Podcast «A Contracorriente». Capítulo 4. ¿QUÉ ES LA DIPLOMACIA CULTURAL?
Transcripción del cuarto capítulo del podcast A Contracorriente, un espacio para mirar la cultura desde todas las aristas. Producción: Radio Cubana. Frecuencia: semanal (todos los sábados). Enlace principal: https://www.radiocubana.cu/podcast-a-contracorriente/
Participantes: Omar González Jiménez (OGJ), escritor y periodista, profesor del ISRI e integrante de la REDH, y Erick Méndez Díaz (EMD), periodista y realizador en Radio Rebelde y Telesur, miembro de la Asociación Hermanos Saíz.
VOZ EN OFF DE EMD: Esto no es un podcast, es una invitación a pensar en cómo somos. A Contracorriente, un espacio para mirar la cultura desde todas las aristas.
EMD: Volvemos a estar en A Contracorriente, pensando y entendiendo la cultura desde diferentes aristas. Me apuntaba el profesor Omar González, y creo que es válido decir que este podcast nace como continuador de un legado. Estoy pensando en la Revista Contracorriente y en un espacio como Videoteca Contracorriente (https://www.youtube.com/playlist?list=PLSFCKFPd0evskURHNRIt8A5pxvIfhKAjk), que tanto ayudó a, primero, poner en pantalla a importantes intelectuales de Cuba y del mundo, importantes temas y miradas en torno, justamente, a la cultura y a la sociedad.
OGJ: Ambas organizadas por el ICAIC en aquellos momentos.
EMD: Exacto, y por ello surge también este A Contracorriente, ahora desde la Radio Cubana, para seguir tendiendo puentes al conocimiento, en torno a la cultura, a la vida vista también desde un punto de vista contrahegemónico.
Lo decíamos en el episodio anterior, lo adelantábamos, dábamos ese, vamos a decir, spoiler. Estamos hablando hoy de cultura y específicamente cuando hablamos de los usos de la cultura hablamos también de la importancia de la cultura tendiendo puentes de paz entre los pueblos. Es lo que se llama diplomacia cultural. Un término, profesor, que está ahora, digamos, en boga, del cual ya se habla habitualmente, porque se ha demostrado ese papel de la cultura como un espacio necesario para tender puentes.
OGJ: Sí, la diplomacia cultural es un concepto y una práctica relativamente nuevos, aunque el papel de la cultura en las relaciones diplomáticas es antiquísimo, y en las relaciones humanas ni se diga, pero es relativamente nuevo. De hecho, no hay mucha bibliografía sobre lo que se entiende por diplomacia cultural e, incluso, la que existe se torna polémica, polémica para algunos estados, para algunos estudiosos, en ciertos ámbitos, o sea, no hay mucha coincidencia a la hora de asumir tales definiciones. Hay también cierta profusión de conceptos que conduce a determinados enredos conceptuales: la diplomacia deportiva, la diplomacia parlamentaria, la diplomacia económica, todo el mundo está buscando cómo calificar a la diplomacia. Pero la diplomacia cultural yo creo que es diferente. Más que nada por la amplitud de la cultura.
EMD: Exacto
OGJ: Porque la cultura puede cobijar algunas de estas expresiones que hemos señalado antes. La cultura tiene una gran ventaja, además de ser también fuente de paz, además de cumplir ese rol tan importante de comunicar, de tender puentes entre pueblos, entre diferentes culturas, entre comunidades, y eso propicia el diálogo. La cultura habilita el diálogo. En un marco cultural el diálogo es esencial, y si uno lo lleva a términos diplomáticos, donde precisamente la diplomacia tiene que ver con esto, la cultura es determinante, esencial, decisiva…
EMD: Exacto
OGJ: … para propiciar ese diálogo entre los estados; con ella se amplía, se enriquece, se consolida la función diplomática. La diplomacia cultural trasciende el papel del Estado, de los gobiernos propiamente; la diplomacia cultural se da también en el ámbito de las organizaciones no gubernamentales, se da en la periferia, en las manifestaciones a veces más preteridas, y a veces entre las más dominantes, hegemónicas, pero sin violencia evidente, se da entre los individuos, y esa relación entre los individuos, esos puentes que se crean, esa comunicación, en su conjunto, enriquecen la relación de un país con otro. O no. Por ejemplo, Trump, enemigo acérrimo de la diplomacia cultural… Durante su primer mandato como presidente, prácticamente la diplomacia cultural se redujo a cero.
