anónimasdel Departamento de Estado y, por supuesto, es la firme voluntad política, expresada numerosas veces por el gobierno cubano. No sólo de mantenerlas, sino de mejorarlas por sobre las naturales discrepancias, enfatizando en los temas de interés común sobre la base del respeto mutuo y la soberanía y autodeterminación de las dos partes. Pero, si uno se atiene a los hechos de los últimos meses y semanas y en parte a las palabras, por momentos parecería que el rumbo dado por Washington a este asunto, si no busca romper las relaciones restablecidas el 17 de diciembre de 2014 entre los dos países, persigue cuando menos reducirlas a una mera formalidad, casi a la nada.
Tomemos los hechos más recientes de esta saga ¿hipoacústica? El 29 de septiembre el secretario estadunidense de Estado, Rex Tillerson, anunció una sustancial retirada del personal de su embajada en La Habana y dijo que serían repatriados todos los familiares. Justificó la medida al afirmar que se han perpetrado ataques
contra funcionarios del gobierno estadunidense en Cuba, que les han afectado la salud. El gobierno cubano, además de ser informado muy tardíamente por la parte estadunidense sobre estos supuestos ataques
y problemas de salud de su personal diplomático en Cuba, apenas ha recibido detalles de importancia como para hacerse un juicio sobre ellos.
Días después, el 3 de octubre, el gobierno estadunidense, en otra acción injustificada, decidió que 15 funcionarios de la embajada de Cuba en Washington abandonasen el territorio de Estados Unidos, sobre la base de “que han reducido su personal diplomático en La Habana y que el gobierno cubano no habría dado los pasos necesarios para prevenir ‘ataques’ contra éstos”. La cancillería cubana protestó y calificó esta decisión de infundada e inaceptable, así como el pretexto de que Cuba no tomó las medias apropiadas para prevenir los supuestos incidentes.
Sobre los pasos dados por La Habana hablaremos más adelante, pero es un despropósito justificar la expulsión de personal cubano por el hecho de que Washington decidió retirar parte del suyo. Ya anteriormente, el 23 de mayo, dos diplomáticos cubanos recibieron la orden de abandonar Washington de manera precipitada, inapropiada e irreflexiva
, como fue calificado por la cancillería cubana, que argumentó la ausencia de evidencias sobre lo que en aquél momento Washington llamaba incidentes y a partir del viernes pasado denomina ataques. La investigación en curso acordada entre los dos países apenas había avanzado debido a la reticencia estadunidense a cumplir con su parte y Cuba no podía, por tanto, ser culpada de nada.
En la reunión sostenida –a solicitud de Cuba– entre Tillerson y el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, éste le advirtió de no tomar decisiones apresuradas sin sustento en evidencias, lo apremió a no politizar el asunto y le reiteró la solicitud de cooperación efectiva de las autoridades estadunidenses para esclarecer los hechos y concluir la investigación.
Llegados aquí es preciso puntualizar que Cuba no fue informada por la parte estadunidense sino hasta febrero de 2017 de los supuestos incidentes contra funcionarios de su sede en La Habana y sus familiares ocurridos desde noviembre de 2016 que les habrían ocasionado pérdida auditiva, mareos y otros síntomas. No obstante, el gobierno cubano tomó cartas en el asunto de inmediato y por indicación del presidente Raúl Castro inició una investigación cuya seriedad y profesionalismo han reconocido los tres grupos de expertos de agencias estadunidenses que a instancias del gobierno cubano han visitado la isla. Cuba creó también un comité de expertos integrado por médicos, científicos y jefes policiales.
Como ha preguntado la colega Rosa Miriam Elizalde, ¿habrán sido examinadas las víctimas del extraño ataque sónico en Cuba por médicos del Walter Reed National Military Medical Center?, ¿existirá algún dictamen sobre el caso del National Institute of Health? La pregunta no es ociosa, no sea que las hayan examinado galenos seleccionados en la Universidad de Miami por el senador y fracasado precandidato a presidente Marcos Rubio. Como es harto conocido, Rubio ha encontrado una mina para reflotarse política y financieramente en la guerra contra Cuba y Venezuela. En ese país hoy todo puede pasar.
Fuente: La Jornada