Con motivo del 121 aniversario de la caída en combate del Lugarteniente General Antonio Maceo, el Titán de Bronce, publicamos una de las cartas de José Martí escritas en febrero de 1895 al insigne patriota.
Montecristi, 26 de febrero de 1895.
Sr. General Antonio Maceo.
Al General escribo hoy, aun más que al amigo: la guerra, a que estamos obligados, ha estallado en Cuba. Y a la vez que la noticia de ella, que por obedecer a nuestros anuncios y arreglos nos revela su importancia, y nos llena de solemne deber, recibo de New York la confirmación de su declaración de Vd.-que a quien le conociese menos que yo parecería un obstáculo, injusto e imprevisto, pero que para mí no lo es. El patriotismo de Vd. que vence a las balas, no se dejará vencer por nuestra pobreza, -por nuestra pobreza, bastante para nuestra obligación.
El vapor del Norte sale momentos después de recibidos estos cables, y mi resolución tiene que ser inmediata. Conociendo hombre por hombre la fuente de nuestros recursos, y seguros de que no tendríamos más de lo imprescindible, ni menos, -una vez desviados nuestros vapores, escribí a Vd. a mi acelerada salida de New York, diciéndole que, ajustado con la Isla y a petición de ella el alzamiento -y teniendo presente lo que en Costa Rica vi, y traté con Flor y dije a Vd., sobre los modos de ir, -(puse) a su disposición, la suma de $2000 en oro, única que podría ofrecerle, para un plan de salida igual al que lleva al General Gómez y a mí. «Decidido» rogué a Vd. que me pusiera por cable, lo que quería decir que Vd. estaba dispuesto a ir con ese plan, pero el cable me decía a la vez que necesitaba seis mil pesos, suma hoy imposible de allegar. Y hoy, estallada ya la revolución en Cuba, recibo otra vez la noticia de que Vd. considera indispensable, para su salida, la suma de cinco mil pesos oro: -suma que no se tiene, siendo así que se tiene en la mano la de dos mil, y está enfrente, ardiendo ya, la revolución en Cuba.
¿Qué hacer en este conflicto? Vd. debe ir, con su alta representación, y los valientes que están con Vd. Pero Vd. me dice una vez y otra, que requiere una suma que no se tiene. Y como la ida de Vd. y de sus compañeros es indispensable, en una cáscara o en un leviatán, y Vd. ya está embarcado, en cuanto le den la cáscara, -y yo tengo de Flor Crombet la seguridad de que, con menos de la suma ofrecida, puede tentarse con éxito la salida de los pocos que de ahí pueden ir en una embarcación propia,-decido que Vd. y yo dejemos a Flor Crombet la responsabilidad de atender ahí a la expedición, dentro de los recursos posibles porque si él tiene modo de que Vds. puedan arrancar de ahí con la suma que hay, ni Vd. ni yo debemos privar a Cuba del servicio que él puede prestar. Y el pondrá a las órdenes de Vd. la labor que Vd. me reitera que no puede hacer en su San José, sino por una suma hoy imposible, -y que no puede quedarse sin hacer, cuando hay quien la echa sobre sí, por una suma que se tiene, y la pondrá hecha en manos de Vd. Ahora, detalles, abnegación, abandonado de todo, menos de la idea de subir al tren y a la mar, costo de los pocos de San José que deben bajar a la costa, olvido inmediato de las cosas tentadoras de la tierra, para lo cual se requiere más valor que para encararse al enemigo ¿cómo he de proponerme yo a hablar de estas cosas con Vd.? ¿a pedirle virtud? ¿a permitir que nadie dude de que la mostrará suprema? ¿a creer que hay en nadie más valor y desinterés que en Vd.? Cuba está en guerra, General. Se dice esto. y ya la tierra es otra. Lo es ya para Vd. y lo se yo. Que Flor, que lo tiene todo a mano, lo arregle todo como pueda. ¿Que de Vd. pudiera venirle el menor entorpecimiento? ¿de Vd. y Cuba en guerra? No me entrará ese veneno en el corazón. Flor tendrá sus modos. Del Norte irán las armas. Ya sólo se necesita encabezar. No vamos a preguntar, sino a responder. El ejército está allá. La dirección puede ir en una uña. Esta es la ocasión de la verdadera grandeza. De aquí vamos como le decimos a Vd. que vaya. Y yo no me tengo por más bravo que Vd., ni en el brío del corazón, ni en la magnanimidad y prudencia del carácter. Allá arréglense, pues, y hasta Oriente! Cree conocerlo bien su amigo,
José Martí