El miércoles 22 Evo Morales tuiteaba: nos unimos al pronunciamiento de la Red de Intelectuales que denuncia acción injerencista de Estados Unidos para derribar el gobierno de Venezuela, e impulsa persecución mediática y judicial contra hermanos Lula, Correa y Cristina.
Ante los continuos triunfos electorales de las fuerzas populares y progresistas y el éxito de sus gobiernos en el combate al neoliberalismo al elevar el bienestar de nuestros pueblos, Washington y las derechas locales optaron por la tremenda. Lanzaron una contraofensiva integral basada en el esquema de las revoluciones de colores de George Soros, fundador y cabecilla de la organización ultraderechista Open Society, cuyo historial golpista y desestabilizador recorre la geografía planetaria donde quiera que haya gobiernos que no son del agrado de Estados Unidos.
Evidenciando una vez más en nuestra historia que solo respetan las reglas de la democracia representativa cuando los favorecen, el imperialismo yanqui y las derechas iniciaron una cadena de golpes de Estado contra los gobiernos progresistas. La primera víctima fue la pequeña Honduras, donde derribaron al presidente Manuel Zelaya (2009) por la fuerza de las armas, para lo que contaron con apoyo judicial, parlamentario y mediático. Siguieron los golpes contra el presidente Fernando Lugo en Paraguay (2012) y contra su homóloga Dilma Rousseff (2016) en el gigantesco Brasil.
Pero también ha habido varios intentos derrotados de golpe contra los gobiernos populares. El caso paradigmático es Venezuela por haberse utilizado casi la totalidad de los recursos de la guerra no convencional, híbrida o de cuarta generación. Por solo mencionar algunas acciones muy relevantes, se produjo el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en 2002, precedido de un paro patronal y seguido a los pocos meses del paro petrolero, que paralizó la principal industria del país a un costo de miles de millones de dólares. El golpe llegó a sacar del gobierno a Chávez pero duró escasas 48 horas al reinstalar al líder venezolano luego de un contundente contragolpe popular-militar sin precedente. Allí se soldó la unidad cívico-militar que ha vencido los numerosos intentos de derrocar al chavismo, encarnado en los últimos años por el presidente Nicolás Maduro. Entre ellos, las feroces guarimbas de 2014 y 2017, el recrudecimiento sin límites de la criminal guerra económica y mediática y el recientemente frustrado intento de magnicidio contra el mandatario venezolano. No es casual, este estaba por lanzar una verdadera revolución económica y financiera dentro de la revolución, que golpeará muy duro a la especulación contra la economía popular y rompe con el dólar como moneda de cambio.
También fueron objeto de graves intentos de derrocamiento los presidentes Evo Morales (2008) y Rafael Correa (2010), los que, dada su esencia, no pueden calificarse sino de golpes de Estado de nueva generación. Ambos requirieron de una acción enérgica de UNASUR, hoy en proceso de liquidación por el actual gobierno ecuatoriano y otros gobiernos de derecha de América del Sur.
A la vez, Lula está preso tras un proceso amañado cuyo único fin es impedir al político más popular del país que compita por la presidencia en octubre de este año. Sometido a un descomunal linchamiento mediático internacional, el gobierno golpista le prohíbe manifestarse en los medios, participar en los debates o siquiera tener acceso libre al teléfono o a las redes sociales. No obstante, continúa siendo el puntero en todos los sondeos y ya alcanza una intención de voto de 39 por ciento, muy por encima de sus eventuales rivales. Pese a las sonadas protestas y cuestionamientos dentro y fuera de Brasil se busca la “ilegalización” de su candidatura.
Algo parecido ocurre con el expresidente Correa contra el que se desarrolla un proceso judicial espurio y al que, tras meses de guerra mediática, se pretende detener por el gobierno del reconvertido a neoliberal Lenín Moreno mediante una orden internacional de captura. La derecha no desea que Correa sea el ganador de una futura elección.
Tras numerosos montajes mediáticos y judiciales continúa la persecución contra Cristina Fernández de Kirchner, principal referente del campo popular argentino, cuyas propiedades están amenazados de allanamiento, que, según el plan derechista, sería seguido de la pérdida del fuero parlamentario. Pese a ello, encabeza las encuestas para las elecciones de 2019 y si la contienda fuera hoy, derrotaría claramente al presidente Mauricio Macri, motivo principal de un mayor ensañamiento contra ella. Necesitamos una contraofensiva popular muy inteligente y creativamente organizada para derrotar a quienes pretenden mantener la dictadura oligáquica sobre los pueblos nuestroamericanos.