Este es el momento más difícil para la paz y el desarrollo de la región latinoamericana y caribeña después de las purgas dictatoriales y militares del Plan Cóndor y las intervenciones armadas norteamericanas, desde 1898 en Cuba, hasta 1989 en Panamá; el Big Stick del Norte revuelto y brutal que nos desprecia.
El filibustero presidente naranja, Donald Trump, se jacta de su acto de piratería. Una acción geopolítica mediocre y susceptible de reacciones en cadena, como la que realizaron los iraníes al capturar un buque yanqui en el Golfo de Omán, dos días después del atraco al petrolero venezolano por una unidad de operaciones especiales navales de la Marina norteamericana.
Se insiste en la ecuanimidad, la discrecionalidad política y diplomática del gobierno venezolano y los del área, como Cuba y Nicaragua, amenazados de ser los próximos blancos de los ataques militares de las fuerzas armadas de los Estados Unidos.
En esta situación es imposible dejar de pensar en Fidel, en lo que haría en esta coyuntura. Afirmarlo es imposible, lo que sí es posible es ver qué respuestas dio y qué actitud asumió ante momentos críticos como este, y aun en otros más complejos y decisivos que este para la humanidad.
CRISIS DE LOS MISILES O CRISIS DEL CARIBE
Cuando el 22 de octubre de 1962, al decretarse el bloqueo naval contra Cuba y crearse todas las condiciones para bombardear e invadir la Isla se desencadenaba la llamada Crisis de Octubre. Kenedy demandó la retirada de las armas estratégicas soviéticas basificadas en Cuba, y declaró el bloqueo naval, ante lo cual, Fidel, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, respondió decretando la Alarma de Combate para todas sus unidades.
Siempre en su filosofía de lucha ha prevalecido el principio de que es preferible el exceso de alerta ante el exceso de confianza, seguro aprendido de aquel apotegma leninista de que lo más peligroso es subestimar al enemigo y dormir con la idea de que se es más fuerte que él sin sopesar ni estudiar a fondo todas sus fuerzas.
El pueblo respondió al llamado del líder de la Revolución. Nunca antes se había sentido tan cercano el peligro de la agresión militar directa; sin embargo, el país se preparó tranquilamente para enfrentar y resistir el bloqueo total, los golpes aéreos limitados o masivos y la invasión.
A pesar de la alarmante situación y del peligro inminente, en el país reinaban el orden y la tranquilidad. En distintos puntos de La Habana y otras ciudades estaban emplazadas baterías de armas antiaéreas. En aquellos días no se interrumpió la vida cultural y social del país.
En una arrogante decisión, Kennedy decidió aumentar la cantidad de vuelos a baja altura sobre Cuba, incrementando los vuelos rasantes, con lo que aumentaba el peligro de un golpe aéreo sorpresivo.
Teniendo en cuenta eso, el Comandante Fidel Castro tomó la decisión de disparar contra todo avión que violara el espacio aéreo. Se comunicó al jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas que Fidel quería reunirse con él. Y en el encuentro el líder cubano argumentó la decisión de hacer fuego contra los aviones en vuelo rasante a partir del amanecer siguiente.
Un avión U-2 había ingresado al espacio aéreo de la Isla, voló a lo largo de la misma y fue derribado, pereciendo el piloto, mayor Rudolf Anderson, Jr.
El suceso, consecuencia de la escalada yanqui, no era la propuesta de solución al conflicto creado por los Estados Unidos, sino una respuesta táctica acertada, sostenida por principios éticos y preceptos del Derecho Internacional, que concibe que toda nación agredida tiene derecho a defenderse.
Ante la desacertada e inaceptable negociación entre las potencias soviética y norteamericana, para retirar los cohetes nucleares de Cuba, sin contar con la parte cubana, el Comandante en Jefe expuso los Cinco Puntos a tener en cuenta para la solución definitiva del conflicto y desmontar de esa manera la manipulada afirmación de que prevalecía un inmaduro, irresponsable e infantil sentimiento belicista en la joven dirección revolucionaria del país:
- Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos contra Cuba.
- Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes (…)
- Cese de los ataques piratas (…)
- Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
- Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
Los gobernantes norteamericanos no quisieron ni oír hablar de los cinco puntos, considerándolos como un programa inalcanzable entonces.
La manera en que Jruschov actuó después, al producirse la crisis, cuando sin contar con la dirección cubana negoció con Kennedy la salida de los cohetes nucleares de la Isla, y de manera subrepticia negoció esa salida a cambio de la retirada de los misiles nucleares estadounidenses ubicados en Turquía e Italia, dejaron mucho que desear sobre las verdaderas o fundamentales motivaciones que tuvo Jruschov a la hora de proponer a los cubanos la instalación de los cohetes en Cuba.
Terminaba así la etapa más candente de la Crisis.
Cuba mantuvo sus posiciones de principios en todo momento y con la mayor firmeza, su prestigio y su moral. Aunque la crisis fue conjurada y los Estados Unidos se comprometieron a no invadir Cuba, la sostenida agresividad contra la Revolución evidenció que la seguridad del país no podía confiarse a la buena fe del imperialismo y obligó al Estado cubano a mantener unas fuerzas armadas de gran envergadura y moderno equipamiento, aseguradas por una sólida infraestructura en un volumen capaz de asegurar la vida y la actividad de las tropas en tiempo de paz, su despliegue estratégico y una lucha prolongada en tiempo de guerra.
SUCESOS CON EL BUQUE MERCANTE HERMANN
El 25 de enero de 1990 zarpó, del oriental puerto cubano de Moa, el buque mercante Hermann, luego de haber cargado en sus bodegas mineral de cromo con destino al puerto mexicano de Tampico. El buque mercante Hermann, portaba el pabellón panameño y contaba con una tripulación cubana de 11 compañeros. Estaba arrendado por la Empresa de Navegación Caribe de Cuba.
El buque navegaba a la altura del Canal de Yucatán cuando detectaron que un guardacostas los estaba siguiendo. La embarcación de Estados Unidos se aproximó por la izquierda del buque mercante y, empleando mangueras con agua a presión, conminó a la tripulación del buque para que detuviera su máquina, a fin de efectuarle una inspección. El mercante mantuvo su rumbo y velocidad.
Más tarde, cuando el buque se encontraba a unas 200 millas al este de Tampico, el guardacostas disparó cuatro ráfagas de ametralladora delante de la proa, pero el Hermann continuó su rumbo, seguido por los acosadores, a unos mil metros de distancia.
El Capitán del Hermann tomó las medidas pertinentes para proteger a la embarcación ante posibles ataques de mayor envergadura e incluso el abordaje del buque por parte del guardacosta norteamericano.
También, realizó maniobras de colisión contra el guardacostas yanqui, que durante la noche lo mantuvo iluminado con reflectores en varias ocasiones, y haciendo disparos de intimidación, para que se detuviese.
Cerca de las aguas territoriales mexicanas, el guardacostas atacó directamente al Hermann, apenas a 80 metros de distancia, aproximadamente. La vida de los 11 tripulantes estaba en grave peligro.
Cuando la nave cubana se acercó a las dos torres de petróleo, ya en aguas territoriales mexicanas el guardacostas intensificó su ataque, con el propósito de hundirlo.
El Hermann, en aguas territoriales mexicanas, fue sometido a una primera inspección por dos buques de patrulla, sin hallarse evidencias de droga o de carga ilegal a bordo. Después de la boya de recalada del puerto de Tampico, los dos comandantes realizaron otra inspección, más minuciosa, la que no arrojó indicios sobre transporte de sustancias prohibidas.
En la cubierta y en la superestructura del buque Hermann se podían apreciar unos 50 impactos de bala de grueso calibre, que alcanzaron y dañaron el tubo de escape de diésel; un tanque de agua caliente, y causaron otros destrozos en la sala de máquinas.
