Pero lo inverso también es cierto: en el corazón de Estados Unidos hay fuerzas y gente capaces de silenciar, al menos por lo pronto, a los supremacistas blancos y a sus alas más reaccionarias, a los enemigos del más elemental respeto a los derechos humanos y a la dignidad de la persona. En Charlottesville la extrema derecha racista y violenta fue silenciada y, por decirlo así, controlada por quienes creen en las libertades y las practican; otro tanto, de manera más contundente aun, ocurrió en Boston unos días después. Naturalmente, la preocupación mayor es que esa extrema derecha violenta y agresiva se haya manifestado como algo vivo y actuante en Estados Unidos cuando pensábamos que casi había desaparecido, pero no, allí está vivita y coleando, y profundamente agresiva si hace falta. El nazismo como constitutivo de la mentalidad, y de las perspectivas, de buena parte del pueblo estadunidense.
Noam Chomsky sostiene “Deberían fundirse (todos los movimientos liberales y progresistas)… Si usted escucha la retórica del Día de Martin Luther King, es instructivo. Por lo general termina con el discurso I have a dream (yo tengo un sueño) y con los derechos de voto… (Pero en realidad) Luther King no se detuvo allí. Luego pasó a condenar la guerra en Vietnam y a plantear cuestiones de clase. Él comenzó a plantear cuestiones de clase y a fijarse en el norte. En ese momento cayó en desgracia y desapareció. Fue asesinado cuando trataba de organizar un movimiento de gente pobre y apoyando una huelga de los trabajadores del departamento de recolección de basura en Memphis. Organizaba una marcha a Washington para establecer un movimiento en favor de los pobres, para pedir al Congreso que hiciera algo respecto de las cuestiones de clase. La marcha tuvo lugar después de su muerte, fue dirigida por su viuda, terminó en Washington. Instalaron un campamento, una ciudad de la resurrección. Este fue el Congreso más liberal, probablemente, de la historia. Lo toleró brevemente y luego envió a la policía en medio de la noche, y fueron expulsados de la ciudad. Eso ha desaparecido de la retórica sobre Martin Luther King. Por tanto, puedes condenar a un sheriff racista de Alabama, pero no a nosotros, por favor. No toque nuestros privilegios y nuestro poder…)”
En realidad, lo que plantea Chomsky son los límites del pensamiento liberal en Estados Unidos. Si se trata de ir en contra de una autoridad, de bajo nivel, por su racismo, adelante, pero sin plantear la cuestión de las clases y de la explotación entre grupos humanos. Y, en definitiva, la cuestión de una parálisis o rigidez de los poderes establecidos que no permiten la crítica a su existencia constitutiva. Ideas generales sí, adelante, hechos concretos para modificar la situación y para llegar a una transformación social de alcance, ni hablar.
Pero lo más extraordinario de este conjunto que hoy vemos renacer con fuerza en Estados Unidos, es que ha sido promovido o auspiciado, e inclusive impulsado, por el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Se me objetará, tal vez, que no lo ha hecho de manera directa, utilizando las palabras rebelión o asonada en contra de los poderes establecidos, pero en la práctica ha sido absolutamente directo, condenando y procurando corregir y eliminar aquellos aspectos de administraciones anteriores que suenan a socializantes o excesivamente liberales, por ejemplo, el Obamacare que, por cierto, no ha podido, a la fecha, eliminar, no obstante las cámaras dominadas mayoritariamente por republicanos.
Digo tal vez no de manera directa y específica, pero sus mensajes, los actos de su gobierno en conjunto, van absolutamente en el sentido más conservador o inclusive reaccionario. Y naturalmente tal cosa, viniendo del jefe de la Casa Blanca, ha sido un acicate y un estímulo indudable para aquella porción enorme de estadunidenses que rozan ya o están francamente instalados en las posiciones más derechistas y reaccionarias. Su ejemplo, viniendo del jefe de la Casa Blanca, es impactante y se establece como modelo a seguir. Esto es lo que ha ocurrido en los meses recientes en la Presidencia de Estados Unidos, y por supuesto se ha filtrado hacia abajo y hacia los lados, estimulando las conductas más desafiantes de muchos ciudadanos de ese país coincidentes ideológicamente con su presidente.
En lo internacional ha ocurrido seguramente algo parecido. Desde la inmediata respuesta militar de Trump a Siria, por un episodio que pudo ser en efecto un asesinato con armas químicas, hasta sus amenazas a Corea del Norte y a Venezuela, lo sitúan ya en una condición de guerrerista impenitente, capaz de poner en peligro la estabilidad misma del planeta. Que se pone también en grave peligro por la negativa de Donald Trump de atender las recomendaciones del Acuerdo de París. Este acuerdo, firmado a finales de 2016 por 97 partes, entró ya formalmente en vigor y es obligatorio prácticamente para el mundo entero, lo cual fue despreciado olímpicamente por el gobierno de Trump, quien anunció el retiro de Estados Unidos del mismo el primero de junio de 2017.
Muchos otros actos del corto tiempo del gobierno de Trump pudieran ser mencionados para mostrar su ultraderechismo e irresponsabilidad hacia el interior, respecto de su propio pueblo, y respecto al exterior, en relación con la comunidad de naciones. Aquí, terminamos hoy, pero seguramente el presidente de Estados Unidos nos dará nuevas oportunidades para seguir configurando la irresponsabilidad e ignorancia de quien dirige hoy a la primera potencia mundial.Donald