En este sentido, Fidel Castro es una figura histórica de gran magnitud, forjada en una época que veía un futuro más justo como algo del orden de lo posible, lo factible. Necesitamos rescatar y actualizar esta visión.
La palabra comunismo ha adquirido una fuerte carga negativa con el tiempo, en gran parte debido a la propaganda reaccionaria, pero también como resultado del carácter a menudo trágico de la historia y de las vicisitudes vividas por los partidos comunistas que llegaron al poder, siempre en condiciones adversas y enfrentando feroces internas y reacción externa.
Repitiendo esta historia desde el principio, Marx y Engels optaron por llamar al Manifiesto comunista y no socialista, porque el término socialista, ya en su época, como hoy, era ampliamente utilizado por oportunistas pequeñoburgueses que no tenían un compromiso efectivo con la transformación social, más profunda en el sentido socialista o comunista. Pese a ello, son palabras inicialmente intercambiables, que en cada momento histórico, en cada contexto, pueden adquirir significados diferentes. Pero la esencia de la idea del comunismo o socialismo es que la sociedad puede organizarse de una manera más racional, igualitaria y fraternal. Es así de simple. La mayor dificultad es que esto afecta necesariamente al régimen de propiedad y control de las tareas laborales, además de implicar que la distribución y el consumo estén efectivamente democratizados, es decir, gestionados colectivamente por personas para el beneficio de las personas, de modo que las necesidades individuales y colectivas ya no están en contradicción. O más bien, que esta contradicción se reduzca al punto mínimo inevitable, y no se exacerbe, como en la sociedad capitalista, hasta el punto máximo.
Cuba tiene un papel central y ejemplar en este sentido. Es el primer y único intento exitoso de implementar un régimen comunista en Occidente. Todos los demás no tuvieron éxito. Y Fidel Castro es el protagonista de esta historia victoriosa, a pesar de todos los reveses. Es impresionante que una pequeña isla caribeña, junto al gigante imperialista, sobreviva con excelentes indicadores sociales en educación, seguridad y salud pública, con énfasis en bajísimas tasas de mortalidad infantil, a pesar de todos los problemas y presiones.
Rodeada de un mundo capitalista hostil, todo es muy difícil y Cuba no es el paraíso en la tierra. Sin embargo, no importa cuántos problemas enfrenten los cubanos, viven mejor que la mayoría o todos los pobres del resto del mundo, que se cuentan por miles de millones. En cuanto a la seguridad pública cubana en particular, me llamó la atención las dos veces que visité la isla, siendo carioca, nacida y criada en Río de Janeiro.
Por todas estas razones y más, la figura de Fidel Castro es memorable.
El Che Guevara, cuya famosa imagen inmortalizada por el fotógrafo Alberto Korda en 1960, se convirtió en un ícono mundial, representa al joven revolucionario intrépido, que no se limita a soñar, sino que compromete su vida para hacer realidad su sueño. El Che se volvió tan famoso o más famoso que John Lennon, otro joven ícono de los años 1960 y 1970, que imaginó un mundo mejor y murió asesinado. El Che en 1967, Lennon en 1980. La imagen que queda de ambos es la de la juventud inmortalizada.
Fidel sobrevivió algunas décadas más, habiendo muerto por causas naturales el 25 de noviembre de 2016, a la edad de 90 años. Por tanto, su imagen está más asociada a la madurez. Quizás sea una imagen menos seductora que la del joven revolucionario, que también lo fue Fidel, pero no por ello menos importante, al contrario, pues fue Fidel Castro quien tuvo la responsabilidad de construir una nueva realidad, implementarla, contra todas las presiones externas, el sueño de un mundo mejor. Enfrentó contradicciones y dificultades, con perseverancia, coraje, fuerza y sagacidad. Si el Che Guevara fue el héroe joven, Fidel lo fue desde la juventud hasta la madurez, habiendo logrado no ser destruido y no permitir que los principales logros de la revolución fueran revertidos.
Fidel Castro pasó a la historia por sus hechos, sus discursos, su brío, su profundo compromiso existencial con el bienestar del pueblo, de los más pobres, de Cuba y del mundo, por su indignación ante las injusticias y por el apoyo que brindó a causas populares y anticoloniales siempre que sea posible, con énfasis en la solidaridad de la medicina cubana.
Al menos para quienes viven en Brasil y ven una enorme cantidad de personas sin hogar, deambulando por las calles, pidiendo dinero y buscando comida en la basura, situación agravada por el gobierno fascista de Bolsonaro; y para quienes ven escenas similares en tantas películas y series en Estados Unidos, el país más rico del mundo, con enormes índices de pobreza y violencia, Cuba todavía señala el camino correcto para la humanidad. Sí, es necesario hacer ajustes en la gestión, la precariedad de los recursos resultante del embargo hace que todo sea más difícil, lo que requiere resiliencia, ya que no hay magia, pero sí inteligencia, coraje, fibra y compromiso con una causa justa.
En este sentido, Fidel Castro es una figura histórica de la mayor magnitud, forjada en una época que veía un futuro más justo como algo del orden de lo posible, lo factible. Necesitamos rescatar y actualizar esta visión.
Marco Schneider. Investigador del IBICT y profesor de la UFF