territorialmente y con una población mil 460 veces mayor que la caribeña, esgrimiendo mezquinos pretextos para ultrajar la soberanía de una pequeñísima nación.
A principios de los 1990, una enfermera de un hospital kuwaití afirmaba entre lágrimas que soldados iraquíes habían sacado a 300 recién nacidos de sus incubadoras y los habían dejado morir de frío. La historia fue utilizada como pretexto para intervenir en el conflicto entre Irak y Kuwait, la guerra del Golfo (1990-1991). Más tarde se descubrió que la presunta enfermera era la hija del embajador de Kuwait en EE.UU.
En diciembre de ese año, invadieron Panamá con el pretexto de tomar preso al presidente del país porque, según ellos, era traficante de drogas.
Durante 78 días consecutivos bombardearon Yugoslavia con el pretexto de que Serbia realizaba una limpieza étnica contra la población kosovar, nunca se probó nada de esa falacia.
Para iniciar la mal llamada guerra contra el terrorismo en 2001, hicieron estallar las dos Torres Gemelas. No es teoría de conspiración, hay evidencias irrefutables. Afganistán, 20 años después lo demostró.
Nunca probaron la mentira de que el Gobierno de Saddam Hussein estuviera vinculado en los actos terroristas del 11 de septiembre ni que tuvieran armas químicas.
En 2011 acabaron con la nación árabe-africana más próspera, estable y unida de ese continente, con el pretexto de que su líder (atrozmente asesinado), Muammar El Ghadafi y su tribu llevaban a cabo una masacre contra otras tribus.
Similar burdo pretexto, utilizaron en 2013 las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos para culpar al Gobierno de Bashar al Assad en Siria de emplear armas químicas contra su pueblo. Este pretexto fue calificado por el presidente Barack Obama de «línea roja» y abrió las puertas a la intervención estadounidense en el conflicto sirio. Todavía roban impunemente el petróleo y gas sirio.
Para revertir el tibio progreso, pero en la dirección correcta, de las relaciones Estados Unidos Cuba, el primer mandato de Donald Trump inventó el absurdo, risible y mentiroso pretexto de que algunos diplomáticos estadunidenses padecieron supuestas agresiones acústicas en Cuba que comprometieron su salud. El modo ridículo en que los “sonidos dolorosos” que percibían de manera selectiva los funcionarios se debían a ataques con armas de microondas, fue suficiente para que se iniciara el apriete de rosca del cerco económico, al “darles” 243 “vueltas más” a esa genocida política. Con el tiempo, la mentira se desvaneció por falta de evidencia científica y hasta por el reconocimiento de científicos norteamericanos y oficiales del FBI.
“Los hechos no tienen que ser reales, sino creíbles”, se le adjudica la frase al ex CEO de la empresa “Cambridge Analytica”, y así ha procedido Estados Unidos a lo largo de su historia imperialista.
Sobre esa pseudo verdad actúa hoy el gobierno fascista, racista, xenófobo y supremacista de Donald Trump. El secuestro de 238 inmigrantes venezolanos, trasladados a la fuerza y bajo engaño a la nación centroamericana de El Salvador, invocando una anacrónica ley de EE.UU., es el más reciente pretexto de ese país para justifica su cruzada anti inmigrante.
Aunque la aplicación de tan cruel política fue bloqueada por un juez federal, la Administración Trump los deportó y, en complicidad con Bukele, fueron recluidos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), a todas luces un centro de concentración nazi. La aplicación de la Ley de Enemigos Extranjeros, utilizada por última vez durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido denunciada como un abuso de poder por expertos legales y defensores de derechos humanos.
Un tribunal federal suspendió temporalmente las deportaciones, al considerar que se violaron procedimientos legales. Mientras tanto, Trump recurrió a un tribunal de apelaciones, donde se decidirá si sus acciones, basadas en acusaciones sin sustento, fueron constitucionales.
Por otra parte, un informe de inteligencia de EE.UU., fechado el 26 de febrero, concluyó que el “Tren de Aragua” (una organización criminal) no es controlado por el Gobierno de Venezuela ni actúa bajo sus órdenes. A pesar de esto, Trump utilizó esta acusación infundada para justificar la deportación masiva de venezolanos bajo la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798.
Esta decisión, carente de pruebas sólidas, ha desatado una crisis constitucional y ha sido criticada por violar derechos humanos y el debido proceso.
Pese a estas conclusiones, Trump insistió en vincular a Venezuela con la banda criminal y utilizó este argumento para impulsar una política migratoria represiva y sin fundamento legal. También esgrimió como pretextos los tatuajes en los cuerpos de los inmigrantes. Para el Imperio es criminal todo venezolano que porte un tatuaje.
¿Por qué esta medida y otras antimigratorias?, sencillamente, porque además del racismo raigal de esa sociedad, de ese imperio, de esa administración y de ese presidente, es muy probable que se trate de una estrategia política para complacer a los xenófobos dentro de su base, y al mismo tiempo desviar la atención pública de sus políticas económicas cada vez más impopulares. Encuestas recientes de CNN y Fox News muestran que el 56% de los estadounidenses desaprueba la gestión económica de Trump, mientras que una mayoría del 51% aún aprueba sus medidas migratorias, según CNN[1].
Pero la más convincente de todas las razones está en su promesa de campaña de destruir los “regímenes dictatoriales” de Cuba, Venezuela y Nicaragua, “su mal ejemplo” para la región y junto con ello debilitar la influencia de Rusia y China en Latinoamérica y el Caribe.
Ahora no basta con esto, sino apela a la sobrecarga arancelaria a todo el que compre o disponga del petróleo venezolano, chantaje similar al del que se atreva a solicitar los servicios profesionales médicos cubanos.
Los pretextos yanquis son siempre sus razones imperialistas escondidas. No hay engaño, sino falacia y frente a ellas, denuncia y combate.
Notas:
[1] Oppenheimer español: ¿Qué hay detrás de las deportaciones de Trump? https://es-us.noticias.yahoo.com/oppenheimer-espa%C3%B1ol-detr%C3%A1s-deportaciones-trump-080000711.html