Encontré a Cuba con las dificultades imaginables en lo económico, en medio de una Feria del Libro que remarcó una de las defensas que tiene la isla frente a lo que está pasando en el mundo, que es la educación. Cuba es educación y es la cultura, la salud y la Revolución. Siguen siendo sus pilares. En consecuencia, las dificultades pasan por lo que se vive en buena parte del mundo: una economía que todavía no cierra en la relación entre lo que se necesita con lo que se recauda. La cubana es una sociedad orgullosa de que se destinen valores muy altos para la salud (el 13% de su presupuesto), la educación ( casi el 13%), a pesar de que, como consecuencia de eso, no pueda abarcar otros ítems. El presupuesto en la mayoría de los países está mucho más distribuido, lo que significa un hecho que dignifica a Cuba. Pero Cuba todavía es una revolución en marcha, lo que es muy importante: más de una vez se ha fabulado desde afuera que la Revolución se moría, pero parafraseando a María Elena Walsh, tantas veces la mataron, tantas veces se murió, sin embargo está aquí, todavía. Ni lo del ’90, ni lo de 2000, ni los cambios que produjo Raúl a partir de 2009, han incidido en el carácter, en el perfil y la esencia de la revolución.
Uno puede establecer puntajes para construir una imagen de los países. Corresponde preguntarse cuánto vale un gran desarrollo de tipo económico en un país neoliberal, con sus grandes rutas y un parque automotor fantástico, que incluye a sectores privilegiados de América Latina y cuánto vale que mueran muchos menos niños de los que mueren en el resto de América Latina. Cómo darle esa puntuación a Cuba, entonces, si pensamos que tiene una mortalidad infantil bajísima, con mejores valores que Estados Unidos, Canadá, y muy parecidos a Alemania, para hablar de los países de vanguardia. Cuál es el puntaje si la expectativa de vida de los cubanos es la misma de la de los habitantes de esos países que he mencionado, entre 79 y 84 años. Y todo logrado después de décadas de un bloqueo que ha sido una verdadera afrenta a la historia, porque no se puede creer que el mundo lo haya tolerado, nada más que por temor al gigante.
Por lo tanto, la visión de Cuba siempre es despareja: se pueden encontrar enormes contrastes en los que se ve el despliegue de riquezas insultante, previo a la revolución, cuyos vestigios quedan, edificios como el hotel Nacional y tantos otros, y por el otro lado, los números que hablan de un país que se defiende de toda esta oleada multinacional de neoliberalismo, con una cuota de dignidad que en Argentina o en amplias regiones de América Latina no quieren imaginar.
El contraste que vivo en La Habana con respecto a Buenos Aires es el mismo que se puede vivir con cualquier país del mundo capitalista. ¿La contrastamos con Recoleta, Barrio Norte, Puerto Madero, San Isidro? Ahí pierde Cuba, pero si la comparamos con los millones de hacinados de los sectores más pobres, los demás no pueden ni entrar en la foto. El contraste entre la injusticia y Cuba, por supuesto, no es comparación. Cuba está siempre por encima del resto.
En definitiva, siempre es un placer pisar Cuba, pisar La Habana. Soy un viejo conocido de la ciudad. Y en las últimas horas de mi estadía, me permití estimular los sentimientos que me producen siempre los recorridos por la ciudad vieja, o por la Plaza de la Revolución, por nombrar sólo dos de los muchísimos sitios con los que me reencontré, rincones de la ciudad que me emocionan y me deslumbran.
Antes, me dediqué a la muy importante Feria del Libro, de la que he participado como invitado especial. Di una charla en la presentación de mis libros y estuvo en primera fila el ministro de Cultura, Abel Prieto, en un gesto que me halagó, junto a muchos argentinos, uruguayos y también muchos cubanos. Hemos podido grabar la charla que, al menos una partecita, se va a ver esta noche en El Destape, en el programa Vía de Escape, que va a las 10 de la noche, con entrevistas, evaluaciones y muy buenas imágenes.
Me sorprendió mucho que gracias a Diego Maradona y al programa De Zurda, sea reconocido en Cuba. Es increíble lo que puede construir Diego, una personalidad tan amada aquí. Entre eso y algún otro programa de Telesur, camino por las calles de La Habana y me saludan de una forma muy halagadora. Estoy a buenas con la vida por haber podido realizar este viaje. Fui invitado como una figura amiga de la exposición, con la intención de presentar el libro de intención poética, pero también los otros que hablan del neoliberalismo, de los medios de comunicación y de todo mi discurso sobre lo que padece actualmente América Latina y la comparación de un mundo que va hacia el neoliberalismo más salvaje, con este pueblo que resiste de todas las maneras, en nombre de los más dignos principios.
Fuente: TiempoAr