En 1978, en la ciudad de Alma-Ata, capital de Kazajistán, en ese entonces república socialista parte de la Unión Soviética, tuvo un encuentro internacional patrocinado por la Organización Mundial de la Salud -OMS- y UNICEF (agencias de Naciones Unidas), del que surgió un documento histórico, donde se estableció que la Atención Primaria en Salud -APS- es la estrategia clave para lograr la “salud para toda la población”.

En dicha Declaración se afirmaron principios básicos e irrenunciables:

  • La salud es un derecho humano fundamental y un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no la mera ausencia de enfermedad.
  • La desigualdad en salud es inaceptable y debe abordarse para modificarla.
  • La salud es esencial para el desarrollo sostenible y la paz mundial.
  • Las personas tienen el derecho y el deber de participar en la planificación de su propia atención sanitaria.

De acuerdo a esa histórica posición, la Atención Primaria en Salud “Es la asistencia sanitaria esencial basada en métodos y tecnologías prácticos, científicamente fundados y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad mediante su plena participación y a un costo que la comunidad y el país puedan soportar, en todas y cada una de las etapas de su desarrollo con un espíritu de autorresponsabilidad y autodeterminación. La atención primaria forma parte integrante tanto del sistema nacional de salud, del que constituye la función central y el núcleo principal, como del desarrollo social y económico global de la comunidad.”

Hoy día son pocos los países que centran sus sistemas de salud en torno a la atención primaria. Cuba Socialista es uno de ellos (al igual que la República Popular China, países que pasaron la pandemia de Covid-19 en mucho mejor situación que la gran mayoría de países capitales, donde la salud se “comercia” y no es, como pedía la Declaración de Alma-Ata, un derecho humano fundamental). En la inmensa mayoría de países no-socialistas, la atención primaria brilla por su ausencia, y la salud es una mercadería más que se comercia al igual que otros bienes y servicios. Valga decir, en relación a esa visión, que las grandes empresas farmacéuticas (Pfizer, Merck, Johnson & Johnson, Roche, AstraZeneca, Novartis, Sanofi, etc.) representan uno de los negocios más redituables en la lógica del capital, con facturaciones enormes, no muy lejanas a las petroleras, los fabricantes de armamentos o las tecnológicas informáticas.

Por supuesto, en esa tendencia de priorización de las ganancias, del lucro empresarial, la atención primaria en salud no es lo más redituable. Puede ser el mejor modo de encarar la salud para las poblaciones, pero no es el que genera las mayores facturaciones. Y vemos, en forma creciente, que el ámbito de la salud se mueve más en función de esas ganancias corporativas que en relación a la calidad de vida de los usuarios. La reciente pandemia del SARS-CoV-2 nos lo dejó ver en forma palmaria.

En el año 1998 pasaron por el Caribe y Centroamérica dos devastadores huracanes: el George, que causó enormes daños, y el Mitch, el segundo ciclón tropical más mortífero registrado en la cuenca del Atlántico, ocasionando cerca de 11,500 muertes, con tremendos deteriores en las infraestructuras de los países afectados, con pérdidas de cosechas y los consiguientes problemas sanitarios asociados. En ese contexto, en 1999 Fidel Castro tuvo la excelente idea de formar en Cuba personal de salud de los países de bajos recursos, haciendo eso desde la solidaridad (¿se podrá decir: “internacionalismo proletario”, aunque sea ello un término no muy usado en la actualidad, “pasado de moda”?), pensando en su retorno a los países de origen para brindar salud en sus comunidades con el enfoque de atención primaria, tal como se hace en la isla socialista. Enfoque, sin lugar a dudas, muy efectivo, porque todas las naciones que lo aplican tienen excelentes resultados, aunque allí las compañías farmacéuticas no puedan hacer los mejores negocios. Es evidente que la atención primaria no va de la mano de las abultadas facturaciones de los laboratorios. Prevenir enfermedades no da tanto dinero como curarlas, por eso el personal médico, cada vez más, es preparado en la academia básicamente como meros “recetadores”. En esa perspectiva casi es más importante el visitador médico que el médico propiamente dicho.

Fue así, con esa lógica de la prevención y la atención primaria, que en 1999 se fundó en La Habana la Escuela Latinoamericana de Medicina -ELAM-, abierta a estudiantes de todo el mundo. Es su misión “Contribuir, desde una perspectiva innovadora, a la satisfacción de las demandas crecientes de médicos orientados hacia la atención primaria de salud en diversas regiones de América Latina y otras latitudes del mundo, con un alto nivel académico; a la solución de los problemas científico-técnicos de la salud, el desarrollo sustentable y la elevación de la cultura universal en el contexto del ejercicio médico.”

