Ahí nació todo, me dijo un día mi amiga Celia Hart Santamaría*, con el brillo en la mirada que la caracterizaba y su voz inconfundible. Allí vivieron mami y tío Abel, desde enero de 1952 hasta el 25 de julio de 1953, de ahí salieron para el Moncada, ahí nació la Revolución.
Celia se refería a la Casa Museo Abel Santamaría, ubicada en la calle 25 No. 164, entre O y P en el centro del Vedado. En el apartamento 602 del sexto piso, los hermanos Abel y Haydee Santamaría se reunían con Fidel, Raúl Gómez García, Boris Luis Santa Coloma, Melba Hernández y Jesús Montané. El edificio contaba con dos entradas por las calles O y 25, lo cual facilitaba la llegada de los jóvenes revolucionarios sin llamar la atención, en total clandestinidad discutían la situación del país, leían a Martí, Varela, Lenin, Cervantes y preparaban acciones contra el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 encabezado por Fulgencio Batista que había establecido una dictadura feroz.
Lo primero que me sorprendió cuando visité la Casa Museo Abel Santamaría fue la austeridad: un refrigerador a keroseno, la mesa con tres sillas, el escritorio de Fidel, la biblioteca y un sofá, la modesta cocina, una radio, el único baño que sirvió también para guardar armas, y una sola habitación con pequeña cama matrimonial. ¿Dónde entraba tanta muchachada?…y aquel Fidel altísimo que recorría la salita en dos de sus grandes pasos…. más de una vez durmieron varios allí ante el peligro de que una patrulla los secuestrara para masacrarlos en la tortura, como hicieron con miles de jóvenes cubanos. Conmueve el calendario cuya última fecha marca el sábado 25 de julio de 1953. En las paredes de ese modesto apartamento, lleno de la fuerza y de la luz de aquellos jóvenes brillantes inspirados en Martí, nació la idea del asalto a los Cuarteles Mocada y Carlos Manuel de Céspedes. Allí se preparó silenciosamente, allí se articularon los detalles, allí se pensó en la necesidad de conseguir los uniformes y las balas, y hasta en la marcha del 26 de Julio que Agustín Cartaya compuso. Cada uno de los miembros de la dirección del 26 de Julio asumió inmensas responsabilidades, tenían veintitrés años como promedio, Fidel el líder absoluto desde el principio, cumpliría 26 en prisión.
Por primera vez en la historia de Cuba un grupo de 162 jóvenes con escasa instrucción militar, escopetas de perdigones y armamento rudimentario se propuso desafiar a un ejército armado hasta los dientes por Washington para despertar la chispa de la revolución a todo un pueblo.
Los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes marcaron el comienzo de la Revolución victoriosa que se extendería luego desde el llano hasta el último rincón de la Sierra Maestra. Una Revolución para cambiar para siempre el destino de expolio, saqueo, explotación y humillación asignado a un pequeño país como Cuba, a solo 90 millas de Estados Unidos, el imperio más poderoso del planeta.
En la granjita de Siboney, la noche del 25 de julio, Fidel habló ante los asaltantes al Moncada: …”Compañeros, podrán vencer mañana o ser vencidos, pero de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana será lo que aspiró Martí, si no, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba”.
A pocas horas de conmemorarse el 70 Aniversario del Moncada, como homenaje a todos los que cayeron y al pueblo que forjó esta heroica resistencia, traigo la voz y la palabra de Haydee Santamaría y Fidel Castro Ruz, fuente y legado de lo más puro y noble de la Revolución.
25 de julio de 1960, La pasión que nos trajo el Moncada
Haydee: Todas las veces que veo a Fidel, que hablo con él, que lo escucho en la Televisión pienso en los demás muchachos, en todos los que han muerto y en los que están vivos y pienso en Fidel, en el Fidel que conocimos y que actualmente es el mismo. Pienso en la Revolución que es la misma que nos llevó al Moncada.
Los muchachos llegaban con hambre. La media noche nos encontró conversando, riéndonos, se hacían y decían bromas a todos. Servíamos café y un poco de lo poco que había quedado de la comida, de la comida que Abel no comió.
