Vengo de la Teología de la Liberación que tiene como eje fundamental la opción por los pobres, contra su pobreza y a favor de la justicia social y la liberación.

En el espectro político brasilero no veo ningún partido, a no ser el PT, que haya dado tanta centralidad a los pobres y a las minorías políticas que son, en realidad, mayorías numéricas como los negros/as, indígenas, quilombolas, los socialmente discriminados por su condición sexual y otros. Andando por el interior y entre los grupos populares pobres, en función de mi trabajo, oí muchas veces de su boca: Lula fue el único que pensó en nosotros y nos dio oportunidades para salir del hambre y de la miseria.

Aquí está mi razón principal razón para votar a la candidatura de Fernando Haddad y la Vice Manuela d’Ávila, para llevar adelante ese proyecto social verdaderamente mesiánico: atender al hambriento, garantizar que no muera antes de tiempo y hacer justicia a los oprimidos y a los invisibilizados. Se critica que el PT ha sido corrupto. No el PT como un todo, sino líderes importantes de alto rango de su gobierno. La corrupción atravesó a todos los partidos, con excepción de unos pocos. Otros partidos se han corrompido hasta más que el PT. Esto debe ser reconocido y cuando se identifica esa corrupción, especialmente al servicio del enriquecimiento personal, debe ser severamente castigada.

Pero hagamos justicia a la verdad de los hechos: la maxi-corrupción que atraviesa toda nuestra historia y que continúa hasta hoy día es la evasión fiscal. Desde el año pasado hasta aquí, con Temer hasta el 9/8/2018, fueron evadidos directamente o por exención fiscal a las empresas y bancos cerca de 450 mil millones de reales; son datos de los Procuradores de la Hacienda Nacional.

¿Qué significa eso? Que toda la corrupción en Petrobrás y en las grandes empresas fue de unos 40 mil millones de reales, es por lo tanto el 10% de la corrupción total. Esto no justifica la corrupción, pero nos hace entender la desproporción absurda entre una corrupción naturalizada y otra para financiar principalmente campañas electorales. Ambas hacen mal al país y le quitan recursos que podrían mejorar la vida del pueblo.

Una investigación conducida por el Senador Paim, hecha con los recursos técnicos del propio Senado, llegó a la misma conclusión. En el caso de que esta deuda fuera cobrada, no se necesitaría hacer la reforma de la Seguridad Social ni establecer un techo de gastos para la salud y la educación. El juez Sergio Moro, tan celoso en combatir la corrupción, ¿por qué no corre detrás de este tipo de corrupción mayor, detectable y altamente negadora del bien común?

Entre otros muchos argumentos en favor de Haddad-Manuela, aduciré solamente uno. En el caso de Haddad, se trata de un hombre sensible al sufrimiento humano, administrador competente, con excelente formación académica, doctor en filosofía (viva Platón, que quería un filósofo como jefe del Estado), formado en derecho y economía. Supo bajarse al nivel del pueblo para escuchar el grito del oprimido y hacer políticas que lo hicieran dejar de gritar. Sensibilidad semejante vale también para la Vice Manuela d’Ávila, trabajando con los más pobres de Porto Alegre.

La mayor crisis de la humanidad, mayor que la económica, política, cultural y moral, ya lo decía Betinho y lo repite en todo momento el Papa Francisco: es la falta de sensibilidad de los seres humanos hacia otros seres humanos.

Esta sensibilidad de Fernando Haddad quedó demostrada, cuando era Ministro de Educación y luego como Alcalde de São Paulo, con las políticas sociales y educativas reconocidas por todos.

Gravemente insensible se mostró el candidato Jair Bolsonaro con el que sigue, entre otros tantos ejemplos. Cuando las mujeres que, entre lágrimas, buscaban restos, o al menos algunos huesos de sus seres queridos asesinados o desaparecidos, Bolsonaro les dijo: “Quien busca huesos es el perro”. Además de ser una ofensa sin nombre a estas personas, mostró su nivel de falta de sensibilidad y de la más profunda inhumanidad.

Por estas y otras razones, mi voto es para Fernando Haddad y Manuela d’Ávila que tendrán como primera misión reconciliar el país y recuperar la sensibilidad mínima ―los derechos del corazón― para ejercer un gobierno que sea, al decir de Gandhi, un gesto amoroso para con el pueblo y el cuidado de la cosa común.

Por REDH-Cuba

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