A partir de esos principios fundacionales la Escuela ha formado a innumerables médicos -y también personal paramédico, como enfermeros y diversos técnicos en salud- de más de 120 países, fundamentalmente de Latinoamérica y África, recibiéndose igualmente a estudiantes de Estados Unidos y de Asia. En caso de estudiantes no hispanohablantes, se da un curso de inmersión en lengua española -si el candidato no domina previamente el castellano-, pues todas las clases se imparten en ese idioma.

Por lo pronto, la ELAM fue considerada como probablemente la facultad de ciencias médicas más grande de todo el mundo, dado el volumen de alumnos que maneja, rondando los 20,000. Importantísimo considerar que tanto la matrícula como el alojamiento y la manutención son gratuitos para los médicos y personal en tecnologías sanitarias en formación, recibiendo cada uno de ellos o ellas una pequeña beca, todo pagado por el gobierno revolucionario de Cuba. El nivel técnico-profesional de la escuela es muy alto, a tal punto que está reconocida su excelencia académica tanto por la Comisión Educativa para Graduados Médicos Extranjeros de Estados Unidos como por la OMS.

En 1961 Argelia rompió el yugo colonial con su amo imperial, Francia (¿centro de la cultura y la democracia? Discutible eso ¿verdad?). El personal médico francés marchó en masa hacia su país luego de esa liberación, por lo que Argelia quedó prácticamente sin atención sanitaria. Pero a partir de ese momento, el gobierno cubano decidió implementar regularmente una ayuda en el campo de la salud, a partir del pedido del naciente gobierno argelino. Cuba socialista respondió solidariamente, enviando una misión de 54 profesionales: 29 médicos, 4 estomatólogos, 14 enfermeros y 7 técnicos de salud. Todos ellos participaron voluntariamente, como parte de la ética socialista que comenzaba a delinearse en la isla caribeña. Esa fue la llama inspiradora de las posteriores Brigadas Médicas Cubanas -BMC-, que pasaron a ser parte de la colaboración en el campo de la salud que Cuba Socialista presta a innumerables pueblos en el mundo.

Esas misiones solidarias se han sabido ganar el reconocimiento de innumerables países donde colaboran. De esa cuenta, habiendo participado en 165 países de los cinco continentes (Estados Unidos rehusó esa ayuda luego del devastador huracán Katrina que sufriera en 2005, mal manejado por la administración federal, causando cerca de 2,000 muertes -población afrodescendiente en su mayoría, la más olvidada y vulnerable- y 100,000 millones de dólares en pérdidas materiales), se atendieron 2,300 millones de consultas, salvando la vida de 12 millones de personas. En la actualidad las Brigadas Médicas Cubanas prestan sus servicios en 56 países con 24,000 personas trabajando (médicos, estomatólogos, enfermeros, técnicos sanitarios), dando consulta en las diferentes especialidades médicas (muchas veces en zonas inhóspitas, donde profesionales locales no van), atendiendo también en catástrofes naturales y crisis sanitarias -epidemias, por ejemplo.-, a lo que hay que agregar 1) la Operación Milagro, destinada a la atención de patologías oculares, con 3 millones de personas atendidas, y 2) la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana -ELAM-.

Dato nada despreciable: la actual administración de la Casa Blanca, con un planteo abiertamente neofascista de su presidente Donald Trump (“La población neoyorkina debe optar entre el comunismo de Mandani o el sentido común”, dijo el mandatario), está haciendo lo imposible por cerrarle el paso a esas Brigadas, que representan un ingreso económico para el gobierno de La Habana, intentando asfixiar más aún a Cuba, profundizando el inmoral e inaceptable bloqueo de 62 años.

Definitivamente la histórica propuesta de Alma-Ata de poner el acento en la atención primaria ha calado hondo en la ideología socialista, y Cuba lo demuestra, entendiendo sin reticencias que la salud es un derecho humano fundamental, básico e inalienable.