Volvíamos a los cuentos, a la anécdota de mi llegada a Santiago con dos maletas llenas de armas, de tal modo pesadas, que un soldado que la movió al pasar junto a mí en el coche del tren, me preguntó si llevaba dinamita. —Libros —le dije—. Acabo de graduarme y voy a ejercer en Santiago. Aproveché el Carnaval para divertirme un poco después de los estudios. Usted sería un buen compañero para divertirme en el carnaval. —El soldado sonrió amistoso y me dijo dónde debíamos encontrarnos.
Bajó conmigo al andén, llevando mi maleta. Abel y Renato estaban esperándome en la Terminal. Yo me acerqué para decirles: “Esa es la maleta” y agregué: “es un compañero de viaje”. Y al soldado. “Son dos amigos que vienen a esperarme”. El soldado entrego la maleta y partimos.
Uno de los muchachos le hacía chistes a Boris.
—Ten cuidado con Yeyé que tiene una cita en el parque con un solado de la Dictadura —y todos nos reíamos.
Después llegó Fidel, y unos, solos y otros en grupo, llegaron todos.
Después salimos.
Luego estábamos en la máquina, Melba, Gómez García, Mario Muñoz y yo. Después y durante todo el viaje al Moncada pensaba en casa, pensaba en la mañana que vendría: ¿qué pasaría?, ¿qué dirían en casa?, ¿cómo sería el día que comenzaba?
Después llegamos.
Después fueron los primeros segundos y los primeros minutos y luego fueron las horas. Las peores, más sangrientas, más crueles, más violentas horas de nuestras vidas. Fueron las horas en que todo puede ser heroico y valiente y sagrado. La vida y la muerte pueden ser nobles y hermosas y hay que
Melba estaba a mi lado, hacía siete meses que no nos habíamos separado ni un solo día. Pensaba en casa, en Melba que estaba a mi lado, en los muchachos. A esa hora no se me hubiera ocurrido pensar en la muerte, pero había dos cosas que me punzaban con dolor. Si todo se acaba, que quede Fidel, por él se hará la Revolución y nuestras vidas y nuestros hechos tendrán una significación; la otra se me reveló mucho después, con una terrible angustia, cuando nuestros muertos quedaron entre la sangre y la tierra y ya supimos que no los volveríamos a ver, temí que me separaran de Melba.
Recuerdo a Melba tratando de protegerme; yo tratando de protegerla a ella y unos a los otros tratando de protegernos. Cualquier cosa se hace, cualquier cosa cuando otras vidas están en nuestras manos. Cualquier cosa bajo las balas, bajo las ráfagas de ametralladoras, entre los gritos de dolor de los que caían heridos, entre las últimas quejas de los que morían.
Cualquier cosa es poco y mucho y nadie sabe cómo un hecho de esta naturaleza va a desarrollarse. Nadie sabe lo que va a hacerse en los minutos que siguen. Hay cosas que sí se saben, como todo lo que se ama.
Fui al Moncada con las personas que más amaba. Allí estaban Abel y Boris y estaba Melba y estaba Fidel y Renato y Elpidio y el poeta Raúl, Mario y Renato y Chenard y los demás muchachos y estaba Cuba y en juego la dignidad de nuestro pueblo ofendida y la libertad ultrajada, y la Revolución que le devolvería al pueblo su destino.
Estos son los hechos que Melba recordaba con precisión.
Los que yo inútilmente he tratado de olvidar. Los que yo envueltos en una nebulosa de sangre y humo recuerdo. Los que compartí con Melba. Los que Fidel narra en “La Historia me absolverá”. La muerte de Boris y la de Abel. La muerte segando a los muchachos que tanto amábamos. La muerte manchando de sangre las paredes y la hierba.
La muerte gobernándolo todo, ganándolo todo. La muerte imponiéndosenos como una necesidad y el miedo a vivir después de tantos muertos y el miedo a morir sin que hayan muerto los que deben morir y el miedo a morir cuando todavía la vida puede ganarle a la muerte una última batalla.
Hay esos momentos en que nada asusta, ni la sangre, ni las ráfagas de ametralladoras, ni el humo, ni la peste a carne quemada, a carne rota y sucia, ni el olor a sangre caliente, ni el olor a sangre coagulada, ni la sangre en las manos, ni la carne en pedazos, deshaciéndose en las manos, ni el quejido del que va a morir. Ni el silencio aterrador que hay en los ojos de los que han muerto. Ni las bocas semiabiertas donde parece que hay una palabra que de ser dicha nos va a helar el alma.
