Volvió el FMI a la Argentina y como era previsible, lo hizo con elogios al rumbo económico del gobierno Macri. En dichos de la titular del organismo Christine Lagarde, sostuvo que «Los dos primeros años del gobierno de Macri han sido asombrosos» y puede pensarse a contramano de la funcionaria en el récord de endeudamiento público, la suba del desempleo y caída del poder adquisitivo del ingreso popular, pero no, la sinceridad de la funcionaria alude a la vocación por la liberalización de la economía local.
Poco importa que la inflación de febrero fuera del 2,4% y se acumule un 4,2% para el primer bimestre, con un anualizado superior a la inflación del 2017 y un pronóstico difundido por el BCRA muy cercano al 20%, por encima de las metas de inflación del 15%, establecida en diciembre del 2017. Además, la inflación mayorista marcó 4,8% para febrero, 9,6% para enero y febrero, con un registro anual del 26,3%. Estos precios se asocian a futuros incrementos del costo de vida que sufre la población, sin perjuicio de lo cual se insiste en negociaciones salariales que no superen la pauta oficial del 15%.
Para el FMI lo que importa es el rumbo de la política económica, favorable a la rentabilidad de las empresas y a las necesidades de los inversores internacionales. Coincide con ello el delegado estadounidense al cónclave financiero y económico del G20 en Buenos Aires. Si el rumbo económico supone alguna restricción de consumo y satisfacción de necesidades de muchos, es otro problema, o problemas de otros…, que es lo mismo.
El FMI asiste a una de las reuniones previas de la Cumbre del G20 a realizarse en noviembre y diciembre en la Argentina. La coordinación del G20 por el gobierno Macri explica el carácter de anfitrión para el cónclave que convoca a los organismos internacionales y a los ministros de hacienda, finanzas y economía, como de los presidentes de la banca central de los países miembros del selecto grupo, cuya cumbre presidencial tendrá cita en el país sobre fines de año. Dujovne se vanagloria del lugar asignado al país, como parte de una lógica de subordinación a la dominación mundial que sustenta el libre movimiento internacional de los capitales, aun cuando el proteccionismo vuelve a ser discurso entre los principales países del capitalismo mundial, especialmente en EEUU.
¿Qué se puede esperar de estas y otras reuniones preparatorias del G20?
En primer lugar la búsqueda de interés y consenso de la sociedad. El razonamiento del poder apunta a señalar la importancia de la Argentina actual, en quien el mundo capitalista desarrollado confía como territorio adecuado para la preparación de la discusión anual en términos económicos sobre el sistema mundial.
Entre otros aspectos, les preocupa el “el futuro del trabajo”, con una respuesta previamente establecida de ajuste a las trabajadoras y trabajadores, ya que la conclusión anticipada pasa por las reaccionarias reformas laborales y previsionales, que quitan derechos e ingresos a las trabajadoras y a los trabajadores.
No solo se trata de orientaciones para el país, sino que se repiten en todo el planeta. La realidad según las estadísticas de la OIT es de crecimiento del desempleo y la precariedad del empleo, con baja de salarios y pérdidas de derechos laborales. ¿Eso es lo que preocupa al FMI y a los líderes del G20? Queda claro que lo que interesa es la reducción del costo laboral dentro del costo de producción, todo para atender la necesaria expansión de la ganancia empresaria a costa del ingreso de trabajadoras y trabajadores.
Por eso celebran el cierre de discusiones paritarias por debajo del 15% y tratan de descalificar el conflicto social y sindical que promueve la ruptura de esa restricción, solicitando actualizaciones vinculadas a la realidad de la suba de los precios. Es una batalla desigual, donde además del poder económico de los grandes capitales, se intenta ampliar el consenso social crítico hacia los ingresos salariales, apuntados como responsables de la inflación.
En consecuencia, se pretende explicar que la solución al problema del déficit fiscal y de la inflación pasa por la contención de la actualización salarial. Solo si se avanza por ese rumbo puede frenarse el problema del costo de la vida, y una vez estabilizada la economía se podrá pensar en mejoras de los ingresos populares. Toda una falacia que posterga para el futuro imposible la satisfacción de las insatisfechas necesidades del presente.
La discusión es por el sentido común de la sociedad, entre una tendencia que reproduce la lógica del capital hegemónico por la liberalización y contra los ingresos de la mayoría, mediados por una labor ideológica y propagandística de los principales medios de comunicación, y una desigual construcción de contra sentido favorable a los intereses económicos de la mayoría.
Claro que esa tensión debe superar el marco del debate en la coyuntura para encontrar sentido en el rumbo estratégico que elogia el FMI y los principales representantes del capitalismo mundial de visita en la Argentina. Remito a la discusión sobre el propio capitalismo, que reproduce la lógica de la ganancia y la explotación más allá de la buena voluntad de cualquier opinante.
¿Es posible constituir el debate sobre el orden económico, sobre el capitalismo?
Es obvio que no es sencillo, ya que la cotidianeidad reproduce la “inevitabilidad” de la lógica del capital. El enigma del capital, al decir de David Harvey, supone esa reproducción constante más allá de la voluntad de cada individuo o colectivos humanos. El capitalismo no es eterno o un destino prefigurado desde hace años, sino una forma de organización social, que será tan transitoria como lo defina la propia sociedad.
Por eso, el problema es el G20 y sus recetas, las que asume el FMI para todo territorio y todo momento, las que contactan con el diagnóstico y los propósitos del Gobierno Macri, que contrario a lo que algunos sostienen, más allá del gradualismo o del shock, el rumbo asumido en Argentina es el camino deseado para transitar la etapa de inserción subordinada en el sistema capitalista mundial.