Ahora sí vendrá lo peor de la embestida neoliberal del macrismo en esta Argentina que se ha convertido en el cementerio de los globos pinchados de Cambiemos. El presidente Macri anunció con rostro de piedra que ya se puso de acuerdo con la señora Lagarde para que el FMI, con la generosidad que lo caracteriza, le preste al país alrededor de 30 mil millones de dólares. O más aún.
Se trata de la estocada final para que el país regrese, sin la necesidad de una máquina del tiempo, al tan temido 2001, donde no por casualidad imperaba en la economía uno de los últimos asesores del actual gobierno, Domingo Cavallo, quien puso al país en un corralito de despojo y saqueo.
En solo dos años, el hombre que había prometido en su campaña electoral mentirosa, que bajaría la inflación y que se respetarían las cifras de ocupación, ha logrado que la deuda externa crezca en un 35% y que, sin contar con el actual préstamo, más otros encubiertos de los últimos cuatro meses, había llegado a principio de año a los 307.295 millones de dólares, que representa el 56% del Producto Bruto Interno. No solo eso, el Riesgo País subía en las últimas horas hasta los 485 puntos básicos y superaba marcas máximas anteriores.
Ya había antecedentes de esto en la “Revolución de la alegría” macrista, cuando un año atrás, en otra de las típicas jugadas del endeudamiento compulsivo, el gobierno había anunciado la emisión de un bono por 2.750 millones de dólares a 100 años. Ese despropósito fue defendido con el sarcasmo habitual por el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, que en esa ocasión manifestó: “El mundo confía en nosotros”.
Hay que recordar ahora más que nunca que Argentina viene de una cesación de pagos unilateral en 2001 y que con esta nueva renuncia a la soberanía, gestada de rodillas con el FMI, abre las puertas a una situación que a corto plazo amenaza con hacer insostenible su propia gobernabilidad. De hecho, en estos días varias agencias de calificación financiera, como es el caso de Moody’s han advertido grandes nubarrones en el futuro económico argentino y apuntan como responsable mayor de esta situación a las políticas encaradas por el presidente Macri. Igual parecer manifestó la prensa especializada como los diarios The Sunday Times, Financial Times, la calificadora Fitch y la revista Forbes. Son los mismos que durante 2017 aplaudían las “hazañas” entreguistas del mandatario.
Más allá de las voces que llegan desde el exterior anunciando más malos momentos, es desolador lo que ocurre puertas adentro por este paso dado de cara a restaurar las relaciones carnales con el FMI. Con un trabajador o una trabajadora despedida o suspendida cada 6 minutos, en solo dos años la cifra ronda las 300 mil personas que se han quedado sin su puesto de trabajo, mientras que otros 150 mil pueden llegar a correr igual suerte de aquí a fin de año.
En el escenario de la pequeña y mediana empresa, la política económica actual ha obligado a cerrar sus puertas a unos diez mil establecimientos. Como en 2001, hoy cualquier persona que circule por las calles de la Capital podrá observar numerosos carteles de “se vende” o “se alquila”. Se trata de comercios que hasta el 2015 no nadaban en prosperidad pero sí podían sostener el puesto de trabajo para su personal. Si se tiene en cuenta que ese mercado laboral abarca cerca del 75% del trabajo registrado, no sorprende que hoy miles de esos empleados y empleadas hayan quedado en la calle. Entre las razones de la caída en picada de las PYMES están los aumentos que van del 500 al 1000 % de las tarifas de luz, gas y agua, pero también influye la apertura indiscriminada de importaciones, que ha dejado a muchos empresarios imposibilitados de competir. Además, decenas de clubes de barrio están casi obligados a cerrar ya que no pueden hacer frente a las desorbitadas tarifas de consumo eléctrico.
Ni que hablar de los más humildes o de los pensionistas que con salarios o jubilaciones mínimas hacen verdaderas proezas para subsistir, y no siempre lo logran.
Si a todo esto se le suma que en los últimos doce meses la tasa interanual de inflación real supera el 30% (el gobierno al que ni sus propios votantes creen, fija esta cifra en un 25%) y que desde mediados de 2017 la remarcación de precios no ha parado, no son pocos los que ante el nuevo anuncio hipotecador macrista señalan que la estampida a nivel precios será superlativa en los próximos meses.
Frente a este turbulento escenario lo que le queda a las grandes franjas de la población afectadas por políticas del capitalismo salvaje, es abandonar la resignación y el miedo, ya que la esperanza -de los que aún la tenían- fue sepultada en diciembre pasado cuando con prepotencia y represión brutal se impuso la ley jubilatoria, Las últimas medidas económicas parecen haber logrado desentumecer a una parte importante de la dirigencia sindical que se mantuvo autista o que directamente asumió posiciones cómplices desde diciembre de 2016. De hecho, más allá de la combatividad demostrada en la calle por los trabajadores de la economía popular, el único camino que les queda a las distintas centrales obreras es sumarse a dar respuestas contundentes para no solo “pararle la mano” a Macri sino acorralarlo y empujarlo. En otras palabras, hacerle imposible su gobernabilidad.
No se trata de una ofensiva electoralista lo que se impone en este momento (sin desdeñar tampoco ese camino) ya que de cara a la reciente alianza con el fondomonetarismo, el 2019 queda muy lejos. Es más lógico, pensar en términos de unidad de los afectados por la crisis, pensar en organizarse para responder en las calles a estas políticas y desembocar no solo en una huelga general inminente -como muchos y muchas piden a gritos- sino en un plan de lucha de largo alcance. Si este gobierno continúa, el futuro de las nuevas generaciones estará embargado por décadas, y en eso cada ciudadano o ciudadana tendrá su parte de responsabilidad.
A 60 años de la Revolución Cubana bien vale aprender de su ejemplo y contagiarse de su espíritu de lucha para alcanzar una plena autodeterminación y dejar de ser colonia de Estados Unidos o de Europa.