Hay ese momento en que todo puede ser hermoso y heroico. Ese momento en que la vida por lo mucho que importa y por lo muy importante que es, reta y vence a la muerte. Y una siente cómo las manos se agarran a un cuerpo herido que no es el cuerpo que amamos, que puede ser el cuerpo de uno de los que veníamos a combatir, pero es un cuerpo que se desangra, y una lo levanta y lo arrastra entre las balas y entre los gritos y entre el humo y la sangre.
Y en ese momento una puede arriesgarlo todo por conservar lo que de verdad importa, que es la pasión que nos trajo al Moncada, y que tiene sus nombres, que tiene su mirada, que tiene sus manos acogedoras y fuertes, que tiene su verdad en las palabras y que puede llamarse Abel, Renato, Boris, Mario o tener cualquier otro nombre, pero siempre en ese momento y en los que van a seguir puede llamarse Cuba.
Y hay ese otro momento en que ni la tortura, ni la humillación, ni la amenaza pueden contra esa pasión que nos trajo al Moncada.
El hombre se nos acercó. Sentimos una nueva ráfaga de ametralladoras. Corrí a la ventana. Melba corrió detrás de mí. Sentí las manos de Melba sobre mis hombros. Vi al hombre que se me acercaba y oí una voz que decía “han matado a tu hermano”. Sentí las manos de Melba.
Sentí de nuevo el ruido del plomo acribillando mi memoria. Sentí que decía sin reconocer mi propia voz: “¿Ha sido Abel?” Miré al hombre que bajó los ojos. “¿Es Abel?” El hombre no respondió. Melba se me acercó. Toda Melba eran aquellas manos que me acompañaban “¿Qué hora es?” y Melba respondió. “Son las nueve”.
Estos son los hechos que están fijos en mi memoria. No recuerdo ninguna otra cosa con exactitud, pero desde aquel momento ya no pensé en nadie más, entonces pensaba en Fidel. Pensábamos en Fidel. En Fidel que no podía morir. En Fidel que tenía que estar vivo para hacer la Revolución.
En la vida de Fidel que era la vida de todos nosotros. Si Fidel estaba vivo, Abel y Boris y Renato y los demás no habían muerto, estarían vivos en Fidel que iba a hacer la Revolución cubana y que iba a devolverle al pueblo de Cuba su destino.
Lo demás era una nebulosa de sangre y humo, lo demás estaba ganado por la muerte. Fidel ganaría la última batalla, ganaría la Revolución.
El primer 26 de Julio en Revolución
Fragmentos del Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro en la concentración campesina del 26 de julio de 1959
Medio millón de campesinos provenientes de todo el país llegaron con sus machetes a la gran concentración campesina para celebrar el sexto aniversario del Moncada. Era el primer 26 de Julio que se celebraba tras el triunfo de la joven Revolución. La inmensa mayoría conocerían por primera vez la capital de su país. Más de medio millón de trabajadores habaneros se sumaron a ellos junto a profesionales, estudiantes y el Ejército Rebelde, en lo que se recuerda como una de las concentraciones más grandes.
Fidel: Es difícil que en un día como hoy, tan lleno de recuerdos para todos nosotros, no nos sintamos embargados por la más profunda de las emociones..
Y a los que en el extranjero nos calumnian, a los que en el extranjero nos detractan, a los que hablando de democracia nos calumnian, ningún argumento mejor que el millón y tantos de cubanos que se han reunido aquí en la tarde de hoy (APLAUSOS).
A los que en nombre o invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, podemos decirles: ¡Democracia es esto! Democracia es el cumplimiento de la voluntad de los pueblos. Democracia es, como dijera Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (APLAUSOS).
Gobierno que no sea del pueblo, no es democracia. Gobierno que no sea por el pueblo, no es democracia. Gobierno que no sea para el pueblo, no es democracia (APLAUSOS).
¿Y qué ha sido el Gobierno de la Revolución Cubana desde el Primero de enero de 1959 sino el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? (APLAUSOS.) Gobierno del pueblo no para un grupo privilegiado del pueblo; gobierno del pueblo no para una oligarquía que somete a la explotación al pueblo; gobierno del pueblo no para una casta de militares o de politiqueros, como habíamos tenido siempre en Cuba. Gobierno del pueblo para todo el pueblo: ¡Eso si es democracia! (APLAUSOS.)