Vino Obama y redimensionó la diplomacia cultural, que ya venía promoviéndose o se había desarrollado sobre todo durante los gobiernos demócratas; se había fomentado con Clinton, Carter, Kennedy. Muchas de las instituciones emblemáticas de Estados Unidos surgieron en esos períodos y han cumplido una función en muchos casos benéfica para la cultura norteamericana y en otros casos han sido parte de la instrumentalización que hace el imperialismo de la cultura, del uso perverso de la cultura, pues la convierte en un mecanismo de acción política, en una herramienta de dominación, como parte del esquema del poder blando, sobre el cual teorizara Joseph Nye, quien fuera subsecretario de Defensa en Estados Unidos, nada más y nada menos que Joseph Nye, un catedrático, un intelectual orgánico del sistema, que generó este concepto del poder blando (soft power) y escribió bastante sobre él. La diplomacia cultural –la cultura, en última instancia– permite llegar a donde no puede generalmente llegar la política.
EMD: Lo veíamos hace poco en el seminario de diplomacia cultural que ofreció el ISRI, donde se hablaba incluso de figuras como Eusebio Leal, como Alicia Alonso, que llegaban a ese espacio donde la política quizás no podía llegar, y abrían el camino para que luego se cumplieran funciones y se lograran resultados muy importantes.
OGJ: Los intelectuales han cumplido históricamente funciones de extraordinaria importancia política.
Martí ejerció la diplomacia cultural. Fue diplomático, fue cónsul de Paraguay, Uruguay y Argentina en Washington, precisamente cuando estaban sucediendo la Conferencia y la Comisión Monetaria Internacional. Martí ejerció la diplomacia cultural no por ser poeta, no por ser un gran intelectual únicamente, sino porque tenía una visión cultural de las cosas, de los hechos, y Martí, al mismo tiempo que ejercía ese papel de representación de estos estados, nada menos que en Washington, escribía, tenía una mirada profundamente cultural, histórica, humanista, de la realidad. Es el momento en que la producción intelectual de Martí alcanza una hondura en el pensamiento –me refiero a su singularidad teórica–, muy acentuada, y logra en ese período ensayos y una correspondencia de mucha intensidad conceptual.
La diplomacia, como decía, cumple esas funciones entre los estados, y al apoyarse en la cultura amplía su radio de acción –no cabe duda de que amplía su radio de acción enormemente–, porque comunica, establece relaciones entre los pueblos, las incorpora al acervo diplomático y lo hace de forma un tanto diferente, muy abarcadora, a veces emotiva, otras de manera racional; en fin, humanista, elegante, transparente, incluso elíptica; lo hace de una manera enriquecedora; la cultura jamás empobrece el carácter; la cultura verdadera siempre enaltece, siempre enriquece espiritualmente.
Erick, tú hablabas de Eusebio Leal, de Alicia Alonso, figuras tutelares en este campo –agregaría a Alejo Carpentier, paradigma indiscutible de la diplomacia cultural–. Alejo fue ministro consejero de la Embajada de Cuba en Francia, cumplió misiones de importancia estratégica para el país ante el gobierno francés y ante otros estados; Alejo, por ejemplo, era amigo de Mitterrand o, mejor, de los Mitterrand (François y Danielle), tenía con ellos una relación personal. A propósito, me contaba el embajador de Cuba en Francia en ese momento, Gregorio Ortega, que él a veces se hacía acompañar de Alejo, o acompañaba a Alejo, cuando quería trasladar algún tipo de mensaje u opinión del gobierno cubano al presidente francés. Lo hacía de manera expedita: iba a una recepción y entonces llegaba Mitterrand, y después que terminaba toda la secuencia protocolar, se dirigía a donde estaba Alejo y empezaba a hablar con él en perfecto francés, y entonces ahí era el momento en que Alejo hacía un servicio inestimable, un servicio extraordinario a nuestro país, y lo hacía con gusto y humildad, además. El caso es que Alejo le decía al presidente: –Aquí está el embajador de Cuba, él tiene un mensaje muy importante para usted. Y ahí mismo se resolvía el trámite, la gestión de una futura entrevista o la propia solución del problema de manera expedita. –Bueno, respondía Mitterrand, vaya a verme mañana por la tarde. Imagínate, si tenía que pedir todo eso por “los canales correspondientes”, le podían responder, quién sabe cuándo: —Venga el día tal del mes tal, digamos, el martes día 10 a las 4 de la tarde, y tiene 20 minutos. Es un decir, desde luego. Porque se supone que la agenda de un presidente esté siempre ocupada. La diplomacia cultural no es ingenua, la diplomacia cultural se expresa de muchas maneras y siempre se realiza con marcada intencionalidad. Tributa a la imagen país, por ejemplo; permite redoblar, dirigir la influencia política o ideológica en determinados sectores en el exterior, tratar de conquistarlos. Por eso hay quien confunde la diplomacia cultural cuando ésta deviene poder blando, es decir, una manera, una manifestación concreta de ejercer el poder y de conseguir la hegemonía sin violencia. (En realidad, es otro tipo de violencia.) En lo que respecta a Estados Unidos, y a otros países también, puede afirmarse que generalmente ha ejercido la diplomacia cultural de esta manera, o sea, como poder blando. Nosotros hemos conocido muy bien esa práctica históricamente. No hace mucho la experimentamos con el gobierno de Obama. Por lo general, después viene la confrontación más directa con otros gobiernos estadounidenses. También se complementan y se articulan con las manifestaciones de poder blando de otros estados políticamente afines a los propios Estados Unidos.
