Con motivo del 80 aniversario de las relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre Canadá y Cuba, palabras de Arnold August, acompañadas con la presentación de su libro Fidel Castro: la visión de un canadiense, pronunciadas en el Parlamento de Canadá (Sala 301), en Ottawa, el 3 de diciembre de 2025, durante un encuentro organizado por el Grupo Interparlamentario de Amistad Canadá-Cuba.

Mi más sincero agradecimiento a los copresidentes del Grupo Interparlamentario de Amistad Canadá–Cuba: el diputado del Bloc Québécois, Gabriel Ste-Marie, por la circunscripción de Joliette, y la honorable senadora Judy A. White, de Terranova y Labrador, por su invitación. Siempre es un honor compartir este espacio con Su Excelencia, el embajador de Cuba en Canadá, Rodrígo Malmierca Díaz. Hoy nos reunimos para destacar el año 2025, que marca el 80.º aniversario de las relaciones diplomáticas entre Canadá y Cuba – un hito ininterrumpido en nuestro hemisferio, igualado únicamente por México.

En esta ocasión, permítanme destacar un tema central de mi cuarto libro sobre Cuba y América Latina. Esta obra analiza a dos figuras importantes, Fidel Castro y Pierre Trudeau, y estudia la dinámica del triángulo Canadá-Cuba-Estados Unidos entre 1959 y 1976. También muestra cómo los partidos Conservador y Liberal, que han gobernado Canadá desde 1959, han desempeñado un papel esencial en la evolución de esta relación única. Otras formaciones políticas también han contribuido – y siguen contribuyendo – como explicaré más adelante.

En el momento de la Revolución cubana de enero de 1959, el jefe del Partido Conservador y primer ministro, John Diefenbaker, defendió la continuidad de las relaciones diplomáticas entre Canadá y Cuba. Lo hizo a pesar de la presión ejercida por los Estados Unidos bajo el presidente John F. Kennedy. Cuando Kennedy intentó obligar a Diefenbaker a sumarse al esfuerzo encabezado por los Estados Unidos para imponer el bloqueo contra Cuba y otras medidas coercitivas, Diefenbaker, el agricultor de las Praderas, le respondió con firmeza al intelectual acomodado de Boston. Le recordó que “Canadá no es un Boston en el estado de Massachusetts”.

Esta tendencia política también desempeña un papel esencial en las relaciones entre Canadá y Cuba.

¿Quién invitó a Fidel Castro a Montreal apenas unos meses después de enero de 1959? Para entender la complejidad del momento, hay que recordar que, aunque Fidel gozaba de una gran admiración internacional, una amplia campaña de desinformación dirigida por los Estados Unidos se propagaba – incluso en los medios de comunicación tradicionales canadienses. Esta campaña atacaba los procesos judiciales de la Revolución, incluidos los juicios y las ejecuciones de los torturadores y asesinos del régimen de Batista – medidas reclamadas por las familias de las víctimas.

Sin embargo, la persona que invitó a Fidel y lo recibió durante su visita de 24 horas a Montreal no era un “izquierdista” ni siquiera un liberal. Se trataba de Claude Dupras, un conservador tanto a nivel federal como municipal.

¿Por qué se sentía atraído por Fidel Castro? En el momento de la Revolución cubana, a finales de los años cincuenta y en 1959, Quebec vivía la atmósfera naciente de su propia “Revolución tranquila” multipartidista, iniciada en 1960, que cuestionaba el control estadounidense-anglosajón sobre sus vastos recursos hidroeléctricos. El objetivo era convertirse en “dueños de casa”. Dupras veía en Fidel a un dirigente que le plantaba cara a los Estados Unidos en nombre de un país pequeño. Invitarlo a Montreal era, por tanto, algo natural. Las escenas espontáneas en las calles en abril de 1959, así como las fotos de entrevistas televisivas que presento en el libro, muestran el apoyo generalizado a Fidel en Quebec – a pesar de la campaña de desinformación. Se ve claramente cómo la gente rechazaba esas calumnias.

En la conferencia de prensa de abril de 1959 en Montreal, ¿a quién vemos inclinarse para entrevistarlo? Nada menos que a René Lévesque, el periodista más conocido de Quebec en esa época, soberanista en ciernes y precursor del actual Bloc Québécois, representado hoy por diputados como Gabriel Ste-Marie. El libro muestra que, además de conservadores y liberales, esta tendencia política también desempeña un papel esencial en las relaciones entre Canadá y Cuba.

Pero aún hay más que decir. A Pierre Trudeau se le asocia con frecuencia con su visita oficial a Cuba en 1976. Sin embargo, pocos saben que ya había estado en Cuba antes, incluso en 1964, como parte de una delegación de amistad Canadá-Cuba. ¿Qué formación política organizó ese viaje? En gran medida, el NDP socialdemócrata, del que Pierre Trudeau era miembro en ese momento.

En 1995, durante una reunión conjunta en Ottawa entre los responsables de asuntos exteriores de Canadá y Cuba, a la que asistió Pierre Trudeau, el embajador de Cuba le agradeció haber sentado las bases de las relaciones canado-cubanas. Pierre Trudeau lo corrigió: según él, el mérito debía atribuirse a John Diefenbaker, quien elaboró la política canadiense hacia Cuba a principios de los años sesenta. ¿Fue solo un comentario cortés? Parece que no. En sus propias Memorias – y como muestro en mi libro – aparece una foto de Pierre Trudeau secándose una lágrima en el funeral de Diefenbaker. Es otra prueba del carácter verdaderamente multipartidista de las relaciones entre Canadá y Cuba.

Por supuesto, Pierre Trudeau también dejó su propia huella. Después de su reelección en 1972, se tomó la decisión de que viajaría a Cuba en 1976 para reunirse con Fidel Castro. Pierre Trudeau mantuvo esa decisión a pesar de una oposición unánime, expresada en forma de protesta por la intervención de Cuba en Angola – una intervención realizada porque Cuba envió tropas a petición del gobierno angoleño para ayudar a resistir al régimen del apartheid en Sudáfrica. Cuando hablo de “oposición unánime”, lo digo en sentido estricto: el propio Partido Liberal de Pierre Trudeau, los conservadores y prácticamente todos los grandes medios de Canadá y los Estados Unidos le pidieron que cancelara ese viaje. Sin embargo, Pierre Trudeau fue de todos modos.

En 1976, hablando en un español impecable junto a Fidel Castro, concluyó su intervención con un enérgico: “¡Viva el Presidente Ministro Comandante Fidel Castro!”. Todavía hoy, cuando surgen controversias sobre las relaciones Canadá–Cuba y algunos reclaman alinearse con la política estadounidense, los medios suelen recordar ese famoso “Viva”, símbolo perdurable de la tradicional independencia de la política canadiense respecto de Cuba.

Pero hoy vivimos otra época, con una nueva realidad. Me refiero a la petición presentada en 2024 por el diputado del Bloc Québécois, Gabriel Ste-Marie, aquí mismo en el Parlamento. Esta petición solicita al gobierno de Canadá que exhorte a los Estados Unidos a levantar el bloqueo contra Cuba y retirar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Esta demanda sigue siendo válida y merece el respaldo de todos los partidos políticos en el Parlamento, en coherencia con la tradición multipartidista de la política canadiense hacia Cuba.

¿Qué mejor manera de celebrar el 80 aniversario de nuestras relaciones diplomáticas ininterrumpidas que dar nuevos pasos en esa dirección en los próximos meses?

Muchas gracias.

Fuente: Misiones CubaMINREX

Por REDH-Cuba

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