Por Fernando Buen Abad Domínguez
Semiótica de la Estulticia
¿Alguien cree que esta persona fue incendiada por la “dictadura de Maduro”? Así como la ven, la persona incendiada es José Víctor Salazar, tenía 28 años. Ocurrió el 3 de mayo 2017 en las condiciones que el propio fotógrafo Ronaldo Schemidt de France Press relata[1] y que el gobierno venezolano explicó con detalle[2]. Un horror por donde se lo vea[3]. Tan horrible como la manipulación mediática que conlleva la exhibición de un “resultado” sin explicar sus causas. A este hombre lo quemó la derecha pagada por USA. ¿Increíble?
Hacer del horror un “espectáculo”, con premios y aplausos, es otra de las perversiones inicuas de la ideología dominante. Todo sirve al regodeo de lo macabro convertido en didáctica disciplinadora. Se borran los márgenes de la obscenidad, el dolor es un condimento del relato burgués y se barniza con espectacularidad los más ofensivos ejemplos de la crueldad y la humillación. Levantarán sus copas de champaña.
Esta fotografía es signo de un crimen en proceso que no se reduce al incidente ígneo. Muchos meses y años de ofensiva imperial detrás de ese fuego, explican cómo se llegó a esto. Son las llamas del “golpismo” financiado por el imperio yanqui. Es el fuego de la maldad que quiere el petróleo venezolano y sus recursos naturales. La paradoja cruel es ser incendiado por un derivado del petróleo que quieren robarle al pueblo venezolano. Es la viva imagen de lo que el imperio sueña contra la humanidad que estorbe a los fines del saqueo y la explotación de la mano de obra. Es signo del capitalismo incinerando a la humanidad. La barbarie ardiente.
¿Representa a todos los incinerados por la derecha venezolana (y sus terroristas asalariados) ésta víctima?[4] ¿Es uno y todos al mismo tiempo? Si y no. Ni las razones ni el método de las protestas “guarimberas” tienen lógica democrática ni beneficio popular. Condensan todas las aberraciones de una iniciativa terrorista que ha supuesto todo el tiempo que la del golpe de estado es la única posible para hacerse con el poder. Pero todo les ha fallado siempre porque esa derecha jamás ha podido concebir un proyecto de país cuando lo único que les importa es un proyecto de negocios. Es el síndrome del empresario que sueña con el gobierno y cree que “hace un bien”. Sólo que estos recurrieron a paramilitares terroristas. La historia los ha desnudado ente el pueblo venezolano que respondió con victorias electorales contra la derecha, una tras otra.
Nada de eso se ve en la foto. Esos son los limites de un discurso gráfico preñado de ambigüedad mercantil y oportunismo “informativo”. Esa fotografía no hace honor a la historia de aquella tradición fotográfica que ha sabido ponerse al lado de la emancipación y humana y de su dignidad. Es una fotografía hija del azar y del lugar que consiguió el fotógrafo al lado de los terroristas, donde abundaban cámaras serviles a la calumnia y a una de las ofensivas mediáticas más descomunales que se conozcan.
El autor de esta fotografía debería renunciar a cualquier premio. Por su bien y por la profesión de los fotógrafos que no quieren convertir en héroes a terroristas (“manifestantes” les llama la prensa oligarca) financiados por USA. Debería rechazar ese premio que premia la nada misma, premia el accidente de la impericia y la irracionalidad de la violencia asalariada. Debería decirle no a un circo de premiaciones cuya base vender morbo fotográfico para “espantar al burgués”. Después de todo ese foto-periodista ha de entender bien qué papel juega el medio para el que trabaja en la tarea de incentivar injerencias y golpismos en todo el mundo. Debe saber que a eso se prestan, también, muchas de las premiaciones que no son más que máquinas de guerra ideológica.
Otra fotografía es posible y es necesaria. Contra el efectismo amarillista y el fetichismo mercantil de la imagen “oportunista”, hace falta la fotografía que “revele” las fuerzas en lucha contra el imperio del dinero y la subordinación de las personas. Hace falta una catarata de imágenes emancipadas y emancipadoras cuya fuerza radique en ser correa de trasmisión en el “motor de la historia”, que es la lucha de los pueblos por su libertad, por su dignidad y por su felicidad. Eso no aparece en la fotografía de Schemidt aunque debería porque, a pocos metros de donde la tomó, había un pueblo repudiando al terrorismo golpista que poco después votó por una Asamblea Nacional Constituyente que pacificó al país en unas horas. Mientras tanto, la “fotografía” de los 9 millones de votantes venezolanos el 30 de julio por la ANC y contra el terrorismo, nunca será premiada. ¿Cuál es el verdadero premio?
[2] https://www.youtube.com/watch?v=1QvFJNKE_dI&feature=youtu.be