La expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, llegó a La Habana el pasado sábado y durante varios días compartió con amigos latinoamericanos y caribeños y de otras partes del mundo que, a propósito del XXIV Encuentro Anual del Foro de Sao Paulo, arribaron a nuestra capital para debatir y construir caminos de unidad y concertación en la lucha.
Su agenda fue bastante intensa e incluyó un diálogo con el General de Ejército Raúl Castro Ruz y el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez; además de encuentros bilaterales, participación en actos religiosos y políticos de apoyo a la liberación de Lula, encuentro con jóvenes y mujeres dentro del evento, conferencias de prensa y el pronunciamiento de unas hermosas palabras en la plenaria dedicada a rendir homenaje al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en la última jornada del Encuentro.
Más allá de la entereza de su rostro, de la firmeza de sus palabras, de la fortaleza que demuestra, impresiona a quienes la rodean por su sencillez, su carisma, su capacidad para sonreír y dialogar con todos, para reflexionar y transmitir enseñanzas en cada uno de sus gestos y palabras.
El tema más recurrente, sobre el cual todos querían saber sus criterios y beber de su sabiduría, era la situación de encarcelamiento y el proceso judicial contra el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva. Por eso también estuvo en el espacio Mesa Redonda de la Televisión Cubana, para transmitir un mensaje claro: «Lula demostró que existe un camino».
Rousseff aseguró que existe ese camino, distinto, alternativo al que el poder hegemónico ha previsto para América Latina y el Caribe, esa región que para ser justos siempre debemos nombrar como «Nuestra América».
Sobre la situación en general de su país, la exmandataria brasileña dijo que una problemática siempre preocupante ha sido y es la del petróleo, asociada a la privatización y no solo en su país, sino en el continente.
«Una cosa sucedió en la historia de América Latina», dijo, refiriéndose a los gobiernos liberales como el de Argentina, que posibilitó el deterioro de los yacimientos petroleros en las décadas de los 80 y los 90, cuando empresas de petróleo fueron vendidas por dichos gobiernos.
Sin embargo, el gobierno brasileño de entonces no tuvo las condiciones para vender Petrobras. «No pudo sacarnos de esa importante empresa», aunque ahora el gobierno golpista de Michel Temer está vendiendo la parte más importante del país, la está privatizando.
«Nunca lograron hacer todas las privatizaciones porque nosotros tenemos respaldo público», puntualizó. «¿Por qué aprehendieron a Lula? Porque saben que nosotros no aceptaremos nada de eso».
Más adelante, Dilma Rousseff se refirió al golpe en sí mismo y recordó que este tuvo una historia detrás, que encierra un retroceso: «Retiraron el gobierno constitucional, pero a la vez, durante todo este tiempo, han fracasado».
Agregó que no hubo un solo partido de los que siguieron al gobierno de Michel Temer que pudiera llevar candidatos a la presidencia de la República. «Tienen menos del 10 % de apoyo».
En ese sentido subrayó que «ellos crearon al monstruo. Cada país tiene en su historia algunos monstruos, en el pasado colonial. Brasil lo tiene. Fue el último país que salió de la esclavitud. Cuando nací, hacía solo 59 años que había concluido la esclavitud. Y el tema de la esclavitud es muy serio, sobre todo tomando en cuenta que en la nación sudamericana, alrededor del 53 % de la población tiene raíces en la población esclava negra».
Durante el diálogo con la periodista Arleen Rodríguez Derivet, se resaltó que 36 millones de personas fueron sacados de la pobreza entre los dos gobiernos progresistas: el de Lula y el de Dilma.
Así también lo aseguró Rousseff y apreció que siempre tuvieron una preocupación: la desigualdad extrema que existía en Brasil. «Nos preguntamos qué significan esos 36 millones en la pobreza e hicimos investigaciones (…) Somos 208 millones de brasileños y si los programas sociales no involucran a millones de personas, allá no tienen sentido. No tiene sentido hacer un programa para 100 000 porque eso no adelanta nada».
«Necesitábamos sacar de la pobreza a esas personas porque los medios de comunicación estaban tratando de destruir nuestros proyectos. Lo que estábamos haciendo lo minimizaban, decían que era limosna en lugar de programas sociales, por eso implementamos programas para mejorar la vida de muchas personas, que luego podían responder a qué se debía esa mejoría», señaló.
La expresidenta brasileña dijo que muchos pobres atribuían esas mejorías a su familia, a Dios, porque tenían una mala percepción sobre los profundos cambios que se estaban llevando a cabo en el país.
LULA Y EL PUEBLO
Durante el espacio «Conversando con Dilma Rousseff», de la Mesa Redonda, la exmandataria brasileña narró detalles de la campaña presidencial que protagonizó Lula da Silva antes de que fuera objeto del conservadurismo y fuera puesto tras las rejas y su capacidad para calar hondo en el pueblo brasileño.
Explicó que eso demuestra su liderazgo. «Siempre hicimos eso, íbamos a lugares, no solo en caravanas, sino a comunidades, porque la participación de la caravana es muy importante, pero también es importante cambiar las percepciones que les forman sobre nosotros los medios de comunicación y el sistema judicial brasileño».
Valoró que la defensa de Lula tiene derecho a presentar una contrapropuesta, hacer la contraparte para que caiga la máscara golpista y dijo que Lula comenzó a tener más aprobación porque las personas empezaron a sentir que sus derechos habían sido quebrantados con el nuevo gobierno y, por tanto, había un retroceso en lo que se había logrado antes.
«Eso es muy grave, porque incluso se aumentó la jornada laboral», precisó. «Esto tiene que quedar bien claro, porque el costo es no respetar los derechos, es inseguridad laboral».
En ese círculo vicioso que tiene por objeto neutralizar a la izquierda, el movimiento –calificado por Dilma como de extrema derecha–, está organizado como nunca antes lo estuvo para intentar impedir que Lula sea candidato.
Por eso la exmandataria alertó sobre el peligro de que se desvanezca toda la ideología de la revolución social y se abra así un gran espacio a la derecha.
Advirtió que en Brasil el gobierno de Temer vendría a acabar con las políticas sociales, a hacer un desmontaje del país y Lula se ha convertido en víctima de la extrema derecha. «Lula demostró que existe un camino, lo que hicimos él y yo es un camino», destacó.
Fuente: Granma