También los proyectiles impactaron en el tanque de aceite del servomotor; en los mamparos de la banda de babor, el de popa en el cuarto de plantas; en la chimenea y los camarotes del Capitán y del Segundo oficial.
De acuerdo con el testimonio del Capitán del Hermann, Diego Sánchez, el buque estuvo a punto de volar, porque un proyectil de grueso calibre por poco impacta en los generadores de la máquina principal. Dejó un hueco a escasos diez centímetros de esos equipos.
Cuando regresaron a Cuba, en avión, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz los recibió, y luego habló en el multitudinario homenaje que le ofreció el pueblo en áreas aledañas al antiguo monumento al Maine[1].
Sobre los sucesos Fidel reflexionó[2], iniciando el diálogo con el pueblo reunido y la concentración televisada:
“Voy a tratar de hablar con calma, porque precisamente calma es lo que se necesita ante los hechos. Digo calma porque no podemos dejarnos arrebatar por la ira, no debemos dejarnos arrebatar por el furor, no debemos perder ni un solo segundo la sangre fría, pues una de las características de nuestro pueblo y de nuestra Revolución ha sido siempre la sangre fría…”
“Registrar ese barco no era una necesidad. No solo era ¡legal desde todo punto de vista, era arbitrario, también era innecesario, se trataba de una provocación. Decirles a los tripulantes —y eso tiene que haber sido lo que más los indignó— que pararan para registrar el barco, para inspeccionarlo, para ver si llevaba droga, era una ofensa, era una vileza, era una canallada, que resultaba insultante, indignante, hiriente”…
“Así que se ve a las claras cuál era el objetivo. Quisieron provocar y probar cuál podía ser el estado anímico de los cubanos, porque estos cada vez que cometen un crimen por ahí, creen que los demás se asustan. Ellos no saben que el crimen multiplica la valentía de nuestro pueblo, multiplica nuestro coraje y multiplica nuestra decisión. Pero a medida que eso se multiplica, es por lo que digo que hay que multiplicar la sangre fría, porque frente a este tipo de hechos, hay que seguir la táctica y estrategia que se corresponden con la línea adecuada de respuesta. Nosotros sabemos muy bien qué debemos hacer frente a cada una de las acciones del enemigo —naturalmente, no lo podemos discutir en público—, cuál es la estrategia, qué puede y debe hacerse, dónde debemos hacerlo y cómo debemos hacerlo”.
“En ningún momento haremos lo que a lo mejor piensan, o lo que esperan, o lo que pueda hacerles el juego; hay que utilizar el valor, pero hay que utilizarlo con la inteligencia. Otras veces lo hemos dicho: hay que combinar la inteligencia con el valor. Eso es lo que conduce a la victoria”…
“Le dije con relación al ultimátum —y aquí se emplearon algunas palabras «gordas»…
Yo le digo así al compañero Arbesú, al que le han comunicado a las 12:00 y unos minutos el ultimátum ese: Tienes que decirles a los H de P estos”… Que el barco va a seguir y que se deja registrar solo por autoridades mexicanas en aguas mexicanas, pueden ser aguas jurisdiccionales o pueden ser dentro de las 200 millas. Que la tripulación solo se dejará registrar por autoridades mexicanas en aguas mexicanas.» Es decir que se está presentando una solución, no es un problema sin solución, hay una solución: ¿Usted cree que ese barco lleva una carga? Sígalo, y cuando llegue a aguas mexicanas que los mexicanos lo registren, con autorización de Cuba, en aguas mexicanas. Si es con los mexicanos, nosotros estamos dispuestos a darles permiso en cualquier lado, porque son fraternales las relaciones, son de respeto, que no tenemos por qué hacerlo con los bandidos estos”…
“Prosigo con las instrucciones a nuestro Jefe de Oficina de Intereses. «Si te dicen que ese barco tiene bandera panameña, tú les dices que la bandera es panameña, pero que los cojones que están dentro del barco son cubanos. Que la tripulación no acepta dejarse registrar por una cuestión de honor, y porque no tienen confianza en la porquería de marina y autoridades americanas, porque son capaces de fabricar cualquier mentira y cualquier paquete al barco; que desconfían de ellos y, por honor, no se dejan registrar. Que ellos son responsables de la vida de cualquiera de los tripulantes de ese barco, y que cualquier cosa que les ocurra a los tripulantes de ese barco, ellos son responsables; que lo tomen y lo anoten para que después no haya confusión”…
“Vean cómo hay una solución clara, fácil, del problema; si realmente hubiera alguna preocupación, que era infundada, mentira, pero si la hubiera, bueno, esta era la solución. Nosotros proponemos una solución”.
