Alguna vez dije que vivíamos en la época del imperialismo humanitario y el genocidio filantrópico. Prueba de ello, el plan Masterstroke, del almirante Kurt Tidd, comandante en jefe del Comando Sur, sección del ejército de una potencia del Norte que nada tiene que hacer en nuestro Sur. Lo publica Voltairenet; lo comenta Stella Calloni, especialista en operaciones de genocidio, y su contenido es coherente con anteriores políticas y documentos de Washington. Si el dueño del circo “no descarta” la intervención armada contra Venezuela, es creíble que los payasos disparen papelillo.
El solo título, “Plan to overthrow the Venezuelan Dictatorship” (Plan para derrocar la dictadura venezolana), es ya una confesión delictiva. En términos de la Carta de la ONU y de la de la OEA, ningún Estado puede ni debe intervenir en las cuestiones internas de otro, y mucho menos derrocar su gobierno. A confesión de parte, relevo de pruebas. Tidd confiesa desvergonzadamente en el texto la implicación de su gobierno en las acciones contra Venezuela: “Es tiempo de que Estados Unidos pruebe, con acciones concretas, que está implicado en el proceso de derrocar la dictadura venezolana, lo cual significará un punto decisivo”.
Pero también admite con mayor cinismo todavía que ese proceso no va a ser cumplido por venezolanos, pues las fuerzas opositoras “no tienen el poder de poner fin a la pesadilla”, ya que “las disputas internas, la supremacía de los favoritismos particulares, la corrupción similar a la de sus rivales, su escaso arraigo, no les garantizan la oportunidad de aprovechar la situación y dar los pasos necesarios”.
Mayor desprecio no puede caber hacia los opositores en cuyo beneficio se pretende destruir un país. Esta oposición perniciosa es además minoritaria, pues el plan está dirigido contra “los ciudadanos de menores ingresos -quienes apoyan a los gobernantes actuales” –o sea, la mayoría democrática.
El almirante desarrolla su plan para exterminarla:“-Obstruir completamente las importaciones, y al mismo tiempo, desalentar a los potenciales inversionistas extranjeros a fin de contribuir a hacer más crítica la situación de la población -sobre todo en lo relativo al combustible, esencial para cualquier intento de recuperación de la economía nacional”.
A fin de agravar la crisis que supuestamente quiere solucionar, el humanitario Comando Sur propone: “Alentar la insatisfacción popular incrementando la escasez y el alza en precio de los alimentos, medicinas y otros bienes, con la intención de provocar la deserción de los ciudadanos por todas las fronteras, poniendo en riesgo así la seguridad nacional de los países fronterizos. Causando víctimas y haciendo responsable al gobierno de ellas. Exagerando ante el mundo la crisis humanitaria a la cual ha sido sometido el país”. No se olvidan detalles: hay que estructurar un plan para lograr la profusa deserción de los más calificados profesionales, a fin de “dejarlo absolutamente sin profesionales”, lo que agravará todavía más la situación interna, y culpar de ello al gobierno.
Un “Golpe Maestro” no ahorra crímenes: “Incrementar la inestabilidad interna hasta un nivel crítico intensificando la descapitalización del país, la fuga de las divisas extranjeras y el deterioro de su base monetaria, provocando la aplicación de nuevas medidas inflacionarias que incrementen su deterioro y que simultáneamente provoquen a los ciudadanos de menores ingresos -quienes apoyan a los gobernantes actuales- y a aquellos que están en mejor situación, a ver su status social como amenazado”.
No se le escapa al aprovechado almirante que a pesar de todas estas fechorías, una oposición minoritaria, sin poder, “de escaso arraigo”, sumida en “disputas, favoritismos y corrupción” seguramente será incapaz de arrebatarle el gobierno a la mayoría democrática. Por tanto, se impondrá la democracia minoritaria con los métodos más antidemocráticos: “Usar a los oficiales del ejército como una solución alternativa o definitiva… endureciendo las condiciones dentro de las Fuerzas armadas para que ejecuten un golpe antes de que acabe el año 2018”.
