Resistir, crear y divertirse en Cuba no es una insolencia ni una extravagancia. Los enemigos de Cuba tratan de presentar como insensible e insolente que en Cuba se promuevan y realicen iniciativas para el desarrollo y el esparcimiento.


Se alega que son extravagancias inconcebibles en las condiciones de Cuba, que los cubanos acudan a actividades sociales, se diviertan y creen riqueza.

Participar u organizar eventos culturales, deportivos, académicos, científicos y recreativos, promover hallazgos científicos y su aplicación innovadora, introducir nuevas tecnologías, crear valor o emprendimientos de cualquier índole, son tildados de actos inmorales.

La narrativa que ataca a Cuba pretende establecer una contradicción entre los esfuerzos de las instituciones y actores privados por convocar y realizar eventos con participación popular y las severas dificultades para la vida cotidiana de los cubanos.

Se ataca a los que vienen a Cuba a ofrecer su arte, compartir sus conocimientos, divertir a los cubanos y cooperar con su esfuerzo. Sin pudor, boicotean eventos nacionales, mediante amenazas, persecución física y virtual, linchamiento mediático, cancelación de contratos y de patrocinio y hasta amenazas de muerte a protagonistas y familiares.

Los que así atacan desde el exterior, se presentan así mismos, como la reserva moral de la Nación. Se adjudican el derecho exclusivo a divertirse, acumular riqueza y ostentarla. Pretenden privar a quienes viven en Cuba de este derecho. Tratan de tachar de inhumanos e irresponsables a quienes en Cuba proyecten su felicidad o persigan alcanzarla.

Para estos inquisidores, no hay una contradicción que los auto titulados líderes morales, disfruten y exhiban su prosperidad, mientras repudian a quienes lo hacen en Cuba.

Curiosamente hay algunos nacionales que reciben la aprobación de los enemigos de Cuba, aunque se diviertan, acudan a fiestas, bailes, exhiban ropas de lujo, joyas, autos, negocios, se paseen por restaurantes, países, hoteles y adquieran propiedades. Estos son exonerados del escrutinio y acusaciones porque muestran un perfil crítico hacia el gobierno cubano. Así tan simple: la contrarrevolución se cree con derechos de tolerar y determinar quién puede disfrutar de esparcimiento.

Conceptualizan un patrón de conducta que tipifica que, al romper el vínculo con las instituciones oficiales cubanas, se adquiere automáticamente la libertad de disfrutar de placeres y diversiones, consideradas herejías para los que viven en Cuba.

La apelación aparentemente ética, tiene menos que ver con la supuesta compasión por la vida de los cubanos y sí muchos puntos de contacto con la fantasía macabra de que se paralice el país. No conciben que Cuba se sostenga a pesar de la agresión permanente. Procuran la caída del gobierno. Procuran el caos.

Persiguen condenarnos a un falso luto que se subordine a una presunta obligación moral de detener el país hasta que un día se cumpla su irrealizable sueño de que la contrarrevolución tome el poder. Ese día – insinúan – sí se podrían desbordar las pasiones y disfrutar de los placeres cotidianos. Ese día la industria del entrenamiento nacional gozaría del perdón de la contrarrevolución.

Ese día se olvidarán de los enfermos y de los que no tienen todo lo que necesitan. Se tolerará entonces, la fiesta permanente, el desborde y se desatará un hipotético paraíso, donde los que carecen de lo necesario serán olvidados al instante y reinará la industria del entretenimiento vulgar que hoy enarbolan desde Miami como el modelo cultural.

Mediante el acoso, la tergiversación y los ataques personales pretenden dañar la reputación de quienes no capitulan y se levantan cada día con determinación para avanzar y solucionar los obstáculos que se presentan. El típico proceder estadounidense de “asesinato de personajes” (character assassination) es parte intrínseca de las herramientas contra Cuba.

Quieren imponer un gobierno de entreguistas y/o sabios de café, que se presentan como expertos de todo y con soluciones para todo. Esos sabios rara vez han dirigido o administrado algo, pero proyectan con aparente seguridad que sus ideas son irrefutables y contienen la solución definitiva a todos los problemas cubanos.

No se complacen con los agudos pesares de la vida cotidiana. Quieren más pesares. Como los tiburones que cuando ven sangre, quieren más.

Quieren matar la esperanza. Quieren la renuncia y desmotivación de los que desean y persiguen construir, hallar soluciones, avanzar y divertirse en Cuba.

