Decadencia imperial, colonialismo tardío y pandemia. El gran desafío intelectual. Por Stella Calloni

En tiempos de incertidumbre universal como consecuencia inmediata de la pandemia del virus Covid 19, que amenaza el futuro de la humanidad, es imprescindible interpretar lo que espera de los intelectuales revolucionarios  una sociedad semiparalizada, desorientada por la  enorme devastación que significa sentirse atrapado, sin salida, mientras frente a sus ojos se desmoronan todas las máscaras que ocultaban el rostro verdadero de su verdugo global.

A esto se añade  los constantes juegos de guerra del imperialismo y sus provocaciones desafiantes a las potencias (China-Rusia),  que descabezaron en estos tiempos sus sueños de imponer una gobernanza global, un mundo bajo su dominio absoluto, y las constantes amenazas de invasión y medidas violatorias de todas las normas internacionales contra los países de Nuestra América.

Ante los escenarios y cambios que cayeron como un rayo dejando al desnudo la verdadera esencia de un capitalismo salvaje y en decadencia, cuyo  pode infinito tenía en realidad los pies de barro, también dejó en evidencia  la dimensión de  la injusticia y la desigualdad global, que ya es imposible ocultar o ignorar.

La “guerra psicológica” elemento básico de la guerra contrainsurgente que se nos está aplicando, llegó a su  clímax cuando los medios de comunicación del poder hegemónico comenzaron un ataque a la mínima  racionalidad, utilizando a las redes sociales en la era de  la tecnología informática y de las comunicaciones globalizadas.

Este ensayo que viene probándose sobre nuestras poblaciones hasta zoombificarlas se convirtió en uno de los programas de desinformación y manipulación que más daño ha causado a la humanidad en tiempos de pandemia.

La basura informática fue utilizada sin ninguna sofisticación, brutalmente,  montándose sobre el necesario aislamiento social para enfrentar el primer gran huracán de la dispersión del virus, cuyo verdadero origen sigue oculto, pero parece imposible ignorar que tan armónica conjunción de al menos tres virus temibles en uno solo, se origine en una mutación permanente en el cuerpo de un animal.

El desconcierto ante lo nunca imaginado  se produjo cuando la sociedad en el mundo y en nuestra América estaban cada día más intoxicada por desinformaciones masivas y  entretenimientos profundamente desculturizadores que adormecieron conciencias, aniquilando la capacidad del pensamiento más simple lo que  fue  mutando hacia un odio colectivo, para convertir a los  verdugos en sus salvadores.

Una colonización “de alta intensidad” mediante una Guerra de Baja Intensidad (GBI), dentro del esquema de las nuevas formas que toma la contrainsurgencia en este siglo.

Es patético ver caminar por nuestras calles a centenares de zoombies que repiten frases como grabadas a fuego por la misma mano, abriendo las avenidas que llevan directo a la rendición colonial, mientras otros pueblos se rebelan después de años de pesados silencios y vemos en distintos lugares la falta de dirigencias en un mundo en revolturas.

El crimen de lesa humanidad que se ejecuta  cada día sobre las poblaciones más vulnerables sin que nadie lo impida, pone en evidencia el colonialismo cultural que se nos aplica cotidianamente.

Sobre esa realidad aparece imprevistamente un temible coronavirus que había mutado (supuestamente) de una infección gripal común, ya conocido en el mundo científico, a transformarse en  un virus letal, además de rapidísimo contagio.

Los extraños detalles que rodean la aparición de este virus,  contados por la prensa hegemónica, novelados y ficcionados que aparecieron en todas las pantallas televisivas del poder terrorista mediático- que comprende algo así como el 98 por ciento de la (des) información que circula por el mundo- se convirtió en una verdadera campaña de terror.

Aparecieron en el mapa nuevos protagonistas que surgieron en años recientes. Extraños  “anarquistas” ”libertarios”  “terraplanistas” o un fascismo primitivo y mediocre pero igualmente efectivo en algunos sectores.

Todo esto  en medio de guerras de invasión y colonización de países, que no se detienen ni aún en pandemia como sucede en América Latina, en pleno proceso de expansión imperial donde desarrollan en un proyecto geoestratégico de recolonización de nuestra región con vastos territorios de riquísimos recursos  naturales.