Pero Estados Unidos y cierta oposición llevan veinte años fraguando un golpe de Estado que nunca cuaja. Habrá entonces que derrocar al gobierno con fuerzas foráneas. A tal fin, urge Tidd “Apelar a los aliados domésticos, así como a otras personas insertas desde el exterior en la escena nacional a fin de que generen protestas, motines e inseguridad, saqueos, robos, asaltos y secuestros de transportes de naves y de otros medios de transporte, con la intención de sumergir al país en una crisis a través de las fronteras y otras posibles vías, dificultando de tal modo la Seguridad Nacional de los países fronterizos. Causando víctimas y haciendo al gobierno responsable de ellas. Magnificando ante el mundo la crisis humanitaria a la cual el país ha sido sometido”. “Avanzar en la instalación en bases de aeroplanos de combate y helicópteros, vehículos blindados, posiciones de inteligencia, y unidades militares especiales y logísticas (de policía y militares, fiscales de distrito y prisiones)”.
O, para hablar más claro: la imposición por la fuerza bruta de ejércitos de ocupación extranjeros, pues los estadounidenses generosamente están dispuestos a sacrificar como carne de cañón ciudadanos de otros países latinoamericanos: “Comprometer a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá para contribuir con un mayor número de tropas, para utilizar su proximidad geográfica y su experiencia en operaciones en regiones selváticas. Fortalecer su condición internacional con la presencia de unidades de combate de los Estados Unidos de América y los países citados, bajo el comando de un Estado Mayor conjunto dirigido por Estados Unidos”. Los estadounidenses estarán allí para fortalecer y comandar: que los desechables hispanos se quemen el pecho por ellos.
Se engañan entonces los opositores que anhelan una fotogénica invasión de rubios marines airosamente uniformados. Estados Unidos utiliza actualmente en sus guerras sucias los más inmundos mercenarios. Planea Tidd “Reclutar paramilitares principalmente en los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y el Norte de Santander, áreas densamente pobladas por ciudadanos colombianos que emigraron a Venezuela y ahora regresan huyendo del régimen, para intensificar las actividades desestabilizadoras en la frontera común entre ambos países. Hacer uso del espacio vacío dejado por las FARC, la beligerancia del ELN y las actividades en el área del Clan del Golfo. Preparar la involucración de fuerzas aliadas en soporte de los oficiales venezolanos para controlar la crisis interna, en caso de que estos retarden demasiado tomar la iniciativa”. También hay que “Continuar el fuego en la frontera común con Colombia. Multiplicando el tráfico de combustible y otros bienes. El movimiento de paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas. Provocando incidentes armados con las fuerzas venezolanas fronterizas de seguridad”.
El Comando Sur viene por sangre; y para encauzar la inundación, hay que “Organizar el aprovisionamiento y el relevo de tropas y del soporte médico y logístico desde Panamá. Hacer buen uso de las facilidades de vigilancia electrónica y señales de inteligencia; de los hospitales y sus dotaciones desplegadas en Darién, los aeródromos equipados del Plan Colombia, así como de los campos de aterrizaje de las antiguas bases militares de Howard y Albrook, así como la perteneciente a Río Hato. En adición, el Centro Humanitario Regional de las Naciones Unidas, diseñado para situaciones d catástrofe y emergencia humanitaria, que dispone de un aeropuerto y de sus propios alojamientos”.
No hay canallada sangrienta sin hipocresía leguleya. Para aniquilar un país que no ha agredido a nadie, según Tidd se debe: “Desarrollar la operación bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia de Ejércitos Americanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión en el contexto legal y mediático del secretario general Luis Almagro. Declarar la necesidad de que el comando continental sea fortalecido para actuar, utilizando el instrumento de la Carta Democrática Interamericana, a fin de evitar la ruptura del orden democrático”. Y en fin, “Promover la solicitud del envío de una fuerza militar de la ONU para la imposición de la paz”.
En resumen: Masterstroke planea asaltar Venezuela, la nación que libertó cinco países latinoamericanos, con una horda de ejércitos extranjeros. ¿Le habrá contado alguien a Kurt Tidd que existe un veto en el Consejo de Seguridad de la ONU que puede detener esta canallada? Este era también el Plan Maestro de Inglaterra, Alemania e Italia cuando con quince acorazados bloquearon, asaltaron y saquearon nuestras costas en 1902. A la voz de “La Planta Insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria” acudió un ejército de cien mil voluntarios, y los imperios se retiraron, hasta el día de hoy y por los siglos de los siglos, Amén.
Elige con quién estás hoy.
Fuente: Barómetro Internacional