
Frente a este nuevo avance fascista a nivel global, nos volvemos a preguntar, ¿qué hacer?. Para ello, decidí entrar en diálogo con un gran pensador, estudioso del fascismo, quien, por haberlo vivido y sufrido en carne propia, nos arroja luz y riqueza para incluir en nuestro diálogo actual.
Antonio Gramsci, filósofo y político indispensable para entender los procesos que hoy transitamos, plantea (en “Sobre el fascismo”) “¿Qué hacer?”. Decido retomar esta pregunta e invitar a un ejercicio continuo de preguntarnos qué hacer frente a este fenómeno que una y otra vez vuelve a atacarnos como humanidad.
Gramsci se pregunta sobre la derrota del movimiento obrero frente al fascismo en aquel momento: “¿Sería posible pedir que la discusión permanezca abierta durante muchos números más, e invitar a todos los jóvenes obreros de buena voluntad a participar en ella, manifestando, con sinceridad y honradez intelectual, sus opiniones sobre el tema?” (p. 116, Selección de textos 1979).
Esta pregunta nos plantea el desafío de cómo generar espacios de discusión y producción de saber colectivo, espacios para compartir y generar saber situado, en un momento en el cual el tiempo se nos escapa de las manos. El tiempo está apropiado por el trabajo formal, por el trabajo para el mercado o por las redes. El algoritmo se empeña en robar cada minuto de nuestro tiempo, dejándonos en un estado pasivo de recepción de información y propaganda de aquellos discursos hegemónicos que son más útiles para el sistema. En este marco, ¿cómo generar los espacios físicos y de tiempo, los dispositivos que permitan tener un espacio interno, tanto interno dentro de cada persona como de los colectivos, para construir saber sobre la situación y el momento que estamos transitando? Para poder entender que las violencias, las microviolencias que el fascismo genera hoy en día no son individuales. Para poder entender que eso que nos pasa no nos pasa a cada uno de nosotros, sino que nos está pasando en colectivo y les pasa a las otras personas que me rodean. Para poder decodificar como violencia y como fascismo las cosas que nos pasan día a día y, de esta forma, también generar herramientas colectivas de lucha contra estas situaciones.
“¿Por qué ha sido derrotada la clase obrera italiana? ¿Por qué carecía de unidad? ¿Por qué el fascismo ha logrado derrotar, no sólo físicamente, sino también ideológicamente, al partido socialista que era el partido tradicional del pueblo trabajador italiano? ¿Por qué el partido comunista no se ha desarrollado rápidamente en los años 1921-22 y no ha logrado agrupar en torno suyo a la mayoría del proletariado y de las masas campesinas?”(p. 116 idem)
Frente a la pregunta que nos hacemos todos sobre qué pasó, cómo se ha logrado este avance del fascismo a nivel mundial y particularmente en Latinoamérica, Gramsci nos invita a hacer una despiadada autocrítica de nuestra debilidad. Esto me lleva a pensar en una idea que también me preocupa mucho. Cuando uno nota que pareciera que la ultraderecha funciona organizadamente con un plan que muchas veces osa ir repitiendo en los distintos países latinoamericanos, un plan tan orquestado y ordenado, se siente la debilidad de nuestra parte.
“Es preciso hacer una despiadada autocrítica de nuestra debilidad, es preciso comenzar por preguntarse por qué hemos perdido, quiénes éramos, qué queríamos, a dónde queríamos llegar. Pero antes todavía es necesario hacer otra cosa (siempre se descubre que el inicio tiene siempre otro… inicio): es necesario establecer los criterios, los principios, las bases ideológicas de nuestra misma crítica.” (p.117 idem)
Allí Gramsci nos invita a pensar sobre algunas preguntas: quiénes éramos, qué queríamos, a dónde queríamos llegar. Entonces, esto es una invitación en definitiva a poder mirarnos las caras, a poder reconocernos, a poder saber sobre nosotros. Nos sorprenden en los distintos encuentros que hacemos con latinoamericanos, el nivel de desinformación que tenemos sobre lo que pasa en cada uno de los países, la carencia de conocimiento que tenemos sobre lo que les pasa a las y los hermanos. Entonces, ¿cómo generar estos mecanismos para poder estar sabiendo y conociendo? Sabiendo que los medios de comunicación masiva funcionan como medios de desinformación en pos de los intereses de acumulación de capital de sus dueños. Resulta indispensable conocer sobre las realidades latinoamericanas aún más cuando sabemos que los mismos mecanismos se usan para atacar gobiernos y colectivos en diferentes países pero con las mismas lógicas, muchas veces con los mismos relatos Y también darnos la oportunidad nuevamente de pensar en el qué queremos, a dónde queremos llegar, cómo volver a centrarnos en la utopía, cómo volver a imaginar esos otros mundos posibles, cómo poder volver a inventar esos mundos donde todas las personas tengan un espacio digno donde vivir. ¿Cómo se genera ese mundo? ¿Qué características tiene ese mundo? Al día de hoy, ¿qué es lo que queremos construir?
También el autor nos invita a establecer cuáles son las características ideológicas de esa propia autocrítica que debemos transitar. Cuando nos auto criticamos, cuando ponemos en reflexión nuestra propia tarea y nuestra propia estrategia, cuáles son las motivaciones finales de ese proceso. Muchas veces en ese proceso lo que comienzan a tallar son los niveles de competencia y de culpas, que en definitiva terminan entorpeciendo también la fluidez del pensamiento de esos momentos.