Mientras nuestros pueblos comenzaron a cumplir necesarias cuarentenas, es decir escondernos en nuestras casas huyendo del virus implacable,  ellos ocuparon calles con limitadas manifestaciones, que ofrecían a la opinión pública  discursos delirantes, para tratar de fomentar el caos y la irracionalidad también, todo esto reproducido por todos los medios del poder hegemónico que juegan cada día con mayor impunidad, mintiendo descaradamente, sin que se apliquen los códigos de ética del periodismo registrado en organismos internacionales, donde se advierte que los pueblos tienen derecho a una información veraz, lo que nunca ha sido tan violado como en estos momentos. Además esa información veraz es un derecho humano.

Sin embargo como todo juego de guerra, siempre algo se escapa de las más acabadas estrategias y termina creando permanentes contradicciones que se van volviendo contra la mano que meció la cuna de este nuevo esquema de terrorismo y guerras biológicas. Todo el andamiaje comienza a caerse a nuestro alrededor y astillarse como los espejos.

No hubo un país que no fuera tocado por el rayo pandémico, que devastó las economías y profundizó la crisis social y humanitaria a su máximo nivel, y con la sensación que nadie puede asegurar cómo ni cuándo se termina.

Lo cierto es que el daño causado a los pueblos del mundo es infinito y las discusiones sobre lo que será la post pandemia  está también marcada  por la increíble  falta de creatividad de algunos sectores para enfrentar estos nuevos tiempos, donde sólo un pensamiento dialéctico, que parta de la desnuda y expuesta realidad puede ser  capaz de desafiar todos los esquemas, los dogmas y las trampas imperiales.

También se está viendo cómo aquellos países que eligieron las vías del socialismo, que han construido sistemas de salud gratuitos para sus pueblos y donde la solidaridad impera y se expande por el mundo, han podido enfrentar a esta pandemia desde otro tipo de organización social, que tampoco ya se puede ocultar ni aún con todas las mentiras  de que son capaces las hordas del terrorismo mediático.

Los pueblos esperan respuestas que sólo pueden surgir de una renovación profundamente dialéctica de las teorías en estos tiempos  caóticos, donde los ejes se desplazan cada día. Hay que responder con  enorme creatividad a la desesperación y desolación humana que estamos viendo en tiempos de  la mayor  crisis del capitalismo, cuyo salvajismo  engendra también contradicciones salvajes que lo debilitan aún más.

El virus ha servido a los poderosos para llevar adelante una guerra biológica exterminadora, racista, discriminadora, destructiva con otros tipos de bombardeos sobre los grandes arrabales de la miseria, la pobreza y la hambruna mundial. Pero cada paso en ese camino va destruyendo sus cimientos.

En este reordenamiento que algunos caracterizan como el gran caos, cuando se arrojan masivamente millones de personas a la miseria absoluta sin contención alguna, los que engrosan hasta un límite de impudicia las filas de otros millones de miserables que estaban ya vagando sin rumbo  por los desiertos de ciudades vacías y campos yermos, esto sólo termina sumando llamas a otros fuegos que se están encendiendo en muchos países.

El poder hegemónico imperial tiene aún recursos de alcances estratégicos montados sobre la desmovilización social que en algunos países debilita la rebelión de los pueblos y especialmente su organización.

En este punto es también prioritario recuperar la memoria histórica desmembrada por dictaduras  y falsificaciones democráticas que apuntan a inexistentes modernidades y propagandas consumistas que cada vez más caen más en el vacío que produce la impotencia de los despojados. Es fundamental recuperar identidad en proyectos colectivos de profunda intensidad  anticolonial.

¿Qué hacer ante esta nueva situación y lo que dejará el huracán implacable de la pandemia en momentos en que la potencia imperial ha debido resignar su primer lugar en el concierto mundial ante el retorno del multilateralismo y una crisis económica y social interna que tiene nuevos e imprevisible  y activos protagonistas?

Es una buena pregunta para la academia en estos tiempos tan dinámicos donde se intenta confundirnos y corrernos de nuestros ejes estratégicos, a veces difícil de mantener ante la dispersión que procura la propaganda de guerra psicológica, que nos agobia día por día, hora por hora.

EL DESAFIO INTELECTUAL

Aunque mucho ha sucedido en el mundo desde los años 60, hay algo en los sucesos de esos tiempos – y hablo no desde la academia  sino de la vivencia cotidiana- que parece revivir o al menos  acercarse a un momento tan revulsivo como aquel, que los analistas desde diversas miradas suelen considerar como un verdadero renacimiento  intelectual en el siglo XX.

