La historia de Valeria Milesi es un ejemplo de lo que provoca la política genocida y criminal del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a Cuba hace ya 56 años.


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Fuente: Granma

Valeria Milesi, una joven italiana que reside en la ciudad de Bergamo, es una de las víctimas más recientes del bloqueo a Cuba. Dispuesta a participar en la 48 Edición de la Brigada Europea José Martí, que organiza cada año el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), se dirigió a la Banca italiana ING Group N.V. en la que tradicionalmente ha dispuesto sus ahorros personales para solicitar una transacción a la cuenta de la Asociación Nacional de Amistad Cuba–Italia y pagar la cuota que debía aportar a la Brigada.

Cuál no sería entonces su sorpresa al recibir, por respuesta a su solicitud, una carta del banco en la que se le informaba que ellos operaban «en el pleno respeto de todas las leyes y normas vigentes a nivel mundial en materia de las sanciones internacionales y de las exportaciones (emanadas de la Unión Europa, de las Naciones Unidas, así como también de EE. UU.) y de cada ley y normativa local aplicable a las propias transacciones».

Y continuaba así la misiva: «ING ha implementado políticas específicas (suscritas por todas las oficinas y filiales con sede en el exterior incluida ING Bank N.V) atentos a prevenir cualquier involucramiento por parte del banco en transacciones con otras contrapartes que se encuentren en Irán, Cuba, Corea del Norte, Sudán, Siria (conocidos como países de alto riesgo). Por lo tanto, algunas de las políticas de ING son más restrictivas en relación con los requisitos mínimos prescritos por las leyes, reglamentos y normas internacionales en materia de sanciones, le informamos de que no le es permitido hacer ni tampoco recibir transacciones con contrapartes que se encuentren en los países de alto riesgo como los que le mencionamos antes».

Pudiera parecer una historia de ficción –ojalá así fuese– pero esta es la cruda realidad, aunque solo sea uno de los tantos ejemplos de lo que provoca la política genocida y criminal del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a Cuba hace ya 56 años.

La extraterritorialidad de este cerco fue denunciada hace pocos días por Irma Dioli, presidenta de la Asociación Nacional de Amistad Cuba–Italia, en un diálogo con Granma, mientras ­participaba en varias actividades relacionadas con la Jornada de Lucha contra el Terrorismo que se inició el pasado 4 de septiembre en nuestro país y se extenderá hasta el próximo 6 de octubre.

Para esta amiga de Cuba, dirigente de una de las asociaciones de solidaridad más grandes y antiguas de Europa –a través de quien conocimos la historia de la joven Valeria Milesi y la respuesta insólita del mencionado banco italiano– llama la atención que ni siquiera se solicitaba realizar una transacción hacia la Isla, sino en el propio territorio de su país, aunque dirigida, claro, a una Asociación de Amistad con el pueblo y el Gobierno cubanos.

El pasado mes de marzo, la propia Asociación había hecho público un comunicado especial mediante el cual se insistía en  que los ciudadanos europeos conocieran las medidas unilaterales y extraterritoriales derivadas del bloqueo, sobre todo aquellas que tienen como blanco principal a entidades de ese continente, mediante las cuales se afectaba el desarrollo de mayores vínculos económicos, de inversión y financieros con Cuba.

«El pueblo cubano tiene derecho a elegir su futuro», reiteraba el comunicado, ratificando además que los más de 3 000 miembros de la organización, nacida en Milán en 1961, continuarían «apoyando al pueblo cubano y a su Gobierno en la construcción de un socialismo más próspero».

¿Será la respuesta a solicitudes personales como la de Valeria Milesi el castigo por ser solidaria con Cuba? ¿Por qué insistir en incluir esta pequeña Isla en una lista de países considerados «de alto riesgo»? ¿Sabrán los que promueven y apoyan justificaciones insólitas como estas, que no existen barreras para la lucha por las buenas causas?

Sí, definitivamente, quizá seamos «un riesgo». Cuba es un riesgo para el analfabetismo, la insalubridad, el egoísmo, las injusticias, para los que nos quieren imponer el pesimismo, la desidia, la intolerancia, la falta de sentido común y el rechazo a los valores y principios que nos han traído hasta aquí. Y eso bien lo saben los millones de amigos que tenemos en todo en el mundo, que nos han acompañado siempre en esta batalla sin cesar contra el bloqueo –como en tantas otras– y que, sin duda, seguirán defendiendo nuestra verdad.

Por REDH-Cuba

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