Blog del autor: https://mcolussi.blogspot.com/

Por REDH-Cuba

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Washington, operación de falsa bandera contra Venezuela. Estados Unidos a lo largo de su historia cuenta con una extensa lista de falsas banderas para atacar o invadir a países que no le son afines o para adueñarse de sus riquezas. Actualmente desarrolla una de esas operaciones contra la República Bolivariana de Venezuela para lo cual ha creado todo un maratón de falsas informaciones en las que acusa a dirigentes de esa nación de ser narcotraficantes, mientras a la par llena la zona del mar Caribe frente a Caracas de numerosos barcos de guerra, incluyendo submarino atómico y el mayor portaaviones del mundo. Y es que Estados Unidos cuando va a intervenir en un país lo primero que hace es «crear» una justificación mendaz pero con visos de una falsa «realidad» para que los medios de comunicación lo acompañen y de esa forma tratar de convencer a su pueblo y a la comunidad internacional de que resulta completamente necesaria su programada intervención. La base principal es mostrar al país, donde ya tienen prevista lanzar las garras del águila, como si allí solo existiera muerte, destrucción y que con la llegada de las fuerzas militares estadounidenses se le devolvería “la paz y la democracia”. Son muchas las operaciones lanzadas por Estados Unidos contra diversas naciones del mundo y enumerarlas llevarían un largo tiempo, pero citaré algunas de las más relevantes que dan la medida de la agresividad demostrada por Washington para obtener sus objetivos. El 15 de febrero de 1898 estalló el acorazado estadounidense Maine, que se encontraba en la bahía de La Habana, con la excusa de realizar una «visita amistosa» a una de las dos coloniales que mantenía España en el mar Caribe: Cuba y Puerto Rico. Murieron 266 marineros e inmediatamente los medios de comunicación estadounidense acusaron a España, sin ninguna prueba, de haber volado la embarcación con una mina submarina. Dos meses después, en abril, ese hecho sirvió de pretexto para iniciar la Guerra Hispano-Estadounidense. El naciente imperio norteamericano derrotó a las fuerzas españolas y como consecuencia Madrid perdió no solo a Cuba sino también Puerto Rico, además de las Filipinas y Guam. Prácticamente las fuerzas mambisas cubanas estaban a las puertas de derrotar a los colonialistas españoles después de décadas de enconadas luchas. Posteriormente, con el pretexto de la doctrina del “Destino Manifiesto”, surgida durante el siglo XIX que cimentó la política expansionista norteamericana, la Casa Blanca intervino militarmente en Haití, Nicaragua y República Dominicana. Mediante la fabricación del incidente del Golfo de Tonkín el 4 de agosto de 1964 en la que Washington acusó al Ejército Popular de Liberación vietnamita de atacar barcos estadounidenses, se desató otra operación de falsa bandera que dio motivos a la administración de Lyndon B. Johnson para lanzar destructivos ataques contra esa nación asiática. Documentos desclasificados en 2005 por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos determinaron que los informes se habían tergiversado con deliberación y que los agentes a cargo de estas operaciones muy posiblemente sabían que era una manipulación. Con esa funesta guerra, Washington quería impedir la influencia de la Unión Soviética y de China en la región asiática. Años después, con motivo de apoderarse de los ricos yacimientos petrolíferos de Irak (como afirmó en 2007 en sus memorias el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan) y extender su poderío por el Medio Oriente donde existen extensas zonas de hidrocarburos, la Casa Blanca creó un amplia operación de falsa bandera. El imperio estadounidense y los medios de comunicación hegemónicos occidentales iniciaron una campaña para acusar a Bagdad de poseer armas de destrucción masiva que serían usadas contra los países vecinos y los propios iraquíes. Amparado en esa falsa bandera, en 2003 Estados Unidos y una coalición integrada por el Reino Unido y otros países de la OTAN bombardearon e invadieron el país árabe para eliminar al presidente Saddam Hussein. Aún hoy en 2025 Irak sufre las consecuencias de esa demoledora guerra. Como son insaciables las ansias petroleras de Estados Unidos, el gobierno de Barack Obama demonizó al líder libio Muammar Ghadafi con el fin de derrocarlo. En marzo de 2011, bajo supuestas masacres en Bengasi, fuerzas de Estados Unidos y la OTAN, con la aprobación de la ONU, lanzaron violentos ataques contra el país árabe. La invasión mató a miles de libios, incluido Ghadafi quien fue torturado y asesinado por fundamentalistas islámicos reclutados, entrenados y armados por el Pentágono, la CIA, Reino Unido y Francia. La verdadera razón fue que Ghadafi quería crear una moneda entre las naciones árabes para sustituir el dominio del dólar. En Afganistán el pretexto para la invasión fue la eliminación de Osama Bin Laden señalado como el autor de los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York y que aún muchos analistas y expertos consideran que fue organizado por el propio gobierno estadounidense y los servicios de inteligencia israelíes. Por eso las innumerables guerras, golpes de Estado y acciones desestabilizadoras dirigidas contra países que no le son afines, dan la medida de la peligrosidad que se cierne actualmente contra Venezuela pues Estados Unidos durante años ha estado creando informaciones de falsas banderas para demonizar al presidente constitucional Nicolás Maduro Moros y a la dirigencia bolivariana, aunque como se conoce el verdadero objetivo es adueñarse de las reservas de petróleo, oro y otros minerales que posee la nación sudamericana. Cada vez se hace más necesario detener esa enorme amenaza militar de Washington contra Caracas además, desestabilizaría a todo el Caribe, a la América del Sur y sus efectos podrían alcanzar al propio Estados Unidos. Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional. Por Hedelberto López Blanch

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