Fuente: Martianos
Cuando se analizan las medidas dictadas por el presidente Donald Trump contra Cuba, no cabe la menor duda que afectarán más a Estados Unidos que a la Isla debido a que el país insular esta adiestrado para vivir y sortear desde hace 55 años, el caduco y absurdo bloqueo decretado por las diferentes administraciones instaladas en Washington.
El Gobierno y pueblo cubanos han tenido que realizar inmensos esfuerzos durante todos estos años para, sin recibir empréstitos e inversiones de los principales bancos y compañías occidentales, poder mantener esmerados servicios de salud pública, educación y programas sociales al alcance de toda su población.
Claro que con la normalización de las relaciones diplomáticas acordadas entre el ex presidente Barack Obama y su homólogo cubano, Raúl Castro Ruz, se abrían las posibilidades de una futura colaboración entre ambas naciones en disímiles campos de la ciencia, la economía, el deporte y la cultura.
La mayoría de los cubanoamericanos con los que conversé durante una pequeña estancia que realicé en Miami, tenían dos opiniones sobre las medidas que tomaría Trump respecto a Cuba. La primera y más extendida era que como hombre de negocio, no haría nada que pudiera afectar a algunas empresas de Estados Unidos que ya se habían establecido en la Isla; y la segunda que por tantas incongruencias y deslices que ha tenido desde que llegó al poder, podría dejarse llevar por el grupito de congresistas y senadores cubanoamericanos que odian a la pequeña isla del Caribe, a sabiendas de que no han podido derrotarla por ningún medio.
La posición asumida por el nuevo mandatario de revertir las tenues políticas de desbloqueo respecto a Cuba impulsadas por Obama, han causado numerosas críticas dentro de las filas republicanas y demócratas. Congresistas y senadores del mismo partido del presidente opinan que el nuevo enfoque obstaculiza la entrada a un mercado potencialmente lucrativo para las empresas estadounidenses de bienes y servicios.
Recordemos que hace solo unas semanas, 55 senadores de los 100 miembros del Congreso presentaron una propuesta de Ley para que sus conciudadanos puedan viajar libremente a Cuba, mientras otra propuesta fue introducida en esa instancia para derogar las barreras a los negocios con la Isla establecidas arbitrariamente por Washington desde 1961 con el objetivo de instaurar el cerco comercial.
Un estudio realizado por la Asociación norteamericana en contra del bloqueo, Engage Cuba, indica que las medidas anunciadas por el presidente provocarán pérdidas a la economía de Estados Unidos por más de 6 600 millones de dólares y afectaría a 12 295 empleos durante el primer período de la Administración.
Una encuesta recién publicada asegura que el 65% de los votantes estadounidenses, entre ellos siete de cada 10 republicanos, apoyan las políticas hacia Cuba aprobadas por la administración de Obama.
Conozcamos algunas declaraciones: el demócrata Mark R. Warner, senador por Virginia y vicepresidente del Comité de Inteligencia de la Cámara Alta, sostuvo que esa decisión envía un mensaje equivocado al mundo sobre el liderazgo norteamericano; Jeff Flake, senador por Arizona, estimó que cualquier cambio de política que disminuya la capacidad de los estadounidenses para viajar libremente a Cuba no es de interés para los norteamericanos ni para los habitantes de la isla.
Asimismo, Ben Rhodes, ex-asesor del presidente Barack Obama opinó que el presidente Trump está volviendo el reloj a una mentalidad de guerra fría trágicamente fallida; el representante congresional de Arkansas, Rick Crawford, significó que el cambio de Trump es algo más que una oportunidad perdida para América rural, que se beneficiaría de un mayor acceso al mercado de importación agrícola de Cuba y añadió que esa política puede poner en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos a medida que los competidores estratégicos se muevan para llenar ese vacío; el senador republicano por Arkansas John Boozman consideró que la medida fue un paso atrás.
Myron Brilliant, vicepresidente ejecutivo y jefe de Asuntos internacionales de la Cámara de Comercio, expresó el compromiso de esa entidad de continuar en la lucha para eliminar las políticas anticuadas que ponen freno al desarrollo de los pueblos de esa nación y la cubana.
Aunque el comercio sigue restringido por el bloqueo, es un mercado que mueve cerca de 247 millones de dólares al año, de los cuales cerca de 40% son productos avícolas y otro 30% derivados de la soja. Entre las firmas que comercian aparecen Cargill, Archer Daniels Midland (ADM), Koch Foods y AJC.
En los servicios de telecomunicaciones destaca la firma IDT, una de las primeras en entrar al mercado cubano.
En los últimos dos años T-Mobile, Sprint y Verizon, operadoras estadounidenses de telefonía celular, también anunciaron acuerdos de interconexión con Cuba, al igual que Google proclamó su interés por trabajar en la Isla.
Aerolíneas como American Airlines, Delta, Southwest, Jetblue, Silver y Frontier han entrado al negocio, a la par que las cadenas de cruceros como Carnival, Norwegian, Royal Caribbean, Victory y otras, desembarcan semanalmente a miles de estadounidenses en diferentes puertos cubanos.
En línea progresiva se preveía que firmas estadounidenses como la Starwood de la cadena Marriot, comenzaran a administrar hoteles en Cuba.
Las incongruencias del actual mandatario se hacen más extremas cuando expresa que con su directiva quiere cortar la entrada de divisas a empresas del gobierno (estas garantizan la salud, educación y bienestar social de la población) pero como boomerang atacan al emergente sector cuentapropistas del país.
La firma norteamericana Airbnb declaró que en los últimos dos años pagó varios millones a cubanos por alojar a cerca de 400 000 huéspedes en sus casas.
La propietaria del paladar (restaurante privado) Atelier, afirmó que las medidas de Trump son devastadoras para su negocio pues el 85% de sus comensales son estadounidenses.
Varios propietarios de viviendas del edificio ubicado frente a la tienda Galerías de Paseo, y que los vecinos denominan El Pequeño Cohiba (por su cercanía al emblemático hotel del Vedado) declararon que sus negocios caerán estrepitosamente si se llegan a aplicar las decisiones Trumpistas.
El Gobierno cubano, con ecuanimidad y prudencia significó que “otra vez mal asesorado, Trump toma decisiones que favorecen los intereses políticos de una minoría extremista de origen cubano del estado de Florida, que por motivaciones mezquinas no desiste de su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo, por ejercer el derecho legítimo y soberano de ser libre y haber tomado las riendas de su propio destino. Cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada al fracaso”.
En conclusiones, las nuevas medidas afectan directamente a los pueblos, cubano y estadounidense, y van en detrimento de una mayor colaboración en los campos de las ciencias, la salud y la seguridad marítima y ambiental de la región, por citar algunos. Esperemos que la sinrazón desaparezca de la administración norteamericana.
*Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.