Gobierno no para los latifundistas, como había sido hasta hoy, ni para los grandes intereses, como había sido hasta hoy, sino gobierno del pueblo, por el pueblo y para los campesinos, en primer lugar (APLAUSOS). Para los campesinos en primer lugar, porque lo que nadie puede negar es que los campesinos constituían la parte más olvidada y sufrida de nuestro pueblo (APLAUSOS). Gobierno del pueblo, por el pueblo y para los humildes en primer lugar, porque los humildes constituyen la parte mayoritaria de nuestro pueblo y la parte más sufrida y más olvidada de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Y para los que no entiendan o no quieran entender, ese es el secreto de la fuerza tremenda de la Revolución Cubana, que no está en haber derrocado a la tiranía sangrienta que nos oprimía, porque pudo haberse derrocado a la tiranía y mantenerse en el país las condiciones que hicieron posible esa tiranía; pudo haberse derrocado a la tiranía y ocurrir un simple cambio de hombres en el gobierno; pudo haber sido derrocada la tiranía y perpetuarse en la vida pública de nuestro país los mismos vicios que estábamos padeciendo desde el inicio de la república; pudo haberse derrocado a la tiranía para seguir en la politiquería. Mas no fue así. Se derrocó a la tiranía para hacer una revolución; se derrocó a la tiranía no solo para librar al pueblo del crimen y el asesinato y la tortura y la opresión, sino también para librar al pueblo de la miseria, tan criminal y tan cruel como la tiranía derrocada (APLAUSOS).
Ese es el secreto de nuestra Revolución, de la fuerza de nuestra Revolución, que volvió sus ojos hacia la parte más necesitada y sufrida de nuestro pueblo, que volvió los ojos hacia los humildes para ayudarlos. Y ese es el único crimen que hemos cometido; dejar de ser vendidos gobernantes a los grandes intereses nacionales o extranjeros, para ser gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (APLAUSOS).
Ese es, a los ojos de nuestros detractores y a los ojos de nuestros enemigos, el crimen que hemos cometido: volver los ojos hacia los olvidados de siempre, volver los ojos hacia quienes necesitaban de nosotros, volver los ojos a los que realmente aquí necesitaban de una revolución que los librase de tantos males y de tantos sufrimientos (APLAUSOS).
Conquistamos el poder luchando junto al pueblo, combatiendo una de las más feroces tiranías que ha sufrido este continente, y pagando día a día un precio muy elevado de sangre, dejando el camino regado de muertos heroicos, hemos llegado al triunfo revolucionario mediante el sacrificio, mediante la lucha. Hemos pagado un precio muy alto por ese triunfo.
Con el pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el pueblo estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros (APLAUSOS).
Los que quieran saber lo que es una verdadera democracia, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que quieran saber lo que es un pueblo gobernando, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que quieran conocer de un país donde el pueblo lo es todo, donde la palabra pueblo tiene su significado real, no teórico, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, que vengan a Cuba para que sepan lo que es una democracia (APLAUSOS). Y una democracia tan pura y tan limpia, que la democracia engendrada en nuestra Revolución nos recuerda la primera democracia del mundo: la democracia griega, donde el pueblo, en la plaza pública, discutía y decidía sobre su destino. Con una diferencia, que en Grecia solo discutían los amos de los esclavos, y en Cuba hay una democracia donde el pueblo discute directamente sus problemas y donde todo el mundo puede opinar, porque es una democracia, aspira a ser una democracia sin esclavos, sin amos (APLAUSOS), una democracia sin ilotas, una democracia donde los hombres tengan por igual plenos derechos. Y los ilotas de nuestra patria son los campesinos. Si en Grecia era un grupo de hombres que no tenía acceso a los medios de vida y hombres privados de sus derechos, eso eran nuestros campesinos: hombres sin medios de vida y hombres virtualmente privados de sus derechos (APLAUSOS PROLONGADOS).
