“(…) las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer, pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño —la obra es invencible”.
José Martí
1892
Todos los pueblos cuentan historias de mujeres valerosas. La fuerza de las luchas que libraron por libertad se actualiza en cada episodio de la historia latinoamericana. Así pasó con las Bartolinas, las Juanas, las Manuelitas, las Micaelas y las “Moncadistas”.
En aquellos años de la década de los 50, “las Moncadistas” fueron madres, hijas, abuelas, estudiantes, maestras, enfermeras y campesinas. Ellas protagonizaron el despertar de la liberación de Cuba, cuyo faro alumbrara la revolución cultural más duradera en la historia de América Latina y del mundo.
Muchas de ellas, veinteañeras, organizaron la red clandestina más compacta e impecable que sostuvo la movilización del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, con claridad meridiana de que la Patria liberada significaba el comienzo de un nuevo tiempo que cambiaría por siempre sus vidas.
Al sur de la isla, en la provincia de Oriente, la ciudad de Santiago de Cuba, donde se situaba el Moncada, Melba Hernández del Rey, Haydeé Santamaría, Magalis Martínez Riera, Ibia Rodríguez Lambert, Vilma Espín, Gloria Cuadras, Pilar Seisdedos y muchas más, referentes de la insurrección rebelde, tienen hoy sus nombres en lo alto de la memoria popular, por su valentía e intrépida decisión de no retroceder ni un paso en la construcción de una nueva sociedad, dominada entonces por la tiranía de turno, financiada por los intereses norteamericanos.
Melba y Haydeé se prepararon al menos siete meses para incursionar en el asalto. Se encargaron de transportar armamentos. El mismo día 26 de julio, su rol fue ocupar el Hospital Saturnino Lora, donde no se limitaron a atender heridos: combatieron como los jóvenes insurrectos, al mando del comandante Fidel Castro Ruz. Por ello, quisieron ser juzgadas como sus demás compañeros.
En los relatos de la periodista Marta Rojas, quien hizo la cobertura del juicio histórico, postasalto, ambas “Moncadistas” fueron detenidas por varios meses en la Cárcel de Mujeres de Guanajuay, de donde salieron aún más fortalecidas y fueron personajes clave para divulgar los escritos de Fidel, entregados en cualquier papel que ellas planchaban y circulaban a toda Cuba.
El día “D”, vecinos de Santiago, la ciudad irredenta, asomaban a las ventanas para conocer los pormenores de la acción, que en los primeros momentos estuvo regada de incertidumbre. En los recuerdos de Magalís, cada minuto resultó interminable: “Nos preguntábamos qué pasaba hasta que empezaron a circular versiones traídas por gentes que venían de las cercanías del cuartel: ‘es en el Moncada’, decían unos; ‘son los soldados luchando entre ellos’, comentaban otros. Los carretilleros que vendían tempranito las viandas y vegetales pasaban apurados porque había muchos policías. Se sentían las radios puestas en las casas en espera de alguna información”.
Los rumores crecían con el paso de las horas y las versiones de que habían heridos y muertos, también. En los testimonios se registra que una joven santiaguera, Vilma Espín, acudió al Moncada el día 27 de julio, junto a su amiga Asela de los Santos. Cuentan que los guardias las creyeron familiares de los militares y las dejaron pasar. Interrogada por los soldados, Vilma atinó a decir que estaban allí para conocer la verdad y “ver qué cara tenían los jóvenes valientes”. Salieron ilesas del lugar, en un episodio que nunca lograron explicar.
Otras cubanas valerosas se unieron al movimiento como la madre de Melba, Elena Rodríguez del Rey; la esposa de José Luis Tasende, Elita Dubois; Naty Revuelta, Delia Torres, Lolita Pérez y muchas otras, que en distintas células cumplían las tareas de coser uniformes, bordar insignias y banderas, transportar alimentos, combatientes y armamento, llevar información y preparar toda la logística para garantizar el asalto.
Las mujeres luchadoras de esos tiempos solían estar invisibles en la historia, pero muy presentes en la memoria. Sucedió así en Cuba y en América Latina. Quizá fue la llama viva de la ancestralidad y de un pasado marcado por la esclavitud y la miseria que alumbró con tanta predisposición a las mujeres cubanas en el proceso revolucionario antes y después de 1959. De hecho, en 1960, se fundó la Federación de Mujeres Cubanas, organización que propició como ninguna la inclusión y los derechos de las mujeres en la sociedad cubana.
Y fue con ese mismo ahínco que las generaciones venideras siguieron las huellas de “las Moncadistas”. Pasaron por miles de batallas, huracanes, periodos especiales, ataques contrarrevolucionarios, con sonrisas y lágrimas, no perdieron la fe ciega en los ideales de una mejor humanidad.
Son ellas, “las Moncadistas” de ayer y de hoy; son ellas, quienes tejen los nuevos tiempos desde las casas, el trabajo, el Parlamento, las escuelas, los hospitales. Son ellas, las “Moncadistas” que conspiran desde el más allá con las Bartolinas, Micaelas, Juanas, Manuelitas y tantas heroínas, por la paz y felicidad de nuestros pueblos.
*Claudia Espinoza Iturri es periodista de Bolivia.