En un trabajo realizado   en la Universidad de la Plata  donde se  hace referencia al investigador, académico,  historiador chileno Eduardo Devés Valdés también doctor en filosofía  de la Universidad de Lovaina y de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de París  quien en su obra sobre el Pensamiento Latinoamericano  en el siglo XX entre la Modernización y la Identidad  menciona el tema de los intelectuales de los años 60.

A pesar de las diferencias que podemos tener con la posiciones de Devés Valdez, surge de la lectura la importancia de esa década del 60  que “fue en América Latina el periodo más fructífero en términos de originalidad de las ideas” (Eduardo  Devés Valdés, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Entre la modernización y la identidad, tomo I y II, Santiago, Biblos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000-2003.)

.Esto “se producía en la “búsqueda del desarrollo, las contradicciones propias del modelo, la presión de los distintos actores sociales y el influjo que significó la Revolución cubana”, generando  lo que definió  Devés como “un ambiente, una sensibilidad”.

Se colocó a los intelectuales en un rol central vinculándolos a actividades sociales “no solo por medio de la opinión informada, el discurso culto o los estudios científicos, sino también por la adscripción a proyectos ideológicos, partidos políticos tradicionales y organizaciones guerrilleras (La discusión desarrollada en este capítulo fue publicada como artículo con el nombre de “Pensar la revolución: pensamiento latinoamericano e intelectuales en el MIR chileno 1965-1973. Propuesta teórica y metodológica para su estudio desde la Historia intelectual y la Historia de la Violencia”, Revista de Humanidades, N° 27 (enero-junio), UNAB, 2013.

También se menciona la politización de los intelectuales, “que tomaron posiciones frente a proyectos que se planteaban como excluyentes considerándolos entonces como parte de la elite pensante de un país o región; son sujetos que desde los espacios científicos, humanistas, artísticos, dialogan con la realidad política y social (cuya)” cuya  función es la de dar orden simbólico a las cosas. Suelen hablar en nombre de valores universales y, en su calidad de “paladines y transmisores de conocimiento”, reflejan su vocación de orientar la conducta de la sociedad en base a ciertas pautas y valores culturales definiendo objetivos y alcances del desarrollo social (Wilhelm Hofmesteir y H. C. F Mansilla (eds.), Intelectuales y política en América Latina: el desencantamiento del espíritu crítico, Rosario, Homo Sapiens, 2003, pág. 9)

Esta era una mirada, que llevó a estudiar en otros términos  el papel de los intelectuales y el enorme revulsivo que  significó la Revolución Cubana con el triunfo  de su guerra de liberación, que continuaba con la  lucha independentista  del siglo XIX y bajo la sombra de José Martí inspirando este otro  proceso de independencia.

La Revolución cubana  produjo entre otros hechos extraordinarios, la revolución cultural con la creación de la Casa de las Américas, entre otras actividades   y el más esplendoroso rescate de la cultura liberadora   en el siglo XX,

La irradiación cultural continuó a lo largo de la heroica resistencia contra el bloqueo impuesto a sólo dos años de la llegada del ejército rebelde de liberación, y el comienzo de la revolución, en una pequeña isla del caribe, a sólo 90 millas de esa misma potencia imperial que hoy nos amenaza.

No existe en la historia del mundo una situación semejante de una revolución de estas características en una isla que hoy tiene poco más de 10 millones de habitantes, donde la dirigencia revolucionaria y el pueblo derrotó a la potencia imperial un intento de invasión a la isla por Playa Girón en abril de 1961, declarándose entonces socialista en un desafío bíblico de David contra Goliat. Y Cuba sigue en pie.

Esta revolución planteó debates históricos, los más esclarecedores sobre el papel del intelectual  en el marco de la revolución, del intelectual revolucionario como aquel discurso del comandante Fidel Castro Ruz  entonces Primer  Ministro del Gobierno revolucionario y Secretario General del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (Pursc)creado el 26 de marzo de 1962.