Al campesino no solo se le negaba la tierra, al campesino se le negaba hasta la educación, ¡al campesino se le negaba hasta la oportunidad de aprender a leer y a escribir! Al campesino no se le privaba solo del derecho a la tierra, ¡se le privaba hasta del derecho a la vida! Porque es bueno que se sepa que muchas veces a los campesinos se les mueren los hijos porque no tienen medicinas ni médicos para ellos (EXCLAMACIONES y APLAUSOS). Y al campesino se le muere la esposa porque no tiene muchas veces ni medicina ni médico para ella. Y al campesino no solo se le han muerto los hijos por falta de medicinas, sino que casos hay —y no pocos— en que se le han muerto los hijos por hambre.
Por lo demás, que nuestros enemigos digan y escriban lo que quieran, que los intereses enemigos de nuestra Revolución digan y escriban lo que quieran; en definitiva, lo primero que nos importa es lo que piense nuestro pueblo, y lo que piense nuestro pueblo será lo que piensen los pueblos hermanos de América, cuando por encima de todas las campañas pagadas se abra paso la verdad.
En definitiva, puedo repetir otra vez con absoluta certeza a los detractores de nuestra Revolución: “¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá!” (APLAUSOS.)
Cuando actuamos así, sabemos que lo hacemos en uso de otro derecho sagrado a los pueblos, que es el derecho a la soberanía. Sabemos que estamos ejerciendo ese derecho a nuestra soberanía, que nadie tiene derecho a interferir la soberanía de ningún pueblo, que nadie tiene derecho a fiscalizar los actos que un pueblo con mayoría abrumadora como este está realizando.
Que nosotros no tenemos que rendirle cuenta a nadie de nuestros actos, porque somos un pueblo libre, porque somos un pueblo soberano, porque tenemos derecho a luchar por nuestra felicidad, y porque ese derecho es un derecho soberano y sagrado de los pueblos, porque Cuba es una república independiente y soberana. Que por eso decenas de miles de cubanos han muerto desde mediados del siglo pasado, que por eso ha tenido que luchar muy duramente nuestra patria.
Los cubanos aspiramos a las mejores relaciones con los demás pueblos. Los cubanos no somos enemigos de ningún pueblo. Los cubanos no miramos con odio a los ciudadanos de ningún pueblo por los agravios que recibamos de los malos políticos y de los defensores de intereses bastardos, que tanto daño puedan hacer a ese pueblo como a nosotros.
Los cubanos proclamamos que no somos enemigos de ningún pueblo, que no somos enemigos de los ciudadanos de ningún país, siempre que respeten las leyes de nuestro país, siempre que respeten los sentimientos de nuestro país, siempre que quieran ser amigos de nosotros, porque al que nos abra las manos, le abrimos las manos; al que nos abra los brazos, le abrimos los brazos (APLAUSOS). De la misma manera que sabemos enfrentarnos con toda la dignidad necesaria a los que en vez de extendernos la mano nos quieren clavar el puñal, a los que en vez de extendernos la mano nos quieren retrotraer al pasado odioso y a la vida sin esperanza ni fe en que estaba sumido nuestro pueblo (APLAUSOS).
Pero nosotros, desgraciadamente, no podemos disponer para divulgar nuestras verdades de los medios de divulgación que informan al mundo, nosotros no podemos contar siquiera con la imparcialidad de esos órganos de divulgación. Nosotros somos víctimas de todos los escritos interesados y amañados y de todas las informaciones de igual índole que se hagan contra nuestra Revolución. Nosotros no somos los dueños de esas agencias que se encargan de divulgar todas las calumnias imaginables contra Cuba. Nosotros no podemos contar siquiera con la imparcialidad de esos órganos que en el extranjero nos atacan, esos mismos órganos que han atacado toda causa justa, esos mismos órganos que han atacado en esos propios países a los gobernantes más honrados y más capaces que han tenido. Nosotros no podemos siquiera contar con la imparcialidad de esos órganos y tenemos que ser víctimas de todas esas calumnias.
Tenemos amigos, tenemos escritores que hablan también a nuestro favor. Pero el escritor espontáneo ejerce un trabajo que no es sistemático, y en cambio los órganos interesados, los que responden a intereses mercenarios, esos órganos realizan un trabajo sistemático e incansable contra nuestra Revolución. A pesar de que sea justa, a pesar de que la mejor prueba de esa justicia es la actitud de nuestro propio pueblo —porque los pueblos jamás están con algo que no sea noble, los pueblos jamás están con algo que no sea justo—, a pesar de ser justísima nuestra Revolución, tenemos que ser víctima de todas las campañas que se hagan contra ella.