«Díselo así, que la cuestión del argumento de la droga es una provocación, tal como lo vemos nosotros, que es una provocación, que es un argumento cínico y que es un argumento de H de P. Díselo aunque te boten a ti mañana de ahí», le añado.
“Así que ellos saben, ellos tienen una respuesta, ellos tienen una respuesta y tienen una solución, y tienen una argumentación clara, lógica, justa, irrebatible; además, se les advierte que no se van a dejar registrar”…
«Los tripulantes están decididos a no dejar que los yankis los humillen, y tienen toda la razón, no solo por una cuestión de honor, hasta por una cuestión práctica, estos son unos superhijos de P y pueden hacerle un paquete al barco. Los tripulantes tienen desconfianza, con razón”…
“Ahora vean que la decisión de atacar al barco, según cables que han llegado, hoy, la toman en reunión, después de reunirse tres veces, funcionarios del Departamento de Estado, del Departamento de Defensa y del Consejo Nacional de Seguridad. Esta decisión tiene que haber sido consultada con el Presidente de Estados Unidos, ¡tiene que haber sido consultada con el Presidente de Estados Unidos! Y tiene que haber sido el Presidente el que tomó la decisión, porque funcionarios de los tres departamentos no toman una decisión de esta naturaleza, como es entrarle a cañonazos a un barco mercante en aguas internacionales y tratar de hundirlo. Podían matar a todos los tripulantes de ese barco. Era un acto agresivo serio, una provocación grave”.
“Vean ustedes qué nivel de arrogancia, de prepotencia, es el que está mostrando el imperio. Es bueno que meditemos sobre esto, porque de todo esto tenemos que ir sacando cada día nuestras conclusiones, por si hay algunos que todavía dudan, si algunos no se han acabado de convencer de las cosas que hemos dicho, el tipo de mundo que se está formando, el tipo de paz que espera a los pueblos del Tercer Mundo y la lucha que tenemos que librar; nadie la va a librar ni queremos que nadie la libre por nosotros, pero para que tengamos una idea de la magnitud de los problemas, de la gravedad de los problemas.
“Vean qué cosa tan impúdica…
Han estado una hora y 45 minutos bajo el fuego y estos hombres no tenían un arma con qué responder, y avanzaban, seguían, no se detenían; mantuvieron la guerra moral con el enemigo, la guerra verbal, les respondían como tenían que responderles”.
“Estos hombres se han enfrentado al imperio sin un arma, se han enfrentado a las escuadras así; porque ese guardacostas significaba la poderosa marina y la poderosa escuadra yanki, no era un barco de un pequeño país del Caribe, era un barco que representaba el poder de Estados Unidos, que estaba siendo empleado allí para hundir el barco, aunque sacrificaran la vida de los tripulantes”.
“Es algo verdaderamente asombroso, algo verdaderamente excepcional la conducta de estos hombres. Hay que ponerse en su lugar, la distancia a que están de su país, el no tener un arma. Se enfrentan al imperio, se enfrentan a las órdenes del jefe del imperio que ha dado instrucciones de disparar, y disparar a matar cómodamente; quizás lo despertaron, y allí tal vez se tomó la molestia de hablar por teléfono con los que le consultaron la decisión de disparar contra el barco y hundir el barco. Una cosa bochornosa, cobarde, ingloriosa, típica del imperio. Y a ese imperio tenemos que conocerlo bien y todos los días tenemos que conocerlo mejor”.