Ese discurso fue la conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos que se realizó en la Biblioteca Nacional entre el 16 y el 30 de junio de 1962, donde se escucharon todas las voces inclusive las críticas. La Revolución cubana demostró a lo largo de los años su capacidad de reconocer errores y de dar los pasos más audaces que se hayan dado en su larga lucha antimperialista, como el único país hoy independiente de América Latina y el Caribe. El costo ha sido muy alto, pero  la  libertad que sólo puede darnos la soberanía y la cultura de la dignidad lo vale todo.

“Nadie ha supuesto nunca que todos los hombres o todos los escritores o todos los artistas tengan que ser revolucionarios, como nadie puede suponer que todos los hombres o todos los revolucionarios tengan que ser artistas, ni tampoco que todo hombre honesto, por el hecho de ser honesto, tenga que ser revolucionario.

“Revolucionario es también una actitud ante la vida, revolucionario es también una actitud ante la realidad existente.  Y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla: por eso son revolucionarios.”

Aquella frase de Fidel en esos momentos quedaría para siempre en los debates que se propusieron a lo largo del tiempo.

La Revolución Cubana mantuvo viva la llama de la cultura en su país y en Nuestra América aún en medio de las duras situaciones  provocadas por los constantes y criminales ataques terroristas de Estados Unidos, que hasta hoy sigue aumentando las eternas sanciones del eterno bloqueo que continúa desde hace más  60 años.

Hay diversos procesos en América Latina que determinaron otras recuperaciones culturales y de la memoria histórica, que aún deben estudiarse en su conjunto, hasta llegar  a la llamada revolución bolivariana a cuyo frente estuvo  el comandante Hugo Chávez Frías, proceso que llegó en una situación totalmente distinta a lo que fue la revolución cubana.

El imperio creyó que muerto Chávez,  caía automáticamente la revolución bolivariana, pero no había entendido nada de lo que se había sembrado con el despertar de todo un pueblo  y su toma de posición, rescatando desde las cenizas el antimperialismo y la urgencia de la unidad latinoamericana de su héroe nacional   en el pensamiento contrahegemónico de su héroe nacional el libertador Simón Bolívar.

Esa recuperación de la memoria histórica cultural,  es la viva llama revolucionaria que alienta  a nuestros pueblos latinoamericanos.

Fue a partir del encuentro de Fidel Castro y Chávez, que juntos tejieron los nuevos pasos, bajo las sombras de Martí y Simón Bolívar   que comenzó a gestarse  en los primeros años de este siglo con la visión  de intelectuales de varios países latinoamericanos, cuando  se volvió a tejer el sueño de la unidad y de la recuperación cultural y la memoria, y con ello la identidad.

En esa búsqueda nació en México la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, (2003) que se amplió en Caracas, Venezuela en el (2004) y que es parte de la lucha antimperialista de este siglo.

En resumen este es el momento en que los intelectuales tiene que dar respuesta a ante el nuevo período histórico que se abre y que estamos viviendo para anticiparse con todo el aprendizaje de estos años, con los triunfos, las caídas, las resurrecciones,  a lo que está aconteciendo y a lo que  vendrá después de la pandemia.

Es indispensable la unidad continental para enfrentar todos los desafíos. Por esto es clave el llamado del presidente de Venezuela Nicolás Maduro  a realizar un Congreso Bicentenario de los Pueblos lanzado durante la conmemoración dela rebelión cívico militar encabezada por Chávez el 4 de febrero de 1992, que inauguró un período verdaderamente democrático donde un país de la región tuvo más de 20 elecciones, sin que se permitiera la injerencia imperial, las más libres en la historia de Venezuela.

Es una convocatoria a nivel mundial, en momentos críticos donde el país sufre desabastecimiento y un bloqueo brutal, como sucede con Cuba, que les ha impedido recibir equipos y medicamentos entre otras gravísimas violaciones del derecho internacional, surge este llamado como una prioridad para junio de este año.

Es en estos momentos de la humanidad, donde los intelectuales de Nuestra América, deben reaccionar con rápidos reflejos, estableciendo las nuevas estrategias que se deben diseñar ante una guerra que se nos está aplicando, definir qué  la democracia  real sólo podrá establecerse con la liberación y la independencia definitiva de nuestra región.

Entender también los otros caminos que se abrieron después de la gran revuelta anti neoliberal de nuestros pueblos, que derrotaron el neoliberalismo sin anestesia que se nos aplicó en los años 90, como un elemento más de la dominación imperial.