Pero como todos los poderes, por grandes que sean, de intereses determinados, tienen su límite, el límite de esas posibilidades está aquí en nuestras propias fronteras, y está en ese instinto de los pueblos, está en los amigos que nuestra Revolución tiene en los pueblos hermanos de América Latina, en los líderes revolucionarios, en sus hombres de pensamiento, en sus hombres de sentimiento, en sus hombres de ideales, que desean para cada uno de sus respectivos pueblos —pueblos que son hermanos de nosotros—, que desean los mismos fines que nosotros estamos deseando para el nuestro.
Luego no podrán debilitar el formidable respaldo de opinión pública con que cuenta el Gobierno Revolucionario. No podrán debilitarlo, y todas las acciones que lleven adelante contra nosotros servirán para hacer más fuerte a nuestra Revolución.
De ahí que los ataques que se hagan contra nuestra Revolución, calumniosamente e interesadamente, hagan más fuerte a nuestra Revolución, porque ni el pueblo se acobarda ni el gobierno se acobarda. Y el pueblo no se acobardará jamás y el gobierno no se acobardará jamás, ya que al fin estamos comprendiendo a nuestro Apóstol, al fin estamos practicando aquellas ideas del Apóstol de nuestra independencia, al fin hemos aprendido a vivir de pie y al fin hemos comprendido que más vale morir de pie que vivir de rodillas (APLAUSOS).
Cuánto se equivocan los que piensen que Cuba se puede resignar tranquilamente a volver al pasado. Cuánto se equivocan los que creen que aquí pueden venir otra vez los criminales de guerra, que pueden venir otra vez los asesinos, aquellos jefes de ejército, jefes de policía, jefes de cuerpos de investigación y jefes de cuerpos de represión que eran el terror de toda la ciudadanía, que nos hacían vivir en aquella tristeza, en aquella amargura, en aquella humillación permanente. Qué equivocados están los que creen que la seguridad y la libertad de hoy, el honor de hoy, la soberanía de hoy, la gloria de hoy, el prestigio de hoy, el pueblo de Cuba se resignaría mansamente a que se lo arrebataran para volver a imponerles aquel pasado odioso (APLAUSOS).
Qué equivocados están los que crean que aquí pueden regresar a buscar sus prebendas, que aquí pueden regresar a buscar sus negocios, a buscar sus edificios, a buscar sus fincas y a buscar sus cuentas de bancos los criminales que tan cobardemente se fugaron el primero de enero para ahora estar sirviéndoles de instrumento a enemigos de nuestra patria, para ahora estar en contubernio con los peores enemigos de Cuba, en un presunto propósito de volver a nuestra patria, porque esos negocios no los volverán a tener jamás. Ni aquí se volverá a implantar el juego odioso y explotador de nuestro pueblo, ni aquí se podrá volver a implantar la tortura, ni aquí se podrá volver a implantar la malversación, la prebenda, ni aquí podrán volver a recobrar sus edificios, ni aquí podrán volver a recobrar sus fincas, porque esas 8 000 caballerías de tierras, esas caballerías de tierras pasarán a manos de nuestros campesinos; ni aquí podrán volver a recuperar sus cuentas bancarias, porque esos 20 millones de pesos, ¡esos veinte millones de pesos! van a parar directamente a manos de los campesinos en equipos, en créditos, en semillas, en viviendas y, en fin, en todos los propósitos que la reforma agraria persigue (APLAUSOS).