“Estos hombres han realizado una extraordinaria proeza, una extraordinaria heroicidad. Hemos visto películas de gente combatiendo, de gente haciendo cosas heroicas, pero jamás algo tan extraordinario como esa película de esa madrugada, de esos hombres allí, que soportan el fuego del guardacostas durante una hora 45 minutos, no vacilan y continúan; cuando el barco puede incendiarse, cuando ya no tenían salvavidas, cuando ya no tenían oportunidad de salvarse, excepto que se rindieran, no se detienen , continúan, y continúan dispuestos a estrellarse contra la costa o contra las torres de petróleo, o arder allí, consumirse en una hoguera antes que caer en manos de los imperialistas”.
“Ha sido a mi juicio— una proeza extraordinaria la que ellos han llevado a cabo, con una gran sencillez. Me imagino que mucha gente se pregunta qué es un héroe. Aquí tienen ustedes a estos héroes, surgidos de la noche a la mañana, hombres sencillos del pueblo”.
“¡No se sabe lo que vale ese mensaje que estos hombres les han enviado a los imperialistas!, ¡no se sabe lo que vale! Les han dado una insuperable lección, porque si estos hombres no se detuvieron allí, donde no tenían ni un arma y han acudido al machete, al hacha, al cuchillo de la cocina y hasta al destornillador, ¿qué les están diciendo a los yankis? Les están diciendo con toda claridad: No se equivoquen, imagínense lo que les va a pasar aquí cuando se tengan que enfrentar a los cañones de miles y miles de tanques —nada más que para hablar de una cosa—, a las bocas de millones de fusiles, ametralladoras, armas de todo tipo y de todos los calibres”.
“Aquí tenemos el plomo ese. Vamos a ver si ellos les tienen tan poco respeto a los plomos como les tienen nuestros hombres, como les tuvieron estos tripulantes. Vamos a ver, y parece que algún respeto les tienen porque enseguida se ponen el chalequito, el casquito y todo. Pero de eso no les va a quedar ni polvo aquí, ni polvo, a los agresores de nuestra patria cuando tengan que enfrentarse a un pueblo, a este pueblo, no a un grupo de hombres desarmados, cuando tengan que enfrentarse con el pueblo armado y preparado, y con todas las armas, las que tenemos y las que estamos haciendo, además, para que a nadie le falte su granada, su mina”.
“La provocación imperialista ha sido el ridículo del siglo. Me imagino que se hayan estado riendo de los yankis en el mundo, una sonrisa de oreja a oreja en los países del Tercer Mundo, porque no han podido detener ni hundir el barco”.
“Así que no han podido nada, no han podido engañar a nadie ni confundir a nadie. Han demostrado una vez más ante el mundo su felonía, su descaro, su desvergüenza, su cinismo; han herido profundamente la sensibilidad de nuestro pueblo, han multiplicado su indignación y su fuerza, como ocurrirá con cada cosa que hagan, hasta el día en que llegue la hora cero, hasta el día en que llegue la hora de la verdad, que puede llegar al paso que marchan los acontecimientos, al paso que marcha la arrogancia imperialista”…
GUERRA EN EL GOLFO PÉRSICO (agosto de 1990)
Sobre ese acontecimiento hubo tres momentos trascendentales en la conducta de Fidel y Cuba. La primera fue el papel de la diplomacia cubana en el Consejo de Seguridad de la ONU, al rechazar todas las propuestas norteamericanas de emplear el uso de la fuerza, la amenaza u otro método coercitivo ajeno a la paz, la estabilidad de la región y la solución diplomática y política del conflicto; segundo, las recomendaciones indirectas que realizó a la dirigencia iraquí de aquel momento, en que reflexionando públicamente dejó establecido tres principios a tener en cuenta en cualquier situación crítica como la que se dio: las guerras se evitan, cuando se vuelven inevitables hay que pensarlas bien, organizarlas bien y una vez desencadenadas deben concluir con la victoria o la muerte digna, nunca con la bochornosa rendición. Sobre este particular dijo que esa nunca sería la opción cubana, que en todo caso una guerra en Cuba siempre terminaría con la victoria.
