La espontaneidad heroica conque dio inicio y se prolongó durante tan extenso período  la Guerra de los Diez Años, advirtió y alertó a José Martí sobre las necesidades organizativas e ideológicas que debía cumplir la nueva guerra para alejarse de los males que hicieron fracasar lastimosamente aquel gesto del 68, concluido en el Zanjón tras el esfuerzo y el sacrificio de miles de héroes y mártires sin la posibilidad de alcanzar la independencia de España como objetivo final de la monumental epopeya de los cubanos.

Con razón dijo el Apóstol que “la Metrópoli no nos había arrebatado la espada, sino la habíamos dejado caer” en medio de conflictos surgidos como consecuencia del regionalismo, el  caudillismo, las ambiciones, las incomprensiones, las pugnas dentro de la emigración y otros flagelos que brotaron  incontenibles en medio de las hazañas y originaron aquel final, al que no faltaron las influencias del reformismo, la anexión y el autonomismo, que ganaban terreno ante la desmoralización e indisciplinas surgidas en las filas combatientes.

El imprescindible y sustancial trabajo investigativo y medular que el maestro Julio Le Riverend dio a conocer en 1942, dentro de la compilación “Vida y pensamiento de Martí” que realizó Emilio Roig de Leuchsenring; -y el autor  tituló “Teoría martiana del partido político”,- nos guía por ese recorrido del pensamiento martiano cuya suprema creación; tras azarosa y difícil labor de preparación y convencimiento, en la fundación del Partido Revolucionario Cubano como partido de nuevo tipo, partido único y organizado para conducir la nueva guerra de independencia, según el análisis de las experiencias pasadas y las condiciones concretas de la realidad de esos momentos.

Será la primera guerra de liberación dirigida por un Partido único de nuevo tipo; al menos, la historia no recoge antecedentes tales. En ese sentido, Le Riverend nos dice: “El Partido es una comunidad de trabajo, orientada hacia precisas metas; todo paso se da por y para la independencia. Martí cree que el estancamiento de los organismos conduce a la desintegración. Cuando no se tenga ocasión para el trabajo material, directo, práctico; hágase trabajo de conciencia, de educación, de entusiasmo; a la masa no se le puede, -no se le debe,- mantener en la ignorancia de sus propias fuerzas. Sobre la marcha diaria del Partido creará una percepción rectamente política”

Como un ejemplo de lo anterior, el biógrafo martiano se refiere a la Circular a los jefes y oficiales del 28 de abril de 1895, en plena manigua, donde él y Máximo Gómez explican a la tropa “los beneficios de la República y el espíritu fraternal de la guerra..

Lo que Martí llama “el plan”, incluye con relevancia la teoría revolucionaria, habiendo dicho en carta a Gonzalo de Quesada: “Un pueblo antes de ser llamado a guerra tiene que saber tras de qué va, y a donde va y qué le ha de venir después”.

La correlación ineludible entre teoría y práctica confirman cada día y a cada paso que en el Partido Revolucionario Cubano está la génesis insustituible de nuestro Partido Comunista de Cuba, -alma de la Revolución Cubana en proceso ininterrumpido desde la Demajagua hasta hoy,- razón por lo cual la fecha del 10 de abril de 1892 merece ser venerada y recordada, tal como hizo  Martí al homenajear en su aniversario a la Constitución de Guáimaro.

Por REDH-Cuba

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