Ese medio millón de machetes que se agitan y que hablan con la voz característica de su temple y de su filo, manejados por las manos vigorosas de nuestros campesinos, ese medio millón de machetes levantados es el espectáculo más impresionante que hemos visto en nuestra vida, es el espectáculo más imponente que se haya visto posiblemente en ningún lugar del mundo, ¡ese medio millón de machetes que convierten desde hoy el machete en el símbolo de nuestra Revolución! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS)
Si los criminales de guerra, si los mercenarios que se entrenan en el extranjero para volver a traer la tiranía y el crimen y el robo y el terror y la opresión y la humillación y la desesperanza a nuestro pueblo, pudiesen contemplar medio minuto esos machetes, si los pudiesen oír cuando se frotan unos contra otros como afilándose más, si los pudieran escuchar, si los pudieran ver (ALZAN MACHETES), pero, sobre todo, si pudieran ver esos brazos decididos que los manejan, si pudieran ver esos rostros de nuestros campesinos, de esos campesinos que no se andan con chiquitas, de esos campesinos que no se andan con cuentos, de esos campesinos que son todo rectitud, todo nobleza, todo valor, todo sencillez, tanto en su vida como en su sentimiento (EXCLAMACIONES y APLAUSOS); si pudieran ver a esos campesinos, que son los campesinos a los que ayer criminal y brutalmente agredían descargando esos machetes sobre sus espaldas; si pudieran ver a esos campesinos, que saben lo que son aquellos abusos felizmente desaparecidos para siempre, aquellos campesinos que antes tuvieron que soportar el plan de machete sobre sus espaldas de hombres nobles y trabajadores (EXCLAMACIONES y APLAUSOS); sobre todo, si pensaran por un minuto que esos mismos campesinos que ahí están haciendo rechinar esos machetes son los mismos campesinos a los que estuvieron humillando, golpeando y dándoles plan de machete durante muchos años desde el principio de nuestra república; y, sobre todo, si pensaran por un minuto que de las filas de esos mismos campesinos salieron principalmente los combatientes del Ejército Rebelde; que el temple de esos hombres es el temple de los hombres que en las montañas y en los llanos destrozaron las mejores unidades de la tiranía con armas muy inferiores a las que tenían ellos (EXCLAMACIONES); si pensaran que nuestro ejército es fundamentalmente un ejército campesino y que tiene por reserva a esos hombres que esgrimen los machetes; si pensaran por un minuto que esos hombres que salieron de las filas campesinas, esos hombres ya han aprendido a manejar las armas más modernas, como lo demostraron en la tarde de hoy (EXCLAMACIONES); si pensaran por un minuto que además de los machetes tenemos los cañones, los tanques, los aviones y los fusiles ametralladoras y los veteranos que supieron ganar una guerra con armas inferiores (EXCLAMACIONES); si pensaran en esas cuestiones por un minuto, es muy posible que desistieran de sus planes.
Más ningún interés tenemos en convencerlos de lo contrario. Hablamos para el pueblo, no hablamos para ellos; hablamos para que el pueblo vea hasta qué grado de estupidez llegan nuestros enemigos, que son capaces de imaginar que les quede la más remota posibilidad de volver; porque aquí no podrán venir ni solos ni acompañados, ni los criminales de guerra que huyeron de aquí, ni en compañía de los criminales de guerra de otros países; ni los mercenarios que se fueron de aquí solos ni todos los mercenarios del mundo juntos.
Parece —insensatos, insensatos, ¡insensatos!— que no comprenden que hoy Cuba no es solo Cuba. ¡Hoy Cuba es el sentimiento de toda la América Latina! Insensatos, que no comprenden que Cuba no puede ser agredida, porque agredir a Cuba es agredir a toda la América Latina (APLAUSOS). Estúpidos, que no comprenden que nuestro pueblo está tan decidido a defender su Revolución, que con la ayuda de ningún poder del mundo, podrían jamás volver a implantar sus botas en nuestra tierra, porque sabremos defenderla hasta el último hombre, y se cumpliría aquel pensamiento de nuestro Titán de Bronce cuando dijo que quien intentase apoderarse de Cuba recogería el polvo de su suelo anegado en sangre (APLAUSOS). ¡Torpes! Torpes cuando piensan que asesinando pueden cambiar los destinos de Cuba. Y es lógico que quienes no conocieron otro procedimiento que asesinar, crean que asesinando pueden recobrar lo que perdieron asesinando.
La Revolución seguirá adelante su obra, seguirá adelante su obra constructiva, seguirá adelante su reforma agraria, seguirá adelante sus planes de construcción de viviendas, seguirá adelante sus planes para el pueblo, sus planes de turismo; seguirá adelante su construcción de escuelas, su construcción de hospitales, sus programas basados en la reforma agraria y en el desarrollo industrial del país; seguirá adelante en su programa de justicia social; seguirá adelante en su aspiración de elevar el estándar de vida de nuestro pueblo, y seguirá adelante con la convicción de que nuestro pueblo tiene madurez y tiene virtudes suficientes para proponerse esas metas, porque es un pueblo que conoce el pasado y no quiere volver al pasado; es un pueblo que vive el presente y vislumbra lleno de esperanza el porvenir y se ha propuesto conquistar ese porvenir.
