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El arma definitiva de la conciencia colectiva

José Martí (1853–1895), reconocido como el Apóstol de la Independencia de Cuba, legó al mundo una máxima que trasciende su tiempo: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. No se trataba de un mero aforismo poético, sino de un programa político y moral: mientras subsista la conciencia colectiva, ningún poder colonial —por fuerte que sea— podrá consolidarse definitivamente. Martí fundó su acción en la convicción de que la emancipación mental precede a la material, y que la construcción de un proyecto ético-político es tan decisiva como el propio combate armado. Su vida, del exilio juvenil en España y Estados Unidos hasta su caída heroica en Dos Ríos, Cuba, da cuenta de un compromiso integral que aunó el pensamiento con la estrategia militar. En este análisis queremos evidenciar la vigencia de Martí en la lucha anticolonial y antiimperialista del siglo XXI.

Génesis de una filosofía de resistencia: Martí, intelectual y soldado

Desde su juventud Martí vivió en carne propia las dos caras del imperialismo y el colonialismo. Exiliado a los dieciséis años, pasó temporadas en España y luego en Estados Unidos, donde advirtió que “conozco al monstruo, porque he vivido en sus entrañas”. Allí comprendió que el dominio extranjero opera tanto con fusiles como con instituciones culturales, económicas y mediáticas. Frente a ello, diseñó una revolución que fuera ante todo “revolución de la reflexión”, no mera cólera armada.

En 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano con un programa ético destinado a unificar “todos los elementos diversos u opuestos de un país” en torno a la soberanía nacional. Su advertencia —que quien se atreviera a anexar Cuba “recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre”— no era retórica: Martí participó activamente en las campañas militares de 1895, murió combatiendo y dejó claro que la coherencia entre ideas y actos era el corazón de su praxis revolucionaria.

Trincheras de piedra y de ideas: lecciones para el presente

Trincheras de piedra: colonialismo y ocupación contemporánea

En el Siglo XXI, las “trincheras de piedra” se manifiestan en ocupaciones como la de Palestina y el Sáhara Occidental:

  • Palestina: Cerca de ochenta años de ocupación, limpieza étnica, asedios medievales, bombardeos masivos y políticas de apartheid configuran un genocidio televisado. La ocupación combina el control militar con tecnologías de vigilancia (drones, Pegasus) y alianzas geopolíticas que dificultan cualquier solución.
  • Sáhara Occidental: Desde 1975, Marruecos ocupa ilegalmente el Sáhara Occidental, explotando fosfatos, pesca y recursos energéticos en territorios cuya autodeterminación ha sido reconocida por la Corte Internacional de Justicia. Sin embargo, la pasividad de España y la UE ante este doble rasero legitima una anexión de facto, refrendada por un pacto militar con Israel en 2021.
Territorio Métodos de ocupación física Resistencia como trinchera de ideas
Palestina Asedios, apartheid, bombardeos Identidad nacional preservada, solidaridad global
Sáhara Occidental Explotación económica, megaproyectos ilegales, represión Defensa jurídica internacional, unidad tribal
Cuba (s. XIX) Trabajos forzados, represión colonial Poesía de Martí, redes de exilio, ideario independentista

Trincheras de ideas: la fortaleza inquebrantable

Martí intuía que la auténtica fortaleza de un pueblo radica en su ideario compartido. Las ideas, a diferencia de los muros, pueden diseminarse, adaptarse y arraigarse en nuevas generaciones.

Cuando un pueblo es ocupado militarmente… los pueden detener, torturar, asesinar, pero nunca vencer. Pero cuando colonizan nuestras mentes… si pueden vencernos.

En efecto, la guerra cognitiva que hoy libra el neocolonialismo —mediante redes sociales, think tanks y ONG que normalizan la anexión— demuestra que la batalla decisiva ocurre en el terreno de la narrativa.

La victoria de los principios frente al imperialismo mental

Martí alertó contra la colonización de las conciencias, pues un pueblo sin memoria colectiva es presa fácil de la dominación. El intento de “dejar el pasado atrás” —como propuso Obama en su visita a Cuba en 2016— no buscaba el entendimiento mutuo sino desarmar la trinchera ideológica de la Revolución. Frente a ello, Fidel Castro replicó con precisión martiana: “No necesitamos que el Imperio nos regale nada”.

Hoy, contra la doctrina del olvido, se alzan nuevas trincheras de ideas:

  • Jurídicas: Demandas ante la Corte Internacional de Justicia y en la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en Gaza y el Sáhara.
  • Tecnológicas: Hacktivistas que documentan crímenes y desmienten la propaganda oficial.
  • Artísticas y culturales: Murales en Ramallah con versos martianos; la canción “Guantanamera” como himno de unidad latinoamericana.

Construyendo trincheras contemporáneas: internacionalismo y educación

El internacionalismo martiano en acción

La solidaridad entre pueblos oprimidos, piedra angular de “Nuestra América”, se traduce hoy en:

  • Redes jurídicas transnacionales que apuestan por el derecho de autodeterminación.
  • Movilizaciones culturales (festivales, arte, poesía) que unen África, Medio Oriente y América Latina en torno a causas comunes.

Educación como arma revolucionaria

“Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”, escribió Martí. Sus ideas perviven en los Clubes Martianos (más de 1.400 en Cuba y 80 en otros países) y en los premios “La Utilidad de la Virtud”, que reconocen a quienes difunden el ideario antiimperialista. La educación aquí no es adoctrinamiento, sino formación crítica:

  • Promover la historia de las resistencias anticoloniales.
  • Fomentar el pensamiento crítico frente a la desinformación.
  • Cultivar la ética de la cooperación global.

Mi victoria: un poema de Darcy Ribeiro como eco solidario

Para ilustrar cómo la solidaridad y la coherencia moral son armas más poderosas que cualquier fusil o muralla, recordemos el poema “Mi victoria” de Darcy Ribeiro:

Me puse al lado de los indios, y me derrotaron.
Me puse al lado de los negros, y me derrotaron.
Me puse al lado de los campesinos, y me derrotaron.
Me puse al lado de los trabajadores, y me derrotaron.
Me puse al lado de los pobres, y me derrotaron.
Me puse al lado de los perseguidos, y me derrotaron.
Me puse al lado de los discriminados, y me derrotaron.
Solo que nunca me puse al lado de los que me vencieron,
y esa fue mi victoria.

En este breve poema late la misma convicción martiana: el verdadero triunfo reside en no aliarse jamás con la opresión, aunque las fuerzas asfixien temporalmente a los justos. La derrota sufrida por quienes se oponen no anula la victoria moral de mantener firmes las ideas de libertad, igualdad y justicia.

El futuro en las ideas

La vigencia de Martí —intelectual, poeta, estratega militar y mártir— estalla hoy en Gaza, en los campamentos saharauis y en cada aula que cultiva el pensamiento crítico. Nadie puede arrancar de la mente colectiva el mapa dibujado por un niño palestino en un escombro, ni la memoria del anciano saharaui que enseña la historia de su huerta ancestral.

Como escribió Martí, “Si mi patria es pequeña, ¡más grande será mi sueño!”. La trinchera de ideas no conoce fronteras: es el terreno donde se gesta la unidad entre los pueblos oprimidos y donde la resistencia se convierte en victoria ética para toda la humanidad. Continuar esta lucha es mantener vivo el legado de Martí: el sueño de un mundo donde ningún ser humano sea colonia mental ni esclavo de la injusticia.

Fuente: Cubadebate

Por REDH-Cuba

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