Ahora bien, como te decía, esa relación se da con el resto del mundo también. Todo país, sobremanera los principales países occidentales, y no solo occidentales, que alcanza un determinado grado de desarrollo en su proyección internacional y que valora realmente la diplomacia cultural, tiene representaciones formales e informales, institucionales o no, en otros países. Por ejemplo, la Alianza Francesa, que se considera la primera institución de su tipo en la historia de la diplomacia cultural, ¿en cuántos países se ha establecido? En 136 países. El British Council: ¿en cuántos países está? En más de ochenta naciones. El Instituto Cervantes, de España, ¿en cuántos países tiene sede oficial? En más de 100 ciudades de 54 países. ¿El Instituto Goethe, de Alemania? Ciento cincuenta y ocho sedes en 98 países. Y así…
EMD: El Confucio de China.
OGJ: Efectivamente, el Instituto Confucio, de China, que está extendidísimo (550 sedes en 162 países), a pesar de la resistencia de Estados Unidos y de las amenazas y presiones occidentales. Se extiende porque la cultura china es imprescindible para tener una noción global y multilateral del mundo, de la cultura pluriversal, de la economía y la geopolítica mundial. Entonces, digamos, la diplomacia cultural es un instrumento, una herramienta de incomparable eficacia, clave en el trabajo de las relaciones internacionales y en la importancia para tender puentes entre los pueblos, entre las culturas, entre las comunidades, entre individuos diferentes… Es muy importante para conocer al otro, ese otro de que hablaba Fanon, para saber cómo piensa, cómo se comporta, cuáles son sus intereses, sus vulnerabilidades. A veces hay confusión, pues no toda acción cultural en el exterior constituye una forma de diplomacia cultural. El intercambio cultural, por ejemplo, tiene una acepción en algunos casos diferente, no es diplomacia cultural programada. Olvidé hablar del Instituto Pushkin, de Rusia, un país que vive momentos de negación y pretendido aislamiento cultural, económico y político por parte de Occidente. Rusia ha ejercido y ejerce con fuerza la diplomacia cultural. El Instituto Pushkin central tiene relaciones con más de 25 países. Está la experiencia de los países escandinavos en el ejercicio de la diplomacia cultural. Ellos destinan muchos fondos a practicarla. Francia es un país que destina muchos recursos a la diplomacia cultural; de hecho, Francia interviene en la mayor parte –en una época reciente era en más del 60%– de las películas que se producían en la Unión Europea. Francia intervenía con recursos financieros para ejercer una influencia típica de la diplomacia cultural, de soft power; era coproductor, era patrocinador, y, por supuesto, influía, si no directa, indirectamente en los resultados.
EMD: O ayudaba con la transmisión.
OGJ: O compraba los derechos como parte de esa ayuda. Igual pasa con el libro, igual sucede con otras manifestaciones. La diplomacia cultural llega así y hace esa labor de extensión, esa labor de enriquecimiento y condicionamiento del diálogo.
EMD: Pues, bueno, de ello hemos hablado hoy, de diplomacia pública, cultural, de una forma también de tender puentes y de llegar a espacios donde la diplomacia tradicional muchas veces no puede llegar, pero también pensada como un instrumento que puede convertirse en parte de una guerra de pensamiento.
Por tanto, voy a dejar esta cuestión para un próximo episodio, y dedicarnos a hablar de dos temas de los que ya hemos hablado tanto en el pasado como en este capítulo, para hablar de industrias culturales y hablar también de guerras de pensamiento.
Es lo que viene, no se separe, síganos, búsquenos y así nos encontrará. Estamos a contracorriente.