El 2017 abrió las puertas a un 2018 que, en sus dos primeros meses, muestra un continente «negro» convulso, a pesar de los crecientes esfuerzos de la Unión Africana (UA) por mantener la paz, la unidad y la cooperación regional, de cara a que la patria grande de la humanidad se convierta en un escenario seguro y placentero, donde vivir no sea una lucha constante por la supervivencia.
Las últimas noticias de la semana anterior, si se miran desde una óptica sesgada, pudieran parecer negativas. Que dos figuras de las altas instancias políticas de un mismo continente —el presidente sudafricano, Jacob Zuma, y el primer ministro de Etiopía, Hailemariam Desaleg— renuncien durante la misma semana, dispara las alarmas a simple vista.
Mucho más si se toma en cuenta que una de estas renuncias tuvo lugar, precisamente, en el país sede de la UA.
Por el momento, como este diario ha informado, desde el viernes el Gobierno de Etiopía declaró el estado de emergencia en el país, lo cual demanda respuestas serias de las autoridades, en particular del presidente Mulatu Teshome, en el cargo desde el 2013.
En el caso de Sudáfrica, se trata de un hombre que durante nueve años sirvió a la patria de Mandela. Así lo reconocen quienes lo despidieron, no sin dolor, de la silla presidencial y que destacaron su esfuerzo y dedicación en el cargo.
Cyril Ramaphosa, su sucesor, se ha comprometido a desarrollar una lucha contra la corrupción y revitalizar la reclinada economía sudafricana.
Las dos renuncias, una en la nación más meridional de África, y la otra en el estado más poblado —con 95 millones de habitantes—, tienen un antecedente cercano: la crisis política en Zimbabwe, que a finales del pasado 2017 derivó en la retirada de la presidencia, tras 37 años, de Robert Mugabe.
Mientras el titular del Parlamento, Jacob Mudenda, analizaba en una junta la moción contra el exmandatario, Mugabe, interrumpió para dar a conocer la dimisión de este último, quien envió una carta al órgano legislativo.
La renuncia fue resultado de que, en días previos a esta, el gobernante partido Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico (Zanu-PF) destituyera a Mugabe de su cargo de primer secretario de la organización, y nombrara en esa posición al ex vicepresidente Emmerson Mnangagwana, a quien había expulsado Mugabe el 6 de noviembre. Por último, el partido pidió a Mugabe que presentara su renuncia antes de que se iniciara el análisis de una moción de desconfianza en su contra.
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Otro conflicto que ha marcado la inestabilidad en escenarios africanos ocupa hoy titulares. Un juzgado de Kenia determinó este domingo que si Omar Al Bashir, presidente de Sudán, entra en el país, las fuerzas de seguridad deben arrestarlo, bajo el argumento de que sobre él recaen cargos internacionales de genocidio y crímenes de guerra, de acuerdo con medios locales.
La sentencia fue emitida el viernes por un juzgado de apelación, el cual estableció que «Kenia actuó con total impunidad al no arrestar a Al Bashir cuando visitó el país en el acto de promulgación de la Constitución keniana del 2010».
«Kenia estaba y sigue estando en la obligación de cooperar con la Corte Penal Internacional (CPI) y ejecutar la orden de arresto de Al Bashir cuando visitó el país el 27 de agosto del 2010, y en el futuro si vuelve a visitar Kenia», concluyó el juzgado.
Entretanto la Unión Africana, que aboga por la resolución pacífica de las crisis y conflictos políticos en la cuarta porción de tierra más extensa del globo, ha elegido una nueva oficina para pilotear las actividades de la Unión para el año 2018, presidida por Paul Kagame, presidente de la República de Ruanda. Lo hizo la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la UA en su 30ª Sesión Ordinaria, el pasado 28 de enero en Addis Abeba, capital etíope y sede del organismo.
El presidente Kagame subrayó durante su toma de posesión que el desafío fundamental de África es «crear un camino hacia la prosperidad para nuestra gente, especialmente los jóvenes… «Nos estamos quedando sin tiempo, y debemos actuar ahora para salvar a África de la privación permanente».
Valoró Kagame que la unidad «debe ser nuestro punto de partida, ya que hacemos el trabajo necesario de redefinir nuestros planes y ambiciones, en términos continentales… No hay un país en nuestro continente que no quiera ser parte de un África más asertiva y visible.
Esperemos que, más allá de discursos inclusivos a tono con el contexto, África se dirija hacia ese añorado espacio de paz, prosperidad e integración donde «nuestra gente merece un futuro más brillante; y que su sacrificio y trabajo duro sean recompensados con mejores vidas para las familias y las comunidades».
Fuente: Granma