“¿Por qué han fracasado cuando debían pasar de la palabra a la acción? No conocían la situación en la que debían actuar, no conocían el terreno en el que habrían debido dar la batalla. Nosotros no conocemos Italia. Peor aún: carecemos de los instrumentos adecuados para conocer Italia tal como es realmente, y por lo tanto estamos en la casi imposibilidad de hacer previsiones, de orientarnos, de establecer líneas de acción que tengan cierta posibilidad de ser exactas. No existe una historia de la clase obrera italiana. No existe una historia de la clase campesina.”(p 117 idem)
Es una invitación entonces a estudiar, a crear saber, pero ese estudio y ese crear saber no puede ser individual. Seguramente tendrá que ser colectivo, tendrá que juntar el saber que se va generando en cada una de las comunidades, en cada uno de los espacios. Tiene que ser un saber situado, un saber que emerja de la propia práctica que se genera en las comunidades, en los espacios de trabajo, en los espacios de militancia.
“¿Qué hacer entonces? ¿Por dónde comenzar? Veamos: a mi juicio es preciso comenzar precisamente por esto, por el estudio de la doctrina que es propia de la clase obrera, que es la filosofía de la clase obrera, que es la sociología de la clase obrera, por el estudio del materialismo histórico, por el estudio del marxismo. He aquí un objetivo inmediato para los grupos de amigos de la Voce: reunirse, comprar libros, organizar lecciones y conversaciones sobre este tema, formarse criterios sólidos de investigación y de examen y criticar el pasado, para ser más fuertes en el futuro y vencer.”(p118, idem)
Las ciencias en sí mismas operan como mecanismos de control y productoras de mirada. Y en la medida en que nuestros estados estén pensados a partir de esos marcos académicos, van a seguir siendo reproductores del sistema muchas veces que pretenden cuestionar.
En ese sentido corresponde preguntarnos, ¿podemos decir que conocemos la realidad nacional, podemos decir que conocemos la realidad de cada uno de nuestros países?. En muchos casos, nos hacen falta los datos que nos expresen la realidad que necesitamos conocer. Para poder conocer algo, necesitamos los instrumentos que nos arrojen luz sobre las cosas que queremos conocer. Muchas veces nos pasa que nuestros datos carecen de características como información sobre el género, información sobre los barrios en los cuales se encuentran las personas, información sobre la clase social. Nos falta muchísima información sobre la situación de todos los y las trabajadoras a nivel informal. O sea, grandes cúmulos de información que necesitamos sobre las clases más empobrecidas, sobre las personas más vulneradas en sus derechos, no los tenemos. Esto tiene que ver con nuestra academia, y acá también Gramsci nos va a hacer una invitación, nos va a invitar a poder llegar a generar un saber, una clase de estudio que responda a los intereses y a los objetivos que tenemos como colectivos. Muchas de las ramas de la ciencia en las cuales las personas se forman al día de hoy han sido ciencias generadas desde las lógicas del mercado para aumentar la ganancia, controlar y corregir aquello que entorpece al propio sistema.
Entonces, es imposible que esos lentes, que esas formas de mirar y entender el mundo, nos den las herramientas para poder entender el mundo y modificarlo así como nosotros queremos. Necesariamente tiene que pasar por un tamiz de pienso ideológico, por un tamiz que incluya nuestros objetivos, que incluya esas utopías a las cuales queremos llegar y respondan en definitiva a esos objetivos. El saber nunca es un saber neutro. No existe la neutralidad en las formas en las que los humanos entendemos y operamos sobre la realidad. Entonces, si no es neutro, en definitiva, va a estar trabajando en pos de defender el sistema tal cual lo conocemos. “Los hechos apremian: la pequeña burguesía italiana, que puso en el fascismo sus esperanzas y su fe, ve cómo cada día que pasa va derrumbándose su castillo de naipes. La ideología fascista ha perdido su expresividad, incluso pierde terreno: despuntan nuevamente los primeros albores de.la nueva jornada proletaria”.(p.119 idem)
Finalmente, Gramsci se pregunta sobre aquella pequeña burguesía italiana que puso en el fascismo su esperanza y su fe, y ve cómo día a día se va derrumbando como castillo de naipes. Esto mismo le está pasando en este momento a muchos latinoamericanos que también pusieron sus esperanzas en regímenes o en personas que se presentan con discursos fascistas. Entonces, frente a eso, el desafío es pensar nosotros, pensar principalmente en combatir en este momento donde las ideas fascistas recobran poder. ¿cómo combatir primero que nada con el fascismo interno?, aquel que anida en nuestros colectivos y en nosotros mismos, combatir la necesidad de encontrar y convertir al otro en el enemigo, convertir al otro en aquello diferente que me amenaza, convertir al otro en amenaza.
El desafío es generar los mecanismos de comunicación y los mecanismos de unión desde las diferencias. Ser capaces de aumentar nuestra capacidad de reconocimiento de aquellas personas, de aquellos colectivos que también luchan por la dignidad y por un mundo centrado en la vida, centrado en el bienestar, centrado en el crecimiento para todas las personas, en la vida digna para todas las personas.
Porque el desafío de construir mundos más sanos y posibles, en definitiva es un desafío que necesariamente tendrá que involucrarnos a la mayor cantidad de personas. Y no es construyendo enemigos que esto se logrará.
Gramsci, A., & Santarelli, E. (1979). Sobre el fascismo. Era.
Claudia Suárez Delgado, uruguaya, especialista en gestión cultural, licenciada en psicología, y maestranda en Economía Social, Comunitaria y Solidaria, ceramista. Es militante de izquierda e integrante de la RedH (Capitulo Uruguay), FDim y de su colectivo feminista Libertadoras- Antifascistas.uy y el movimiento social y feminista de su país.