El tercer momento fue durante el discurso pronunciado en la tercera graduacion del contingente del Instituto de Ciencias Médicas de La Habana, en el Teatro «Carlos Marx», el 27 de agosto de 1990. Allí expresó estas ideas:
“Nosotros hacemos un gran esfuerzo por evitar la guerra, poner un granito de arena por la paz, tratar de que el conflicto se resuelva sin sangre, pero allá en Iraq tenemos alrededor de 250 trabajadores de la salud, médicos, enfermeras, técnicos medios. No tiene sentido que cuando hay un peligro de guerra saquemos de allí a ese personal, y ellos no quieren irse, ellos quieren estar allí en su puesto.
Hace muchos años que nosotros tenemos médicos en Iraq, y durante muchos años, durante la guerra anterior, estuvieron allí prestando sus servicios, y los prestaban tanto a los iraquíes como a los prisioneros heridos de Irán. Ellos atendían la salud, y atendían la salud de mucha gente, de un lado y de otro.
Allí están corriendo riesgos nuestros médicos y nuestros trabajadores de la salud en estos momentos, con una moral muy alta. Creo que algún día tendremos que traerlos aquí también y ponerles una medalla.No se concibe que en medio de un peligro de guerra, donde tal vez cientos de miles de personas necesiten asistencia médica, se vayan nuestros médicos y enfermeras.
Había unos pocos técnicos también de otras áreas y esos sí los vamos retirando, en cumplimiento de los acuerdos del Consejo de Seguridad; pero los trabajadores de la salud se mantendrán allí corriendo los riesgos junto con la población que tienen que atender y que están atendiendo. Eso habla muy alto de la moral, del prestigio, la valentía y el espíritu revolucionario e internacionalista de nuestro personal de salud”.
Una acción militar armada a Venezuela no tendrían otra posición que esta por parte del personal de colaboración civil cubana que allí se encuentra. No tengo dudas.
LA PROCLAMA DEL ADVERSARIO
Como se recuerda la “Proclama de un Adversario” fue un texto de protesta y defensa de la Revolución cubana, leído ante un millón de personas que desfilaron frente a la otrora Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, hoy Embajada de ese hostil país en el territorio nacional.
Un año después de la invasión imperialista a Iraq, la doctrina de guerra contra el terrorismo y la licencia para atacar “60 o más oscuros rincones del planeta”, se cernía con fuerza la amenaza de una acción militar contra Cuba.
En ese contexto el Comandante en Jefe decidió, en nombre del pueblo de Cuba, responder al “Emperador alcohólico”, George W. Bush:
Señor George W. Bush: el millón de cubanos que nos reunimos hoy para marchar frente a su Oficina de Intereses, es sólo una pequeña parte de todo un pueblo valiente y heroico que quisiera estar aquí junto a nosotros si físicamente fuese posible.
No se reúne en gesto hostil contra el pueblo de Estados Unidos… No deseamos tampoco molestar a los funcionarios, empleados y guardianes de esa instalación que, en el cumplimiento de sus misiones, gozan de toda la seguridad y garantías que un pueblo culto y civilizado como el nuestro es capaz de ofrecer. Es un acto de indignada protesta y una denuncia contra las brutales, despiadadas y crueles medidas que su gobierno acaba de adoptar contra nuestro país…
Un estadista, o alguien con la pretensión de serlo, debiera saber que las ideas justas y realmente humanas a lo largo de la historia han demostrado ser mucho más poderosas que la fuerza; de ésta van quedando polvorosas y despreciables ruinas; de aquellas, rasgos luminosos que nadie podrá apagar. A cada época le han correspondido las suyas, tanto buenas como malas, y todas se han ido acumulando. Pero a esta etapa que vivimos, en un mundo bárbaro, incivilizado y globalizado, le han correspondido las peores y más tenebrosas e inciertas…
El objetivo de estas líneas no es ofenderlo ni insultarlo; pero como usted se ha propuesto intimidar, atemorizar a este país, y finalmente destruir su sistema económico-social y su independencia, y de ser necesario su propia existencia física, considero un deber elemental recordarle algunas verdades.
Usted no tiene moral ni derecho alguno a hablar de libertad, democracia y derechos humanos, cuando ostenta el poder suficiente para destruir la humanidad y con él intenta imponer una tiranía mundial, ignorando y destruyendo la Organización de Naciones Unidas, violando los derechos de cualquier país, llevando a cabo guerras de conquista para apoderarse de los mercados y los recursos del mundo, imponiendo sistemas políticos y sociales decadentes y anacrónicos que conducen a la especie humana al abismo…
Usted carece de autoridad moral para hablar de Cuba, un país digno que ha resistido 45 años de brutal bloqueo, guerra económica y ataques terroristas que han costado miles de vidas y decenas de miles de millones de dólares en pérdidas económicas.
Usted agrede a Cuba por razones políticas mezquinas, en busca del apoyo electoral de un grupo decreciente de renegados y mercenarios, sin ética ni principio alguno.
Usted no tiene moral para hablar de terrorismo, porque lo rodean un grupo de asesinos que mediante actos de ese tipo han causado la muerte de miles de cubanos.
Usted no disimula su desprecio por la vida humana, porque no ha vacilado en ordenar la muerte extrajudicial de un número desconocido y secreto de personas en el mundo.
Usted no tiene derecho alguno, que no sea el de la fuerza bruta, a intervenir en los asuntos de Cuba y proclamar a su antojo el tránsito de un sistema a otro, y adoptar medidas para llevarlo a cabo.
Este pueblo puede ser exterminado ―bien vale la pena que lo sepa―, barrido de la faz de la Tierra, pero no sojuzgado ni sometido de nuevo a la condición humillante de neocolonia de Estados Unidos.
Cuba lucha por la vida en el mundo; usted lucha por la muerte. Mientras usted mata a incontables personas con sus ataques indiscriminados preventivos y sorpresivos, Cuba salva cientos de miles de vida de niños, madres, enfermos y ancianos en el mundo.
Usted lo único que conoce sobre Cuba son las mentiras que emanan de las bocas voraces de la mafia corrompida e insaciable de antiguos batistianos y sus descendientes, expertos en fraudes electorales y capaces de elegir Presidente en Estados Unidos a alguien que no obtuvo los votos suficientes para alcanzar la victoria.
No pretendo ofenderlo con estas líneas ―ya lo dije. Solo aspiro a que en cualquier instante de ocio algún ayudante suyo ponga delante de usted estas verdades, aunque realmente no sean en absoluto de su agrado.
Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan.
Sólo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria.
En nombre del pueblo de Cuba,
Fidel Castro Ruz”.
Así pensaba Fidel, así pienso yo.
Urge, que el pensamiento emancipador de nuestros próceres, desde Miranda, Toussaint Louverture y Bolívar hasta Sandino, Fidel, el Che y Chávez, sea puesto de manifiesto en esta hora de nuestra segunda y definitiva independencia.
Notas:
[1]De guardacostas a piratas: cuando quisieron hundir el mercante Hermann. Delfín Xiqués Cutiño | archivo@granma.cu 29 de enero de 2025.
[2] Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de recibimiento a la tripulación del buque mercante «Hermann», efectuado en el monumento al «Maine», en Ciudad de La Habana, el 1ro de febrero de 1990.
