El domingo 19 de mayo, el ultraderechista partido español Vox convocó un acto de dimensiones significativas en Madrid, con vistas a las elecciones europeas. Cerca de 11 mil simpatizantes del partido llenaron el Palacio de Vistalegre, sede del evento. Importantes figuras de la reacción en Estados Unidos, América Latina y Europa se dieron cita en el encuentro, destacando entre ellos el húngaro Viktor Orbán, la italiana Georgia Meloni y quien resultó ser el plato fuerte del evento, el argentino Javier Milei.
En su discurso, Milei arremetió contra el “asedio del maldito y cancerígeno socialismo.” Volvió a repetir la promesa de que en tan solo 35 años Argentina se convertiría en una potencia mundial y arremetió como siempre en contra de la presencia reguladora del Estado en la economía y a favor del libre e irrestricto desarrollo capitalista, uno de sus mitos favoritos y que repite en todas sus intervenciones internacionales. Además se las arregló para provocar un grave conflicto diplomático entre España y Argentina al acusar públicamente de corrupta a la esposa del actual presidente del país, Pedro Sánchez.
A la par que se daban las intervenciones, el público en la sala coreaba consignas como: “Que no, que no, que no me da la gana, una dictadura como la venezolana” o “Puigdemont a prisión”, que sirven también para hacerse una idea del clima espiritual y político del cónclave. Mientras esto ocurría en el interior del Palacio de Vistalegre, unas mil personas se concentraban afuera coreando consignas en contra del fascismo y en contra de Vox.
En muchos sentidos este encuentro en Madrid es una continuidad de la Conferencia Política de Acción Conservadora celebrada en Estados Unidos hace poco tiempo y otra serie de encuentros que han servido como espacios para la articulación y la construcción de agendas comunes entre la ultraderecha a nivel mundial. También sirven para darles impulso simbólico a figuras políticas emergentes en el espectro de la derecha u otras ya más consolidadas por victorias políticas.
Este esfuerzo forma sin dudas parte de una batalla cultural planteada por la reacción, fortalecida por la crisis económica, las inconsecuencias de la izquierda revolucionaria, de los socialdemócratas, la crisis del modelo liberal de democracia burguesa y las insuficiencias del modelo de globalización neoliberal, que ha contribuido a acentuar la fractura social y el empobrecimiento incluso en sociedades del núcleo central del capitalismo contemporáneo.
Esta batalla cultural de la ultraderecha va orientada a disputarle a sus adversarios ideológicos términos que están en el discurso político desde los griegos, pero cargándolos con un nuevo sentido. Así, Milei y otros de la misma cohorte, se presentan como “libertarios” y asumen su causa como la causa de la libertad. Su discurso está pensado para arrastrar sobre todo a las clases medias y bajas, que han sido los que más han sufrido los efectos combinados de la crisis económica y de paradigmas. Pero tras la aparente asunción de los intereses de estas clases, reside realmente un programa que apunta a llevar a sus últimas consecuencias las premisas fundamentales del neoliberalismo.
Si tomamos el macabro experimento que se está llevando a cabo en Argentina ante los ojos del mundo como botón de muestra, podemos extraer un grupo de características útiles para entender la naturaleza del proyecto de esta ultraderecha que se organiza.
En primer lugar su naturaleza autoritaria. Detrás de la ofensiva en contra del Estado, lo que realmente se oculta es una ofensiva en contra de cualquier programa de atención pública y justicia social desde lo público, así como contra cualquier medida que pretenda controlar o regular al mercado. Es el desmontaje de las capacidades de redistribución de la riqueza que se recauda y de control y gestión de la economía. Pero el Estado libertario permanece intacto en su función represiva. Es más, esta se fortalece, con la creación de nuevos cuerpos, compra de armas, prebendas, etc. Un fortalecimiento de las capacidades represivas para hacerle frente a posibles estallidos populares una vez los más humildes descubran que han sido embaucados.
En segundo lugar destaca la disposición a disputar narrativas y memoria. No solo se reivindican dictaduras y violencias, sino que además se reinterpreta desvergonzadamente la historia. Así, por ejemplo, las más de 30 mil argentinas y argentinos desaparecidos fueron víctimas no del terrorismo de Estado, sino de una lucha contra el terrorismo por parte del Estado. Y la conquista y colonización de América, por poner otro ejemplo, no fueron una empresa comercial de saqueo, sino un gesto piadoso y civilizatorio con los inferiores pobladores de este continente.
El tercero, relevante para procesos como el argentino que se dan en la periferia del capitalismo, es el carácter subordinado a los designios del gran capital transnacional. No solo ceden en materia de soberanía, sino que entregan sin dudarlo recursos estratégicos.
Detrás de la supuesta disputa entre las élites “globalistas” y “libertarias”, como se autodenominan, lo que parece estar en disputa es la continuidad del proyecto neoliberal por una vía más autoritaria u otra apegada más a las apariencias del modelo democrático burgués.
Esta disputa es también un síntoma de la crisis por la que atraviesa el occidente colectivo. Su hegemonía, sostenida y ampliada por lo menos desde el siglo XV hasta el presente, no solo se derrumba, sino que en las grietas reemergen fantasmas del pasado. Es el caso del fascismo y su proyecto nacionalista, racista y supremacista. No sería del todo correcto decir que la totalidad de la ultraderecha actual es fascista, a pesar de las similitudes entre ambas ideologías, pero si resulta correcto afirmar que el fascismo es una de las corrientes importantes de las que se nutre y bebe esta articulación en su desarrollo. No por casualidad para movilizar a su base pulsan cuerdas como el racismo, el miedo al otro, la decadencia de un supuesto proyecto gran nacional. Y sus programas están llenos de promesas de hacer a América grande nuevo, de recuperar la gloria del imperio español o devolverle a Argentina el estatus de primera economía del mundo que supuestamente ostentó en el pasado. No importa que estos sueños reaccionarios tengan muchas veces pocas oportunidades de realización, lo importante es insuflar ese espíritu en aquellos sectores más golpeados económica y socialmente y que pueden, por tanto, caer presos de ese culto al pasado.
No en vano el proyecto de la Alemania nazi bebía del romanticismo con su culto idealizado al medioevo germano y del irracionalismo como motor ideológico de su cosmovisión. La ultraderecha protofascista de hoy, al igual que su antecesora del siglo XX, tiene un proyecto de futuro que es, esencialmente, el retorno a un pasado ideal.
El peligro que representa esta articulación no puede ser subestimado. Son la vanguardia de un capitalismo aún más brutal y descarnado si cabe. Si las fuerzas revolucionarias y progresistas se quedan cruzadas de brazos, seguirán avanzando para desmontar y destruir todo lo que se ha ganado con el sudor y sacrificio de los pueblos.
José Ernesto Nováez Guerrero, Cuba. Escritor, investigador y poeta. Coordinador del capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad.