Cuba se alzará nuevamente victoriosa este 1 de noviembre en las Naciones Unidas ante la recurrente soberbia imperial, esta vez representada de manera perversa por el presidente Donald Trump, quien ha retomado la fracasada bandera del criminal bloqueo y de las torpes justificaciones para la injerencia, propias de la Guerra Fría.
Fuente: Cubadebate
Como se presenta el escenario para la Asamblea General de las Naciones Unidas, todo anticipa que solo Estados Unidos e Israel –que en realidad parece un monstruo bicéfalo- volverán a votar en contra de la resolución “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba” que será presentado por el gobierno cubano. Esto significa que Trump se aislará de la voluntad de la inmensa mayoría de los Estados y gobiernos del mundo que desde 1992 –en pleno auge del mundo unipolar- respaldaron la justa posición de la mayor de las Antillas.
Y es que, como ha señalado hace pocos días el embajador de Cuba en Bolivia, Benigno Pérez, esta “inmoral” y “obsoleta” medida –genocida desde cualquier punto de vista- ha provocado grandes daños al estado y pueblo cubanos, pero, para lamento imperial, no ha logrado poner de rodillas a un valeroso pueblo que, con el liderazgo de Fidel, ahora Raúl y la dirección de su partido, ha sabido defender y preservar las conquistas de la Revolución, la Patria y el Socialismo.
La posición de Trump, cuyos representantes seguramente se encuentran a estas horas chantajeando a otros gobiernos para sumar mas votos a su favor, representa un retroceso que en el tiempo será más negativo para la imagen de Estados Unidos que para el heroico gobierno y pueblo cubanos, cuya capacidad de resistencia ha quedado fuera de duda en cerca de seis décadas.
Los insuficientes avances logrados en la recta final de la segunda administración Obama, particularmente al acordar con su similar cubano el inicio del proceso de normalización de relaciones diplomáticas, y que se tradujeron, por ejemplo, en la abstención de EEUU e Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2016 al tratarse una resolución similar, mostraban, aunque nadie se llamó a engaños, un cambio en la estrategia y la táctica estadounidense para debilitar la revolución cubana y para cambiar su imagen ante los pueblos de América Latina que buena falta le hace. Lo que consigue Trump, al hacer gala de una hegemonía mundial en declinación, es aflorar las peores manifestaciones del monstruo en cuyas entrañas vivió un tiempo el luchador independentista José Martí, el “apóstol” y autor intelectual de la toma de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes que Fidel Castro y sus hombres y mujeres llevaran a cabo en julio de 1953 y que puede considerarse la mayor operación político-militar que precedió al desembarco de los rebeldes en el buque Granma en 1956 y al inevitable triunfo del 1 de enero de 1959.
Por eso, el imperialismo estadounidense, que insiste en su deseo de aplicar la letra muerta del Destino Manifiesto con el que en la primera cuarta parte del siglo XIX consideraba a Cuba y Puerto Rico como la prolongación de su territorio, volverá a experimentar otra derrota política y moral. ¡Que nadie lo ponga en duda!