En su viaje anterior, todavía presidente de Estados Unidos, Barack Obama vino a bendecir la restauración conservadora en Argentina, no tuvo coraje de pasar por Brasil, donde ya estaba instalado un gobierno golpista, con su silencio complaciente. Ahora viene como ex presidente, en represantación de su fundación, financiada por grandes conglomerados económicos.
En el último mes Obama ha tenido conversaciones con el banco Northern Trust, con el banco Cantor Fitzgerald y con el grupo de compra en la privatización de empresas, Carlyle Group. Su fundación está financiada especialmente por donaciones de Microsoft, por la gigante del sector eléctrico, Exelon, ambas con contribuciones de más de un millón de dólares. Obama ya ha dado reiteradamente conferencias en Wall Street, recibiendo alrededor de 400 mil dólares por cada una.
En Sao Paulo, Obama partipará en un evento en el periódico económico Valor, del grupo O Globo, patrocinado por el banco español Santander. Cínicamente, dice que viene a oír a líderes jóvenes
. No va a encontrar a ningún líder joven ahí. Para ello, tendría que venir sin patrocinio de bancos, tendría que ir a la periferia de Sao Paulo y de Buenos Aires. Pero con los patrocinios de las empresas que financian su fundación, viene más bien a buscar nuevas oportunidades de negocios para esas empresas, en especial en los procesos de privatización que los gobiernos de Macri y de Temer ponen en práctica.
En Argentina, Obama tendrá una reunión con empresarios y se anuncia un encuentro con Mauricio Macri. En Brasil, al parecer, no se atreverá a un encuentro con Temer, que tiene 3 por ciento de apoyo de los brasileños. Estaría en un encuentro en Córdoba sobre economía verde
, organizada por la Foundation Advanced Leadership, organización que tiene su sede en Washington, con el apoyo del BID, de la OEA y de la Fundación Mediterráneo y la Boston Seguros.
El Obama que viene ya no tiene nada que ver con aquel que fue eligido como primer presidente negro de EU. Si fuera aquel, iría a las comunidade negras de Brasil, se interesaría por el destino de Milagro Salas y de Santiago Maldonado. Hablaría con los líderes populares y con los dirigentes de bancos.
Es tradicional que un ex presidente estadunidense organice su fundación y viaje por el mundo, buscando mantener espacios propios, así como financiando sus viajes apoyado en donaciones de grandes empresas privadas de EU. El único de los ex presidentes estadunidenses que ha puesto una fundación al servicio de las causas democráticas en el mundo ha sido James Carter.
Obama no esconde que se apoya en las grandes corporaciones estadunidenes y no en entidades civiles, de derechos humanos, de defensa de la democracia, de promoción de las políticas sociales. Llega a Brasil invitado por el grupo O Globo, que ha estado siempre del lado de las peores causas. Llega apoyado en bancos y trayendo la representación de una fundación que tampoco esconde quienes la financian. A Argentina, arriba invitado por la organización de Estados Unidos.
Si quisiera inaugurar la presencia de su fundación con las buenas causas en el continente, tendría que venir a denunciar los inmensos retrocesos sociales que se dan en Argentina y en Brasil, donde gobiernos que promueven los intereses del mercado y de los bancos se han adueñado del gobierno. Tendría que preocuparse con lo que pasa en México, en Puerto Rico, en Guatemala, entre tantos otros países con graves problemas.
Pero no es ese el programa de Obama en esta visita. Obama vivió el periodo del más grande aislamiento de EU en América Latina. Obama tuvo que elogiar a Lula, convivir con gobiernos sumamente hostiles, apostó a presidentes como Peña Nieto y Sebastián Piñera, pero no pudo tener éxito con ninguno de ellos. Tuvo que confesar el fracaso de 50 años de bloqueo a Cuba, visitó la isla, pero no pudo tener la foto que pidió con Fidel. Terminó su gobierno derrotado, no pudo eligir su sucesora y vio que el sucesor de su gobierno era un bufón que desmoraliza la presidencia de EU.
Obama ahora quiere salvar su imagen, pero viene patrocinado e invitado por lo peor que tienen nuestros países.