La voz debe ser clara, lúcida, transparente escapando del colonialismo cultural que nos ha sumergido durante años, recuperando la palabra, el lenguaje como una construcción social de la liberación en estos tiempos de colonialismos tardíos que quieren imponernos.

Recuperar la mirada estratégica, saber quiénes somos,  cual es el objetivo final de la liberación definitiva, sin dudar, hundiendo los pies en el barro, desenterrando todos los espejos, estableciendo que  nuestra lucha hoy en este siglo XXI sigue siendo profundamente antimperialista y anticolonialista.

Aprender y aprehender de nuestros pueblos y sus innumerables batallas a lo largo de siglos de resistencia, y abandonar la vanidad, la soberbia,  la ambigüedad conque actúan los indefinidos, cuyo discurso esconde la cobardía de jugarse sólo a medias, y resignar  la tentación de pensarse superiores. Toda acción emprendida debe ser sin duda revolucionariamente audaz  e inteligente.

América Latina está bajo un ataque despiadado una guerra contrainsurgente con muchas caras. Con esta guerra no declarada,  no podemos actuar como si  no existiera.  No actuar, no responder, no intentar avanzar, es una traición a nuestros pueblos.

Nunca como ahora los pueblos doblemente subsumidos requieren del intelectual comprometido, honesto, revolucionario que pueda dar respuesta a todos los interrogantes para ayudar a abrirlas anchas alamedas de la liberación definitiva.

Debemos lograr nuestra independencia definitiva, dar pasos gigantes recuperando aquel formidable envión de la integración emancipatoria que había avanzado hasta constituir la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas (CELAC) a fines de 2011.

Para lograr esto hace falta renovarlo todo, sin perder los principios ni los valores esenciales, porque nada será igual y porque  el dinamismo de la situación debe hacer estallar cualquier caja de cristal.

La unidad es un tejido que requiere paciencia, como también es una prioridad recuperar las fuerzas de una izquierda  verdadera, que cada vez se ve más necesaria frente a los acontecimientos que estamos viviendo.

Pero también entender que en el proceso de unificación caben todos aquellos que tengan la decisión de impedir toda dominación, de desterrar para siempre la impronta colonial que nos ata las manos y nos  adormece, evitando  los pomposos discursos ultra revolucionarios conque asustamos a los pueblos y no se concretan en acciones, que aunque sean modestas tengan la impronta  de la revolución verdadera.

Estamos comenzando un nuevo proceso de  liberación, en el marco de una resistencia anticolonial, que como toda resistencia debe ser activa y no pasiva. Tenemos muchísimo  que aprender entre ellos a mirar la realidad sea cual fuera para no teorizar sobre el vacío. No soy experta en nada pero todo lo que digo lo he aprendido andando por esta Nuestra América, sin confundirme y escuchando todas las voces, siempre aprendiendo. Sólo me cabe ordenar las voces que suenan en mi conciencia.

En estos últimos días Cuba nos ha dado un ejemplo formidable durante el Congreso partidario realizado en ese país, que fue una lección de dignidad, sinceridad, humildad  de cómo conservar los valores más profundos sin perder la identidad, y abrir caminos nuevos sin perder ninguno de los objetivos revolucionarios.

La pandemia permitió al mundo ver la luminosa cara de la solidaridad cubana, y el orgullo de su nivel científico desarrollado en las condiciones más duras que significa el sitio medioeval que dura mucho más de medio siglo y donde los pasos revolucionarios nunca se detuvieron.

Fue el gran homenaje a Fidel Castro y con él  a los revolucionarios  todos, como se escuchó en esos formidables discursos del general Raúl Castro Ruz y de su sucesor el presidente de Cuba desde el 10 de octubre de 2019   Miguel Díaz Canel también como Secretario general del partido Comunista Cubano.

Nos han dado un ejemplo de solidaridad y generosidad revolucionaria para avanzar hacia el futuro. Que como en los años 60 comencemos a escribir sobre este nuevo renacimiento del intelectual revolucionario que tan bien definió Fidel en un lenguaje claro preciso, hablando para todos, no entre nosotros.

“Revolucionario es también una actitud ante la vida, revolucionario es también una actitud ante la realidad existente.  Y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla: por eso son revolucionarios.”

 

 

Stella Calloni, periodista y escritora argentina. Corresponsal en su país del diario La Jornada. Es autora de «Los años del Cóndor». Fundadora de la Red en Defensa de la Humanidad

 

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