Cuesta mucho para las instituciones cubanas y para los individuos mantener el calendario de eventos nacionales e internacionales en Cuba y fuera de ella, de contribuir al esparcimiento y a la generación de espacios que enriquecen el espíritu. Pero consta que las instituciones no claudican frente a los severos problemas económicos.

El espectáculo de miles de cubanos bailando en una plaza pública o instalación en Cuba y un estadio de beisbol repleto para ver jugar a su equipo local, no contribuye al relato de país colapsado e inseguro que se quiere imponer. El espectáculo de miles de jóvenes, ancianos, niños y decenas de extranjeros que llegaron a Cuba para escuchar a Silvio porque no alcanzaron entradas en los conciertos que va a ofrecer en América Latina, tarareando de memoria la poesía en música de Silvio, no encaja con el patrón que nos quieren imponer.

Tratan de sedimentar la narrativa de que es desvergonzado que las instituciones y los individuos mantengan su afán de buscar niveles superiores de satisfacciones personales y colectivas. Los actos de resistencia y construcción son considerados extravagancias innecesarias.

Quieren contraponer el placer de millones de cubanos de disfrutar las playas más bellas del mundo, la música inigualable de un país que creó tantos ritmos musicales y que tanto reconocimiento internacional posee, a un complejo de culpa porque alegan, no es el momento de la fiesta.

El placer del disfrute y acceso a playas, deportes, ciencias, música y las artes, a la formación profesional en general, se convirtió en un derecho masivo gracias a la Revolución. El talento que existía se potenció y multiplicó por la masividad que impuso la Revolución. Así de simple. Se impuso la libertad de que si quieres ser músico, pintor, actor, científico, cantante, periodista o ingeniero lo puedes perseguir en las decenas de escuelas que se abrieron gratuitamente. Si quieres practicar deportes y soñar con ser campeón, ahí estuvieron a la mano miles de técnicos y entrenadores para que lo consiguieras. Si quieres ser cirujano, ahí está la escuela y un profesorado de lujo para compartir sin competencias comerciales ni celos, lo mejor de la especialidad.

Concierto de Silvio Rodríguez en la escalinata de la Universidad de La Habana. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.

La paradoja del discurso es que quienes aparentan compasión por personas en situaciones difíciles y critican la expresiones e iniciativas de desarrollo en Cuba, son los que demandan que se prive el acceso a los caminos para mejorar la situación de esas personas en situaciones de vida más difícil.

La verdadera contradicción o paradoja es que esos que piden que no nos divirtamos y no nos desarrollemos, demandan también un bloqueo más cruel a Cuba, si más cruel fuera realmente posible. Reclaman más sofisticadas medidas de coerción económica con persecuciones, multas, prohibiciones de crédito, de inversiones, de cooperación, de simples intercambios deportivos o turismo a Cuba y hasta una agresión militar.

Es hipócrita comprobar que la alegría de un cubano en Cuba es recibida por la gavilla contrarrevolucionaria como una excepción que no debe conocerse, multiplicarse, repetirse o celebrarse.

El joven que vence su grado escolar y goza orgullosamente; el actor que gana el cariño de millones de cubanos; el científico que después de años comprobó su hipótesis; los trabajadores que echaron a andar su fábrica, levantaron lo caído o hallaron una solución tecnológica para recuperar la producción, enfrentan el rechazo y el choteo de los que nos quieren ver aniquilados y vencidos por los efectos de la guerra económica a la que nos someten.

Si se celebra un concierto que miles de cubanos disfrutan como el del 19 de setiembre en la Escalinata de la Universidad de La Habana, el relato de los enemigos lo clasifica como prerrogativa de pocos, aunque la realidad cuestione esa mentira. Tratan de convertir en culpables a los que por su propia voluntad acuden a divertirse.

Si decenas de miles de cubanos van a la playa, se presenta como que son unos privilegiados.

Observo deportistas de cualquier rincón de la geografía nacional, enfrentando con su esfuerzo competencias exigentes y levantando con sus victorias la bandera de la estrella solitaria. Observo representantes del arte de más experiencia junto a otros de menos, con el virtuosismo que adquieren en las escuelas de música y arte cubanas, presentándose contra viento y marea y con el aplauso y reconocimiento de su pueblo.

Observo el esfuerzo de las instituciones públicas por cumplir metas superiores junto al surgimiento cada día de nuevos emprendimientos privados en Cuba en calles y avenidas que están siendo tomadas por esas iniciativas y no son bloqueadas por las autoridades.

Resistir, crear y divertirse en Cuba no es una insolencia ni una extravagancia: es el futuro.

Contigo Silvio, la mato y aparece un mayor, pero seguimos sin claudicar.

Por REDH-Cuba

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