Seguiremos adelante, pues, ustedes y nosotros, dispuestos a afrontar serenamente todos los obstáculos y todos los inconvenientes que se nos pongan delante. Seguiremos adelante labrando el porvenir material y la liberación espiritual y moral de nuestra patria. Seguiremos adelante forjando este pueblo virtuoso. Seguiremos adelante llevando la felicidad a los campos y a las ciudades. Seguiremos adelante la obra al ritmo que nos permitan nuestras energías y nuestros recursos. Seguiremos adelante sin vacilaciones y sin sombra de dudas, porque tenemos una fe que se ha visto confirmada en numerosas ocasiones, tenemos una fe y una seguridad absoluta en nuestro pueblo.
Así pues, compatriotas, al terminar este acto de hoy, al conmemorarse este sexto aniversario, el sexto año de aquel esfuerzo realizado por nuestra juventud para librar a la patria de la tiranía; este sexto año, que fue precedido por un 26 de Julio en la cárcel, dos 26 de Julio en el exilio, dos 26 de Julio en campaña en las montañas; en este 26 de Julio de la libertad, cuando al fin se comienzan a ver los frutos no del sacrificio de nosotros, sino del sacrificio de todos los hombres que lucharon desde mediados del siglo pasado por estos triunfos que ellos ayudaron a fundar —porque nosotros no somos sino los afortunados testigos de una obra que es la obra de varias generaciones de cubanos—, al conmemorarse este sexto aniversario del 26 de Julio, y al pensar en las glorias de nuestra patria, en las glorias nacionales y en las glorias internacionales alcanzadas con honor, en el prestigio de nuestra patria, en la simpatía que tienen los hombres de pensamiento de nuestro continente… Porque la simpatía de los buenos de América corre pareja al odio de los malos de América, porque, dime quiénes son tus enemigos y te diré quién eres.
Al pensar en este momento de excepcional emoción, surgida del despertar de la libertad, del despertar de la fe y la esperanza, al ver cómo se comporta nuestro pueblo, lo que siento es deseos de exclamar que nunca como en estos instantes nos hemos sentido tan orgullosos de ser cubanos; nunca nos hemos sentido tan orgullosos de nuestro pueblo, y nunca nos hemos sentido tan orgullosos de nuestra bandera, de nuestra bandera de la estrella solitaria, que cuando la veíamos hoy desplegarse al viento, bañada por los rayos del sol al atardecer, sentíamos ese júbilo infinito, ese júbilo que fue el sueño de tantos hombres que lucharon sin verlo cumplido: el júbilo de sentir en esta generación toda la emoción y todos los sueños de varias generaciones.
Y al verla ondear, y al verla tan limpia, y al verla tan hermosa, y al verla tan honrada, la palabra patria, el símbolo de la patria y todo lo que se concreta alrededor de ese sentimiento que hace a los hombres morir cuando llegue la hora de morir para defenderla (APLAUSOS); al verla hoy, al ver el sitial tan alto en que hemos situado nuestra bandera, me sentí tan feliz que vi en ese minuto premiados todos los sacrificios que hemos hecho y todos los sacrificios que tengamos que hacer en lo adelante.
(OVACION).
*Celia María Hart Santamaría (4 de enero de 1962 – 7 de septiembre de 2008) Física y escritora cubana, hija de Haydee Santamaría y Armando Hart.
Casa Museo Abel Santamaría: Sus muebles y objetos fueron conservados por los padres de Haydee y Abel Santamaría. En 1964 a petición de Haydee regresan a La Habana. Se convierte en Sitial Histórico el 9 julio de 1973. Desde 1980 fue declarado Monumento Nacional. Tomado de Patrimonio Cultural de La Habana @patrimoniohabana
Fuentes consultadas
Casa de las Américas. La ventana: Haydee esa pasión que nos trajo al Moncada http://laventana.casa.cult.cu/index.php/2021/07/25/esa-pasion-que-nos-trajo-al-moncada/ Tomado de Lunes de Revolución, núm. 69, 25 de julio de 1960, p. 9. Allí apareció con el título «Relato de Haydee Santamaría».
Fidel Soldado de las Ideas: Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la concentración campesina, efectuada el 26 de julio de 1959