El 22 de agosto de 1961 nació la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Fue la culminación de un proceso que consagró la unidad del movimiento artístico e intelectual en torno a la Revolución triunfante y selló la identidad entre la vanguardia de los creadores cubanos y la vanguardia política del país. Sesenta y cuatro años después, la UNEAC sigue siendo una organización comprometida con la cultura y el destino de la nación.

Lo que comenzó siendo un núcleo reducido de creadores, concentrados básicamente en la capital, se expandió a lo largo y ancho del país, sustentado en la formación de talentos en universidades y centros de la enseñanza artística. Hoy, más de 9 000 miembros forman parte de nuestra organización, agrupados en cinco asociaciones que cuentan con filiales en los 14 Comités Provinciales y en la Isla de la Juventud.

Para los escritores y artistas es imposible no tener presente a Fidel; Fidel alentó la fundación de la UNEAC, clausuró el Primer Congreso de los Escritores y Artistas en 1961, intervino en varios de los Congresos y Plenos del Consejo Nacional y sostuvo a lo largo del tiempo un diálogo permanente y fecundo con su membresía. Su vínculo con esta organización fue íntimo, emotivo, intenso y sistemático durante décadas.

El 30 de junio de 1961, reunido con escritores y artistas del país en la Biblioteca Nacional, el líder de la Revolución pronunció lo que pasaría a la historia como Palabras a los Intelectuales. Allí expresó:

Ustedes van a constituir pronto la Asociación de Artistas, van a concurrir a un Congreso. Ese Congreso debe celebrarse con espíritu verdaderamente constructivo y tenemos confianza en que ustedes son capaces de realizarlo con ese espíritu. De él surgirá una fuerte Asociación de Artistas y Escritores a donde deben acudir todos con espíritu verdaderamente constructivo (…). Ya es hora de que ustedes, organizadamente, contribuyan con todo su entusiasmo a las tareas que les corresponden en la Revolución (…).

Sobre esas ideas volvió durante la clausura del histórico Congreso fundacional:

[El Congreso] se reunió con profundo espíritu democrático y con verdadero espíritu fraternal, porque la unión que aquí ha prevalecido —unión tan firme y tan honda, tan espontánea y tan sincera entre los escritores y artistas; unión que ha hecho que en vez de ‘Asociación’ el organismo se llame ‘Unión’— es el producto de ese espíritu de que hablábamos, ese espíritu de entrega a la causa revolucionaria, esa conciencia del valor de la tarea que a cada cual le corresponde, ese renunciamiento de pasiones, ese renunciamiento de egoísmos, de personalismos y de ambiciones. Esa unión es la mejor prueba, porque ¿habría sido posible en otras circunstancias tan estrecha unión?, ¿se habría podido producir jamás un congreso semejante, una hermandad semejante, una comprensión semejante? No, para ello era necesario, primero que nada, la gran depuración que la Revolución ha significado en todos los órdenes; y, en segundo lugar, el espíritu generoso y desprendido que la Revolución ha inculcado a los verdaderos patriotas, a los verdaderos creadores, a los verdaderos y dignos ciudadanos de este país.

No se puede hablar del origen y nacimiento de la UNEAC sin referirse a estas reuniones de junio de 1961. Pero lo cierto es que habría muchas otras palabras a los intelectuales de Fidel, prácticamente en todos los congresos y reuniones de la UNEAC, y es que Fidel inauguró un método, una práctica de diálogo con la vanguardia artística e intelectual cubana que trascendió al tiempo y las circunstancias. Ello permitió que se salvaguardara la unidad entre los artistas y escritores cubanos, al tiempo que se potenciaba la democratización de la cultura por todo el cuerpo social de la Isla. Fidel entendió desde el inicio que era imposible una verdadera y perdurable Revolución en Cuba, sino se producía una profunda revolución cultural.

Desde su época de estudiante universitario, Fidel atisbó la trascendencia futura de la más brillante de las bailarinas cubanas: Alicia Alonso, con quien compartió la pasión independentista y las ansias de justicia social. En los años 50, con Alfredo Guevara en la colina universitaria soñó la Revolución por venir y, una vez consumada estimuló el desarrollo de una industria cinematográfica propia, mientras que con Nicolás Guillén disfrutó de la auténtica poesía. Al decir de Eusebio Leal, Fidel era un revolucionario todo el tiempo «que reunía en sí el brío de la mano que empuña y la fuerza de las ideas que la gobiernan».

Fidel fue un gran interlocutor en cada uno de los encuentros con la membresía de la UNEAC y escuchó con sumo interés todo cuanto opinaba. A su entendimiento del papel esencial del arte y la literatura en la Revolución cubana debemos el acceso universal de los cubanos al disfrute del arte y la fundación de cientos de instituciones culturales y escuelas formadoras de un talento artístico que adquirió pronto relieve internacional.

Siempre visionario, no solo se preocupó por mejorar las condiciones para que los escritores, artistas e intelectuales pudieran desplegar todas sus potencialidades en un ambiente de amplia libertad de creación, sino por lograr que lo mejor de nuestra cultura llegara al corazón mismo del pueblo. En los momentos más difíciles no dudó en señalar que lo primero que había que salvar era la cultura.

Mantener la unidad a que siempre nos convocó y consolidarla sin merma de la singularidad de las expresiones artísticas y literarias, y a partir de una vocación participativa en la construcción, renovación y aplicación de la política cultural han sido, a la vez, los principales logros y los más retadores desafíos que ha enfrentado la UNEAC en seis décadas y media. Se trata de cimentar, permanentemente, una cultura del diálogo, de debates inclusivos en los que predomine la honestidad intelectual y la más absoluta transparencia, bajo el denominador común de la ética revolucionaria y el compromiso con los ideales de justicia y equidad que marcan la brújula de la sociedad socialista. Eso lo aprendimos con Fidel, el mecenas más ferviente del arte y la literatura en nuestro país, que en más de una ocasión aseguró que los escritores y artistas éramos «el puñado de semillas que se siembra en el surco de la Revolución para hacer el porvenir».

El 1ro. de abril de 2008, a los asistentes al VII Congreso de la UNEAC, Fidel envió un mensaje en cuyas líneas finales se lee: «Partiendo de nuestros esfuerzos sanos, patrióticos e internacionalistas en las tareas manuales e intelectuales que realizamos cada día, me atrevería a expresar: todo lo que fortalezca éticamente a la revolución es bueno, todo lo que la debilite es malo».

Próximos a cumplir 65 años de la fundación de la UNEAC y celebrando su centenario, para los escritores y artistas cubanos ese mandato es irrevocable. Sus ideas hoy siguen convocándonos a poner lo mejor del arte y el pensamiento humanista en función del pueblo y de las causas más nobles de la humanidad. La UNEAC de hoy sigue teniendo en Fidel ese paradigma de revolucionario completo y culto, convencido de que la gestión política y la resistencia ante la agresión imperial debían asentarse en la sustancia de la cultura. La vigencia imperecedera de su ideario y perpetuas obras de infinito amor para Cuba y el mundo, nos animan hoy en todas y cada unas de las obras que hacemos en defensa de nuestra Patria y nuestra Revolución.

Fuente: Sembrar ideas

Por REDH-Cuba

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