El espectáculo escenificado por el presidente Donal Trump en el llamado informe sobre el estado de la unión ha sido toda una lección sobre la profunda y crisis moral, política, cultural y de liderazgo –interno e internacional- que aqueja al sistema imperialista en Estados Unidos. Más allá de sus esfuerzos por parecer “presidenciable”, de los tres días de abstinencia de tuits, el personaje central de esta obra bufa siguió siendo el mismo y hasta acrecentó algunos de sus peores rasgos. Jactancioso a más no poder, se adjudicó la autoría de realizaciones económicas y sociales imposibles de lograr en un año.
Una gráfica idea de a dónde llega la mendacidad obsesiva de Trump la ofrece una imperdible nota del británico The Telegraph insertada en el portal Cubadebate. Entre otros datos duros señala que Associated Press cuestionó la veracidad de 19 declaraciones del discurso presidencial(.cubadebate.cu/noticias/2018/01/31/las-mentiras-de-trump-hacen-colapsar-politifact).
Fue una retahíla de breves sentencias seguidas de nutridos aplausos, cuando no desaforadas ovaciones, de las bancadas republicanas de ambas cámaras del Congreso y del gabinete, los jefes militares y los invitados. El objeto de los aplausos, un discurso patriotero, xenófobo, supremacista y guerrerista en grado sumo. Sello distintivo del cual es que la gran mayoría de los invitados mencionados como ejemplos de la valentía y el espíritu americanos son militares, policías o personas relacionadas con el belicismo de la política exterior trumpiana, particularmente respecto a Corea del Norte, a la que continúo amenazando con más acoso y sanciones.
Ebrio de euforia narcisista, un Trump evidentemente refocilado por los aplausos y exclamaciones del selecto público culpó a los migrantes y a la ausencia del “gran muro” en la frontera con México de la delincuencia, los bajos salarios, las pandillas juveniles, la alarmante epidemia de muertes por el consumo de opiáceos, las acciones terroristas etc. Aquí hablaba, sobre todo, para su base electoral, hasta ahora incólume en su lealtad según las encuestas, de millones excluidos por las políticas neoliberales. En su mayoría, blancos anglosajones de baja escolaridad, principalmente de las antaño prósperas zonas industriales del cinturón del óxido o de las depauperadas familias granjeras del Medio Oeste.
El glorioso Estados Unidos de que habló constantemente Trump sigue siendo un país con millones de pobres y desamparados sin acceso a la salud y con una educación pública que marcha hacia la ruina. Sus políticas agravarán este desastre e incrementarán notablemente la ya obscena desigualdad social, como lo demuestra la reforma fiscal de que tanto presume. Pero a menos que fuera objeto de impeachment, o que ascendiera una real oposición de izquierda desde el Partido Demócrata, capaz de derrotarlo, el magnate podría conservar la lealtad de sus fieles y ser reelecto, aun si estallara una crisis financiera. Las elecciones de medio término, el próximo noviembre pueden ser un termómetro.
Trump se burló una vez más del cambio climático con su referencia al carbón “limpio”, en contraste con los elogios a su administración por su desempeño ante magnos desastres naturales que solo él y una minoría en Estados Unidos no asocia al calentamiento global. Por cierto, sin dedicar una palabra a Puerto Rico, al que ha mantenido en el mayor abandono.
El multimillonario y su equipo son una terrible amenaza a la humanidad. No solo por el incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero y el consiguiente aumento del calentamiento global que provocarán sus políticas negacionistas del cambio climático. Eriza los pelos oírlo decir que “debemos reconstruir nuestro arsenal nuclear” y que continuará aumentando el presupuesto de guerra pues ello conduce a la carrera armamentista con Rusia y China –a los que reiteró su condición de adversarios- y sigue elevando el peligro de una conflagración nuclear, ya el más alto desde octubre de 1962. En esta misma tesitura debe valorarse su amenaza de romper el acuerdo nuclear con Irán.
No deben extrañar la arremetida y las amenazas a Cuba y Venezuela, a las que intenta asfixiar con políticas de fuerza. Ha recrudecido el bloqueo contra la primera y llevado al paroxismo la guerra económica contra la segunda. Son políticas brutales que hacen daño a los pueblos que las sufren. Pero también recuerdan cuáles han sido siempre las verdaderas intenciones y prácticas del imperio contra nuestra América.